IRONÍA
El siglo veinte se ha burlado de nosotros.
Hemos sido estrujados y engañados como los impuestos.
El respiro de la vida ha erosionado nuestras ideas
tan rápido como ir deshojando hojas de una margarita.
Como los niños acostumbrados a crueles sarcasmos
dependemos ahora de una autodefensa
a través de la ironía no del todo escondida
ni tampoco totalmente evidente.
Ella ha servido como una pared o una represa
una contención para protegernos de la inundación de
mentiras,
como manos que se mueren de risa cuando aplauden
y pies que se carcajean cuando marchan.
Pueden escribir sobre nosotros, y nosotros les permitimos
hacer películas sobre la basura de sus libretos,
pero nos reservamos el derecho
de tratarlos a todos ellos con una sutil ironía.
Por ese desprecio nos sentimos superiores.
Todo esto es así, pero viéndolo más profundamente,
la ironía, en vez de ser nuestra salvación,
se convierte en un asesino.
Somos precavidos, hipócritas en el amor.
Nuestras amistades son apáticas, no son poderosas
y nuestro presente no nos parece diferente
de nuestro pasado, tan astutamente enmascarado.
Vivimos con mucha prisa a través de la vida. En la
historia,
como cualquier Fausto hemos sido prejuiciosos.
Irónica con una mefistofélica sonrisa,
pegada a nosotros, nos persigue como una sombra.
En vano tratamos de evitar aquella sombra.
Los caminos en frente o detrás de nosotros están cerrados.
Lo irónico es que tenemos que vender nuestra alma
sin recibir de vuelta ninguna Margaret como la de Fausto.
Nos han quemado vivos.
El conocimiento agrio nos ha hecho impotentes,
y nuestra cansada ironía, irónicamente
se ha vuelto contra nosotros.
(1961)
PÉRDIDA
Rusia ha perdido
a Rusia
dentro de la
propia Rusia.
Rusia se busca a sí misma
como
buscar en la nieve un dedo cortado
como buscar una aguja en un pajar
o como una ciega mujer vieja
alzando enloquecida sus manos en la neblina
busca con esperanzado exorcismo
su extraviada vaca lechera.
Quemamos nuestros íconos.
Dudamos de
nuestros grandes libros.
Luchamos únicamente con desconocidas lamentaciones.
¿Es verdad que estamos condenados a vivir
vistiendo solamente un camisón de seda
para
dormir y soñar
devorados por la adulación y comidos por las polillas
o vivir como los presos con trajes enumerados?
¿Es verdad que la epilepsia
es
nuestro carácter nacional?
¿O un ataque de fantasías
o
estremecimientos de auto humillaciones?
Hubo viejas rebeliones para crear un nuevo tipo de kopek,
la hubo contra los frutos de otros países
como las papas por ejemplo,
y ahora todo eso es sólo un sueño inofensivo.
Hoy día las rebeliones inundan todo el Kremlin
como una marea mortal.
¿Es cierto que los rusos
sólo tienen una única opción?
¿el fantasma del Zar Ivan el Terrible?
¿el
fantasma del Zar Caos?
Tantos impostores
tanta falsedad.
Cada uno es un líder
pero ninguno
guía a nadie.
Estamos confundidos sobre qué slogans hay que tener.
Y hay tanta neblina en nuestras cabezas
que ninguno conoce la verdad
y cada cual es culpable
de todo.
Hemos caminado tanto entre la niebla
con sangre hasta nuestras rodillas.
Oh Señor, hemos sido suficientemente castigados.
Perdónanos,
ten piedad de nosotros.
¿Es verdad que no existimos más?
¿O es que aún no hemos nacido?
Estamos naciendo ahora.
Pero es tan doloroso
volver a nacer
de nuevo.
(1991)
CELOS
Te amo cuando tienes celos de mí,
por nuestros pecados terrenales
nos llega la venganza del relámpago,
al comienzo va quemando los árboles,
luego el pasto y después el techo de la casa y la nubes.
Te amo cuando sientes celos de mí,
tu insólita mirada es tan hermosa
que únicamente se puede sentir el paraíso
cuando él te hace cenizas como ocurre
entre las deliciosas llamas del infierno.
