domingo, 30 de septiembre de 2018

Avelina Lésper: ENTREVISTA AVELINA LÈSPER

Avelina Lésper: ENTREVISTA AVELINA LÈSPER: Entrevista realizada y editada por Aleks Phoenix con estudiantes la carrera de Comunicación de la Universidad iberoamericana, para el si...

MERDIANO CERO POR MARIELA BARRETO JIMÉNEZ.

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SIN VOLUNTAD


A tu lado mi voluntad
son tiras de papel
mis sueños se vuelven palpables
en tu cuerpo.

A tu lado mis ilusiones
las quebranta el viento,

Y a tu lado, el tiempo
parece detenerse en
el océano de tus ojos.


UNIVERSO


Tu mirada de estrella
desnuda el firmamento de mi lma,
recorre el espacio sideral de mi cuerpo
bajo la luna de tus manos.

El sol de tus besos
tibia el planeta gélido
ue orbita mis labios
y el eje de mi piel,
gira en torno
al universo de tus caricias.

Mas ahora, la estrella fugaz
de tus deseos partió
a conquistar nuevas galaxias
y tan sólo me dejó el polvo estelar
de tu breve amor.


PRIMAVERA FUGAZ


Había primaveras
en su piel,
aves cantando
en el pecho
y suculentas
floreciendo
en sus mejillas.
Pero, irremediablemente
aun, con todos sus pájaros
y flores...
la dejó.


VINOS IDENOMINACIÓN DE ORIGEN


Tu petito carnal
es una libido
con denominación de origen,
de viñedos purpúreos
que se maceran
en las vendimias
de mis laios.

En tu cuerpo
recorro septemtrionales
campos de Bordeaux
inhalando aromas
a grosellas... cerezas...
moras... y arándanos...
que brotan de tus tierras.
Tus manos andaluzas,
son un Jerez, que acaricia
los cultivos de vid
de la Ciudad de Cádiz
asentada a la orillas
del Mediterráneo de mi piel.

Tu boca granate
es un vinho do Porto,
que se derrama
en mi desnudez.
Y en tu sexo viril
se vierten viñas del río Oja
desbordado en placer.


DESCONOCIDO


En esta noche
tú, mi desconocido,
extranjero de mis tierras,
forastero de mis campos,
viajas de prisa por la ciudad de mis versos,
por la polis de mis diarios.
Te hospedas en las orillas de mis anhelos,
eres inquilino de mi tiempo.

¿Qué podría acontecer si
dejaras de ser un advenedizo...
un intruso... un foraneo...?

¿Si me conoces
y te gusto,
si te conozco
y me agradas?

¿Si te vuelves de momento
ueño de mi tiempo?

¿Si de repente dejas
de mirar este poema
con la ligereza de los vientos
y, en su lugar,
te quedas en el verso?

¿Si quizás te adentras
en el oceano de mis deseos?

¿Si mientras amanece,
en esta noche de lunas de marfil
que dormitan en el firmamento
de la bohemia Praga,
compartimos nuestra soledad,
nuestros desatinos... para luego,
simplemente dejarnos
y ser sólo amigos?

Todo esto,
mi apreciado desconocido,
ya sería ganancia.

¿No lo crees?


SAMSA


Cuando escribo
hay una mudanza,
mi pensamiento
es un pájaro libre
entre mis manos,
mi voz se adelgaza
para acoplarse en los versos.

Mis emociones
-en esencia-
convulsivas, turbulentas
se vuelcan en lago tranquilo.

Mis culpas
-siempre presentes-
desaparecen,
se pierden...
como el sol
en los ocasos marinos.

La condena
se diluye en el poema,
la poesía me salva...
me liberta de las penas.

Y mi carne
tímida, pudorosa
se vuelve deseo,
concupiscencia en el papel.


VERSOS DE UNA ORATE POETA


Escribo por patología.
No hay prescripción médica
que cure mi enfermedad.

