lunes, 18 de julio de 2022

POEMAS DE YEVGENY YEVTUSHENKO


IRONÍA

 

 

El siglo veinte se ha burlado de nosotros.

Hemos sido estrujados y engañados como los impuestos.

El respiro de la vida ha erosionado nuestras ideas

tan rápido como ir deshojando hojas de una margarita.

 

Como los niños acostumbrados a crueles sarcasmos

dependemos ahora de una autodefensa

a través de la ironía no del todo escondida

ni tampoco totalmente evidente.

 

Ella ha servido como una pared o una represa

una contención para protegernos de la inundación de mentiras,

como manos que se mueren de risa cuando aplauden

y pies que se carcajean cuando marchan.

 

Pueden escribir sobre nosotros, y nosotros les permitimos

hacer películas sobre la basura de sus libretos,

pero nos reservamos el derecho

de tratarlos a todos ellos con una sutil ironía.

 

Por ese desprecio nos sentimos superiores.

Todo esto es así, pero viéndolo más profundamente,

la ironía, en vez de ser nuestra salvación,

se convierte en un asesino.

 

Somos precavidos, hipócritas en el amor.

Nuestras amistades son apáticas, no son poderosas

y nuestro presente no nos parece diferente

de nuestro pasado, tan astutamente enmascarado.

 

Vivimos con mucha prisa a través de la vida. En la historia,

como cualquier Fausto hemos sido prejuiciosos.

Irónica con una mefistofélica sonrisa,

pegada a nosotros, nos persigue como una sombra.

 

En vano tratamos de evitar aquella sombra.

Los caminos en frente o detrás de nosotros están cerrados.

Lo irónico es que tenemos que vender nuestra alma

sin recibir de vuelta ninguna Margaret como la de Fausto.

 

Nos han quemado vivos.

El conocimiento agrio nos ha hecho impotentes,

y nuestra cansada ironía, irónicamente

se ha vuelto contra nosotros.

(1961)

 

 

PÉRDIDA

 

 

Rusia ha perdido

                          a Rusia

                                  dentro de la propia Rusia.

Rusia se busca a sí misma

                                        como buscar en la nieve un dedo cortado

como buscar una aguja en un pajar

o como una ciega mujer vieja

                                           alzando enloquecida sus manos en la neblina

busca con esperanzado exorcismo

                                                             su extraviada vaca lechera.

Quemamos nuestros íconos.

                                             Dudamos de nuestros grandes libros.

Luchamos únicamente con desconocidas lamentaciones.

¿Es verdad que estamos condenados a vivir

                                                 vistiendo solamente un camisón de seda

                                                    para dormir y soñar

devorados por la adulación y comidos por las polillas

o vivir como los presos con trajes enumerados?

¿Es verdad que la epilepsia

                                             es nuestro carácter nacional?

¿O un ataque de fantasías

                                         o estremecimientos de auto humillaciones?

Hubo viejas rebeliones para crear un nuevo tipo de kopek,

la hubo contra los frutos de otros países

                                                    como las papas por ejemplo,

y ahora todo eso es sólo un sueño inofensivo.

Hoy día las rebeliones inundan todo el Kremlin

                                                   como una marea mortal.

¿Es cierto que los rusos

                                     sólo tienen una única opción?

¿el fantasma del Zar Ivan el Terrible?

                                     ¿el fantasma del Zar Caos?

Tantos impostores

                              tanta falsedad.

Cada uno es un líder

                                 pero ninguno guía a nadie.

Estamos confundidos sobre qué slogans hay que tener.

Y hay tanta neblina en nuestras cabezas

                                                        que ninguno conoce la verdad

y cada cual es culpable

                                       de todo.

Hemos caminado tanto entre la niebla

con sangre hasta nuestras rodillas.

Oh Señor, hemos sido suficientemente castigados.

Perdónanos,

                     ten piedad de nosotros.

¿Es verdad que no existimos más?

¿O es que aún no hemos nacido?

Estamos naciendo ahora.

Pero es tan doloroso

                                volver a nacer de nuevo.

 

(1991)

 

 

CELOS

 

 

Te amo cuando tienes celos de mí,

por nuestros pecados terrenales

nos llega la venganza del relámpago,

al comienzo va quemando los árboles,

luego el pasto y después el techo de la casa y la nubes.