Te amo cuando sientes celos de mí
y quebrando todos los platos de la casa
te deshaces de mis
brazos
huyendo hacia un nadie imaginario.
Te amo cuando tienes celos de mí,
de mis amigos, de mi país, de la política, del vino,
de mis poemas, y entonces te pareces a un poeta enemigo
que se siente enfurecido porque escribe peor que yo.
Te amo cuando sientes celos de mí,
cuando te celan unos cuerpos anoréxicos
en zapatos de tacones altos,
las gorditas sentimentales prontas
a lagrimear dulcemente,
de las modelos que usan lentes
con incrustaciones de perlas falsas.
Tortúrame con tus celos,
con toda la rabia de tu piel en tus ojos,
atorméntame igual que una avalancha de nieve
o un huracán de piedras,
deja ya de tener
celos para
que yo me petrifique de miedo
y aunque no me muera,
sé que me crecerán unos celos salvajes por ti.
(2009)
¿HAS SIDO HERMOSA?
¿Has sido hermosa?
Ni siquiera lo sé.
Tenías miedo de mi
abrazabas con timidez,
con
humildad
pero tú fuiste hermosa
desconsoladamente inatractiva
tratando de sonreír en tu dolor.
Fuiste hermosa
porque no sabias cómo acariciar.
¿Has sido hermosa?
Ni siquiera lo sé.
La fiebre de tu ternura te lanzó
al calor o
al frío.
No puedo ni imaginar que pudieras ser diabólica.
Tu fuiste hermosa
porque te
entregaste al amor.
¿Has sido hermosa?
Ni siquiera lo
sé.
Tu piel susurraba
al igual que tu
infantil cabellera color del oro.
Incluso todavía soy una herida abierta
por donde una vez voló tu cuerpo luminoso.
¿Has sido hermosa?
Ni siquiera lo
sé.
Pero te recuerdo, embrujado,
exactamente
igual cuando te vi por primera vez.
Inmortalmente yo seré tu espejo
sepultada en
una helada profundidad
donde allí te congelé con ternura, con amor,
para que
siempre seas
eternamente joven.
(2004)
CAMINANDO SOBRE EL TEJADO
¿Cómo pude sobrevivir durante el tiempo de Stalin?
Es que una vez muy contento salí disparado
de una ventana del noveno piso
donde con mucho orgullo caminé sobre el tejado
guiado por no sé quién
y llevando en mi mano un vaso de vodka.
Caminaba sobre el techo sonriendo,
me miraban desde abajo asustadas mujeres viejas,
alguna gente rara y gatos envidiosos.
Yo era absolutamente desconocido
y afortunadamente todavía no era un icono.
Dos camaradas borrachos,
manteniéndose sobrios, celosos,
miraban desde la ventana
cómo yo -sorpresivamente- podía
caminar contra todas las reglas
aunque ignorándolas todas
no
pudiera
caerme.
En aquel 1950, bajo el oscuro bigote de Stalin,
nosotros, una generación a la que le lavaron el cerebro
desde el kindergarten,
teníamos la obsesión de subirnos a los tejados,
la obsesión de escalar cualquier cosa que fuera elevada,
pero nunca la obsesión de escalar las alturas del poder.
Jugábamos a hacer el amor en los áticos
aprendimos a besar por un rublo
admirábamos en La Plaza Roja
las alegres muchedumbres con flores y carteles
mirándolas desde nuestros tejados;
mi tejado era mucho más alto que aquel majestuoso mausoleo
donde Stalin, sin ser visto en ese momento,
protegido por los grandes hombros de su guardia personal,
meaba en un balde de lata
(todo eso era perfectamente visible desde nuestro tejado)
¡Qué perspectiva! ¡Qué afortunados!
Aquel tejado estaba muy cerca
de los tejados de Roma y de Paris
y después de algunos años irrumpimos por La Cortina de
Hierro.
Nosotros, los hijos de los Tejados de Metal.
En ese extraño comunismo
de vida militarmente organizada
caminábamos sonriendo sin miedo.
¿Pero qué pasa si hoy día, vendiendo conciencias
por una vida mucho más confortable,
caemos en un capitalismo militar?
