jueves, 16 de noviembre de 2017

POEMAS DE DELMORE SCHWARTZ

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(8 de diciembre de 1913,Brooklyn, Nueva York, Estados Unidos - 11 de julio de 1966, Nueva York, Nueva York, Estados Unidos

El conocimiento del verano


El conocimiento del verano no es la veracidad del invierno,
ni la del otoño, ni su fruición, visión o reconocimiento:
no es la gracia de mayo, joven y echando hojas verdes,
radiante con sus hojas blancas,
no es la astucia ni el conocimiento del dorado otoño
ni la oscura madurez del viñedo,
tampoco es la atormentada, empapada y lluviosa ciencia del nacimiento,
abril, o sus dolores de parto,
ni la ciencia en las convulsiones del útero, o en las enmarañadas arterias
rotas y abiertas, raíces que se abren paso desde la oscura marga:
la agonía de la primera muestra de dolor es peor que la muerte,
o peor que pensar en ella:
sin amapolas, sin preparativos, sin iniciación o ilusión,
solo el comienzo, tan lejos de todo conocimiento o cualquier conclusión,
de toda indecisión o cualquier apariencia.
El conocimiento del verano es verde, campestre,
es la sabiduría de crecer y el reconocimiento flexible
de la plenitud, corpulencia y redondez de la madurez,
es la inteligencia del ave y la erudición que los árboles adquieren
cuando la savia asciende hasta la hoja, hasta la flor,  hasta el fruto,
esos que la raíz nunca ve y que se imagina en la oscuridad
y en la ignorancia de la sabiduría invernal.
-La sabiduría de la fruta no es la misma que posee la raíz
en sus indómitas tinieblas de ambición, ese estado de fe más allá de concebir
una experiencia o la satisfacción que ofrece la fruición.
El conocimiento del verano no es una imagen del saber
tampoco es el conocimiento de la tradición o el aprendizaje.
No es la sabiduría adquirida en las altas serranías,
no es la imagen del jardín, de manantiales ocultos
en las lejanas montañas.
No es la mirada fija en un marco de oro,
no son las deliberadas y atesoradas frases de los sentimientos;
es la inteligencia del gato, del ciervo, del consumado follaje,
la flor de nieve y la fruta redonda.
Es lo que sabe el fénix de la vid y la uva al final del verano,
cuando la uva se hincha y la manzana enrojece:
es la ciencia de la manzana madura, avanzando hacia la plenitud
de ese momento en que cae en la podredumbre y muerte.
Pues el conocimiento del verano es tanto el de la muerte como el del nacimiento,
es tanto el de la muerte como el del suelo
de toda esa abundante, floreciente llama del renacimiento.
Es el conocimiento de la veracidad del amor y la del crecimiento:
el conocimiento antes y después del conocimiento:
pues, en cierta forma, el conocimiento del verano no es absoluto:
es instintivo, la naturaleza consumada, un nuevo nacimiento
una nueva muerte para renacer, inmensamente surgir de las llamas
del cambiante octubre, del ardiente noviembre,
las imponentes y decadentes llamas
creciendo cada vez más vívidas y altas
en el consumo y aniquilación del fuego otoñal.





Cuando observas tras la ventana acuarela


Cuando observas vanamente desde la ventana acuarela
todo  y nada están allí, y es muy claro, sin exagerar.
También es clara la pulcra impresión  de un verdadero libro
marchando tal si fuera a una auténtica conclusión,
a cosechar del ilimitado, inmenso azul del cielo
la noche de los vivos y el día de los muertos.

Conduzco toda una noche
hacia la manzana que ha cosido la luz del sol.
Mi simple yo no es más que un discurso
suplicando el desbordamiento de esa enorme taza,
mi  oscurecido cuerpo, la mente quieta como un friso.
El resto son solo conceptos tan complejos como una enfermedad.



