Gómel, Bielorrusia, 1986. Reside en Argentina desde los 10 años de edad. Es poeta y traductora de poetas rusos. Publicó Esteparia (Ediciones del Dock ; Ártese quien pueda ; Trópico Sur Editor ; Llantodemudo ediciones), la plaquette traducida al francés, Balbuceo de la noche (Melón editora), Grieta (Gog y Magog ediciones,) la antología Cortes invisibles (Editorial Letras de Cartón), Rocío animal (La Pulga Renga) y Todo ajeno (Vaso roto). Compiló y tradujo las antologíasEl ruido de la existencia (Editorial Leviatán) de los poetas rusos Jodasevich y Esénin, El espejo equivocado (Melón editora) de Cherubina de Gabriak y la antología de Innokenti Ánnenski.
para borrar huellas
haré polvo
de tus huesos
los
sepultaré bajo la lluvia
inocentes
niños saltarán sobre vos
pájaros
lavarán sus plumas
con tus
pulmones
y nunca más
podré
distinguir
tu rostro
de tus siguientes
rostros
DÍAS COMO NINGUNO
las pestañas de mi madre roen el cielo.
detrás de su espalda, la implosión del jardín,
la hierba embebida de sol, a punto de caer el pino.
mi padre se pone su gorro de cuero,
entorna los ojos ante lo que ciega,
abre la puerta, entra en la nieve
y todos los días no regresa blanco.
desde entonces no hago poemas,
tan solo invierto nombres,
voy arando campos
para desentrenar
a los soldados de mi guerra.
DESEOSA
espanto mi ceguera
cansada de ver
el pasillo infinito
del desarraigo.
deseosa de no buscar
lo que encuentro
y aguardar
lo que se busca
para descansar
mi idea perra
de ser la correa
del tiempo.
CEREMONIA
La infancia
te hará un palacio de invierno,
sembrará tus verduras,
será tu pájaro
recortado del periódico,
una castaña vista
desde la ventanilla del colectivo.
quemará la casa.
venderá tu fruto.
cortará el pájaro
adherido a la nieve.
ALETEO DEL DECIR
revolotear mi caída junto al pichón que cae.
estrellar mi rostro de pájaro contra el suelo.
no sé volar padre no sé
y respiro mal padre, tengo escamas,
intención de polilla siendo cuerpo
quemé las tripas de mi madre
para nacer con aleteo del decir sagrado,
pero denuncié lo que no fue sonoro
y caí junto al pichón
nacido en mi rostro de pájaro extranjero.
mi padre me dijo que tenía alas
y yo nadé
madre.
Autobiografía
Septiembre
de 1996: muchas noches sin dormir
después
del traslado de Bielorrusia a la Argentina.
Ruido
constante como una música que no cesa.
No se
sabe de dónde viene.
Llega
de todas partes.
Soñé
que me crecía una segunda cabeza.
Tomé
una aguja y la pinché como a un globo.
Mientras
soltaba el aire dijo:
no
podrás deshacerte de mí
porque
no tuve cordón umbilical.
Enero
de 1997: hace cuatro meses que vivimos
en un
hotel familiar de la calle Congreso.
Nuestras
cosas caben en una habitación.
Tenemos
diccionarios, dos sillas y una mesa plegable.
En la
planta baja un grupo de mujeres
se
depila las piernas sobre la mesa de la cocina.
Las
espío desde la escalera.
Con la
gillette alisan sus extremidades.
Rechazo
tanto como envidio su poder y desenfado.
Alguien
robó las cucharas que trajimos de Gómel.
Mi
madre intenta explicárselo a la encargada del hotel.
Mueve
las manos, dibuja en el aire.
La
encargada limpia sin sacarse
el
cigarrillo de la boca.
Vuelve
la marea del insomnio. Como un pulpo
suelto
tinta para defenderme.
9 de
septiembre de 1996: el avión de Aeroflot
aterriza
en Buenos Aires. Tengo 10 años, mi hermano 13,
mis
padres casi 50 y no saben pedir.
Anotación
sin fecha en la primera página
de la
agenda de mi madre: “Es posible
que me
hayas querido ver de rodillas.
