viernes, 16 de agosto de 2019

POEMAS DE PIER PAOLO PASOLINI


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(5 de marzo de 1922, Quartiere Santo Stefano - 2 de noviembre de 1975, Ostia, Italia)


AL PRÍNCIPE

Si vuelve el sol, si desciende la tarde,

si la noche tiene un sabor de noches futuras,

si una tarde de lluvia parece volver

de tiempos tan amados y nunca del todo poseídos,

ya no soy feliz al gozarlos o sufrirlos:

no siento ya, frente a mí, toda la vida…

Para ser poetas se necesita mucho tiempo:

horas y horas de soledad son necesarias

para formar algo que es fuerza, abandono,

vicio, libertad, para darle forma al caos.

Poco tiempo me queda: por culpa de la muerte

que me viene al encuentro en mi marchita juventud.

Mas por culpa también de nuestro mundo humano

que le quita el pan a los hombres y a los poetas la paz.



CARNE Y CIELO

Oh, amor materno,

doliente, por los oros

de cuerpos invadidos

del secreto de regazos.

Amados movimientos

inconscientes del perfume

impúdico que ríe

en los miembros inocentes.

Pesados fulgores

de cabellos… crueles

negligencias de miradas…

atenciones infieles…

Enervado por llantos

tan suaves vuelvo a casa

con las carnes ardientes

de espléndidas sonrisas.

Y enloquezco en el corazón

nocturno de un día de trabajo

después de mil otras noches

con este impuro ardor.



FRAGMENTO EPISTOLAR, AL JOVEN CODIGNOLA

Querido joven: así sea, encontrémonos,

pero no te esperes nada de este encuentro.

Si acaso, una nueva decepción, un nuevo

vacío: de esos que le hacen bien

a la dignidad narcisista, como un dolor.

A mis cuarenta años soy como de diecisiete.

Frustrados, el cuarentón y el de diecisiete

por cierto se pueden encontrar, balbuciendo

ideas convergentes acerca de problemas

entre los cuales se abren dos decenios, toda una vida,

y que aparentemente son los mismos.

Hasta que una palabra dicha por gargantas inciertas,

aridecida de llanto y ganas de estar solos

les revela su incurable disparidad.

No obstante, asumiré el papel de poeta

padre, y me atrincheraré en la ironía

—que te incomodará: por ser el cuarentón

más alegre y joven que el de diecisiete,

el nuevo amo de la vida.

Además de esta apariencia, de esta semejanza,

no tengo nada más qué decirte.

Soy avaro, lo poco que poseo

me lo ciño al corazón diabólico.

Y los dos palmos de piel entre pómulo y mentón,

bajo la boca retorcida a fuerza de sonrisas,

de timidez, y la mirada que ha perdido

su dulzura, como un higo acedado,

te parecerían el retrato

justo de esa madurez que te daña,

madurez no fraterna. ¿De qué puede servirte

un contemporáneo —simplemente entristecido

en la flacura que le devora la carne?

Dio lo que tenía que dar, el resto

es árida piedad.


A algunos radicales


El espíritu, la dignidad mundana,
el arribismo inteligente, la elegancia,
el traje a la inglesa y el chiste francés,
el juicio tanto más duro cuanto más liberal,
la sustitución de la razón por la piedad,
la vida como apuesta para perder como señores,
os han impedido saber quiénes sois:
conciencias siervas de la norma y del capital.

A los críticos católicos


A menudo un poeta se acusa y se calumnia,
exagera, por amor, su propio desamor,
exagera, para castigarse, su propia ingenuidad,
es puritano y tierno, duro y alejandrino.
Es incluso demasiado agudo en los análisis de los signos
de las herencias, de las supervivencias:
tiene también un pudor excesivo en concederles
algo a la razón y a la esperanza.
Pues bien, ¡ay de él! ¡No hay un instante
de vacilación: basta con mencionarlo!

CANTO 1



No es de mayo este impuro aire
que el oscuro cementerio extranjero
hace aún más oscuro, o lo ilumina

con ciegas claridades...este cielo
de babas sobre techos amarillentos
que en semicírculos inmensos velan

las curvas del Tíber, los turquesas
montes del Lacio... Expande una mortal
paz, desamorada como nuestros destinos

entre las viejas murallas el otoñal
mayo. En él está el gris del mundo
el fin del decenio en el que nos aparece

entre las inmundicias concluido el profundo
e ingenuo esfuerzo de rehacer la vida,
el silencio, putrefacto e infecundo...

