domingo, 9 de agosto de 2015

Poemas de Jorge Enrique Adoum


El desenterrado


                                        Escapa por tu vida: no mires tras de ti.
                                        Génesis, XIX, 17


Si dijeras, si preguntaras de dónde
viene, quién es, en dónde vive, no podría
hablar sino de muertos, de substancias hace
tiempo descompuestas y de las que sólo
quedan los retratos; si preguntas de nuevo,
diría que transcurre el cuarto al fondo
de la casa, que conserva destruyendo labios
como látigos, rostros, restos de útiles
inútiles y de parientes transitorios
en su soltera soledad.
                                              Pero ¿quién puede todavía
señalar el lugar del nacimiento, quién
en la encrucijada de los aposentos, halla
la puerta por donde equivocó el camino?

Detrás de su ciega cerradura, el hombre
y su mujer ajena, que la tarde devuelve
puntualmente, suelen engañarse con amantes
abandonados o difuntos, desvestirse a oscuras,
cerrar los ojos, primero las ventanas, y con la voz
y con las manos bajas, incitarse a dormir
porque hace frío. Pero un día despiertan
para siempre desnudos, descubren la edad
del triste territorio conyugal, y se toleran
por última vez, por la definitiva, perdonándose
de espaldas su muda confesión de tiempo compartido.

Y a través de caderas sucesivas, volcadas
como generaciones de campanas, el seco río
de costumbres y ceniza continúa, arrastra
flores falsas, recuerdos, lágrimas usadas
como medallas, y en cualquier hijo recomienza
su antepasado cementerio.

                                                         Y es duro apacentar
el alma, y es preciso salvarla de la tenaz
familia: apártala de tu golpeado horario
y sus descuentos, defiéndela renunciando
a las uñas que ya nada pueden defender,
ayúdame arrancando las difíciles pestañas
que al sueño estorban, las ropas, las
palabras que establecen la identidad
desenterrada.
                                Porque desnudo y de nuevo
sin historia vengo: saludo, grito, golpeo
con el corazón exacto la vivienda
del residente, quiero tocar sus manos
convertidas en raíz de mujer y de tierra, y otra vez
pregunto si estuve aquí desde antes,
cuándo salí para volver amando este retorno,
si he llegado ya, si he destruido
el antiguo patrimonio de miedo y abalorios
por donde dios se abrió paso a puñetazos,
si cuanto tuve y defendía ha muerto
de su propio ruido, de su propia espada,
para sobre la herencia del salvaje tiempo
y sus secretos, para sobre sus huesos
definitivamente terrestres y quebrados,
sobre la sangre noche a noche vertida
en la verdura rota, en los telares,
recién nacer o seguir resucitando.
De "Ecuador Amargo" 1949




El perseguido


¿Es posible que esto sea toda
la historia, solo un día? ¿Una noticia
de ayer, perdida en la penúltima
página, la cotización caída ?

Te cobran por la fuerza, los arriendos
vencidos de la tierra, te cobran por las cosas
que tu lámpara hizo agonizar a puro nimbo
y por el corazón y sus jóvenes bestias
que pacen suspirando:
                                                  la pólvora, tu amante,
se sacude las manos: "asunto concluido".

Ya eres el que ibas a ser, el mismo polvo
del que algo te aliviaba tu cepillo de ropa.
Cumpliré tus encargos, sigo siendo
el que eras. Ave de paso. Animal profético.