El tratamiento es paliativo
para el dolor me han prescrito:
versoterapia lírica en las mañanas,
en las tardes, escuchar el concierto
de las hojas en los árboles al viento,
y en las noches - para los nervios -
una tacita de té hirviendo.

La aflicción a causa de las letras
ha trascendido de la epidermis a los sentidos.
Mis facultades mentales se han menguado,
la poesía me ha enajenado,
soy presa de la demencia
que habita en mis versos

sábado, 29 de septiembre de 2018

POEMAS DE CARLOS OBREGÓN BORRERO

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BAJO EL ALA DEL VIENTO el alma
florece y se recrea
como el mar milenario
madura de presagios
se entrega donde el ser es de noche
morada oculta para tanto incendio.


MIENTRAS SUBE el incienso
los pilares esperan
que Tú les des vida .
Entre densas volutas
he visto manos
de vigorosos ángeles .
Y también he visto
que tu rostro es de fuego.


Con la liturgia tu silencio
florece y se proyecta
en simples líneas
y volutas de incienso.
Los cirios lo guarecen
y su frágil certeza
hace vibrar el cáliz.
Pero al salir del templo,
lo siento más distante
respirando la noche.
Y a esa hora,
entrar en él es ser ya todo.


TE ESCUCHO CUANDO rezo.
En ti crezco y avanzo.
Pero no sé si es el umbral
o el fondo de tu noche.
Estoy en ti
como un río bajo el viento
y mis ojos conocen
el fuego de tu abismo.

LO QUE VEO ES MUY sencillo.
Pero lo que no veo
es aún más sencillo.
Desde tu hondura veo
contra la noche
un ciprés y una rosa.
Y lo que no veo
solamente es tu hondura.
Me hiciste monje
para cerrar los ojos.


CUANDO EL DÍA se apaga
tu soledad es como un árbol
suave y sonoro entre los ángeles.
Entraré en tu silencio
y te adornaré
en diferentes lugares
de la noche.


¿EN QUÉ FULGOR, HACIA qué morada
llena de verde tiempo avanza,
socava en soledad el ojo, el río, el viento?
Cada dios surge como largo recuerdo
de lo que nunca ha sido,
aviva el ser hacia el abismo,
desgarra la mirada bajo la luz del siglo.
¿Quién, qué cuerpo trashumante,
qué nave de exilio te busca, te redime?
Solo contra la noche el ungido se yergue
como un árbol de fuego
y lo que aún perdura atestigua y me salva
en su alto silencio.


DESDE EL SILENCIO hasta la luz
la roca nos vigila.
A plomo cae el día sobre la frente:
una onda solar vibra en el cuerpo.
Sobre el tiempo, los signos, los vocablos.
Ser simplemente
el salmo primordial que el sol anuncia,
la estación plena que en las playas canta,
alto fulgor que hiere la mirada,
ángel tenso de piedra contra el cielo,
ángel que enciende, que redime el alma.
Estoy entre las rocas,
estoy ciego de hondura, huido el tacto
tras las espadas de su fuego,
ya el tiempo es mar, y toda lejanía
entre las manos se consume.
Pasa la brisa bajo un ala inerte,
humilde rezo de las horas,
santidad blanca para el viaje:
quieto el día en el claustro
y la mirada inútil,
todo el viento es santuario de un instante.
Y luego perdurar. Lejos la piel,
los ecos, los péndulos del tiempo.