¿Qué pasa si quedamos atascados en una sórdida farsa?
Quebraré mi ventana -y aún a través de los barrotes-
saltaré fuera de mi propio retrato
¡rompiendo en pedazos el marco y el vidrio!
Ni siquiera en la muerte confiaré en ningún “ismo”,
yo, otra vez joven y siempre libre,
arriesgando la vida, sonriente y fuerte,
volveré a caminar por el tejado,
o de lo contrario, no soy un poeta.
(2004)
VIEJA FOTOGRAFÍA
N.T.
Hace mucho tiempo en Moscú, en una vieja casa de madera,
tú, siempre en silencio,
entrabas de prisa, corriendo feliz
pero luego salías de allí huyendo bastante triste.
Sucedía bajo la lluvia, bajo las nevadas;
era tu frenética llave a lo desconocido.
Siempre comenzabas con una arriesgada salida
y terminabas huyendo de tu casa.
Tus labios me besaban pero no decían palabras.
Me ofreciste tu cuerpo pero escondiste tu alma.
Me apretabas hasta darme dolor.
Y tus ojos no querían mirar los míos.
Yo no sabía nada de tu otra vida.
Amante de día no tenía idea de tus noches.
Tus uñas trataban de hacer pedazos el papel de la pared
rasgando el significado de tu silencio.
Poco después te sumergiste en nuestra ciénaga
en los intestinos de un bus o en el útero de una estación
de trenes.
Dejándome solo, luchaba con las yemas de mis dedos
tratando de entender tu código Braille en la pared.
Después de tu huida, quedó en mi cuarto por mucho tiempo
tu aroma de frescas y recién cortadas lilas silvestres.
Pero una vez, ese aroma se desvaneció para siempre.
Envejecimos, cada uno por su lado, casi por medio siglo.
Y por casualidad fui cruelmente castigado
cuando tu marcador de libros cayó de un tomo de poesía de
Alexander Blok.
Era la fotografía de tu rostro joven hace cincuenta años
era tu regalo de despedida.
Lo sentí mucho pero abrí ese libro muy tarde
y encontré algo escrito en un lado del marcador:
“No te sorprendas. Te amo. Para siempre.”
Y de tu rostro tu alma apareció por primera vez
pero otra vez tus ojos evitaban mirar los míos.
Y oí tu voz con miedo desde la tumba:
“No te des por vencido. Lograrás muchas cosas.
Yo soy infeliz amado mío,
pero todos mis deseos se harán realidad.”
Dios mío, este libro guardaba tu rostro joven
incluso tu voz estaba cerca de mí
fui un pecador, un muchacho desatento
¿y aún ahora sigo siendo el mismo?
¿Por qué todavía camino con ímpetu
por otras regiones del mundo, océanos, ríos, costas?
Es porque el aroma de una lila silvestre de nuestro pasado
aún permanece conmigo, y continua eternamente fresca.
(2004)
LA EJECUCIÓN DE STENKA RAZIN
En Moscú, en la blanca y amurallada ciudad,
un ladrón calle abajo arranca con un pan de centeno.
No tiene miedo de ser linchado.
No hay tiempo para panes…
¡Es que ya
traen a Stenka Razin!
El Zar está bebiendo vino dulce de malvazia,
ante un espejo suizo
se aprieta una
espinilla en la cara,
y se pone el anillo real de esmeraldas
y en la plaza…
¡Ya traen a
Stenka Razin!
Como un pequeño barril
que
sigue a un barril más grande
un bebé corre hacia su madre
mascando un dulce con sus dientes de leche.
¡Hoy día es feriado!
¡Es que ya
traen a Stenka Razin!
Un comerciante entra a empujones
echando flatulencias con olor a arvejas.
Dos bufones irrumpen apurados galopando como caballos.
Borrachos pícaros llegan tambaleándose
¡Ya traen a
Stenka Razin!
Unos viejos, cubiertos de costras por todo el cuerpo,
casi muertos,
llevando gruesos cordeles amarrados a sus cuellos
murmuran algo,
y caminan casi arrastrándose…
¡Ya traen
a Stenka Razin!