Salud, ángel de paso, irremediablemente intacto.
De "Los cuadernos de la tierra" (IV)  1952 - 1962




Entonces ¿no hay olvido?


y no podré jamás confundirme de puerta
y a nunca equivocarme de rostro de tranvía
comenzar el destino en la otra mano
con una llave o un sombrero diferentes
sin recorrer la misma duda y a la misma hora
la misma calle con el mismo pie

no entrar de nuevo al cuarto de uno
donde uno se espera y nunca sale
esperando al teléfono llamadas de una voz
que antes se escuchaba con el vientre
noticias de ojalá
el horóscopo para ayer que no acierta tampoco
y se mira crecerle los adioses en la cara
y no hay gillette para el recuerdo
no hay jabón para lo sido lo cernido
de las ruinas de uno mismo argamasa de la edad
como un templo donde ya no sucede nada cierto
y tantas moscas rondándome
simple muñón de ti mi antes
y en la mirada también queda lo sucio de estos dolores
puesto su sucio a remojar a fondo

por lo menos con esto me distraigo
me corrijo la vida como debió haber sido
hago cuentas de cuánto debo irme
para no estar conmigo en otra parte
escondiendo analgésicas teorías
olvidando soluciones criminalmente justas
manuscritos de la tempestad al fin y al cabo
con lo demás no hay cómo son las piedras honestas
del que no fui y seguí siendo otras veces
del que quise nacerme sin mancha de pasado
y si remueven un poco me verían debajo
echando una lagrimita por aquello
atónitos con melanosis
santos retorcidos por la sabiduría
equilibristas con espasmo y catalepsia
raquíticos hipertróficos enfisematosos
lánguidos místicos agónicos
esqueletos forrados de pergamino pardo
esqueletos envueltos con mosquitero
dos rodillas recuerdo de otra pierna dos dientes
reliquia de la vieja religión en la mejilla
De "Yo me fui con tu nombre por la tierra" 1964





Fugaz retorno


La cocina estaba todavía salpicada
de harina y oraciones; la nodriza
arropaba al fantasma de la noche,
buscaba el itinerario de las naves
que trajeran de regreso a un vagabundo.

Habían enmohecido las imágenes, envejecido
el ruido. En las grandes tinajas
el eco de voces conocidas repetía
la cuenta del dinero. Se hablaba
de adulterios cercanos, de inversiones.

"Hay afuera un día de luz, de humana
paz y de manzanas. Hay canciones y avanza
una multitud que vive y crece. De ella
es el reino del futuro. El que sea digno
ahora merecerá ese día y será amado.
Yo sé qué hora es, cómo me llamo, a dónde
voy lleno de orgullo y de noticias.
Y no estaré mucho tiempo entre vosotros".

No hubo sacrificio de vino o de cordero.
La madre, entre dos lágrimas severas,
me habló por mi bien, me indicó bondadosa
el buen camino, preguntó si tenía otro sombrero.
Mas mi hermano, el que solía fabricar delgadas
flautas para acompañar el canto de los sembradores
y que aún temía la dureza de la herencia
y la mirada del búho como un sacerdote,
no pudo dormir.

                                    "Yo quiero merecer
el amor que tú has visto. ¿Cuándo
es la felicidad?"
                                   "Mañana".

Y corrimos, como dos fugitivos, hasta
la dura orilla donde se deshacían
las estrellas. Los pescadores nos hablaron
de victorias sucesivas en provincias cercanas.
Y nos mojó los pies una espuma del alba,
llena de raíces nuestras y de mundo.
De "Notas del hijo pródigo" 1953




Home sweet home


de qué carajo sirvió todo el amor sobre todo
si después de todo llegaron las explicaciones
esa excrecencia que le nace al destino
cuando ya se han gastado por el uso los cuerpos
entonces me voy yendo
pero nos quedamos quedándonos
animalmente atados entre nosotros dos

y vivieron felices muchos años
De "Prepoemas en postespañol" 1979




It was the lark, bichito, no nightingale*


No es fácil injertarse en ti, ísima mía.
Me doy cuenta de que fue risa y no tos
lo que te dije, y debo despensar las cosas
que puse en tu silencio, y salir de tus bocas de
y dejarte, mitad sola, gastada por mis vellos.
Es el día consuetudinario, conozco su censura.
Se diría que el agua usada del llanto desbordara
de anteojos, baúles, bodegas, por mi culpa,
que todas las guerras que pacen amarradas
se fueran galopando a comer, solo porque
me olvidé de sufrir anoche, y fuera el centinela,
o me hubiera ido a volver, descuidando la tierra.

