viernes, 9 de marzo de 2018

POEMAS DE GREGORIO CASTAÑEDA ARAGÓN

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"PUERTOS DE COLOR"

Ahogándose en la sorda catarata
del mar, se oye en la tarde la marimba
porteña: una sonrisa
tristona, de marimba

Es el músico un negro grave y flaco
que habla en ingles meloso
y fuma su tabaco
de virginia, amarillo y oloroso

en puertos de color que el sol estaña
-Cristobal, Fort - de - France, Puerto España -
de esta música lánguida sus lloros

En verdes, claros puertos de palmeras,
con multicolores banderas
y muelles con negros y con loros.


"NOCHES DE PUERTO"


Es la alta noche. Un un bergantin se aleja,
y se oye el discurrir de los marinos
por la playa. La brisa aúlla y se queja
e los blancos velámenes latinos.

Larga en el agua sus bermejos arcos
En faro. El campanil la hora - golpea
Y la elástica sombra de los barcos
persigue como un perro la marea.

A la salobre paz de las riberas
llegan risas y voces extranjeras
con el ebrio tumulto de las olas,

Y entre las notas de un cantar de ausente
Viene un verso de amor de allá, del puente
De las pesadas naves españolas.

"MAR"


Mar de vidrio, mar de vidrios rotos,
este mar
de esta costa.
Las gaviotas
se rompen las alas
en las botellas verdes,
rotas,
de la taberna
del mar.
Vidrios
del Cantábrico,
vidrios
del golfo de México,
catástrofe
de bar.

"SOMBRA DE VIAJERO"


Siempre parte una nave de este puerto.
Luces bajo la tarde. Y luego, estela...
Después, sueño del mar, la misma ola.
Extranjero tan pálido que has visto
hincharse cada tarde alguna vela:
ninguna arrastrará tu inútil sombra!
Talvez con el crepúsculo tranquilo,
sobre la paz de los canales muertos,
la nave que suspiras vaya sola!


ALABA A UNA AMIGA DEL POETA PASTORA

Eres fértil. Y eres igual que la temprana
flora de estas campiñas donde el amor se acendra:
tu cuerpo, en cuyo intenso despertar la mañana
sonríe, huele a sándalo y a geranio y a almendra.

No oyó flauta más clara tarde montesina
que tu palabra, música donde ríe la innata
frescura melodiosa del agua cantarina
que arrastra sus nerviosos cascabeles de plata.

Tú, Cloe o Amarilis, has de amar sus estrellas,
y en las noches del bosque Pan siguiendo tus huellas
dirá un canto preférito que tu nombre recuerde;

Soñarás junto al agua de los mudos remansos
y un día, al tibio aliento de los ganados mansos,
te entregarás medrosa sobre hierba verde...

CANCIÓN PARA EL NIÑO QUE NACIÓ EN EL MAR

No cierren la puerta,
que abierta ha de estar.
Dejen que entre el aire,
déjenlo pasar.
Dejen que entre el agua,
déjenla llegar.
Te daré una estrella,
la estrella polar.
Y nieve de espuma
con sol y con sal.
Con sal de las olas,
con sol de la mar.

Cuando iba el velero
mar adentro allá...
entre cielo y agua
te parió mamá.
Se puso en las cuerdas
el viento a cantar.

Tu padre en las redes
te meció al pescar.
Grumete, primero,
luego capitán,
tendrás un balandro
para ir por la mar.

Quiero que te duermas,
que hay que madrugar
a ver las gaviotas
volando volar.
A darles su almuerzo
de migas de pan.
Rosa de los vientos,
oro de fanal,
buen marinerito,
lobezno de mar,
que comes arenques
y atún sin ahumar.

Cuando grande seas,
que un día serás,
te irás —¡quién lo duda!—
solito a viajar,
y mamá la vieja
se pondrá a cantar,
a cantar canciones
que tú ya no oirás,
con nieve de espuma,
con sol y con sal,
con sal de las olas,
con sol de la mar...

BARRIO DE PESCADORES

Alba lila. Arponeros zarpan rumbo al levante
en sus largas barquetas. La ensenada se angosta
en la sutil penumbra. Hila el terral. Saltante
deja el agua azulencos húmedos en la costa.

A correr los cangrejos o a bañarse en rosario,
llegan los chicos. Risas. Su voz de aguda tilde
alegra como un toque de misa al vecindario,
donde ya se alza el humo oloroso y humilde.

Geométrico el pelícano, con su vuelo a la capa
augura un tiempo claro. Sobre este mar de mapa
parece escrito: Esmirna, Chipre, Rodas, Argel.

