Granada
Mexicana
para cantar tu canción
sueño
a Granada.
Para
cantar tu canción
Granada
se pondrá un día
sus
ríos como zarcillos
de
menuda platería,
Taxcos
filigranas de la morería.
Antes
de cantar ha de probarse
la voz
en la Alhambra
con el
arroyo y el ruiseñor.
Como
un mariachi lorquiano
la
acompañarán los yunques
del
Sacromonte gitano.
Puritito
corazón el Albaicín
en sus
brazos será el guitarrón
y
tendrá ritmos tristes y sones verdes
en los
verdes violines de los cipreses.
Y a
los hombros el rebozo blanco
de
Sierra Nevada, así mi Granada
ha de
cantarte algún día tu Granada.
EL PERRO COJO
Con
una pata colgando,
despojo
de una pedrada,
pasó
el perro por mi lado,
un
perro de pobre casta.
Uno de
esos callejeros,
pobres
de sangre y estampa.
Nacen
en cualquier rincón,
de perras
tristes y flacas,
destinados
a comer
basuras
de plaza en plaza.
Cuando
pequeños, qué finos
y
ágiles son en la infancia,
baloncitos
de peluche,
tibios
borlones de lana,
los
miman, los acurrucan,
los
sacan al sol, les cantan.
Cuando
mayores, al tiempo
que
ven que se fue la gracia,
los
dejan a su ventura,
mendigos
de casa en casa,
sus
hambres por los rincones
y su
sed sobre las charcas.
Qué
tristes ojos que tienen,
que
recóndita mirada
como
si en ella pusieran
su
dolor a media asta.
Y se
mueren de tristeza
a la
sombra de una tapia,
si es
que un lazo no les da
una
muerte anticipada.
Yo le
llamo: psss, psss, psss.
Todo
orejas asustadas,
todo
hociquito curioso,
todo
sed, hambre y nostalgia,
el
perro escucha mi voz,
olfatea
mis palabras
como
esperando o temiendo
pan,
caricias... o pedradas,
no en
vano lleva marcado
un mal
recuerdo en su pata.
Lo
vuelvo a llamar: psss, psss.
Dócil
a medias avanza
moviendo
el rabo con miedo
y las
orejitas gachas.
Chasco
los dedos; le digo:
"ven
aquí, no te hago nada,
vamos,
vamos, ven aquí".
Y
adiós la desconfianza.
Que ya
se tiende a mis pies,
a
tiernos aullidos habla,
ladra
para hablar más fuerte,
salta,
gira; gira, salta;
llora,
ríe; ríe, llora;
lengua,
orejas, ojos, patas
y el
rabo es un incansable
abanico
de palabras.
Es su
alegría tan grande
que
más que hablarme, me canta.
"¿Qué
piedra te dejó cojo?
Sí,
sí, sí, malhaya".
El
perro me entiende; sabe
que
maldigo la pedrada,
aquella
pedrada dura
que le
destrozó la pata
y él,
con el rabo, me dice
que me
agradece la lástima.
"Pero
tú no te preocupes,
ya no
ha de faltarte nada.
Yo
también soy callejero,
aunque
de distintas plazas
y a
patita coja y triste
voy de
jornada en jornada.
Las
piedras que me tiraron
me
dejaron coja el alma.
Entre
basuras de tierra
tengo
mi pan y mi almohada.
Vamos,
pues, perrito mío,
vamos,
anda que te anda,
con
nuestra cojera a cuestas,
con
nuestra tristeza en andas,
yo por
mis calles oscuras,
tú por
tus calles calladas,
tú la
pedrada en el cuerpo,
yo la
pedrada en el alma
y
cuando mueras, amigo,
yo te
enterraré en mi casa
bajo
un letrero: «aquí yace
un
amigo de mi infancia».
Y en
el cielo de los perros,
pan
tierno y carne mechada,
te
regalará San Roque
una
muleta de plata.
Compañeros,
si los hay,
amigos
donde los haya,
mi
perro y yo por la vida:
pan
pobre, rica compaña.