No es fácil ser feliz: primero, no nos dejan
y, quién sabe, será también la falta de costumbre
o tal vez haya que aprender, pero cómo, desterrado.
Metí amor en esa habitación de cejijunto,
en esta sólida soledad que debo hacer a un lado
pues no cabemos ya los dos al mismo tiempo,
mas parece que hubiera que aguantar toda la vida,
hacer cola en el mundo, esperar que los demás
pasen primero a casarse o comer o a sus negocios,
para empezar a vivir sin sentirse culpable,
conmutándome a tu lado la pena de durar.

* "It was de lark, the herald of the morn, no nightingale"
de la escena quinta del acto tercero de Romeo y Julieta,
de Shakespeare.
De "Yo me fui con tu nombre por la tierra" 1964

 Las Ocupaciones Nocturnas 

Prólogo: Fundación de la ciudad
Y ahora en dónde sobre qué vínculo en qué
botín he de apoyar el alma
en qué piedra por favor en qué
ayer. Nadie me dijo que comenzarían
hoy los siglos de la noche. Lunes
de una ciudad sobre la desolación.
Aquí hubo una población ya desplumada
su cacique en pedazos. ¿Y el plano
de las destrucciones? ¿Y los solares
que trazó el destrozo?
Me voy a inventar una ciudad. Es preciso
fundar un nombre, apenas vísperas
de una capital, como una predicción.
(Yo podría llamarla Imaginada, Abandonada,
Nada.) Solamente un sonido que nadie oye
útil para establecer la propiedad
sobre la duración de los resucitados.
Ah no nacida. Nombrada solo. Solo
viento sin ladrido que ahuyentara
el exceso de muerte. Heme aquí
clavando el estandarte de un ruido solitario
jugando con campanarios dibujando
calles inmemoriales enviando especialistas
en provocar el eco para no sentirme
solamente solo sino muchísimo más solo.
Completando la envoltura oral de una ciudad
que fue y que después ha de habitar
el hijo de quién de quién
sepultado vivo en su armadura
que será estatua viva
de una estatua colérica y velluda.
Volcada. Porque no tuvo tiempo todavía
para las acomodaciones nuevas del amor.
De “Los cuadernos de la tierra” (IV) 1952 – 1962



El desvelo y las noticias 


En mitad de la noche despierto 
y me levanto como para vestirme, 
como para llorar o para ver si duermes 
lateral y desnuda. 

Pero es cierto: 
Ya no tengo tu voz saliendo 
debajo de mi boca, ya no tropiezo 
con tus tristes zapatos las mañanas, 
ya sólo yo, yo solamente y solitario 
en los almuerzos y en el hambre, 
visitante extranjero de costumbres 
que se me habían ido como una 
edad, yo nuevamente familiar y ajeno. 

Pequeña lastimada, tú 
desempleada, tú compañera, 
todo el día en los climas de la ira: 
cada sábana me hiere todavía 
tu cadera, y me duelen 
él, ellos, los compañeros 
buscados, los espesos escondidos, 
los cadáveres compañeros. Cómo 
no iban a dolerme si hay tanta 
agua que no puedo sobornar, pasaportes, 
gobiernos que nos odian, y sobre todo 
esta pobreza guardiana, 
portera, tutelar. 

Cuando en la lluvia, cuando 
en mi taza de café me quedo, 
cuando en mi ropa, y el sueño 
a ti sola te circunda, 
y yo no sé nada de ti, como 
si nunca hubiérate esperado 
en una esquina o una cama, 
y me pregunta “¿qué sabes 
de tu compañera?”, callo, 
pienso en velorios, en trenes 
que no paran hasta el norte, 
ya me parece sombras, ya 
me parece lloro, ya cuchillos 
en los que Pepe, Antonio, Angélica 
o Elías o cualquier hermano 
me escribiera: “Tu compañera 
fue herida ayer. Tu compañera 
fue asesinada el lunes. Fue desterrada 
al sur tu compañera, a las islas 
que el mar rechaza de la costa. 
No está tu compañera” 