DESCIENDE HASTA LA CARNE el peso de las nubes,
humo de sol de par en par mordido.
La simiente madura su silencio,
socavada la noche en su raíces,
y gira su oración en torno a la espiga.
Tiempo de metal grave, cuerpo hendido.
El medio día aviva un hambre eterna
y el ojo padece un fuego ausente
como insecto lunar que vive en tierra.
Muros de cal ahogan el sonido,
crecen la sombras y las voces duermen.
El tacto se calcina abierto hacia las piedras
y hondamente gravitan las horas bajo el polvo.
La piel conoce el tiempo, el pulso de la tierra.
Un gusto de desierto surge entre los labios.
Por la isla quemada caminan los caballos,
cascos duros de anhelo bruñidos por los años.
Día vertical, nulo de esperanza
como aljibe sin agua. Está a fondo la carne.
dan vueltas lentamente las aspas del molino
y el viento muele el trigo con fervor milenario.
Los párpados esperan que las horas los venzan
con su fardo profundo, que la noche borre
las huellas de los pasos. Ningún ayer del mar
queda en las riberas, tan solo restos
roídos por las olas.
                                           
barrida por el viento, desierta, castigada.
El faro de la Mola en vano cava el aire
en busca de la noche. El mar solo es presente
renovado en los ojos, eco eterno y sin fondo.
Soledad en la luz. Gira el tiempo en las aspas.
Se espera, se trascurre. El tiempo está en la carne.



De Distancia destruida (1957)


III
Acaso el tiempo no es un fluir invencible,
sino una realidad de dimensión interna.
El tiempo puede ser la hechura de la angustia
o el antojo soberbio de algún dios solitario
o las horas eternas en que un yo de violencia
proyecta sus canciones en un rumor de siempre.
Puede ser un sondear, un mirar hacia adentro
cada instante en sí mismo, cada vez con más noche.
Cuando entonces llegamos a algún fondo sin cifra
sabemos que las torres que vigilan las horas,
son torres inconclusas y que un mar de silencio
penetra sus criaturas en extenso misterios
y bosques sin sonido. Toda plenitud mía
es plenitud antigua: algo que estuvo en mí,
densamente remoto, antes de que mi voz libre,
antes que mi existencia, siempre tallando instantes,
para erigir días o noches en la noche
donde mi ser comienza. Hay algo primordial
que nos hunde en el mundo, que nos dice que el sol
puede ser nuestro fuego o algún fervor intenso
trabajando lo eterno, la eternidad presente
que es memoria olvidada de otro lugar del tiempo,
gestación silenciosa de momentos distantes
sin embargo inmediatos en el sueño y el día:
ese camino adusto, ese vivir en sí
antes que nuestra sombra o que el gesto que inicia
aquel objeto muerto, externo y abolido
sin discernir su sitio, caído con inercia
sin conocer su origen. El aspecto de ausencia
que hoy existe en la tarde es algo desvaído
que tu presencia anula al romper con sus alas
el éter de la nada. Este cuarto no existe
cuando yo en mí me habito, ni existen las murallas
que limitan el tiempo: yo me existo hacia adentro
y en mi existir arrastro los árboles y cerros
que conoce mi tacto. Sus raíces son siempre
raíces en la tierra, garras, voces esbeltas
de un proceso oscuro que azotan mis viajes
para extender los días ─verticales, distantes─
integrando en su golpe la voluntad del mundo.



VIII
Existe, vive en extensos murmullos
que doblegan el mar y la opulencia del verano
brotando como árboles antiguos,
aun más absortos que la noche irreductible
                                  donde el hombre nace.
Todo es la lucha, la violencia del sueño
donde una fuerza ciega nos crece y nos integra
                                  en el rumor del bosque
y en su lenta espesura hoy se escucha el viento
venir desde más lejos, venir,
vivir la tierra, sus huesos siderales,
los héroes y los potros que marcaron las sendas.



XIV
En la orilla del viento
todo grupo de signos, como densa promesa,
se yergue en el canto de los días
invadiendo un transcurso
pleno de la oración fulgurante del sol:
memoria alta y sumergida en la dura presencia
que intangiblemente asalta
lo que en nosotros vive y viaja hacia el silencio.
Extranjero: ciegos son tus mares
ciego navegas en su clima nocturno
y ya nunca el dios que en ti proyecta
su lejanía apenas soportable,
invadirá con su terror la selva liberada.
Ahora sus primicias son tiempo esbelto
que como un destello asciende por los huesos
para cumplir lo más remoto de su misión agreste.
Continúa, surca el espacio que hacia a ti se abre
rompiendo las rudas murallas que te encierran.
De la noche sólo queda el ser antiguo y la comarca de
                                             su nombre.