El fantasma de Sócrates me ronda


El fantasma de Sócrates hoy me ronda,
notoria muerte lo ha dejado salir,
se me acerca con una torpe reverencia
diciendo con su gastada voz
que desconozco, ignoro
que los maquinales caprichos del anhelo
son todas esas elecciones conscientes.
La mariposa enjaulada en su enérgica luz
es mi único día en la enorme noche del mundo.
El amor no es amor
es un niño chupándose el dedo
mordiéndose el labio.
¡Pero tómalo todo, quizá haya más que eso!
Desde el infinito cielo hasta el desfondado piso
con la pesada cabeza y la punta del dedo
no todo es falso, obsceno y escaso.
Sócrates está junto a mí, inmóvil,
demuestra confianza a mi titubeante placer
y mientras señala el severo azul del cielo
-¡Viejo Noúmeno, hazte realidad, realízate!



Oh Amor, dulce animal


Oh Amor, oscuro animal
con tu rareza vas
como cualquier demente o patán:
tranquilizas a la niña
que  habita, desde hace muchos años,
su soledad,
niña aterrorizada por una mirada
que nunca fue para ella.
Para ella
cepillas tu pesado pelaje.
Despacio y por horas
la observas como a un libro.
Sus atributos son tales
que nadie se atreve a observarla demasiado.
Dile cómo sabes
que nada puede ser tomado
cuando nada ha sido ofrecido:
para ti el tiempo ha sido perdonado:
y ya advertido por el infierno, por el cielo
no puedes estar equivocado.


La mente percibe el Corazón en un leve oleaje


En un leve oleaje,
los peces se lanzan tal dedos centrífugos,
deseos lascivos,
y los placeres se alzan
al cerrarse los ojos.
A través del agua lúcida:
el pequeño guijarro, el lecho de arcilla clara,
la argentada concha. Todo es aparente, superficial.
¿Quién pedirá más atardeceres agostizos?
¿Quién cavará las minas y perseguirá las sombras?
“Yo lo hare” respondió un Corazón perforado
“levántate, haragán” (tembloroso labio inferior,
pálido rostro con su pedregosa ira),
“viejo error es la idea de sentarse quieto,
en el pasto, tendido, a la orilla del río,
bajo el transito, las consumibles sensaciones
una pausa en el tiempo
donde la tarde se quedaría.
No, la noche llega pronto
con sus montañas grises, con desolación,
a menos que el Amor erija su ciudad.”


  

El reino de la poesía


Es como la luz.
Es la luz,
útil como la luz,
tan amable y encantadora…

… La poesía es sin duda
más interesante, más valiosa
y ciertamente mas encantadora
que las cataratas del Niágara, que el Gran Cañón, que el océano atlántico
y muchos otros fenómenos naturales.
Es tan útil y bella como la luz.
Es absurdamente precisa,
Capaz de decir lo que no podemos llevar a las montañas
porque sí, un poema puede llevarse a todas partes.
Es enormemente complaciente,
pues, en poesía, se puede expresar, en broma o en serio:

“La poesía es superior a la esperanza,
pues la poesía es la paciencia y las vívidas imágenes de la ilusión.
La poesía es superior a la emoción, es mucho más exquisita;
es superior al éxito y a la victoria.
La poesía perdura en una beatitud tranquila.
Por mucho tiempo, tan fabulosa hazaña,
ha subido y bajado como fuegos artificiales.
La poesía es el animal más poderoso, más encantador
que cualquier bosque, jungla, arca, circo o zoológico pueda poseer.”

La poesía magnifica y enaltece la realidad:
la poesía explica que la realidad es tan magnífica como tonta:
la poesía es, de alguna forma, omnipotente;
la realidad es diversa y rica, es poderosa y vívida,
pero esto no es suficiente
porque a veces es también tonta
y erráticamente inteligente:
sin poesía, la realidad seria muda e incoherente,
seria rudimentaria como un rugido o la grandilocuencia del trueno:
sus peroratas se aproximan a las oraciones del incesante océano:
pues la gloria y el brillo de la realidad, sin la poesía
se destiñen como los ruborosos dramas del ocaso
los tristes ríos y tristes ventanas de la mañana.

En poesía se puede decir: Pandemonio.
La poesía es jovial y justa. Recita:

“El ocaso alude a una corrida de toros.
Un brazo entumido finge ser una soda, efervescente.”