 

Te amo cuando sientes celos de mí,

tu insólita mirada es tan hermosa

que únicamente se puede sentir el paraíso

cuando él te hace cenizas como ocurre

entre las deliciosas llamas del infierno.

 

Te amo cuando sientes celos de mí

y quebrando todos los platos de la casa

 te deshaces de mis brazos

huyendo hacia un nadie imaginario.

 

Te amo cuando tienes celos de mí,

de mis amigos, de mi país, de la política, del vino,

de mis poemas, y entonces te pareces a un poeta enemigo

que se siente enfurecido porque escribe peor que yo.

 

Te amo cuando sientes celos de mí,

cuando te celan unos cuerpos anoréxicos

en zapatos de tacones altos,

las gorditas sentimentales prontas

a lagrimear dulcemente,

de las modelos que usan lentes

con incrustaciones de perlas falsas.

 

Tortúrame con tus celos,

con toda la rabia de tu piel en tus ojos,

atorméntame igual que una avalancha de nieve

o un huracán de piedras,

 deja ya de tener celos para

que yo me petrifique de miedo

y aunque no me muera,

sé que me crecerán unos celos salvajes por ti.

 

                             (2009)

 

 

¿HAS SIDO HERMOSA?

 

 

¿Has sido hermosa?

                       Ni siquiera lo sé.

Tenías miedo de mi

                    abrazabas con timidez,

                                           con humildad

pero tú fuiste hermosa

                   desconsoladamente inatractiva

                          tratando de sonreír en tu dolor.

Fuiste hermosa

                     porque no sabias cómo acariciar.

¿Has sido hermosa?

                             Ni siquiera lo sé.

La fiebre de tu ternura te lanzó

                                    al calor o al frío.

No puedo ni imaginar que pudieras ser diabólica.

Tu fuiste hermosa

                              porque te entregaste al amor.

 

¿Has sido hermosa?

                               Ni siquiera lo sé.

Tu piel susurraba

                             al igual que tu infantil cabellera color del oro.

Incluso todavía soy una herida abierta

por donde una vez voló tu cuerpo luminoso.

 

¿Has sido hermosa?

                                Ni siquiera lo sé.

Pero te recuerdo, embrujado,        

                                exactamente igual cuando te vi por primera vez.

Inmortalmente yo seré tu espejo

                                 sepultada en una helada profundidad

donde allí te congelé con ternura, con amor,

                                   para que siempre seas

                                               eternamente joven.

 

(2004)

 

 

CAMINANDO SOBRE EL TEJADO

 

 

¿Cómo pude sobrevivir durante el tiempo de Stalin?

Es que una vez muy contento salí disparado

de una ventana del noveno piso

donde con mucho orgullo caminé sobre el tejado

guiado por no sé quién

y llevando en mi mano un vaso de vodka.

 

Caminaba sobre el techo sonriendo,

me miraban desde abajo asustadas mujeres viejas,

alguna gente rara y gatos envidiosos.

Yo era absolutamente desconocido

y afortunadamente todavía no era un icono.

 

Dos camaradas borrachos,

manteniéndose sobrios, celosos,

miraban desde la ventana

cómo yo -sorpresivamente- podía

caminar contra todas las reglas

aunque ignorándolas todas

               no

                        pudiera

                                    caerme.

 

En aquel 1950, bajo el oscuro bigote de Stalin,

nosotros, una generación a la que le lavaron el cerebro

desde el kindergarten,

teníamos la obsesión de subirnos a los tejados,

la obsesión de escalar cualquier cosa que fuera elevada,

pero nunca la obsesión de escalar las alturas del poder.

 

Jugábamos a hacer el amor en los áticos

aprendimos a besar por un rublo

admirábamos en La Plaza Roja

las alegres muchedumbres con flores y carteles

mirándolas desde nuestros tejados;

mi tejado era mucho más alto que aquel majestuoso mausoleo

donde Stalin, sin ser visto en ese momento,

protegido por los grandes hombros de su guardia personal,

meaba en un balde de lata

(todo eso era perfectamente visible desde nuestro tejado)

¡Qué perspectiva! ¡Qué afortunados!

 

Aquel tejado estaba muy cerca

de los tejados de Roma y de Paris

y después de algunos años irrumpimos por La Cortina de Hierro.

Nosotros, los hijos de los Tejados de Metal.

 

En ese extraño comunismo

de vida militarmente organizada

caminábamos sonriendo sin miedo.

¿Pero qué pasa si hoy día, vendiendo conciencias

por una vida mucho más confortable,

caemos en un capitalismo militar?