Y también muchachas bien despabiladas
saltando un poco ebrias de sus camas
embadurnadas con pedazos de pepinillos en sus caras
entran trotando
con una picazón en sus muslos
¡Ya traen a Stenka Razin!
Y con gritos de las
esposas de la Guardia Real
escupiendo para todos los lados
en una destartalada carreta
él
como si estuviera
arriba de un barco
aparece en camisa blanca.
Viene en silencio,
cubierto con los escupitajos de la muchedumbre,
que él no se limpia ni le preocupa,
sólo sonríe con sarcasmo
y se ríe de sí mismo:
“ ¡Stenka, Stenka,
tú eres como una rama
que ha perdido todas sus hojas!
¡Y querías entrar a Moscú!
Y pues ahora tú estás entrando a Moscú …
Pues muy bien entonces,
¡escúpanlo
¡escúpanlo!
¡escúpanlo!
Es una farándula gratis después de todo.
Buenas gente,
ustedes siempre escupen
a esos
quienes les desean el bien.
El escribano del Zar me golpea deliberadamente entre sus
dientes,
repitiendo,
implacablemente:
“Decidiste lanzarte contra el pueblo, ¿no es así?
¡Tú sabrás ahora contra quienes lo hiciste!”
Me contuve pero sin bajar mis ojos.
Escupí mi respuesta con mi propia sangre:
“¡Contra los dueños de la tierra,
es cierto!
¡Contra el pueblo,
nunca!
No reniego de mí mismo,
¡He elegido mi propio destino!
Ante ustedes,
el pueblo, me arrepiento
pero no por lo que el escribano del Zar desea.
Es mi cabeza la culpable.
Ya lo veo,
y me
he sentenciado a mí mismo.
Estuve siempre a medio camino
contra las cosas
cuando realmente debí haber llegado hasta el final.
He pecado en esto,
porque en un mundo guiado por el demonio
yo fui un gran estúpido.
Soy un pecador
porque siendo un enemigo de la esclavitud
fui realmente un esclavo de mí mismo,
He sido un pecador
al querer levantarme en rebelión
para tener un mejor Zar.
¡No hay Zares nobles!
¡fuiste un loco
Stenka!
¡tú ahora
morirás por nada!”
Pero sobre los hocicos,
las caras de
cerdos de la gente
las sucias
cajas
de los recolectores de impuestos
y los cambiadores de dinero,
como una luz a través de la neblina,
Stenka
vio
los
rostros.
Vale la pena verlos sin una lágrima en sus ojos,
estar sobre el patíbulo al lado de la horca,
porque más pronto que tarde
los rostros
crecerán amenazantes
en la propia cara
de los rostros anónimos…
Y tranquilamente
(por
cierto que él no había vivido en vano)
Stenka dejó caer su cabeza doblada
y su mejilla cayó hacia el hueco cortado de su cuello
y desde la parte de atrás de su cabeza ordenaron:
“cortar,
el hacha…”
La cabeza comenzó a rodar,
ardiendo en su propia sangre,
y con una voz ronca la cabeza habló:
“no
muero en vano…”
Desde el ensangrentado lugar de ejecución,
allí,
donde estaban
los pobres,
la cabeza lanzó una mirada
como hacia unas anónimas cartas…
Espantado,
el
pobre sacerdote que temblaba corrió sobre la cabeza
deseando cerrar los ojos de Stenka.
Furiosos,
parecidos a la reacción de una bestia salvaje
sus ayudantes la apartaban de sus manos.
La cabeza del Zar
temblaba al ver
esos ojos diabólicos,
el capitán de Vladimir Monomakh comenzó a estremecerse
y cruelmente,
regocijándose de su triunfo,
la cabeza de Stenka
explotó en carcajadas
sobre la cabeza del Zar!
(1964)
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N del T: Stenka Razin (1630-1671) fue un líder cosaco que
organizó una rebelión en el sur de Rusia contra la nobleza y la burocracia del
Zar Aleksey Mikhailovich. Fue apresado y ahorcado en la Plaza Roja de Moscú en
1671. El compositor ruso Dmitri Shostakovich compuso un poema sinfónico basado
en este poema de Yevtushenko y con el mismo título: “La ejecución de Stenka
Razin”
MANZANAS ROBADAS
Las rejas se fueron abajo por la tormenta
y nosotros, niños ladrones entre las tristes sombras,
éramos entibiados por nuestras camisas
repletas de manzanas robadas.