Se siente el fuerte aroma de las marismas muertas,
de las retamas ásperas. Asoman a las puertas
madrugadores viejos componiendo la red.

ELEGÍA DEL VIEJO MARINO

El único paisaje que no ha muerto
en tus cansados ojos es el mar.
Andar caminos de la tierra fuera
llevar lejos, más lejos,
esa fatiga de ciudades tristes
que tanto pesa en tu fardel viajero.

Volver sobre la móvil agua amarga
—onda versátil, indecisa vela—
en el total azul de la aventura!
Pero, ya no será. Puños de tierra,
enemigas raíces, te clavaron
como espigón de barco, en la ribera.

Peregrinando en soledad de gentes,
con tu paso de pájaro cautivo
mides tu propia sombra. Tu cabeza
cuaja sal de los años. ¡Vientos secos!
¡Vientos! Y una nostalgia de intemperies,
de soles claros y de cielos buenos!

Mejor yacer en piélago ignorado
que recorrer tu mapa de quimeras,
de sueños que son sueños.
Húndete, inútil lobo, en la onda mansa
de una caleta. Acaba de quedarte
como un áncora vieja, abandonada!

VINO ALEGRE

Yo sé que alguna vez, cabe la orilla
de tu Guadalquivir, bajo palmeras
y naranjos, bebiendo manzanilla,
oiré tu voz, campana de las eras.

Sé que en alegre ventanal me esperas,
en cruz ceñida al cuerpo la mantilla,
cada noche de amor y de quimeras
de ésas de tu romántica Sevilla.

He amado en ti los ojos y las bocas
estremecidos bajo los parrales
de vino y de pasión y de locura,

y he soñado los sueños que tú evocas
rimándote floridos madrigales
al fresco alar de tu melena oscura.

TUMBA MARINA

Manos
de náufrago
en un jardín
bajo el mar
trenzaron
la salobre corona
que esta mañana
unos marinos rubios
dejaron sobre un túmulo
al zarpar.

Arena, tibia, arena,
y enfrente mar y mar.
Y sobre el mar la estela
de un barco
que se va.

LOS NÁUFRAGOS
Subiendo a la roca más alta de la playa
y ávidos de horizontes, tendieron sobre el mar
los ojos fatigados de la montesca valla,
donde sangraba el último tajo crepuscular.

Surgían de las simas oscuras sus cabezas
como sombras malditas, y el pavor erigía
sus manos alargadas de vírgenes posesas,
blancas en la muriente llamarada del día.

¡El mar, el mar!, clamaron con voces que en lo hueco
del granito ondularon como un sonoro fleco
y vieron, en confines que lo indeciso toca

la nómade blancura de una lejana vela...
Luego, cuando la sombra borró la última estela,
se tendieron callados sobre la muda roca.

PALABRAS EN LA MONTAÑA

Amigos: desde el ápice de mi montaña os veo
Reír ahora que llanto ni risa el alma mía
Conturba. Sin rencores, ni amores, ni deseo.
De nada, mi alma es como uma gruta sombría.

Y es que es dulce este vago sueño de lo inconsciente,
La ebriedad de las horas, el pensar sin pensar...
Sentirlo todo lejos, y en medio de la gente.
Ser como un ser caído de algún mundo estelar...

Oh, amigos: arrastrados por torturantes potros.
De inquietud, tras un áureo delirio, vais vosotros.
Sordos a las profundas palabras de la Vida.

Y en nuestro afán inútil nunca sabréis la noble
Virtud que hizo a los fuertes de corazón de roble,
Amar las blancas cumbres donde el Silencio anida.

REQUIESCAT DEL MARINO

Marino, una noche
te vi sepultar
en el lóbrego y claro
sepulcro del mar.

¡Requiescat, marino
por siempre jamás!

Cuatro olas bullentes
tu caja de luz.
Algas y madréporas
jardín de tu cruz.

¡Requiescat, marino,
entre azul y azul!

Mortaja la bruma,
la estrella cirial.
Responso la sorda
voz del vendaval.

Requiescat, marino,
requiescat en paz.

SOMBRA DE VIAJERO

Siempre parte una nave de este puerto.
Luces bajo la tarde. Y luego, estela...
Después, sueño del mar, la misma ola.

Extranjero tan pálido que has visto
hincharse cada tarde alguna vela:
ninguna arrastrará tu inútil sombra!

¡Tal vez con el crepúsculo tranquilo,
sobre la paz de los canales muertos,
la nave que suspiras vaya sola!

FLOTA NEGRA

Los hombres tristes que mataron
su ansia perenne de viajar,
los que zarparon de cien puertos
y no volvieron a ellos más,
saldrán un día de su abismo
de nuevo a bordo a navegar,
en aquellos barcos que hundiera
la mina, el fuego o... lo fatal,
en los náufragos buques idos
al fondo lívido del mar.