¿Qué pasa si quedamos atascados en una sórdida farsa?

Quebraré mi ventana -y aún a través de los barrotes-

saltaré fuera de mi propio retrato

¡rompiendo en pedazos el marco y el vidrio!

Ni siquiera en la muerte confiaré en ningún “ismo”,

yo, otra vez joven y siempre libre,

arriesgando la vida, sonriente y fuerte,

volveré a caminar por el tejado,

o de lo contrario, no soy un poeta.

(2004)

 

 

VIEJA FOTOGRAFÍA

    

                     N.T.

 

Hace mucho tiempo en Moscú, en una vieja casa de madera,

tú, siempre en silencio,

entrabas de prisa, corriendo feliz

pero luego salías de allí huyendo bastante triste.

 

Sucedía bajo la lluvia, bajo las nevadas;

era tu frenética llave a lo desconocido.

Siempre comenzabas con una arriesgada salida

y terminabas huyendo de tu casa.

 

Tus labios me besaban pero no decían palabras.

Me ofreciste tu cuerpo pero escondiste tu alma.

Me apretabas hasta darme dolor.

Y tus ojos no querían mirar los míos.

 

Yo no sabía nada de tu otra vida.

Amante de día no tenía idea de tus noches.

Tus uñas trataban de hacer pedazos el papel de la pared

rasgando el significado de tu silencio.

 

Poco después te sumergiste en nuestra ciénaga

en los intestinos de un bus o en el útero de una estación de trenes.

Dejándome solo, luchaba con las yemas de mis dedos

tratando de entender tu código Braille en la pared.

 

Después de tu huida, quedó en mi cuarto por mucho tiempo

tu aroma de frescas y recién cortadas lilas silvestres.

Pero una vez, ese aroma se desvaneció para siempre.

Envejecimos, cada uno por su lado, casi por medio siglo.

 

Y por casualidad fui cruelmente castigado

cuando tu marcador de libros cayó de un tomo de poesía de Alexander Blok.

Era la fotografía de tu rostro joven hace cincuenta años

era tu regalo de despedida.

 

Lo sentí mucho pero abrí ese libro muy tarde

y encontré algo escrito en un lado del marcador:

“No te sorprendas. Te amo. Para siempre.”

Y de tu rostro tu alma apareció por primera vez

pero otra vez tus ojos evitaban mirar los míos.

 

Y oí tu voz con miedo desde la tumba:

“No te des por vencido. Lograrás muchas cosas.

Yo soy infeliz amado mío,

pero todos mis deseos se harán realidad.”

 

Dios mío, este libro guardaba tu rostro joven

incluso tu voz estaba cerca de mí

fui un pecador, un muchacho desatento

¿y aún ahora sigo siendo el mismo?

 

¿Por qué todavía camino con ímpetu

por otras regiones del mundo, océanos, ríos, costas?

Es porque el aroma de una lila silvestre de nuestro pasado

aún permanece conmigo, y continua eternamente fresca.

 

(2004)

 

 

LA EJECUCIÓN DE STENKA RAZIN

 

 

En Moscú, en la blanca y amurallada ciudad,

un ladrón calle abajo arranca con un pan de centeno.

No tiene miedo de ser linchado.

No hay tiempo para panes…

                                  ¡Es que ya traen a Stenka Razin!

El Zar está bebiendo vino dulce de malvazia,

ante un espejo suizo

                                 se aprieta una espinilla en la cara,

y se pone el anillo real de esmeraldas

y en la plaza…

                                ¡Ya traen a Stenka Razin!

Como un pequeño barril

                                       que sigue a un barril más grande

un bebé corre hacia su madre

mascando un dulce con sus dientes de leche.

¡Hoy día es feriado!

                                  ¡Es que ya traen a Stenka Razin!

Un comerciante entra a empujones

                                             echando flatulencias con olor a arvejas.

Dos bufones irrumpen apurados galopando como caballos.

Borrachos pícaros llegan tambaleándose

                                   ¡Ya traen a Stenka Razin!

Unos viejos, cubiertos de costras por todo el cuerpo,

                                                        casi muertos,

llevando gruesos cordeles amarrados a sus cuellos

murmuran algo,

                           y caminan casi arrastrándose…

                                     ¡Ya traen a Stenka Razin!