Las manzanas querían arrancarse:
era escandaloso comérselas.
Pero nos queríamos el uno al otro
y ese sentimiento nos salvaba de todo.
Encerrándonos a nosotros,
los criminales mellizos,
en un mundo de olas sucias,
la pequeña cabaña campesina nos susurraba:
“Sean valientes y amen… sean valientes…”
Y el paso de la luz de la luna decía,
murmurando a través de las hojas polvorientas:
“Si robar es para el bien de la vida,
Uds. entonces para
mí no son unos ladrones…”
El dueño de la cabaña
un ex-famoso futbolista desde su retrato
que estaba sobre una chimenea encendida
insistía: “sean valientes…no descansen…”
Así que corriendo y flirteando
llegamos hasta la zona del penal
resbalándonos dejamos atrás al último defensa
¡e inflamos con el gol la red del arco contrario!
Vino el descanso del primer tiempo. Encima de nosotros
revoloteaba el polvo de la tierra, parecía que era un
sueño,
los pequeños zapatos de futbol vibraban
en una cancha invisible.
“¡Jueguen!,” gritaban los hinchas,
“¡Jueguen, pero jueguen seriamente!
el pesado globo terráqueo es nada más que una partícula
al igual que todos nosotros”.
Volvimos a jugar otra vez, pateamos la pelota.
El partido quizás era bastante ridículo
pero nos queríamos el uno al otro
y eso era lo más importante.
Drogado por su propio rugido, el mar
balbuceaba algo profundo
y entonces algo como un pez dorado
saltó sobre su frente,
y ni me importaba saber
que al otro lado de la tormenta
y a causa de todo mi salvaje arrojo
me había hundido con la ola del mar.
Deja que la infamia me persiga,
el amor no es para los débiles.
El olor del amor es un perfume
pero no el de las manzanas compradas sino
el de las manzanas robadas.
¿Seremos felices?
No mucho…
Pero hemos podido cambiar el curso de las cosas;
si nos hemos robado a nosotros mismos
robar aquellos otros momentos también es posible.
Qué importa el disparo del cuidador
si cuando envuelto por el lejano sonido del mar
puedo acomodar mi cabeza
entre dos saladas manzanas que me robé.
(1967)
SOLEDAD
Qué desdicha es estar sólo en un cine
sin una esposa, una amante o un amigo
¡donde las películas son tan cortas
y la espera es muy larga!
Qué desgracia siente uno
en esa
privada guerra de nervios
mientras descorteces parejas en el lobby del cine
se comen un pastel, avergonzados en una esquina
como si lo que hacen fuera algo depravado…
Ultrajados por la desolación
ausentes de anhelos
enceguecidos nos lanzamos a cualquier tipo de gente,
y nos subyugamos a amistades sin ningún valor
que nos siguen hasta en nuestra propia tumba.
La amistad misma se convierte en algo sin sentido,
para algunos es beber y beber,
o mostrar sus trajes de última moda,
mientras para otros
es discutir
ideas supuestamente coherentes,
pero si se mira con cuidado
todas tienen
la misma características
¡Variados son los tipos de vanidad!
Primero una,
y luego aparece otra molesta amistad…
¿De cuántas he tenido que escapar?
¡la verdad es que
he perdido la cuenta!
¿Con cuánta frecuencia en una nueva trampa
he dejado
olvidado mi abrigo de piel?
Oye tú, la libertad en una tierra sin nadie
está más allá...
¡Pero quién demonios necesita de ti!
Tú eres seductora
sin embargo despreciable
como una esposa infiel.
¿Y tú, mi adorada,
cómo te va?
¿Te has desprendido de tu presuntuosa vanidad?
¿A quién pertenecen ahora tus oblicuos ojos
y tus blancos y lujuriosos hombros?
Tú piensas que soy vengativo, sin duda lo soy,
y que ahora me he transformado en un taxi
en una
carrera veloz hacia alguna parte
¿pero si de verdad tengo prisa
en qué lugar voy a terminar?
¡Pero a pesar de todo, no puedo librarme de ti!