La poesía, como Lázaro, resucita del sepulcro.
Transforma al león en una esfinge o en una niña.
Le da a esa niña el esplendor del latín.
Transforma el agua en vino en cada boda de Canaán en Galilea.
Es verdad que la poesía creó al unicornio, al centauro y al fénix.
Por tanto es verdad que la poesía es un Arca eterna, un autobús
que contiene, acarrea y engendra todos los animales de la mente.
De allí que le dio y le sigue dando una voz al perdón.
Por eso es que la historia de la poesía es una historia de júbilo,
es la historia del misterioso amor
pues la poesía provee espontánea, abundante
y libremente los cariñosos nombres
y diminutivos que el amor requiere
y sin ellos el misterio del amor no puede ser dominado.

La poesía es como luz, es la luz.
Brilla sobre todo, como el cielo azul, con la misma justicia azul.
La poesía es el sol de nuestra consciencia.
Es también el suelo para los frutos del conocimiento
en la huerta de la existencia:
Nos muestra los placeres de la ciudad.
Ilumina los esquemas de la realidad.
Es la razón de la sabiduría y la risa.
Agudiza los silbidos del ingenio.
Es como la mañana y sus flautas, cantando y encantando.
Es el nacimiento y renacimiento
del primogénito y eterno amanecer.

La poesía es ágil como los tigres, lista como los gatos,
vívida como naranjas,
sin embargo, es inmortal: eternamente verde y floreciente;
mucho tiempo después que los faraones y césares cayeran
la poesía perdura y brilla más que los diamantes
pues es la práctica de la posibilidad.
Es:
La realidad de la imaginación,
la garganta de la exaltación,
el cortejo de la posesión,
el movimiento de la intención
y el sentido de la mañana.
El elogio de la poesía es la claridad en las altas montañas.
Las alturas de la poesía son la exaltación de las montañas.
¡Es el consumo de la consciencia en el campo matinal!

EL OSO PESADO QUE CONMIGO VA

“el estar consigo del cuerpo”
El oso pesado que conmigo va,
Embadurnado el rostro de una múltiple y variada miel,
Zafio y dando tumbos aquí y allí,
Acaparando cada sitio con su peso,
Ese bruto hambriento y golpeador
Enamorado de los dulces, del sueño y de la ira,
Factótum desquiciado que todo lo deshace,
Que trepa el edificio y patea el balón,
Que en la ciudad del odio boxea con su hermano. 
Junto a mí jadea, ese pesado animal,
Ese oso pesado que conmigo duerme,
Y que dormido aúlla por un mundo hecho de azúcar,
Por un dulzor tan íntimo como el abrazo del agua,
Aúlla en sueños porque la cuerda
Tiembla mostrándole el oscuro abismo que hay debajo.
Este exhibicionista de pomposo andar está aterrado,
Embutido en su traje de gala, reventándole los pantalones,
Y tiembla cuando piensa que su carne tiritante
Se deshará por fin hasta convertirse en nada.
Este animal del que no puedo escapar conmigo va,
Y me ha seguido desde que el negro útero me sostenía,
Moviéndose conmigo, distorsionándome los gestos,
Una caricatura, una henchida sombra,
El payaso estúpido de los designios de mi ser,
Que ofende y obnubila con su propia oscuridad,
Que alienta oculto en el vientre y en los huesos,
Opaco, demasiado próximo, mi secreto, y aún así desconocido,
Que se yergue para abrazar a ésa a la que amo,
Con la que quisiera caminar, de no estar él tan cerca,
Groseramente la manosea, a pesar de que me bastaría
Tan sólo una palabra para desnudar mi corazón y mostrarme como soy,
Pero él se tambalea, y lo ofusca todo, y exige su alimento,
Bajo su custodia babeante arrastrándome con él,
Entre los cientos de millones de su especie,
Y el desenfreno de la gula en todas partes.


Las Resacas



Las primeras tienen
su cosa, es cierto. Otra vez
con el trago en la mano,
uno se siente a gusto de sentirse
tan mal, de tener ese cuerpo,
de ser al fin el blanco
de miradas y risas (comentarios
jocosos, vacilones), ya sabes,
de sufrir como un hombre.

Luego vienen las otras,
las de siempre, las clásicas,
sin el encanto de la novedad,
las que uno ya conoce en su justa
medida, aburridas y tercas,
pegajosas, las que apenas
sorprende, las que una mañana
te avisan que ojo al parche,
pero tú ni te enteras.