Y también muchachas bien despabiladas

saltando un poco ebrias de sus camas

embadurnadas con pedazos de pepinillos en sus caras

entran trotando

                        con una picazón en sus muslos

¡Ya traen a Stenka Razin!

 Y con gritos de las esposas de la Guardia Real

escupiendo para todos los lados

en una destartalada carreta

él

   como si estuviera arriba de un barco

               aparece en camisa blanca.

Viene en silencio,

                            cubierto con los escupitajos de la muchedumbre,

que él no se limpia ni le preocupa,

sólo sonríe con sarcasmo

y se ríe de sí mismo:

“ ¡Stenka, Stenka,

                       tú eres como una rama

que ha perdido todas sus hojas!

¡Y querías entrar a Moscú!

Y pues ahora tú estás entrando a Moscú …

Pues muy bien entonces,

                         ¡escúpanlo

                             ¡escúpanlo!

                                ¡escúpanlo!

Es una farándula gratis después de todo.

Buenas gente,

                       ustedes siempre escupen

a esos

                quienes les desean el bien.

El escribano del Zar me golpea deliberadamente entre sus dientes,

repitiendo,

                  implacablemente:

“Decidiste lanzarte contra el pueblo, ¿no es así?

¡Tú sabrás ahora contra quienes lo hiciste!”

Me contuve pero sin bajar mis ojos.

Escupí mi respuesta con mi propia sangre:

 

“¡Contra los dueños de la tierra,

                                               es cierto!

¡Contra el pueblo,

                              nunca!

No reniego de mí mismo,

¡He elegido mi propio destino!

Ante ustedes,

                    el pueblo, me arrepiento

pero no por lo que el escribano del Zar desea.

Es mi cabeza la culpable.

Ya lo veo,

               y me he sentenciado a mí mismo.

Estuve siempre a medio camino

                           contra las cosas

cuando realmente debí haber llegado hasta el final.

He pecado en esto,

                           porque en un mundo guiado por el demonio

yo fui un gran estúpido.

Soy un pecador

                        porque siendo un enemigo de la esclavitud

fui realmente un esclavo de mí mismo,

He sido un pecador

                           al querer levantarme en rebelión

para tener un mejor Zar.

¡No hay Zares nobles!

                              ¡fuiste un loco

Stenka!

              ¡tú ahora morirás por nada!”

Pero sobre los hocicos,

                             las caras de cerdos de la gente

                                   las sucias cajas

de los recolectores de impuestos

                       y los cambiadores de dinero,

como una luz a través de la neblina,

Stenka

           vio

                 los rostros.

Vale la pena verlos sin una lágrima en sus ojos,

estar sobre el patíbulo al lado de la horca,

porque más pronto que tarde

los rostros

crecerán amenazantes

 en la propia cara de los rostros anónimos…

Y tranquilamente

              (por cierto que él no había vivido en vano)

Stenka dejó caer su cabeza doblada

y su mejilla cayó hacia el hueco cortado de su cuello

y desde la parte de atrás de su cabeza ordenaron:

                                           “cortar, el hacha…”

La cabeza comenzó a rodar,

                                           ardiendo en su propia sangre,

y con una voz ronca la cabeza habló:

                                          “no muero en vano…”

Desde el ensangrentado lugar de ejecución,

allí,

      donde estaban los pobres,

la cabeza lanzó una mirada

                      como hacia unas anónimas cartas…

Espantado,

                  el pobre sacerdote que temblaba corrió sobre la cabeza

deseando cerrar los ojos de Stenka.

Furiosos,

                    parecidos a la reacción de una bestia salvaje

sus ayudantes la apartaban de sus manos.

La cabeza del Zar

                               temblaba al ver esos ojos diabólicos,

el capitán de Vladimir Monomakh comenzó a estremecerse

y cruelmente,

                     regocijándose de su triunfo,

la cabeza de Stenka

                          explotó en carcajadas

                                                        sobre la cabeza del Zar!

 

 

 

(1964)

 

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N del T: Stenka Razin (1630-1671) fue un líder cosaco que organizó una rebelión en el sur de Rusia contra la nobleza y la burocracia del Zar Aleksey Mikhailovich. Fue apresado y ahorcado en la Plaza Roja de Moscú en 1671. El compositor ruso Dmitri Shostakovich compuso un poema sinfónico basado en este poema de Yevtushenko y con el mismo título: “La ejecución de Stenka Razin”

 

 

MANZANAS ROBADAS

 

 

Las rejas se fueron abajo por la tormenta

y nosotros, niños ladrones entre las tristes sombras,

éramos entibiados por nuestras camisas

repletas de manzanas robadas.