Conmigo las mujeres se recluyen en sí mismas
sintiéndose
bastante extrañas a mi lado.
Dejo caer mi cabeza en sus rodillas,
pero yo no pertenezco a ellas sino a ti…
No hace mucho cuando entonces salía con una muchacha
en una derruida casa de la calle Sennaya,
colgué mi abrigo en unos patéticos cuernos de animal.
Bajo una parte del árbol de navidad de luces radiantes,
brillando como unas pantuflas blancas en miniatura,
se sentó una austera mujer
como
si fuera una niña.
Fui fácilmente aceptado
visitar esa casa
y
yo me creía muy seguro de mí mismo
de ser un muchacho totalmente a la moda.
Olvidé las flores,
pero llevé una botella de vino.
Ella permanecía silenciosa
y sus dos aros
dos transparentes lágrimas.
como huérfanos
relucían en sus rosadas orejas.
Y como una inválida, buscando incomprensiblemente algo,
mientras levantaba su cuerpo parecido a una niña pequeña,
dijo algo poco claro:
“Vete….
Por
favor, no…
tú no eres mío
sino de ellas…”
Una joven muchacha me amó
de una manera violenta como una niña
con sus cabellos colgando en la frente
y
unos ojos como pedacitos de hielo
pálida por el miedo
y pálida por su
ternura.
Estuvimos en Crimea,
y la
muchacha,
bajo las luces de unos relámpagos
de una noche de tormenta
me susurró al oído:
“¡Mi pequeño,
Mi
pequeño!”
cubriendo mis ojos con la palma de sus manos.
Todo allí alrededor era terrorífico
y
excitante,
los truenos
el mar ciego y el sufrimiento mudo,
y de repente,
reaccionando con una intuición femenina,
lloró ante mí:
“Tú no eres mío,
No eres mío!
¡Adiós, amor!
Soy tuyo,
melancólico,
fiel,
la soledad
que
se construye con todas las fidelidades es la más fiel.
Que ningún pedazo de nieve de tus guantes
se derritan en mis labios para siempre.
Gracias a las mujeres
hermosas e
infieles
las que siempre fueron fugitivas,
las que sus “¡Adiós!”
no fueron “¡Au
revoirs!”
las que en sus mentiras, de las que se sentían tan
orgullosas
pero sufriendo extasiadas, ellas nos dieron al mismo
tiempo
los bellos frutos de la soledad.
ARRÚLLAME
Cada idioma tiene una irresistible belleza.
Cada idioma tiene algo ofensivo,
obsceno.
Pero acariciar y bendecir es nuestra única tarea que
hacemos
con cierta vergüenza.
Yo admiro la timidez
del que se
sonroja pidiendo: “arrúllame”.
Para mi hijo de 15 años
no hay ni
Stalin ni Beria.*
Es tan ingenuo
aun cuando es un adolescente que parece un gigante.
Su cabeza de pelo revuelto está en Tulsa, Oklahoma,
y sus piernas en Siberia
como un bebé le ruega a su madre: “arrúllame mamá”.
Y cuando ella, medio dormida,
corrigiendo interminables trabajos,
muerta de cansancio,
batallando con los padres de sus estudiantes
que se disculpan de los malos trabajos de sus hijos,
ella me susurra como nuestro hijo menor: “arrúllame por
favor”.
Y cuando la arrullo, yo también bastante cansado y con
poca energía,
descubro una primera cana en su pelo,
parecida a una delicada hebra que no había visto antes,
entonces recuerdo a mi propia madre
igual que un huérfano en el día de
navidad,
quien ni siquiera pudo susurrar nunca al oído de su madre:
“arrúllame por favor”.
Monumento a mí
No quiero que en el futuro me erijan un monumento
si lo van a poner en una calle oscura, desierta y hedionda
en alguna parte de la Rusia inválida del 4to Mundo,
pulverizada imperialmente primero su lado izquierdo
pero tratando de esconder su miseria con la mano derecha
en sus bolsillos llenos de agujeros
último animal domesticado amarrado a una cuerda de piojos.
No deseo que en el futuro me erijan un monumento
aún si lo pusieran en un jardín de metales oxidados
allí donde nuestras gigantescas bananas rusas
son unos podridos y abollados misiles.