¿No está mi compañera? ¿Y todo 
porque tenía la costumbre 
de vivir, porque acostumbra 
defenderles el vientre a las mujeres, 
los huesos a los trabajadores 
y a los niños sus tinteros? 
Todo porque vas, madrugada 
a madrugada, a las paredes 
de la ciudad, dejando allí 
tu porción de patria y voluntad, 
tu nombre fácil, tu nombre 
Rojas, hasta abajo 
del pueblo. 

Y entonces no pregunto 
a nadie por ti, ni a ti, 
ni al corazón con su ronca 
campana intermitente. Pero odio 
de nuevo, y otra vez amo mi odio 
adherido, como una araña húmeda, 
a la pared del alma: ya no por sucias 
mariposas mi temblor y mi asco: 
es por los escuadrones, por la aritmética 
de su formación para el destrozo; 
ya no a las hinchadas cucarachas 
alineadas mi puntapié de náufrago: 
pero a la dentadura policía, 
pero al próximo cadáver, necesario, 
presidencial, agrietado, escogido 
entre sus desventurados almirantes. 

Y te espero. 
En estos meses largos, 
del 1 al 30, y aún más, al 31, 
cada tarde busco tu carta 
que no llega, como el sueño 
a veces, busco trabajo, busco 
una pieza, miro el mar 
con su pobre vecindario de alas 
y de mástiles, pregunto 
cuánto cuestan las cosas 
que nos faltan: una hamaca, 
diez minutos sin zozobra, 
un plato nada más y dos cucharas, 
y esa venganza que me golpea adentro 
como te golpearía el hijo a estas horas. 
En mi cama suelo pensar: yo reconozco 
que es vegetal tu resistencia, y tu destreza 
para entrar en mí, definitivamente, 
como en tu dormitorio. 

Pero de pronto, 
otra vez tengo miedo y me levanto, 
y otra vez el odio gotea al esqueleto 
su ácido común, recibo tientas 
la noticia, indago por tu cuerpo 
que antes estaba dentro de tu nombre, 
y no está, como Joaquín (sólo sus botas 
debajo de su cama, sólo su saco 
esperándolo cuatro meses en la puerta). 
Como él, sigues siendo una noticia 
no confirmada aún por el encuentro, 
y la esperada, ah separada, 
ah la que templó mi verso 
y mi cerveza, la que alabé en mi canto 
de esponsal y de vieja batalla comenzada. 
De Prepoemas en postespañol (1979)

Corazonada

era por descostumbre de la muerte por desmuerte
que decía el lunes la semana que viene el año
próximo
hablando de las cosas con que uno se mortaliza
pero tú eres lo premortal impostergable
tú el duradero instante siempre urgente
en mi necesidad de tu sur desangustiante
y entonces no sabía como ahora que de pronto
no iba a haber más tú puede no haber más días



En el principio era el verbo


te numero, te teléfono aburrido
te direcciono (callo, caso y escalero)
te habitacionada ya te lámparo te suelo
te vaso te enfósforo te libro
te disco te destoco te desvisto desoído
te camo te almohado enciendo descobijo
te pelo te cadero me cinturas
nos trasvasamos labio a labio
me embotello e tu adentro
nos rehacemos te desformo me conformo
miltuplicada tú yo mildividido



Mal de la tierra


y a mi quién diantre me mandó a que me metiera
en tu camisa-de-once-varas de tu vida
si me quedaba bien la soledad como otro
esqueleto
quién me mandó a inventarme en la post-tarde
el pasado que quise haber tenido de ayer en
adelante
si no eran conmigo tus proyectos de victoria
contratigo
sudamérica otra de tu cadera izquierda para abajo
quién acaricia tu brasil desangular y ascua
quién te besa la sal húmeda de tu norte de chile

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