jueves, 6 de agosto de 2015

Poemas de Filippo Tommaso Marinetti


Abrazarte




Cuando me dijeron que te habías marchado
Adonde no se vuelve
Lo primero que lamenté fue no haberte abrazado más veces
Muchas más
Muchas más veces muchas más
La muerte te llevó y me dejó
Tan solo
Tan solo
Tan muerto yo también
Es curioso,
Cuando se pierde alguien del círculo de poder
Que nos-ata-a-la vida,
Ese redondel donde sólo caben cuatro,
Ese redondel,
Nos atacan reproches (vanos)
Alegrías
Del teatro
Que es guarida
Para hermanos
Y una pena pena que no cabe dentro
De uno
Y una pena pena que nos ahoga
Es curioso,
Cuando tu vida se transforma en antes y después de,
Por fuera pareces el mismo
Por dentro te partes en dos
Y una de ellas
Y una de ellas
Se esconde dormida en tu pecho
En tu pecho
Como lecho
Y es para siempre jamás
No va más
En la vida
Querida
La vida
Qué tristeza no poder
Envejecer
Contigo.



¡Oh grande, rebelde y feroz mar¡ 
Mar vengador, 
mar como huele incoloro... ¡Anda¡ ¡salta¡ 
saltar con salto elástico 
hasta las nubes, hasta el cenit. 

¡... Y luego botar y rebotar, sin cansarte 
como una enorme bola¡ 
¡ Inundar orillas, puertos, muelles, agachados 
como búfalos bajos sus retorcidos cuernos de humo¡ 
.... Aplasta. oh mar, las ciudades con sus corredores de catacumbas  
y aplasta eternamente a los viles,  
los idiotas y los abstemios, y siega, siega 
de un solo golpe las espaldas inclinadas de tu cosecha. 

Machucar los pozos  de los millonarios, 
tocándolos como tambores, 
y lanzar, lanzar, mar vengador, 
nuestro cráneos explosivos entre las piernas de los reyes.  

Y decid, Vagabundos y bandidos 
si no es este el boliche que esperabais. 


EL AUTOMÓVIL DE CARRERA

Vehemente dios de una raza de acero,
Automóvil ebbrrrio de espacio,
que piafas y te estrrremeces de angustia
tascando el freno con estridentes dientes…
Formidable monstruo japonés
de ojos de fragua,
nutrido de llama
y de aceites minerales,
ávido de horizontes y presas siderales…
¡yo desencadeno tu corazón que golpea diabólicamente,
desencadeno tus gigantescos neumáticos,
para la danza que sabes danzar
en los blancos caminos de todo el mundo!

¡Aflojo finalmente
tus metálicas riendas
y con voluptuosidad te lanzas
al Infinito liberador!
Ante el ladrido de tu gran voz
he aquí al sol que se pone a perseguirte veloz,
acelerando su sanguinolento latido en el horizonte…
¡Mira cómo galopa, al fondo de los bosques, allá abajo!...
¿Qué importa, mi bello demonio?
¡Estoy a tu merced!... ¡Prrréndeme!... ¡Prrréndeme!

Sobre la tierra ensordecida, aunque vibre toda
de ecos locuaces;
bajo el cielo cegado, aunque lleno de estrellas,
yo voy exasperando mi fiebre
y mi deseo,
azotándolos con grandes estocadas.

Y de vez en cuando alzo la cabeza
para sentir sobre el cuello
el blanco apretón de los brazos
locos del viento, aterciopelados y fresquísimos…
Son tuyos esos brazos fascinantes y lejanos
que me atraen, y el viento
no es más que tu aliento abismal,
¡oh Infinito sin fondo que con alegría me absorbes!...
¡Ah! ¡Ah! De pronto veo molinos
negros, descoyuntados,
que parecen correr sobre las alas
de tela vertebrada
como sobre piernas dilatadas…
Ahora las montañas están por arrojar
sobre mi fuga mantas de soñolienta frescura,
allá, en esa curva sinuosa.
¡Montañas! ¡Mamuts en monstruosa tropa
que pesada trotáis, enarcando
vuestras inmensas grupas,
héos aquí superadas, envueltas
por la gris madeja de las nieblas!...
Y oigo el vago, resonante ruido
que estampan en los caminos
las fabulosas botas de siete leguas
de vuestros pies colosales…
¡Oh montañas de frescos mantos turquíes!
¡Oh hermosos ríos que respiráis
dichosamente al claro de luna!
¡Oh tenebrosas llanuras!... ¡Os dejo atrás al galope
sobre este monstruo mío enloquecido…!
¡Estrellas! ¡Mis estrellas! ¿Escucháis l
a precipitación de sus pasos?...

¿Oís vosotras su voz, que la cólera parte…,
su voz que estalla, que ladra, que ladra…,
y el tronar de sus férreos pulmones derrrumbándose sobre prrrrecipicios interrrrminablemente?...

¡Acepto el desafío, oh mis estrellas!...
¡Más rápido!... ¡Todavía más rápido!...
¡Y sin descanso ni reposo!...
¡Suelta los frenos! ¿No puedes?
Apriétalos, pues,
que el latir del motor centuplique sus revoluciones.

¡Hurrrra! ¡No más contactos con esta tierra inmunda!
¡Por fin me separo y vuelo ágilmente
sobre el embriagador río de los astros
que se hincha en creciente sobre el gran lecho celeste!

BOMBARDEO

Traducción de Pilar García
marinettibom2

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