Tú joven, en aquel mayo en que el error
significaba aún la vida, en aquel mayo italiano
que a la vida agregaba al menos ardor,

por lo menos despreocupado e impuramente sano

de nuestros padres-no padre,

pero humilde hermano- con tu flaca mano
dibujabas el ideal que ilumina

(pero no para nosotros: tú muerto, y nosotros
muertos igualmente, contigo, en el húmedo
jardín) este silencio. No puedes,

lo ves? que descansar en este lugar
extraño, aún confinado. Tedio
patricio te rodea. Y desteñido

sólo te llega algún golpe de martillo
de los talleres del Testaccio aquietado
en el atardecer entre miserables techos, desnudos

montones de lata, hierros viejos, donde
canta inútilmente un muchachón que concluye
su jornada, mientras alrededor la lluvia cesa.



CANTO 2



Entre los dos mundos, la tregua en la cual no estamos.
elecciones, abandonos, otros sonidos no tienen
que éstos del jardín acongojado

y noble, en el que el tenaz engaño
alentaba la vida, queda en la muerte.
Los círculos de los sarcófagos no hacen más

que mostrar la sobreviviente suerte
de gente laica de laicas inscripciones
en estas grises piedras, cortas

e imponentes. Aún de pasiones
sin freno sin escándalo han ardido
los huesos de los poderosos de naciones

más grandes: silban, casi nunca desaparecidas
las ironías de los príncipes, de los pederastas
cuyos cuerpos están en las urnas esparcidos

ya cenizas y no aún castos.
Aquí el silencio de la muerte es fe
de un civil silencio de hombres permanecidos

hombres, de un tedio que en el tedio
del parque, discreto cambia: y la ciudad
que indiferente, lo confina en medio

de tugurios y de iglesias, sacrílego en la piedad
allí pierde su esplendor. Su tierra
plena de ortigas y verdores alimenta

esos flacos cipreses, esta negra
humedad que mancha los muros alrededor
de los flacos entrelazamiento de los tallos, que el anochecer

apaga serenando desnudos
olores de alga...este pasto débil
e inodoro, donde se hunde violeta

la atmósfera, con un temblor de menta
o heno podrido, y quietamente anuncia
con diurna melancolía, la apagada

trepidación de la noche. Áspero
de clima, dulcísimo de historia, está
entre estos muros el suelo que suda

otro suelo; esta humedad que
recuerda otra humedad; y resuenan
familiares de latitudes y

horizontes donde inglesas selvas coronan
lagos perdidos en el cielo, entre praderas
verdes como billares fosfóricos o como

esmeraldas: "and O ye Fountains..." las piadosas
invocaciones.



CANTO 3




Un trapo rojo como aquel
enroscado en el cuello de los partisanos
y cerca de la tumba, sobre el terreno calcinado

diferentemente rojos, dos geranios.
Allí yaces, señalado con adusta elegancia
no católica, en el elenco de los extraños

muertos: Las cenizas de Gramsci... A la esperanza
y a la vieja desconfianza te acerco, caminante
sin rumbo en esta flaca tierra, frente

a tu tumba, a tu espíritu apresado
acá entre estos liberados (O existe algo
diferente, quizás de mayor éxtasis

y también de mayor humildad, ebria simbiosis
adolescente de sexo y muerte...)
y desde este país en el que no tuvo descanso

tu alerta, percibo qué error
aquí en la quietud de las tumbas- junto
a qué razón -en el inquieto destino

nuestro- tuviste escribiendo las supremas
páginas en los días de tu asesinato.
Aquí para testimoniar el semen

aún no esparcido del antiguo dominio,
estos muertos aferrados a una posesión
que ahonda en los siglos su abominación

y su grandeza: y al mismo tiempo obsesión
esa vibración de yunques, sordamente
sofocada y profunda- del humillado

barrio-para verificar el fin.
Y heme aquí...pobre, vestido
con ropas que los pobres espían en las vidrieras

de chillón fulgor, y que han perdido
la suciedad de perdidas calles
de los bancos de tranvías que vuelven