Era
joven y era viejo;
por
más que yo lo cuidaba,
el
tiempo malo pasado
lo
dejó medio sin alma.
Y
fueron muchas las hambres,
mucho
peso en sus tres patas
y una
mañana, en el huerto,
debajo
de mi ventana,
lo
encontré tendido, frío,
como
una piedra mojada,
un
duro musgo de pelo,
con el
rocío brillaba.
Ya
estaba mi pobre perro
muerto
de las cuatro patas.
Hacia
el cielo de los perros
se
fue, anda que te anda,
las
orejas de relente
y el
hociquillo de escarcha.
Portero
y dueño del cielo
San
Roque en la puerta estaba:
ortopédico
de mimos,
cirujano
de palabras,
bien
surtido de intercambios
con
que curar viejas taras.
"Para
ti... un rabo de oro;
para
ti... un ojo de ámbar;
tú... tus orejas de nieve;
tú... tus colmillos de escarcha.
Y tú,
-mi perro reía-,
tú... tu muleta de plata".
Ahora
ya sé por qué está
la
noche agujereada:
¿Estrellas... luceros...?
No,
es mi
perro cuando anda...
con la
muleta va haciendo
agujeritos
de plata.
LA BARCA
La
barca...la barca...
con
sólo decir... la barca...
huele
a marisma la boca
y sabe
a sal la palabra.
Así...La
barca...la barca...
con
sólo decir... la barca...
¿Qué
cuánto quiero por ella?
Venga
conmigo a la playa.
Por
una quilla de oro
y dos
remos de esmeralda
le
vendo... el aire que lleva dentro
por
una rosa de nácar...
la
arena donde se acuesta,
y por
un timón de plata...
ese
mar en duermevela
en el
fondo de la barca
donde
estrellas marineras
reman
de noche a sus anchas.
Aire,
arenas y agua
¡todo
le vendo!... menos la barca.
Aquí
la tiene: bonita,
como
una mujer casada;
por la
quilla, sueño verde;
por la
vela, nieve blanca.
Cuando
está en la playa
pienso
si soñará con el agua;
cuando
está en el agua
digo
si soñará con la playa.
La
trato como una mujer
y así
está ella;
le
saltan la presunción y el orgullo
cuando
duerme y cuando anda.
Con
decirle, que le viene pequeña
¡toda
la playa!
Que en
esto de los amores
mujer
y barca se pasan
de
orgullosas, por queridas;
de
presumidas, por guapas.
Y
cuando se lanza al mar
además
de guapa, brava.
Mete
el pecho, hunde el casco;
se
enjoya de espuma blanca,
cruje
el agua en las amuras,
ella,
altiva, la rechaza,
y
cuando se deja atrás
la
nieve, el oro y el nácar,
se
esponja, se espuma,
se
contonea y se acicala,
como
hembra que se sabe fina,
bonita
y andas.
Una
reina no sería tan reina
¡como
mi barca!
Y si
viera cuando corre¡
Caballo
con la crin blanca
que va
levantando polvo
de
espuma sobre esmeralda.
¿Qué
cuánto quiero por ella?
¡Mi
barca no es solo barca!
Cuña,
mástil, timón, remo,
quilla
verde y vela blanca.
Mi
barca es la sal del mar
que se
hizo piropo y gracia,
con un
nombre: soledad
sobre
este nombre: mi barca.
La
barca...la barca...
con
sólo decir... la barca...
huele
a marisma la boca
y sabe
a sal la palabra.
Así...La
barca...la barca...
con
sólo decir... mi barca...
¿Qué
cuánto quiero por ella?
¡Mi
barca no es sólo barca!
Tomado
de:
El puente
¡Que
mansa pena me da!
El
puente siempre se queda y el agua siempre se va.
I
El río
es andar, andar
hacia
lo desconocido;
ir
entre orillas vencido
y por
vencido, llorar.
El río
es pasar, pasar
y ver
todo de pasada;
nacer
en la madrugada
de un
manantial transparente
y
morirse tristemente
sobre
una arena salada.
El
puente es como clavar
voluntad
y fundamento;
ser
piedra en vilo en el viento,
ver
pasar y no pasar.