Pero
no me rendí.
Y eso
que acá no me esperaba nadie”.
La
policía llama desde Rusia.
Le
piden a mi madre que reconozca el cuerpo
de su
hermana por teléfono. Ninguna de las víctimas
se le
parece, aunque tengan el cabello rubio
y un
tatuaje en la cadera.
Huertos
que desbordan de frutos,
limpiadores
de chimeneas,
pescadores
del río Sozh, iglesias vacías,
rezadores,
el abedular,
arreglen
mis pesadillas.
Los silencios de Casandra
Hay belleza en el castigo, ese arrecife
contra
el que rompe nuestra vergüenza.
Arrastrada
hacia el fondo del establo
me
empujan contra las ortigas
y no
permiten que me levante.
Pero
el orgullo no se arrebata.
Permanezco
en silencio,
mi
mayor esfuerzo es no gritar,
la voz
contenida rasga la garganta.
Frotan
mi cara con la nieve,
yo no
grito, a los agresores
también
les duele.
No se
ruega ni se pide,
el
dolor se va
y esa
voz atragantada
podría
ser tu don.
Flores de Chernóbil
Nuestros
hombres comienzan a extinguirse,
nadie
sabe por qué las mujeres resisten más.
Mi
padre llora al sacrificar a un animal
mientras
mi madre cambia el empapelado de las paredes.
No nos
dejan exponernos al sol, empalidecemos
como
flores que crecen bajo la nieve.
Huimos
al bosque, lejos de este edificio,
yo con
mi blusa infantil y mi hermano con su remera lisa.
Qué
ganas de volver al lugar donde nacimos
y
correr con los brazos extendidos,
limpiar
el aire como uno de esos aviones
que
arrojan espuma
sobre
el sarcófago humeante.
Siberiana
Miro
hacia adelante y soy como el paisaje
en el
que nací, donde las mujeres son felices
lavando
ropa en el río y la escarcha arrasada
por la
corriente les raspa la piel.
Llevo
la sangre de las mujeres
que
vuelven a casa enrojecidas
como
si ocultaran un amor.
Versos que le faltan a la nieve
miro
mis versos, la parte peligrosa de la nieve,
copos blanquecinos que lentos caen
y se adhieren a mis extremidades transparentes.
miro estos versos que le faltan a la nieve,
banderas de aliento de los hombres que marcharon al vacío.
Por lo que se debe rezar
como
una casa incesante
o como una despedida innecesaria
es la vida
y se repite
por eso arrodillada rezo
por la resurrección de algún santo
por la palabra no sujeta a la muerte
por el ojo que es linterna miedosa
del que regresa del otro lado.
Mano
acariciá a tu hija
que pide una docena de guerras
como rosas tachadas
para recomponer su cuerpo.
HISTORIA PERSONAL
Los
soldados que no murieron en la guerra ya deben estar muertos. No es bueno
abusar de la repetición en un texto breve. Mi abuelo murió antes que sus
colegas veteranos. Calculó todo para que no lo notáramos. A veces es imposible
no repetir. Pronto me olvidaré los nombres de los muchachos que se vigilaban
para que ninguno se suicidara. El campo de concentración requiere de
concentración. Quedarte perplejo ante la libertad de una mosca podía costarte
la vida.
EL ESCUPITAJO DE LA DICHA
De pronto decidí que el hombre que me miraba en el tren
se volviera triste. Sin deseo no podemos ser salvajes, nos
delata como una linterna que ilumina nuestros rasgos
en plena oscuridad.
No se puede accidentar en los libros ni en las pinturas.
Las catástrofes suceden afuera, a partir de un acto simple
y concreto, apretar un botón, dar una orden.
El cuadro de una mujer embarazada con una flor en su sexo,
colgado en el Palacio de Justicia, el graffiti de la cara de Nietzsche
sobre el banco de una plaza, las grietas de las antiguas
estatuas griegas restauradas con piedra de otro color.
Capas de belleza que no permiten comodidad ante la vida.