No necesito ningún monumento.
Lo único que quiero es que mi Patria regrese a mí.
(2000)
* Lavrenty Beria (1899-1953). Jefe de la policía secreta
de Stalin (KGB). Fue famoso como uno de los más crueles torturadores además de
mujeriego. Fue ajusticiado en 1953 sin ningún proceso judicial. Este poema fue
escrito en 2006.
TRES FIGURAS
A lo largo de la plataforma cubierta de hielo
resbaladiza como barco de pasajeros,
camina mi amada con nuestros hijos.
Ellos corren a lado de ella
y me ruegan con sus ojos:
“Padre, llévanos contigo…”
Igual que el sentimiento de una esposa de soldado, eso
crece en ti.
Toda partida es esconderse como aquel juego de nuestras
infancias.
¿Qué ocurre si no nos podemos encontrar el uno al otro?
Dentro de sus almas, nuestras esposas están siempre
preparadas,
muy silenciosas, para convertirse en viudas
porque el ruido de las líneas del tren
comenzará a perforar sus almas.
Paradas casi al final de la plataforma,
tres figuras se van empequeñeciendo, derritiendo.
Tres figuras, mi familia completa.
Todos los monumentos son basura,
todos los obeliscos son únicamente colillas de cigarros.
¿Qué es lo que realmente queda? Sólo tres figuras:
mi patria natal a las puertas de la muerte.
(1995)
Tomado de:
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/86_87/yevtushenko.html
¡La mitad no quiero de nada!
¡La mitad no quiero de nada!
¡Que sea mío el cielo todo!
¡La tierra toda, mía!
Mares y ríos, el torrente de la montaña,
¡míos! No los comparto.
No me seducirás, vida, con una parte.
¡Será todo o nada! ¡Yo podré con todo!
N o quiero ni la felicidad
ni el dolor a medias.
¡Quiero, sí, la mitad de la almohada
donde, pegado a tu mejilla,
como una pobre estrella fugaz,
fulgure el anillo de tu dedo...
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
La tercera nieve
Por la ventana veíamos
negruzcos limoneros hacia el fondo del patio
y suspirábamos: "¡Han pasado los días
y hoy tampoco ha nevado!"
Pero al atardecer
empezó a caer la nieve,
iba perdiendo altura,
vacilando en el aire
al capricho del viento.
Avergonzada y frágil,
la tomamos en las manos con ternura
y "¿a dónde fue?", preguntamos.
Pero ella contestó:
"Habrá una verdadera nevada
para todos.
Me fundiré en el viaje
pero no os preocupéis".
Y a la semana volvió a caer,
hecha un diluvio,
transformada en ventisca cegadora,
girando a toda fuerza.
Con terca intransigencia
quería imponer su triunfo
sobre quienes pensaban:
"¿durará un día o dos?"
Pero no pudo
hacer valer su empeño
y tuvo que ceder.
No se fundía en las manos,
se derritió a nuestros pies.
Seguíamos mirando al horizonte,
con inquietud: " ¿Cuándo vendrá la verdadera,
esa que pese a todo llegará?"
Y una mañana, aún soñolientos,
cuando abrimos la puerta,
la pisamos de pronto, sorprendidos:
yacía ante nosotros, honda y pura,
con toda su suave sencillez.
Tímida y esponjosa,
extendía por tierras y tejados
su asombrosa blancura,
simplemente magnífica y hermosa.
Nieve cayendo en el estruendo del día,
entre ruido de coches y resoplar de caballos;
nieve que no se derretía a nuestros pies
sino que se iba haciendo más compacta.
La fresca y centelleante
cegadora de toda ciudad,
la nieve verdadera,
la que siempre estuvimos esperando.
Versión
de Heberto Padilla
Me gustaría...
Me gustaría
nacer en todos los países,
tener un pasaporte
para todos
que provoque el pánico de las cancillerías;
ser cada pez
en cada océano
y cada perro
en las calles del mundo.
No quiero arrodillarme
ante ídolo alguno
ni hacer el papel
de un ruso ortodoxo hippie,
pero me gustaría
hundirme
en lo más hondo del Lago Baikal
y salir resoplando
en otras aguas,
¿por qué no en las del Mississippi?