El
puente es como
cruzar
aguas que van de vencida;
es
darle la despedida
a la
vida y a la muerte
y
quedarse firme y fuerte
sobre
la muerte y la vida.
Espejo
tienen y hechura
mi
espíritu y mi flaqueza,
en
este puente, firmeza,
y en este
río, amargura.
En
esta doble pintura
mírate,
corazón mío,
para
luego alzar con brío
y
llorar amargamente,
esto
que tienes de puente
y esto
que tienes de río.
II
¡Qué
mansa pena me da!
El
puente siempre se queda y el agua siempre se va.
Tristemente
para los dos, amor mío,
en el
amor, uno es puente y otro, río.
Bajo
un puente de suspiros agua de nuestro querer;
el
puente sigue tendido, el agua no ha de volver.
¿Sabes
tú, acaso, amor mío,
quién
de los dos es el puente, quién, el río?
Si fui
yo río, qué pena
de no
ser puente, amor mío;
si fui
yo puente, qué pena de que se me fuera el río.
Agua
del desengaño,
puente
de olvido;
ya
casi ni me acuerdo
que te
he querido.
Puente
de olvido.
Qué
dolor olvidarse
de
haber querido.
III
Ruinas
de mi claridad,
derrumbado
en mi memoria tengo un puente de cristal.
Yo era
como un agua clara cantando a todo cantar,
y sin
que me diera cuenta pasando a todo pasar.
El
puente de mi inocencia se me iba quedando atrás;
un día
volví los ojos,
¡qué
pena!, y no lo vi más.
IV
Y
seguramente,
y
seguramente
que no
lo sabía;
de
haberlo sabido...
no se
hubiera roto el puente.
Ay...
pero este puente...
¿pero
es que no lo sabía...?
¿pero
no sabía el puente
que yo
te quería...?
y
seguramente que no lo sabía;
de
haberlo sabido...
no se
hubiera roto el puente.
¡Pero
este maldito puente...!
¿Pero
es que no lo sabía?
Pero
no sabía el puente
que yo
lo quise pasar
tan
sólo por verte;
y
seguramente
que no
lo sabía;
de
haberlo sabido...
no se
hubiera roto el puente.
V
¡Qué
miedo me da pensar!
y
mientras se van los ríos
qué
miedo me da pensar
que
hay un gran río que pasa
pero
que nunca se va.
Dios
lo ve desde su puente
y lo
llama: eternidad.
VI
Difícil
conformidad:
el
puente dice del río:
¡quién
se pudiera marchar!
y el
río dice del puente:
¡quién
se pudiera quedar!
VII
Agua,
paso por la vida;
piedra,
huella de su paso;
río,
terrible fracaso;
puente,
esperanza cumplida.
En
esta doble partida
procura,
corazón mío,
ganarle
al agua con brío
esto
que tienes de puente,
y que
pase buenamente
esto
que tienes de río.
y aquí
termino el cantar
de los
puentes que se quedan,
de las
aguas que se van.
Subtítulo de primavera
Qué
bonito sería
vivir
un amor de película
pasear
la luna cada noche,
cada
noche
tocar
el violín de las últimas horas
mientras
un beso agazapado
cortase
el silencio de los muertos.
Qué
bonito sería
vivir
una pasión de teleserie
mostrar
disimulando tu espalda,
disimulando
bajar
tu blusa azul sigilosamente
entretanto
las sábanas filmasen
la
burbuja y la persiana con el mundo en el recuerdo.
Qué
bonito sería
alquilar
vídeos de nuestras propias tardes
mirar
a través de los segundos,
encontrar
bancos y parques,
bolígrafos
y niños,
un
lápiz de sol que pintase tus ojos en los míos,
un
subtítulo de primavera.
Qué
bonito sería
ya ves
pellizcar
la calle del deseo.
Mi identidad
Soy
español, andaluz,
granaíno,
albaycinero;
mi
identidad la hizo Dios;
la
confirmó un carpintero
y la
rubricó mi madre
¡carita
de pan casero!
Tomado
de:
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