Hablemos de mi cansancio de yacer en la felicidad y recibir
el escupitajo de la dicha. Estoy parada frente a cada objeto
que este mundo usa para conformarse y la mudez
me hace bien.
ANARQUÍA
El libro Los exiliados románticos quedó atrapado
en mi sueño. Pienso que antes de cortar el pasto
del jardín hay que caer en él.
El libro dice: “En nuestro seno Bakunin se recuperó
de nueve años de silencio y soledad.
Discutía, predicaba, daba órdenes, chillaba, decidía,
componía, organizaba, exhortaba,
el día entero, la noche entera,
las veinticuatro horas…”.
Juntar el pasto alto para trenzarlo,
que valga cortarlo, hacer coronas
para la frente de las muchachas de mi pueblo,
invitarlas al bosque, bailar alrededor del arce.
Trazar un círculo de alegría con movimientos.
Vuelvo al libro: “María, que vivía con bastante
felicidad en el adulterio, no tenía deseo alguno
de casarse con su amante
y deseaba aún menos
complacer a su marido”.
Las ruinas
Estoy enamorada de
las estatuas milenarias. De las casas derrumbadas, de las paredes con grietas.
Las ruinas me tranquilizan. Me escondo donde hay peligro.
Allí el corazón da sus latidos más fuertes.
Florecer
Mi piel
no sabe
cicatrizar,
debe ser
indicio de algo,
es como
si el cuerpo
insistiera
en permanecer
abierto,
obstinado
en florecer.
Deformidades leves
La Luna se llena
para que todo cambie.
Produce deformidades leves. Los grillos cantan
desde la panza del gato. Me mira a los ojos.
La única manera de entendernos es aceptar
que marchamos en direcciones opuestas:
él hacia su horizonte animal
y yo hacia mi animal doméstico.
La lluvia se transforma en granizo.
El galope del hielo sobre el tejado impide escuchar
las voces del interior.
Desprendo el espíritu, observo alejada el palpitar
de mi figura inmóvil bajo las sábanas.
ALUMBRAR
Una noche vi dar a luz a la gata
de mi abuela.
Todos dormían, afuera nevaba.
Dio vueltas en la manta, contrajo
el vientre y lo brillante
apareció entre sus patas. Me
quedé al lado hasta el amanecer.
Le pregunté si ya se sentía
vacía.
El sol se puso intenso
y no sé cómo hizo para teñir la
nieve de azul.
CEREMONIA
La infancia
te hará un palacio de invierno,
sembrará tus verduras,
será tu pájaro
recortado del periódico,
una castaña vista
desde la ventanilla del colectivo.
quemará la casa.
venderá tu fruto.
cortará el pájaro
adherido a la nieve.
HUECO EN PIE
Hay días en los que río con mi risa triste. Mi risa equilibrista que
cae,
entonces me río con el fracaso, risotada de tronco hueco
que se mantiene en pie por lo que alrededor florece.
Hoy soñé con mi abuelo, estábamos capturados. Nos pedían
concentración,
que tocáramos música y que nos peináramos los unos a los otros.
Nos obligaban a construir pianos antiguos de madera.
Por las noches nos vendaban las manos para que no crecieran,
porque pequeñas y delicadas sirven para llegar hasta las cuerdas.
Mi madre decidía el lugar de las cosas. El jarrón de acá para allá, el sillón,
los cuadros, mi padre. Y cuando yo intentaba crecer, zas – zas,
cortaba
los caminos de mi pelo.
Huele a gasolina y hace frío. Tengo miedo de encender el fósforo.
Va a llover nieve sucia. Estoy en un pueblo abandonado de Europa del
este,
estiro el vestido para taparme. Una anciana que lleva una gallina en los
brazos
tropieza y cae de rodillas. El ave que no sabe volar es arrojada al
aire.
CÓMANSE MI NIEVE
Susurro a los pájaros salgan de
los poemas
cómanse mi nieve.
Susurro a la nieve fuera de mis
poemas,
vuelen huevos de los pájaros.
Que el cascarón de la quietud no
los devore.
