viernes, 28 de octubre de 2022

POEMAS DE RAFAEL ALBERTI RECORDANDO SU MUERTE

 

 

La niña rosa, sentada

 

La niña rosa, sentada.

Sobre su falda,

como una flor,

abierto, un atlas.

¡Cómo la miraba yo

viajar, desde mi balcón!

Su dedo, blanco velero,

desde las islas Canarias

iba a morir al mar Negro.

¡Cómo la miraba yo

morir, desde mi balcón!.

La niña, rosa sentada.

Sobre su falda,

como una flor,

cerrado, un atlas.

Por el mar de la tarde

van las nubes llorando

rojas islas de sangre.

 

 

Metamorfosis del clavel

 

Al alba, se asombró el gallo.

 

El eco le devolvía

voz de muchacho.

 

Se halló signos varoniles,

el gallo.

 

Se asombró el gallo.

 

Ojos de amor y pelea,

saltó a un naranjo.

Del naranjo, a un limonar;

de los limones a un patio;

del patio, saltó a una alcoba,

el gallo.

 

La mujer que allí dormía

le abrazó.

 

Se asombró el gallo.

 

Te digo adiós, amor, y no estoy triste

 

Te digo adiós, amor, y no estoy triste.

Gracias, mi amor, por lo que ya me has dado,

un solo beso lento y prolongado

que se truncó en dolor cuando partiste.

 

No supiste entender, no comprendiste

que era un amor final, desesperado,

ni intentaste arrancarme de tu lado

cuando con duro corazón me heriste.

 

Lloré tanto aquel día que no quiero

pensar que el mismo sufrimiento espero

cada vez que en tu vida reaparece

 

ese amor que al negarlo te ilumina.

Tu luz es él cuando mi luz decrece,

tu solo amor cuando mi amor declina.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-rafael-alberti/

 

 

A NIEBLA, MI PERRO

«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas,

el tabaco inocente, tonto, de tu mirada,

los largos resplandores que por el monte dejas,

al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.

Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados,

que de improviso surgen de las rotas neblinas,

arrastrar en sus tímidos pasos desorientados

todo el terror reciente de su casa en ruinas.

A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo,

que transportan la muerte en un cajón desnudo;

de ese niño que observa lo mismo que un festejo

la batalla en el aire, que asesinarle pudo;

a pesar del mejor compañero perdido,

de mi más que tristísima familia que no entiende

lo que yo más quisiera que hubiera comprendido,

y a pesar del amigo que deserta y nos vende;

«Niebla», mi camarada,

aunque tú no lo sabes, nos queda todavía,

en medio de esta heroica pena bombardeada,

la fe, que es alegría, alegría, alegría.

 

 

VUELA LA NOCHE ANTIGUA DE ERECCIONES

Vuela la noche antigua de erecciones,

Muertas, como las manos, a la aurora.

Un clavel prolongado desmejora,

Hasta empalidecerlos, los limones.

 

Contra lo oscuro cimbran esquilones,

Y émbolos de una azul desnatadora

Mueven entre la sangre batidora

Un vertido rodar de cangilones.

 

Cuando el cielo se arranca su armadura

Y en un errante nido de basura

Le grita un ojo al sol recién abierto.

 

Futuro en las entrañas sueña el trigo,

Llamando al hombre para ser testigo...

Mas ya el hombre a su lado duerme muerto.

 

 

ODA A PLATKO

Ni el mar, que frente a ti saltaba sin poder defenderte.

Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.

Ni el mar, ni el viento, Platko,

rubio Platko de sangre,

guardameta en el polvo,

pararrayos.

No nadie, nadie, nadie.

Camisetas azules y blancas, sobre el aire.

camisetas reales, contrarias, contra ti,

volando y arrastrándote.

Platko, Platko lejano,

rubio Platko tronchado,

tigre ardiente en la yerba de otro país.

¡ Tú, llave, Platko, tu llave rota,

llave áurea caída ante el pórtico áureo !

No nadie, nadie, nadie,

nadie se olvida, Platko.

Volvió su espalda al cielo.

Camisetas azules y granas flamearon,

apagadas sin viento.

El mar, vueltos los ojos,

se tumbó y nada dijo.

Sangrando en los ojales,

sangrando por ti, Platko,

por ti, sangre de Hungría,

sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto

temieron las insignias.

No nadie, Platko, nadie,

nadie se olvida.

Fue la vuelta del mar.

Fueron diez rápidas banderas

incendiadas sin freno.

Fue la vuelta del viento.

La vuelta al corazón de la esperanza.

Fue tu vuelta.

Azul heróico y grana,

mando el aire en las venas.

Alas, alas celestes y blancas,

rotas alas, combatidas, sin plumas,

escalaron la yerba.

Y el aire tuvo piernas,

tronco, brazos, cabeza.

¡Y todo por ti, Platko,

rubio Platko de Hungría!

Y en tu honor, por tu vuelta,

porque volviste el pulso perdido a la pelea,

en el arco contrario al viento abrió una brecha.

nadie, nadie se olvida.

El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.

Las insignias.

Las doradas insignias, flores de los ojales,

cerradas, por ti abiertas.

No nadie, nadie, nadie,

nadie se olvida, Platko.

Ni el final: tu salida,

oso rubio de sangre,

desmayada bandera en hombros por el campo.

¡Oh, Platko, Platko, Platko

tú, tan lejos de Hungría!

¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte ?

Nadie, nadie se olvida,

no, nadie, nadie, nadie.