 

Las manzanas querían arrancarse:

era escandaloso comérselas.

Pero nos queríamos el uno al otro

y ese sentimiento nos salvaba de todo.

 

Encerrándonos a nosotros,  los criminales mellizos,

en un mundo de olas sucias,

la pequeña cabaña campesina nos susurraba:

“Sean valientes y amen… sean valientes…”

 

Y el paso de la luz de la luna decía,

murmurando a través de las hojas polvorientas:

“Si robar es para el bien de la vida,

 Uds. entonces para mí no son unos ladrones…”

 

El dueño de la cabaña

un ex-famoso futbolista desde su retrato

que estaba sobre una chimenea encendida

insistía: “sean valientes…no descansen…”

 

Así que corriendo y flirteando

llegamos hasta la zona del penal

resbalándonos dejamos atrás al último defensa

¡e inflamos con el gol la red del arco contrario!

 

Vino el descanso del primer tiempo. Encima de nosotros

revoloteaba el polvo de la tierra, parecía que era un sueño,

los pequeños zapatos de futbol vibraban

en una cancha invisible.

 

“¡Jueguen!,” gritaban los hinchas,

“¡Jueguen, pero jueguen seriamente!

el pesado globo terráqueo es nada más que una partícula

al igual que todos nosotros”.

 

Volvimos a jugar otra vez, pateamos la pelota.

El partido quizás era bastante ridículo

pero nos queríamos el uno al otro

y eso era lo más importante.

 

Drogado por su propio rugido, el mar

balbuceaba algo profundo

y entonces algo como un pez dorado

saltó sobre su frente,

y ni me importaba saber

que al otro lado de la tormenta

y a causa de todo mi salvaje arrojo

me había hundido con la ola del mar.

 

Deja que la infamia me persiga,

el amor no es para los débiles.

El olor del amor es un perfume

pero no el de las manzanas compradas sino

el de las manzanas robadas.

 

¿Seremos felices?  No mucho…

Pero hemos podido cambiar el curso de las cosas;

si nos hemos robado a nosotros mismos

robar aquellos otros momentos también es posible.

 

Qué importa el disparo del cuidador

si cuando envuelto por el lejano sonido del mar

puedo acomodar mi cabeza

entre dos saladas manzanas que me robé.

 

(1967)

 

 

SOLEDAD

Qué desdicha es estar sólo en un cine

sin una esposa, una amante o un amigo

¡donde las películas son tan cortas

y la espera es muy larga!

Qué desgracia siente uno

                                      en esa privada guerra de nervios

mientras descorteces parejas en el lobby del cine

se comen un pastel, avergonzados en una esquina

como si lo que hacen fuera algo depravado…

Ultrajados por la desolación

                                                  ausentes de anhelos

enceguecidos nos lanzamos a cualquier tipo de gente,

y nos subyugamos a amistades sin ningún valor

que nos siguen hasta en nuestra propia tumba.

La amistad misma se convierte en algo sin sentido,

para algunos es beber y beber,

o mostrar sus trajes de última moda,

mientras para otros

                               es discutir ideas supuestamente coherentes,

pero si se mira con cuidado

                                   todas tienen la misma características

¡Variados son los tipos de vanidad!

Primero una,

                    y luego aparece otra molesta amistad…

¿De cuántas he tenido que escapar?

                                           ¡la verdad es que he perdido la cuenta!

¿Con cuánta frecuencia en una nueva trampa

he dejado

                 olvidado mi abrigo de piel?

Oye tú, la libertad en una tierra sin nadie

está más allá...

¡Pero quién demonios necesita de ti!

Tú eres seductora

                         sin embargo despreciable

como una esposa infiel.

¿Y tú, mi adorada,

                              cómo te va?

¿Te has desprendido de tu presuntuosa vanidad?

¿A quién pertenecen ahora tus oblicuos ojos

y tus blancos y lujuriosos hombros?

Tú piensas que soy vengativo, sin duda lo soy,

y que ahora me he transformado en un taxi

                                     en una carrera veloz hacia alguna parte

¿pero si de verdad tengo prisa

                             en qué lugar voy a terminar?

¡Pero a pesar de todo, no puedo librarme de ti!

Conmigo las mujeres se recluyen en sí mismas

                                                                  sintiéndose

bastante extrañas a mi lado.

