(Siria, 0805 dC-0845)
II
Hombres, ¡a mí qué me importan
las espadas o los combates!
Yo sólo sigo a una estrella:
la del placer y la música.
En mí no confiéis,
pues soy de aquellos que rehúyen
encontronazos y embates.
Cuando veo el enemigo
salto sobre mi potrillo
con las riendas colocadas
por el lado de la cola.
No sé cómo es un arnés,
ni un broquel, ni un alfanje.
Todo mi afán es saber,
cuando sus guerras estallan,
por qué camino escapar.
Si de juergas se tratara,
de beber vino sin mácula
o de pasarme la noche
junto a vírgenes luciendo
sus vestidos de luto negro
me veríais con razón
como héroe de los árabes.
las espadas o los combates!
Yo sólo sigo a una estrella:
la del placer y la música.
En mí no confiéis,
pues soy de aquellos que rehúyen
encontronazos y embates.
Cuando veo el enemigo
salto sobre mi potrillo
con las riendas colocadas
por el lado de la cola.
No sé cómo es un arnés,
ni un broquel, ni un alfanje.
Todo mi afán es saber,
cuando sus guerras estallan,
por qué camino escapar.
Si de juergas se tratara,
de beber vino sin mácula
o de pasarme la noche
junto a vírgenes luciendo
sus vestidos de luto negro
me veríais con razón
como héroe de los árabes.
XCIII
Qué mes, el Ramadán!
Ojalá estuviera lejos
para no estarte sufriendo.
Todo son loas para Shawal
y a ti te detestamos.
Te hemos aborrecido, miserable Ramadán,
Sin dudarlo te mataría si pudiera matar a un mes.
XXXVI
¡Deja el viento del sur soplar sobre las ruinas
y que el destino destruya su tiempo de esplendor!
¡Deja el áspero desierto para que en él trote
el jinete montado en sus camellos y camellas!
En esas tierras sólo brotan arbustos espinosos
y las únicas piezas de caza son hienas y lobos.
No aprenderás de los árabes ningún modo de solaz
Porque su vida no es vida, su vida es un erial.
Déjales que ordeñen y beban cuanta leche quieran
puesto que son ajenos al exquisito y buen vivir.
Y si la leche se les cuaja, escupe en sus tazones,
no te sientas culpable, no será ningún pecado.
Mejor delicia que todo eso es un vino fresco
escanciado en ronda por un diestro copero.
Largo tiempo estuvo en el fondo del tonel
hirviendo sin que jamás una llama lo tocara.
Los murmullos del fermento semejaban
la lectura de un sacerdote ante la cruz.
Un muchacho te tiende la mano con la copa
y te habla con la voz de una gacela joven
criada por nodrizas que extremaron su educación.
¡A ti entrega sus riendas al sorber el vino,
para ti la embriaguez desata su cinturón!
Al acariciarlo te cautiva con sus encantos,
te vuelve loco, hace saltar tu corazón.
Emborrachado, alza su grupa con dificultad
y se menea como una palma bajo la túnica
caminando hacia ti, deshaciéndose en seducción.
Censora, ¡no te extiendas en tus reproches!
Quien de mi espera arrepentimiento desespera.
Me echas en cara mis pecados, ¿pero qué joven no peca?
Quiero vivir esta vida y no la de leche ordeñada
y tiendas desparramadas en medio de un vil desierto.
¡Compara esos yermos con el arco del palacio de Cosroes!
¿Se puede equiparar un hipódromo a un corral?
Te engañas creyendo que al insistir me reformaré.
¡Rásgate las vestiduras que no me arrepentiré!
Oh, victoria de victorias
"¡Oh, victoria de victorias!, tan grandiosa
que no pueden contenerla los versos de un poema
ni de un discurso la prosa.
Victoria por la que se abrieron las puertas del cielo, una tras otra
y por la que la tierra estrenó nuevas galas.
¡Oh, día de Amorium!, colmaste nuestras esperanzas
con una respuesta
más dulce que la leche melosa "
No hay comentarios.:
Publicar un comentario