confuso mi día: mientras siempre más raras
son estas vacaciones, en el tormento
de mantenerme vivo; y si me ocurre

de amar el mundo no es más que por un violento
e ingenuo amor sensual
así como, confundido adolescente, en una época

lo odié, si me hería el mal
burgués a mi burgués: y ahora, dividido
-contigo- objeto parece

de rencor y sí casi de místico
desprecio, la parte que tiene el poder?
sin embargo sin tu rigor, subsisto

porque no elijo. Vivo en la apatía
de la eclipsada postguerra: amando el mundo que odio- su miseria

despreciable y perdida- por un oscuro escándalo
de la conciencia...


CANTO 4



El escándalo de contradecirme, de estar
contigo y contra ti; contigo en el corazón
a la luz, contra ti en las oscuras vísceras;

de mi paterno estado traidor
en el pensamiento, en una sombra de acción-
me sé a él aferrado en el calor

de los instintos, de la estética pasión;
atraído por una vida proletaria
anterior a ti, es para mí una religión

su alegría, no su milenaria
lucha; su naturaleza, no su
conciencia; es la fuerza originaria

del hombre que en el acto se ha perdido
que da a la ebriedad de la nostalgia
una luz poética; y más

no sé decir que no sea
justo pero no sincero, abstracto
amor, no profunda simpatía...

Como los pobres, pobre, me aferro
como ellos a humillantes esperanzas,
como ellos por vivir lucho

cada día. Pero en la desolada
condición mía de desheredado
yo poseo: y es la más exultante

de las posesiones burguesas, el estado
más absoluto. Pero como yo poseo la historia
ésta me posee: me ha iluminado

pero para qué sirve la luz?


Balada de las madres(Poesía en forma de rosa)




Me pregunto qué madres habéis tenido.



Si os vieran ahora, trabajando

en un mundo para ellas desconocido,

presos en un ciclo siempre inacabado

de experiencias tan distintas de las suyas,

¿qué mirada tendrían sus ojos?



Si estuvieran allí mientras escribís

vuestro artículo, conformistas y barrocos,

o lo entregáis a redactores vendidos

a cualquier compromiso, ¿entenderían quiénes sois?





Madres viles, que llevan en sus rostros el temor

antiguo, ese que, como una enfermedad,

deforma los rasgos en un blancor

de niebla, los aleja del corazón,

los encierra en el viejo rechazo moral.



Madres viles, pobrecitas,

preocupadas de que sus hijos conozcan la vileza

para pedir un empleo, para ser prácticos,

para no ofender almas privilegiadas,

para defenderse de cualquier piedad.





Madres mediocres, que aprendieron

con humildad de niñas, de nosotros,

un único, desnudo significado,

con almas en las que el mundo está condenado

a no dar ni dolor ni alegría.



Madres mediocres, que jamás tuvieron

para vosotros más palabras de amor

que la de un amor sórdidamente mudo, de bestia,

y en él os criaron

impotentes ante los reales deseos del corazón.





Madres serviles, acostumbradas desde hace siglos

a agachar sin amor la cabeza,

a transmitir a su feto el antiguo vergonzoso secreto

de conformarse con las sobras de la fiesta.



Madres serviles, que os han enseñado

cómo puede el siervo ser feliz

odiando a quien, igual que él, está atado,

cómo puede ser beato traicionando,

y seguro, haciendo lo que no dice.





Madres feroces, ocupadas en defender

lo poco que, como burguesas, poseen,

la normalidad y el salario,

casi con la rabia de quien se venga

o se siente acorralado en un absurdo asedio.



Madres feroces, que os dijeron:

¡Sobrevivid! ¡Pensad sólo en vosotros!

¡No sintáis jamás piedad o respeto

por nadie, guardad en el pecho

vuestra integridad de buitres!





¡Ahí tenéis, viles, mediocres, siervas,

feroces, a vuestras pobres madres!

Sin ninguna vergüenza de saberos

-en vuestro odio- incluso altivos

en este valle de lágrimas.



Así es cómo os pertenece este mundo:

hermanados en pasiones opuestas,

o patrias enemigas,



por el profundo rechazo a ser distintos,



a responder  del dolor salvaje de ser hombres.


..

.

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