Dejo caer mi cabeza en sus rodillas,

pero yo no pertenezco a ellas sino a ti…

No hace mucho cuando entonces salía con una muchacha

en una derruida casa de la calle Sennaya,

colgué mi abrigo en unos patéticos cuernos de animal.

Bajo una parte del árbol de navidad de luces radiantes,

brillando como unas pantuflas blancas en miniatura,

se sentó una austera mujer

                                          como si fuera una niña.

 

Fui fácilmente aceptado

visitar esa casa

                   y yo me creía muy seguro de mí mismo

de ser un muchacho totalmente a la moda.

Olvidé las flores,

                            pero llevé una botella de vino.

Ella permanecía silenciosa

                            y sus dos aros

dos transparentes lágrimas.

                             como huérfanos

relucían en sus rosadas orejas.

Y como una inválida, buscando incomprensiblemente algo,

mientras levantaba su cuerpo parecido a una niña pequeña,

dijo algo poco claro:

                                “Vete….

                                                   Por favor, no…

                                 tú no eres mío

                                                          sino de ellas…”

Una joven muchacha me amó

de una manera violenta como una niña

con sus cabellos colgando en la frente

                                           y unos ojos como pedacitos de hielo

pálida por el miedo

                                y pálida por su ternura.

Estuvimos en Crimea,

                                    y la muchacha,

bajo las luces de unos relámpagos

                                                        de una noche de tormenta

me susurró al oído:

                                “¡Mi pequeño,

                                       Mi pequeño!”

cubriendo mis ojos con la palma de sus manos.

Todo allí alrededor era terrorífico

                                              y excitante,

los truenos

                            el mar ciego y el sufrimiento mudo,

y de repente,

                      reaccionando con una intuición femenina,

lloró ante mí:

                        “Tú no eres mío,

                                                    No eres mío!

¡Adiós, amor!

                                    Soy tuyo,

                                                  melancólico,

                                                               fiel,

la soledad

                que se construye con todas las fidelidades es la más fiel.

Que ningún pedazo de nieve de tus guantes

se derritan en mis labios para siempre.

Gracias a las mujeres

                                   hermosas e infieles   

las que siempre fueron fugitivas,

las que sus “¡Adiós!”

                              no fueron “¡Au revoirs!”

las que en sus mentiras, de las que se sentían tan orgullosas

pero sufriendo extasiadas, ellas nos dieron al mismo tiempo

los bellos frutos de la soledad.           

 

 

ARRÚLLAME

Cada idioma tiene una irresistible belleza.

Cada idioma tiene algo ofensivo,

                                                 obsceno.

Pero acariciar y bendecir es nuestra única tarea que hacemos

con cierta vergüenza.

Yo admiro la timidez

                               del que se sonroja pidiendo: “arrúllame”.

Para mi hijo de 15 años

                                no hay ni Stalin ni Beria.*

Es tan ingenuo

                     aun cuando es un adolescente que parece un gigante.

Su cabeza de pelo revuelto está en Tulsa, Oklahoma,

                      y sus piernas en Siberia

como un bebé le ruega a su madre: “arrúllame mamá”.

Y cuando ella, medio dormida,

                        corrigiendo interminables trabajos,

muerta de cansancio,

batallando con los padres de sus estudiantes

que se disculpan de los malos trabajos de sus hijos,

ella me susurra como nuestro hijo menor: “arrúllame por favor”.

Y cuando la arrullo, yo también bastante cansado y con poca energía,

descubro una primera cana en su pelo,

                      parecida a una delicada hebra que no había visto antes,

entonces recuerdo a mi propia madre

                        igual que un huérfano en el día de navidad,

quien ni siquiera pudo susurrar nunca al oído de su madre:

                                                         “arrúllame por favor”.

Monumento a mí

 

No quiero que en el futuro me erijan un monumento

si lo van a poner en una calle oscura, desierta y hedionda

en alguna parte de la Rusia inválida del 4to Mundo,

pulverizada imperialmente primero su lado izquierdo

pero tratando de esconder su miseria con la mano derecha

en sus bolsillos llenos de agujeros

último animal domesticado amarrado a una cuerda de piojos.

 

No deseo que en el futuro me erijan un monumento

aún si lo pusieran en un jardín de metales oxidados

allí donde nuestras gigantescas bananas rusas

son unos podridos y abollados misiles.

