(24 de mayo de 1940, San Petersburgo, Rusia - 28 de enero de 1996, Brooklyn, Nueva York, Estados Unidos)
EL AMOR
Dos veces me
desvelaba por la noche,
me acercaba a la ventana, de las farolas luz
me denegaba un fragmento de la frase,
como si de puntos suspensivos se tratase,
no me venía la consolación.
me acercaba a la ventana, de las farolas luz
me denegaba un fragmento de la frase,
como si de puntos suspensivos se tratase,
no me venía la consolación.
Soñé contigo
encinta, y tras
haber vivido tantos años en separación,
sentí la culpa, y mis manos, que
con alegría palpaban vientre tuyo,
en realidad, rebuscaban el interruptor
y pantalón. Cuando me acercaba a la ventana,
sabía que te dejaba sola allí,
en la oscuridad, en sueños, donde me esperabas
con paciencia y no me echabas la culpa
cuando volvía de la pausa
intencionada. Es que en la oscuridad:
se prolonga lo que en plena luz se rompe.
Allí estamos casados, esposados, somos
aquellos monstruos de dos espaldas, y niños
tan solo son una excusa de nuestra desnudez.
Alguna noche del futuro
vendrás cansada, enflaquecida,
veré al hijo o a la hija, que
todavía no tienen nombres, entonces,
no tocaré el interruptor, y no tendré derecho
a dejaros en aquel reinado de las sombras
silenciosas ante la fachada de los días
que caen en dependencia de la realidad
y de mi inaccesibilidad a ella.
haber vivido tantos años en separación,
sentí la culpa, y mis manos, que
con alegría palpaban vientre tuyo,
en realidad, rebuscaban el interruptor
y pantalón. Cuando me acercaba a la ventana,
sabía que te dejaba sola allí,
en la oscuridad, en sueños, donde me esperabas
con paciencia y no me echabas la culpa
cuando volvía de la pausa
intencionada. Es que en la oscuridad:
se prolonga lo que en plena luz se rompe.
Allí estamos casados, esposados, somos
aquellos monstruos de dos espaldas, y niños
tan solo son una excusa de nuestra desnudez.
Alguna noche del futuro
vendrás cansada, enflaquecida,
veré al hijo o a la hija, que
todavía no tienen nombres, entonces,
no tocaré el interruptor, y no tendré derecho
a dejaros en aquel reinado de las sombras
silenciosas ante la fachada de los días
que caen en dependencia de la realidad
y de mi inaccesibilidad a ella.
LA PROCESIÓN
Parte I
Llegó el
tiempo de decir las gracias
por todo lo
que es imposible regalar
alguna vez
a alguien de vosotros
y sonreír
como si fuese por primera vez
en tu
puerta, el amor, que no existe ya,
pero es
imposible sonreír una vez más.
Adiós,
adiós, susurro yo sobre la marcha,
entro de
nuevo entre las calles conocidas,
se
estremecen los cristales, en la lejanía
aumenta el
bullicio matutino tan habitual,
se apagan
los fuegos en los callejones,
Adiós,
amor, un día u otro, llámame.
Echa una
mirada hacia atrás, alguna vez:
están
erguidas en los ojos borneados las casas,
al lado
suya, no sé ni cuantos años ya,
por la
acera va la procesión.
Repetí mil veces que el destino es un juego
Dedicado a L.V.Lifshitz
Repetí mil
veces que el destino es un juego.
Que para que
queremos pescado, si hay el caviar.
Que el estilo
gótico vencerá como escuela,
como la manera
de estar colocado sin pincharse.
Estoy
sentado al lado de la ventana. Veo allí un álamo.
Amé a pocas.
Pero — mucho.
Pensaba que el bosque tan solo es una parte del leño.
Que para que una doncella, si hay toda una generación.
Que tras cansarse del polvo levantado por la época,
descasará la vista rusa en el cabestrante estonio.
Estoy sentado
al lado de la ventana. Ya lavé la vajilla.
He sido feliz
aquí, pero jamás lo seré otra vez.
Escribía que en la lámpara se refleja el espanto del
suelo.
Que el amor, como una acción, carece del verbo.
Que no sabía Euclides que al reducir a cero
el algo no se convierte en nada, sino en Crono.
Estoy sentado
al lado de la ventana. Recordando la juventud.
Sonrío a ratos,
a ratos escupo.
Dije que el papel destruye un riñón.
Que la semilla caída en la tierra siniestra
no es fértil; que la pradera y los claros
son el ejemplo del onanismo dado por la Naturaleza.
Estoy sentado
al lado de la ventana, abrazando las rodillas,
en compañía
de mi propia sombra pesada.
Mi canción carecía de melodía, es por eso
que en coro cantar no se podría. No es de sorprender
que como premio por mis discursos
nadie pondrá sus pies en los hombros.
Estoy sentado
en la oscuridad; como un rápido
retumba el
mar detrás del estor ondulado.
Como el ciudadano del tiempo de 2ª clase, con orgullo
admito que mis mejores pensamientos
son de segunda clase, y los regalo
a los días venideros, como el saber luchar con
asfixia.
Estoy sentado
en la oscuridad. No es peor
la que reina
en el cuarto que la del exterior.
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