En mi maldito universo amado
me gustaría
ser una hierba humilde,
nunca un Narciso delicado
que se besa
en el espejo.
Me gustaría ser
cualquiera de las criaturas de Dios,
incluso la última hiena sarnosa,
pero nunca un tirano,
ni siquiera el gato de un tirano.
Me gustaría
reencarnar como hombre
en
cualquier imagen:
víctima de una cárcel de tortura,
un niño vagabundo en los
tugurios de Hong Kong,
un esqueleto viviente en Bangladesh,
un pordiosero sagrado en el Tíbet,
un negro de Ciudad del Cabo,
pero nunca encarnar
la imagen de Rambo.
Sólo odio a los hipócritas,
hienas sazonadas en espesa melaza.
Me gustaría tenderme
bajo el bisturí de todos los cirujanos del mundo,
ser un tullido, un ciego,
sufrir todo mal, toda deformidad y herida,
ser un mutilado de guerra,
o el que recoge las colillas del suelo,
con tal de que no las penetre
el infame microbio de la prepotencia.
No quisiera formar parte de la élite,
ni, por supuesto, del rebaño de cobardes,
ni perro de manada,
ni pastor servil al abrigo de su rebaño.
Y quisiera ser feliz,
pero no a costa de los infelices.
Y quisiera ser libre,
pero no a costa de los que no lo son.
Quisiera amar
a todas las mujeres del mundo,
y ser también una mujer
sólo una vez....
La madre naturaleza ha menospreciado al hombre.
¿Por qué no lo hizo capaz de ser madre?
Si se agitara un niño
bajo su corazón,
acaso el hombre
sería menos cruel.
Quisiera ser el pan de cada día,
digamos,
ser la taza de arroz
de la sufriente madre vietnamita,
el vino barato
en las tabernas de los obreros napolitanos,
o el tubito de queso
en la órbita lunar.
Que me coman
que me beban,
dejadme
ser útil
en la muerte.
Quisiera pertenecer a todas las edades,
atolondrar la historia
y
atontarla con mis travesuras.
Quisiera llevarle a Nefertiti
en una troika á Pushkin.
Quisiera multiplicar
cien veces el espacio de un instante
para que al mismo tiempo
pueda beber vodka con los pescadores siberianos,
y junto a Homero,
Dante,
Shakespeare
y
Tolstoi
sentarme a beber cualquier cosa,
salvo, por supuesto,
Coca-Cola.
Y bailar al ritmo de los tam-tam en el Congo,
estar en huelga en Renault,
jugar a la pelota con los muchachos brasileños
en la playa de Copacabana.
Quisiera hablar todas las lenguas,
como las aguas ocultas bajo la tierra,
y hacer todo tipo de trabajo de una vez.
Me aseguraría
de
que sólo fue poeta un Yevtushenko,
el otro un clandestino
en alguna parte,
no puedo decir dónde
por razones de seguridad.
El tercero, un estudiante en Berkeley,
y el cuarto un entusiasta huaso chileno.
El quinto sería tal vez
un maestro de niños esquimales en Alaska,
el sexto
un
joven presidente
en cualquier parte, modestamente digamos Sierra Leona,
el séptimo
podría entretenerse en la cuna con un sonajero,
y el décimo,
el centésimo,
el millonésimo...
Para mí, ser yo mismo no es bastante,
¡dejadme ser todo el mundo!
Estaré en miles de ejemplares hasta mi último día
para que la tierra vibre conmigo
y las computadoras enloquezcan
procesando mi censo universal.
Quisiera combatir en todas tus barricadas,
humanidad,
y morir cada noche
como una luna exhausta,
y amanecer cada día
como sol recién nacido
con una suave mancha inmortal
en la cabeza.
Y cuando muera,
un Francois Villon siberiano,
que no descanse mi cuerpo
ni en la tierra francesa,
ni
italiana,
sino en la tierra rusa, amarga,
en una colina verde,
donde por vez primera
me sentí todo el mundo.
*Poema escrito originalmente en español
Tomado de:
http://amediavoz.com/yevtushenko.htm
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