EL DÍA QUE NACÍ
3recuerdo el día que nací.
llovía y los árboles soltaban todos sus frutos, la fertilidad
de los ríos era capaz de matarnos.
recuerdo el día que nací.
tenía los ojos ciegos, la boca muda y el alma intocable.
mi padre me prestó su mano para que yo no supiera
qué hacer con ella.
amo las manos de mi padre, origen de toda creación
y de la fe.
recuerdo los abismos del vacío, los límites, el calor
del alba sobre mi nuevo rostro.
mis manos extendidas al no saber.
llovía y los árboles soltaban todos sus frutos, la fertilidad
de los ríos era capaz de matarnos.
recuerdo el día que nací.
tenía los ojos ciegos, la boca muda y el alma intocable.
mi padre me prestó su mano para que yo no supiera
qué hacer con ella.
amo las manos de mi padre, origen de toda creación
y de la fe.
recuerdo los abismos del vacío, los límites, el calor
del alba sobre mi nuevo rostro.
mis manos extendidas al no saber.
Versión de una tarde
De niña corría tras las ardillas,
quería atrapar alguna,
forzarle la boca
para conocer su aliento
a nuez roída en la penumbra.
Ayer forcé tus labios,
fue la mejor versión de una tarde:
me deslicé por tu casa,
lenta como polvo viejo
y libre como polvo nuevo.
Te apunté con los dedos
a la cabeza y dije
que si no te entregabas
te revelaría mis secretos.
La luz atravesó la ventana
como una espada
y bailé con los senos
pegados a tu camisa.
Tantos años de orinar
a la intemperie,
si me vieras, amor,
sobre las ortigas.
La marea de acabar
Frente a las últimas páginas de Piezas en fuga
de Anne Michaels, se produce un encantamiento:
no puedo respirar, el pulso se atenúa
y sólo el miedo puede abrir mi garganta.
Después la noche, y el contacto con la pesadilla:
transito descalza un bosque azul de agujas de hielo.
Llego al final del sueño rasgada,
semidesnuda, excitándome.
Al día siguiente ningún derrame completo,
los pensamientos se vuelcan por la mitad,
entonces vuelvo al libro y leo una página más,
mi padre aparece con piel renovada.
Un padre intocable producido por un párrafo
donde los griegos lloran a sus muertos frente al mar,
despacio, flotando como un tronco hermoso
derribado por la tormenta.
El mar de noche es un abismo si la luna no lo toca
Los poemas tristes
son un secreto homenaje a la alegría.
De ser posible, yo pediría nacer barco,
uno que va hacia su naufragio
y sabe que hay un iceberg para él.
Mi vida consistiría en aprender
a nadar tranquila.
Doma
¿Qué
hacen los hombres de mi pasado,
qué
ciudades destruyen? Cuando un caballo sin jinete
atraviesa
el campo, veo en su mirada que lo han domado.
¿Qué
hacen ellos lejos de mí? ¿Qué hago yo buscándolos
en
los ojos salvajes de los animales?
Cadena alimenticia
Cuando
quise decir tu nombre
me
salieron flores en la boca.
Negras,
con un centro de estrellas.
Las
abejas intentaron libar su néctar
y
succionaron tu nombre venenosos.
Deslizo
Deslizo
el lápiz sobre mi cuerpo.
Escribo
sobre la piel para que la historia
no
me haga daño.
Un día se inició el olvido
Las partículas de tu rostro
comenzaron a desintegrarse.
Ahora todos los hombres
te retienen en sus rasgos.
Tus gorros roídos por las polillas
y los guantes deformes
por la ausencia de manos.
Un día todos los hombres
que caminaban bajo la lluvia
estuvieron hechos
a la medida de tu cuerpo.
Ya no recuerdo cuán ancha la espalda
o cuán suave la tela del abrigo,
un día el olvido comenzó,
estaba sola en el andén
y las puertas del vagón
se cerraban y se abrían
como si ingresara
una multitud de fantasmas.
La luz de la luna oscilaba
como un farol y las estrellas
parecían colmillos
de un animal al acecho.
Cesaron mi infancia y tu vejez
pero tu voz no,
campana indestructible,
trina en mi sien,
enferma de misterio.
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