XVII
Fue desde el mar la roca de su canto
un templo vivo del ángel en las horas.
La voz estuvo en la plegaria, desbandada
en la arena, cuando las aves comenzaban el exilio
y los despojos y los altos cedros, cerca de la orilla,
eran signos oscuros en la senda nocturna.
Navegar, extranjero, es entregarse al vocerío de las
                                              olas antiguas
buceando en el fondo nulo con la noche en los ojos
mientras las naves, fieles a la alianza,
van buscando entre los soles el sol nuevo.
Hondo es el espacio y terrible navegar en el asombro.
El silencio pregunta y al declinar la luz
su lejanía declina entre las densas sombras
y un mar nos puebla y habla,
y entonces, casi como llegar es sumergirse
y que el eco total retorne redimido de voz
                                              en el naufragio.

EL TIEMPO CONTEMPLADO
I
Vibraba el cielo. El río en cada tallo
aguazaba un silbo lunar de lento vuelo.
Lejos, la noche rezaba un salmo de madera
entre flores calcinadas y aspas de molino.
Por la tierra azotada tres caballos tres caballos
de exilio galopaban, ágil fuga
de aire ennegrecido y ceniza volandera.
Una llama profunda hincaba su fulgor
contra los ojos. El tiempo estaba entre
filos de luz y estrellas desplomadas
y un viento sin origen hendía el mundo.
Polvo y esparto. Muros blancos. Trigo.
II
Surgen densas las horas en la cala desierta.
Desde lejos me llaman otras islas voraces
y los peces arrastran el latido del tiempo
entre rocas y espuma. Cielo adverso, combado
sobre el mar del exilio. Las olas con ahínco
bambolean un barco fondeado a pocas brazas.
Mortal cae en el día la honda luz del silencio.
El sol clava su fuego sobre el cuerpo desnudo
y en los guijarros brilla más antiguo que ellos.
Soledad en las rocas, en los ojos que esperan.
Con el viento maduro tras el recuerdo emigro
por rutas interiores hacia un incendio verde
de islas y centauros. Un golpe de alcatraces
llega desde la noche y abandona su huella
en la playa caldeada. No es el tiempo insaciable
lo que inunda los ojos, es el mar combatiendo
la violencia del odio que desgarra su seno
y allí trama el temblor de los dioses malditos.

Busco el pensamiento que mida la nada.
Busco la nada, la nada (y nada más que la nada)
Y la nada me huye, se esconde, se escapa,
Se esconde en sí misma, se esconde en la nada.
Lucho contra una voz de inquietud transparente,
Diminuto recinto donde habita un sueño,
Una mujer de lluvia con los brazos dormidos
Excavando un muro de indefinida sombra
Que le resta un alcance de dimensión lejana
Y nos devuelve un eco más agudo que el grito.
Voy solo por la nada con preguntas del hombre
En redes saturadas de vértigos y vuelos,
Solitario, en soledad tremenda,
Sumergido en la noche,
Investigando hoyos repletos de palabras,
Levantando la forma para encontrar la idea
Con un andar hambriento de los terrenos duros,
De las duras montañas con las cimas intactas
O de estancias solares donde el hombre se halle
Y erija su estructura para después de siempre,
Afirmando la búsqueda eterna que me alza.

¿Dónde la noche que mi noche buscaba?
¿Dónde estuvo el ser en la noche que es?

viernes, 28 de septiembre de 2018

POEMAS DE ANTONIO LLANOS

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 (Cali, Valle del Cauca, Colombia, en 1905 y fallecido en 1978 después de vivir la mayor parte de su vida entre la enfermedad y la locura.)