 

No necesito ningún monumento.

Lo único que quiero es que mi Patria regrese a mí.

 

(2000)

 

* Lavrenty Beria (1899-1953). Jefe de la policía secreta de Stalin (KGB). Fue famoso como uno de los más crueles torturadores además de mujeriego. Fue ajusticiado en 1953 sin ningún proceso judicial. Este poema fue escrito en 2006.

 

 

TRES FIGURAS

 

 

A lo largo de la plataforma cubierta de hielo

resbaladiza como barco de pasajeros,

camina mi amada con nuestros hijos.

Ellos corren a lado de ella

y me ruegan con sus ojos:

“Padre, llévanos contigo…”

 

Igual que el sentimiento de una esposa de soldado, eso crece en ti.

Toda partida es esconderse como aquel juego de nuestras infancias.

¿Qué ocurre si no nos podemos encontrar el uno al otro?

 

Dentro de sus almas, nuestras esposas están siempre preparadas,

muy silenciosas, para convertirse en viudas

porque el ruido de las líneas del tren

comenzará a perforar sus almas.

 

Paradas casi al final de la plataforma,

tres figuras se van empequeñeciendo, derritiendo.

Tres figuras, mi familia completa.

Todos los monumentos son basura,

todos los obeliscos son únicamente colillas de cigarros.

¿Qué es lo que realmente queda?  Sólo tres figuras:

mi patria natal a las puertas de la muerte.

 

(1995)

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/86_87/yevtushenko.html

 

 

¡La mitad no quiero de nada!

 

¡La mitad no quiero de nada!

¡Que sea mío el cielo todo!

¡La tierra toda, mía!

Mares y ríos, el torrente de la montaña,

¡míos! No los comparto.

 

No me seducirás, vida, con una parte.

¡Será todo o nada! ¡Yo podré con todo!

N o quiero ni la felicidad

ni el dolor a medias.

 

¡Quiero, sí, la mitad de la almohada

donde, pegado a tu mejilla,

como una pobre estrella fugaz,

fulgure el anillo de tu dedo...

 

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

 

 

La tercera nieve

 

Por la ventana veíamos

negruzcos limoneros hacia el fondo del patio

y suspirábamos: "¡Han pasado los días

y hoy tampoco ha nevado!"

 

Pero al atardecer

empezó a caer la nieve,

iba perdiendo altura,

vacilando en el aire

al capricho del viento.

 

Avergonzada y frágil,

la tomamos en las manos con ternura

y "¿a dónde fue?", preguntamos.

Pero ella contestó:

"Habrá una verdadera nevada

para todos.

Me fundiré en el viaje

pero no os preocupéis".

 

Y a la semana volvió a caer,

hecha un diluvio,

transformada en ventisca cegadora,

girando a toda fuerza.

Con terca intransigencia

quería imponer su triunfo

sobre quienes pensaban:

"¿durará un día o dos?"

 

Pero no pudo

hacer valer su empeño

y tuvo que ceder.

No se fundía en las manos,

se derritió a nuestros pies.

 

Seguíamos mirando al horizonte,

con inquietud: " ¿Cuándo vendrá la verdadera,

esa que pese a todo llegará?"

Y una mañana, aún soñolientos,

cuando abrimos la puerta,

la pisamos de pronto, sorprendidos:

yacía ante nosotros, honda y pura,

con toda su suave sencillez.

 

Tímida y esponjosa,

extendía por tierras y tejados

su asombrosa blancura,

simplemente magnífica y hermosa.

Nieve cayendo en el estruendo del día,

entre ruido de coches y resoplar de caballos;

nieve que no se derretía a nuestros pies

sino que se iba haciendo más compacta.

 

La fresca y centelleante

cegadora de toda ciudad,

la nieve verdadera,

la que siempre estuvimos esperando.

 

Versión de Heberto Padilla

 

 

Me gustaría...

 

Me gustaría

                         nacer en todos los países,

tener un pasaporte

                         para todos

que provoque el pánico de las cancillerías;

ser cada pez

                         en cada océano

y cada perro

                         en las calles del mundo.

No quiero arrodillarme

                         ante ídolo alguno

ni hacer el papel

                         de un ruso ortodoxo hippie,

pero me gustaría

                         hundirme

                         en lo más hondo del Lago Baikal

y salir resoplando

                         en otras aguas,

                         ¿por qué no en las del Mississippi?