Tomado de:

https://poemas.yavendras.com/rafael-alberti/

 

 

Sixtina

 

Tú mi vida, esta noche me has borrado

del corazón y hasta del pensamiento,

y tal vez, sin saberlo, me has negado

dándome por perdido ya en el viento.

Más luego, vida, vi cómo llorabas,

entre mis brazos y que me besabas.

 

 

Soneto

 

Oh tú mi amor, la de subidos senos

en punta de rubíes levantados

los más firmes, pulidos, deseados,

llenos de luz y de penumbra llenos.

 

Hermosos, dulces, mágicos, serenos

o en la batalla erguidos, agitados,

o ya en juegos de puro amor besados,

gráciles corzas de dormir morenos.

 

Oh tú mi amor, el esmerado estilo

de tu gran hermosura que en sigilo

casi muriendo alabo a toda hora.

 

Oh tú mi amor, yo canto la armonía

de tus perfectos senos la alegría

al ver que se me abren cada aurora.

 

 

Subes del mar, entras del mar ahora...

 

Subes del mar, entras del mar ahora.

Mis labios sueñan ya con tus sabores.

Me beberé tus algas, los licores

de tu más escondida, ardiente flora.

 

 

Conmigo no podrá la lenta aurora,

pues me hallará prendido a tus alcores,

resbalando por dulces corredores

a ese abismo sin fin que me devora.

 

 

Ya estás del mar aquí, flor sacudida,

estrella revolcada, descendida

espuma seminal de mis desvelos.

 

 

Vuélcate, estírate, tiéndete, levanta,

éntrate toda entera en mi garganta,

y para siempre vuélame a tus cielos.

 

 

Te digo adiós, amor, y no estoy triste...

 

Te digo adiós, amor, y no estoy triste.

Gracias, mi amor, por lo que ya me has dado,

un solo beso lento y prolongado

que se truncó en dolor cuando partiste.

 

No supiste entender, no comprendiste

que era un amor final, desesperado,

ni intentaste arrancarme de tu lado

cuando con duro corazón me heriste.

 

Lloré tanto aquel día que no quiero

pensar que el mismo sufrimiento espero

cada vez que en tu vida reaparece

 

ese amor que al negarlo te ilumina.

Tu luz es él cuando mi luz decrece,

tu solo amor cuando mi amor declina.

 

 

Tirteo

 

¿Qué tienes, dime, Musa de mis cuarenta años?

-Nostalgias de la tierra, de la mar y del colegio...

 

 

Un papel desvelado en su blancura...

 

Un papel desvelado en su blancura.

La hoja blanca de un álamo intachable.

El revés de un jazmín insobornable.

Una azucena virgen de escritura.

 

El albo viso de una córnea pura.

La piel del agua impúber e impecable.

El dorso de una estrella invulnerable

Sobre lo opuesto a una paloma oscura.

 

Lo blanco a lo más blanco desafía.

Se asesinan de cal los carmesíes

Y el pelo rubio de la luz es cano.

 

Nada se atreve a desdecir el día.

Mas todo se me mancha de alhelíes

Por la movida nieve de una mano.

 

 

Ven

 

Ven, mi amor, en la tarde de Aniene

y siéntate conmigo a ver el viento.

Aunque no estés, mi solo pensamiento

es ver contigo el viento que va y viene.

 

Tú no te vas, porque mi amor te tiene.

Yo no me iré, pues junto a ti me siento

más vida de mi sangre, más tu aliento,

más luz del corazón que me sostiene.

 

Tú no te irás, mi amor, aunque lo quieras.

Tú no te irás, mi amor, y si te fueras,

aún yéndote, mi amor, jamás te irías.

 

Es tuya mi canción, en ella estoy.

Y en ese viento que va y viene voy,

y en ese viento siempre me verías.

 

 

Ven. Ven. Así. Te beso...

 

Ven. Ven. Así. Te beso. Te arranco. Te arrebato. Te compruebo en lo oscuro, ardiente oscuridad, abierta, negra,

oculta derramada golondrina, oh tan azul, de negra, palpitante. Oh así, así, ansiados, blandos labios undosos,

piel de rosa o corales delicados, tan finos. Así, así, absorbidos, más y más, succionados. Así, por todo el tiempo.

Muy de allá, de lo hondo, dulces ungüentos desprendidos, amados, bebidos con frenesí, amor hasta desesperados.

Mi único, mi solo, solitario alimento, mi húmedo, lloviznado en mi boca, resbalado en mi ser. Amor. Mi amor.

Ay, ay. Me dueles. Me lastimas. Ráspame, límame, jadéame tú a mí, comienza y recomienza, con dientes y garganta,

muriendo, agonizando, nuevamente volviendo, falleciendo otra vez, así por siempre, para siempre, en lo oscuro,

quemante oscuridad, uncida noche, amor, sin morir y muriendo, amor, amor, amor, eternamente.

 

 

Vuela la noche antigua de erecciones...

 

Vuela la noche antigua de erecciones,

Muertas, como las manos, a la aurora.

Un clavel prolongado desmejora,

Hasta empalidecerlos, los limones.

 

Contra lo oscuro cimbran esquilones,

Y émbolos de una azul desnatadora

Mueven entre la sangre batidora

Un vertido rodar de cangilones.

 

Cuando el cielo se arranca su armadura

Y en un errante nido de basura

Le grita un ojo al sol recién abierto.

 

Futuro en las entrañas sueña el trigo,

Llamando al hombre para ser testigo...

Mas ya el hombre a su lado duerme muerto.

Tomado de:

http://amediavoz.com/alberti.htm

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