Y surgirán humo y banderas
que antaño viera el sol flotar
y ágiles, rápidas, las hélices
con loco impulso rotarán
por derroteros ignorados.

Esos navíos del azar
sin cartas, brújula ni ancla
en su viaje, ¿a dónde irán?
será un crucero sin escalas:
a puerto alguno arribarán.

Se les verá en lúgubres noches
desde otros barcos al pasar,
como siluetas de la bruma
que el viento empuja sin cesar,
sonando afónicas sirenas
que el que oiga no ha de olvidar,
buscando radas que no existen
de un fabuloso litoral
desde los hielos del antártico
hasta los del norte polar.

Canto será —si un marinero
canta— de niebla y soledad
estará el capitán borracho
de agria ginebra de Ámsterdam
y a los viajeros de cien puertos
¡vaya risa que les dará
pensar en la T.S.H.
y en la aguja de marear,
en los botes de salvamento
y en el seguro por cobrar!

Los transatlánticos perdidos
que fueron palacios del mar,
serán la flota de un turismo
macabro hasta la saciedad
sin ingleses con amuletos
de los negros del Senegal,
sin mandamás que cabalgaran
enlefantes de Bombayy sin esas mieses con kodaks
que hacen "suvenirs de voyage".

LAS RUINAS

La casa de los abuelos,
grande de sórdido portal,
de rojo ladrillo morisco
y pozo con hierba en el brocal,
la casa vieja, de conseja,
de historias que me hicieron temblar
de niño, bajo las sábanas,
con un temblor cerval,
oyendo ruidos de cadenas
del otro mundo, en el zaguán,
aquella casa fue mía,
hoy es escombros,
nada más…

Y es tan sencillo esto, Dios mío,
que el verso, absurdo, no será
más que un rosario sin palabras…
yo, en cambio, ¡ah!
yo, solo sé de este silencio
el eco impalpable escuchar:
el mastín de ladrar aldeano,
el día sin escuela, invernal,
las buenas voces familiares
con dulzura de colmenar,
y aquel murmullo de palomas,
y las palmeras,
y el mar...


EN LA CALA
Cada tarde hay conmigo
buena gente de mar
que canta, bebe y riñe
y de pronto se va...
¡Acaso soy yo el único
con quien no cuentan ya!

¡Porque son tantos esos
que he visto que se van,
desde que estoy en tierra
sin pipa y sin cantar!
Mi barco está en la cala
esperando zarpar...

Saben todos que ahora
tengo miedo a un puñal
y que hasta un organillo
me haría sollozar
si no fuera que tengo
las barbas grises ya.

¡Qué larga desde tierra
la soledad del mar!
¡y este otoño de mástiles
y este soplo fugaz
y ese pontón sin lastre
que cruje al cabecear!

Pero, remiendo el casco
roto de tiempo atrás.
y voy zurciendo lonas
y anudando el estay
a ver si el aparejo
resiste un tiempo más.

Aunque viejo, el velero
capea el temporal.
¡Y un día, aunque haya viento
contrario, y tempestad,
qué diablos, largo el trapo
para siempre jamás!

EL HÉROE

Ya no eres el que un día, sobre la frente enhiesta,
Signó el laurel. Decrépito, bajo el cielo distante
Ni en tus puños el hierro beligero se apresta,
Ni saben ya tus labíos la palabra galante.

Largo sueño amortaja tu ínclita y arrogante
Apostura, y un gesto beatífico te presta
La sombra de los años, que el lírico Atalante
Vio pasar como el soplo que avienta la floresta.

Mortal angustia, tedio mortal que nada alegra,
Cubrió tu faz, y atónito, oyes tu misa negra
como un monje fantasma que consagró el Olvido.

Te evoco orando, en traje de negro terciopelo,
Juntas las blancas manos y sobre ellas el hielo
Augusto de tu noble cabeza de vencido.

NOCTURNO MARINO

Cuando ya fue de noche,
como surgen estrellas
nos desnudamos.
Una ola era negra.
Otra ola era blanca.

Lejos la costa oscura
perfilaba su curva.

Y tú ibas blanca
y resplandeciente
y desnuda.

Tras la barca
pesada y lenta
venía un rumor.
Eran las voces
de la tierra.

Y aquellas voces nos seguían
en una adormecida canción.

—Dejadnos, dejadnos, dijimos.
Somos como meteoros
náufragos de otros cielos,
no más...

GOLPE DE VIENTO

La gorra del grumete
rueda por el malecón.
La persiguen unos niños
y el grumete
corriendo tras ellos
es como un niño más.

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