En mi maldito universo amado

                         me gustaría

ser una hierba humilde,

                         nunca un Narciso delicado

que se besa

                         en el espejo.

Me gustaría ser

                         cualquiera de las criaturas de Dios,

incluso la última hiena sarnosa,

pero nunca un tirano,

                         ni siquiera el gato de un tirano.

Me gustaría

                         reencarnar como hombre

                                    en cualquier imagen:

víctima de una cárcel de tortura,

                         un niño vagabundo en los tugurios de Hong Kong,

un esqueleto viviente en Bangladesh,

                         un pordiosero sagrado en el Tíbet,

un negro de Ciudad del Cabo,

pero nunca encarnar

                         la imagen de Rambo.

Sólo odio a los hipócritas,

                         hienas sazonadas en espesa melaza.

Me gustaría tenderme

                         bajo el bisturí de todos los cirujanos del mundo,

ser un tullido, un ciego,

                         sufrir todo mal, toda deformidad y herida,

ser un mutilado de guerra,

                         o el que recoge las colillas del suelo,

con tal de que no las penetre

                         el infame microbio de la prepotencia.

No quisiera formar parte de la élite,

                         ni, por supuesto, del rebaño de cobardes,

ni perro de manada,

                         ni pastor servil al abrigo de su rebaño.

Y quisiera ser feliz,

                         pero no a costa de los infelices.

Y quisiera ser libre,

                         pero no a costa de los que no lo son.

Quisiera amar

                         a todas las mujeres del mundo,

y ser también una mujer

                         sólo una vez....

La madre naturaleza ha menospreciado al hombre.

¿Por qué no lo hizo capaz de ser madre?

Si se agitara un niño

                         bajo su corazón,

acaso el hombre

                         sería menos cruel.

Quisiera ser el pan de cada día,

digamos,

                         ser la taza de arroz

                         de la sufriente madre vietnamita,

el vino barato

                         en las tabernas de los obreros napolitanos,

o el tubito de queso

                         en la órbita lunar.

Que me coman

                         que me beban,

                                      dejadme ser útil

                                                               en la muerte.

Quisiera pertenecer a todas las edades,

                         atolondrar la historia

                                      y atontarla con mis travesuras.

Quisiera llevarle a Nefertiti

                         en una troika á Pushkin.

Quisiera multiplicar

                         cien veces el espacio de un instante

para que al mismo tiempo

                         pueda beber vodka con los pescadores siberianos,

y junto a Homero,

                                      Dante,

                                                     Shakespeare

                                                                                y Tolstoi

sentarme a beber cualquier cosa,

                           salvo, por supuesto,

                                                                     Coca-Cola.

Y bailar al ritmo de los tam-tam en el Congo,

estar en huelga en Renault,

jugar a la pelota con los muchachos brasileños

                           en la playa de Copacabana.

Quisiera hablar todas las lenguas,

                           como las aguas ocultas bajo la tierra,

y hacer todo tipo de trabajo de una vez.

                           Me aseguraría

                de que sólo fue poeta un Yevtushenko,

                           el otro un clandestino

                                                               en alguna parte,

no puedo decir dónde

                           por razones de seguridad.

El tercero, un estudiante en Berkeley,

                           y el cuarto un entusiasta huaso chileno.

El quinto sería tal vez

                           un maestro de niños esquimales en Alaska,

el sexto

                un joven presidente

                           en cualquier parte, modestamente digamos Sierra Leona,

el séptimo

                podría entretenerse en la cuna con un sonajero,

y el décimo,

                          el centésimo,

                                                       el millonésimo...

Para mí, ser yo mismo no es bastante,

                          ¡dejadme ser todo el mundo!

Estaré en miles de ejemplares hasta mi último día

                          para que la tierra vibre conmigo

y las computadoras enloquezcan

                          procesando mi censo universal.

Quisiera combatir en todas tus barricadas,

                                                                                        humanidad,

y morir cada noche

                           como una luna exhausta,

y amanecer cada día

                           como sol recién nacido

con una suave mancha inmortal

                           en la cabeza.

Y cuando muera,

un Francois Villon siberiano,

                          que no descanse mi cuerpo

                           ni en la tierra francesa,

                                           ni italiana,

sino en la tierra rusa, amarga,

                           en una colina verde,

donde por vez primera

                           me sentí todo el mundo.

 

*Poema escrito originalmente en español

Tomado de:

http://amediavoz.com/yevtushenko.htm

 

 

 

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