Las últimas resacas,
las auténticas, las de verdad,
las que ni risas ni miradas
que valgan, las del vómito
encima, las del asco
y las lágrimas, las del miedo
a vivir y a morir de repente,
las de las más absoluta soledad,

esas, amigo mío, mejor
que no las tengas que pasar.


En la cama desnuda, en la caverna de Platón

En la cama desnuda, en la caverna de Platón,
Luces reflejadas se deslizaban lentamente sobre la pared,
Carpinteros martillaban bajo la ventana ensombrecida,
El viento agitó las cortinas toda la noche,
Una flota de camiones extendida cuesta arriba, rechinando,
Con la carga cubierta, como siempre.
El techo se encendió una vez más, el diagrama inclinado
Se deslizó lentamente hacia delante.
Al escuchar los pasos del lechero,
Su esfuerzo en la escalera, el tintineo de las botellas,
Me levanté de la cama, encendí un cigarrillo,
Y caminé hacia la ventana. La calle empedrada
Destacaba la quietud en la que permanecen los edificios,
La vigilia de los postes de luz y la paciencia del caballo.
El capital puro del cielo del invierno
Me hizo volver a la cama con ojos exhaustos.
La extrañeza crecía en el aire inmóvil. La vaga película
Se agrisó. Sacudiendo vagones, cataratas de cascos
Sonaban a lo lejos, cada vez más fuerte y más cerca.
Un auto tosió al arrancar. La mañana fundiendo
El aire suavemente, levantó sillas semicubiertas
Del fondo de los mares, iluminó el espejo,
Volvió visible la cómoda y la pared blanca.
El pájaro gritó tentativamente, silbó, gritó,
Trinó y silbó, así! Perplejo, todavía húmedo
Por el sueño, afectuoso, hambriento y frío. Así, así
Oh hijo del hombre, la noche ignorante, el afán
De la mañana temprana, el misterio de comenzar
una y otra vez.
Mientras que la historia no perdona.


Consideremos dónde están los grandes hombres


Consideremos dónde están los grandes hombres
que obsesionarán al niño cuando sepa leer:
Joyce enseña en Trieste en una escuela Berlitz,
aprende a pronunciar los juegos de palabras en Finnegan's Wake...
Eliot trabaja en un banco, y allí aprende
las utilidades y las pérdidas,
la muerte de las ciudades...
Pound brama en contra de él, encuentra lo que los expatriados
pueden hallar,
una confusión de culturas de todos los tiempos,
como una muestra de Picasso.
Rilke soporta
la no oída música del silencio y de la soledad
en vacíos castillos que grandes caballeros abandonaron
(como Beethoven, hachando de la memoria
los inefables bosques de los últimos cuartetos).
Trotsky, también en el exilio, pasea por Londres
con Lenin, le escucha decir semi verdades de exiliado:
"Mira: ésta es la Westminster de ellos", como si
los rasgos del padre fueran el alma entera del hijo...
También Yeats, como Rilke, con maneras de antiguos señores,
busca lo permanente entre la pérdida
cotidiana y desesperada del amor, de los amigos,
de cada uno de los pensamientos con que comenzó su época...
Kafka trabaja en una oficina en Praga, aprende
qué burocrática es la vida,
qué lejos está Dios,
en una escuela de teología de empleados...
Perse, diplomático en Asia,
descubre la violenta energía con la cual
la civilización se crea a sí misma y marcha...
Sin embargo, con esas imágenes él no puede ver
la apatía moral luego del Pacto de Munich,
el forzado silencio de la línea Maginot,
y además no puede prever la caída de Francia...
También Mann, en Davos-Platz, encuentra en los enfermos
el triunfo del artista y del intelecto...
Por toda Europa estos desterrados descubren en el arte
lo que es el exilio: también el arte se convierte en exilio,
un secreto y un código estudiado en secreto,
proclamando la agonía de la vida moderna:
este niño aprenderá de la vida de estos grandes hombres,
participará de su soledad,
y quizás, al final, en una noche
como ésta, volverá al punto de partida, a su nombre
mostrándose a sí mismo como tal, entre sus amigos.

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