(Bogotá, 1960)
Furiosos pájaros desgarran las cavernas de mi cuerpo,
fruto rugoso y seco sacudido por sus picotazos hambrientos.
Tan sólo aguas espesas, barro y ausencia allí donde
revolcaras como un búfalo ardiente tus carnes jóvenes y espléndidas acariciadas
por mi fiebre.
Fiebre que agita y desordena los miembros, los
recuerdos. Un vago sabor de almizcle restituye tu presencia y mi lengua lame
las paredes buscando la humedad chorreante de tu acequia.
En vano intento alzar la hoguera con ramas recogidas
al pie del árbol muerto.
Sin cesar fatigo rutas holladas por las bestias. Vuelo
en círculos. Pájaro frenético, ciego.
*
Un
jabalí enloquecido tu cuerpo en el mío ausente. Sorda letanía de la carne que
se confunde con la fiebre. Arena esbelta. Estación en el desierto donde, ciego
caminante, lava el sol sus llagas con las sales de tu aliento.
Y hablo de
un barco ebrio. El bajel de nuestros cuerpos en mitad de la tormenta.
Espumas de
sal, medusas trémulas y la mar, la mar murmurando la cópula, el jadeo.
Fastuoso
lecho para los amantes en los restos de naufragios sobre la tierra.
En los lagos más ocultos donde lavan sus pieles las serpientes.
En los lagos más ocultos donde lavan sus pieles las serpientes.
Ah,
infructuoso asedio que me gasta y me aleja de tu inocencia de fruto, de tu
sangre de caballo encabritado, ciego.
Entre
la vigilia y el agotamiento febril del sueño bestias dementes rondan los
pliegues de mi cuerpo.
El delirio
nutre sus hogueras con mis frágiles huesos y me conduce a la orilla de tu
inocencia donde lavas con luz de mediodía cópulas inexpertas.
Brebajes
amargos que las viejas preparan con raíces traídas del desierto no me dan
sosiego. Tampoco sus hijas de carnes dóciles en la ofrenda.
¿Qué ajenos
rituales ha de cumplir aún el extranjero?
¿Dónde el
cántaro fresco, dónde el agua chorreante por tu piel de joven bestia?
¿Dónde la
turbulencia de tu sangre hacha mástil, hecha vela?
¿Con qué
bálsamos dime, con qué aceites he de ungir tu cuerpo espléndido y ausente?
Entre la vigilia y el agotamiento febril del sueño
bestias dementes rondan los pliegues de mi cuerpo.
El delirio nutre sus hogueras con mis frágiles huesos
y me conduce a la orilla de tu inocencia donde lavas con luz de mediodía
cópulas inexpertas.
Brebajes amargos que las viejas preparan con raíces
traídas del desierto no me dan sosiego. Tampoco sus hijas de carnes dóciles en
la ofrenda.
¿Qué ajenos rituales ha de cumplir aún el extranjero?
¿Dónde el cántaro fresco, dónde el agua chorreante por
tu piel de joven bestia?
¿Dónde la turbulencia de tu sangre hacha mástil, hecha
vela?
¿Con qué bálsamos dime, con qué aceites he de ungir tu
cuerpo espléndido y ausente?
Como un bello pez flotando entre aguas espesas, ahí tu
cuerpo. Lejano. Ajeno.
Palpable delirio que mi lengua deshace en vapores
polvorientos. Alto naufragio este deseo. Inútil como la poesía, como un insecto
muerto.
¿Y qué oponer ante pájaros imposibles desatados en
tormenta?
Granos de sal, bayas amargas y su sexo, roja flor de
las arenas, todo cuanto le fue encontrado a este viejo cazador de ausencias.
Sísifo
Quién puede acusarme
por falta de empeño en mi condena
por falta de empeño en mi condena
Acaso los dioses
acaso las gentes que pasan por mi lado
Como si la rueda de la vida
fuese para ellos más liviana.
acaso las gentes que pasan por mi lado
Como si la rueda de la vida
fuese para ellos más liviana.
Es cierto
y todos lo saben
que quise con mis palabras
detener el tiempo insaciable
y sólo un puñado de polvo
resta ahora entre mis manos.
y todos lo saben
que quise con mis palabras
detener el tiempo insaciable
y sólo un puñado de polvo
resta ahora entre mis manos.
Tan pocas
para recomponer la cima lejana.
para recomponer la cima lejana.
And I wake up alone
(AMY WINEHOUSE)
Quiero irme
de esta fiesta, Jack.
Ya no me
divierte deambular
por Camdem
Town con mi guitarra.
Adentro o
afuera,
en este
cielo color de lejanía,
un gran
resplandor me ciega.
.
Jack,
necesito tus manos victorianas
que me guíen
en medio de la niebla,
entre tanto
azote de dios padre.
Desde los
trece años
tengo miedo
de despertar sola.
Siempre
tengo miedo, Jack.
Me gusta lo
difícil. Me dejo llevar por los excesos.
¿Por qué
corres a esconderte cuando te busco,
entre calles
que escurren alquitrán y humo espeso de frituras,
en el barrio
chino, en cualquier bar?
¿Dónde tus
manos de ojos desmesurados?
No se ocupen
de mí. Esta noche no beberé.
Si quieres,
tengamos una buena noche, Jack.
Quizás,
algunas buenas personas
corran
asustadas cuando nos vean.
Estoy sola y
demasiado flaca,
harta de
beber agua y de hacer dieta.
Mis tetas
grandes no van con estas piernas de pajarito,
soy tan sexi
como una montaña rusa.
Soy una niña
pequeña
que sueña
con tener una hija negra como yo.
Y no sé si
aún soy yo
o un tatuaje
que se adhirió a otra piel.
Tengo miedo
de despertar sola, Jack,
en medio de
las enfermeras locas de un poema hospitalario,
en un frío
pasillo donde la luna me frota con sus gasas ulcerosas.
Soy una
imbécil y un esperpento.
La vida es
corta, me repiten con obstinada insistencia,
hay que ser
fuerte, si no te ayudas a ti misma…
Quiero
cerveza, Homero ¿o eres Jack?
Quiero
McDonalds en el infierno.
El noticiero
cuenta tu vida.
¿Qué hiciste
esta vez, Jack?
Mejor
visitemos al Dr. Jekyll
quizás
acudan otros invitados.
Soy una niña
ciega.
Miro mis
manos y me parecen ajenas.
Palpo el
silencio de dios
y nadie
viene, ni siquiera tú, Jack…
Sólo la
lluvia golpeando en la ventana.
Y yo
acurrucada en el fondo de mi alma,
me alimento
de pesadillas.
De ahí mi
palidez diaria.
No es asunto
de médicos siquiatras.
Soy negra y
judía y británica,
de ningún
lado,
o mejor aún
del no lugar del mercado.
Sólo una
ambulancia, su triste gemido,
acompaña mis
canciones que se pierden
por
infinitos pasillos de hospitales,
donde los
roedores gimen
y la lujuria
es la resaca de ese juego
en el que
siempre pierdo.
Este viaje
al fin de la noche
me deja
en una estación del metro,
como luego
de un desastre,
con aquellos
que quisieron seguirme,
sólo hasta
las puertas del infierno,
cantando a
voz en cuello mi desgracia.
Jack, quiero
irme de esta fiesta.
¿Por qué se
afanan en cerrar mis puertas,
en tapiar
mis ojos, en atar mis manos?
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