TEMBLOR

 Manso temblor de arcana lejanía
que intuye la visión de la hermosura.
Firme temblor transido de ternura
por la espada sutil de la alegría.

En el cansado límite del día
Alza el lucero la plegaria pura.
¡Desgarrado temblor de la pavura!
¡Pena mayor la de la pena mía!

Raíz de la candela silenciosa,
Pulso del estrellado firmamento,
Alta razón del pájaro y la rosa.

Agua y sangre vertidas del Costado.
Ya me sostiene sólo el alimento
Del encendido Pan transfigurado.


REVELACIÓN DEL SILENCIO


Abierta la inocente mariposa
al aire nuevo infunde su armonía.
El sol monta de pájaros del día
y sube los caminos de la rosa.

Esplende el universo de cada cosa.
Oye el Ser en la voz su melodía
y rueda por el campo la alegría
de la primer mañana jubilosa.

Está el cielo tan claro y tan medido
que si una leve niña lo quisiera
se quedara en el agua detenido.

¡Oh divino callar que me procuras
la voz sin voz que el ángel entreviera,
Los ojos simples y la manos puras!

ENTREGA DEL AMADO


El seráfico anhelo me encadena
a tu invisible llama de hermosura
y entre la brisa del silencio, pura,
toma sus leves formas la azucena.

Mis plantas dora la celeste arena
y la noche se ciñe a mi cintura.
Ya el lucero en mis manos apresura
El ansia de la nave y de la pena.

A la miel estrellada del rocío
Abre mi corazón su asombro vano
y su misterio de enterrado río.
¡Apresúrate noche enamorada
en que junta mi mano con su mano
me entregue su belleza inmaculada!

CANCIÓN DE OLVIDO


El encendido tiempo vuela
entre la niebla de las cosas
y de la tarde nos consuela
con el ejemplo de las rosas.

Pasa la rosa del momento,
huyen los ríos, pasan las penas
y del aroma de tu aliento
un vago efluvio queda apenas.

Vuelve el trémulo amor florido
Y la herida se cierra en un día
y después del primer olvido
es más honda la poesía.

Jamás pensé encontrar la boca
que me enseñó que no son vanos
los besos y la entrega loca
y el silencio en que arden las manos.

El corazón era una lira
y su rumor era el del mar
Todavía cuando suspira
se oyen las olas evolucionar.

Tu voz de fábula decía
que la belleza nunca es vana
y que si pasa el claro día
queda en la estrella de la mañana.

Dulce es amar cuando se olvida
el otro amor desventurado,
cuando al abrirse nueva herida
hay otra sombra que ha pasado.

Mas hasta el lirio es polvo vano.
Sólo el amor es boca ilesa:
¡si una rosa muere en la mano
hay otra boca que nos besa!

OH MADRE



Brinda arrullo y regazo como el árbol y el ave
a la desolación de mis días aviesos.
La miel de sus palabras desciende hasta mis huesos;
con el blanco rumor de una lluvia suave.

En su mirar profundo puso dios con la clave
de la vida, honda urna de castos embelesos.
Se hace pura mi carne al calor de sus besos;
su plegaria es la estrella que dirige mi nave.

Me ha dicho alguna vez que fue triste su infancia.
¡Yo nunca le pregunto por las antiguas cosas!,
mas a su voz mi espíritu se llena de fragancia.

Si pienso en su niñez me inunda dulce llanto.
Cuando niña. ¡Quién sabe si al mirar unas rosas
su virginal entraña sintió crecer mi canto!

jueves, 27 de septiembre de 2018

POEMAS DE CARLOS VILLAFAÑE

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(Roldanillo, Valle 1881 -  Cali 1959)

La Via Dolorosa

I

Yo mismo la enterré... Yo mismo un día
cerré sus ojos a la luz terrena
y enjugué de su frente de azucena
el trágico sudor de la agonía.

En un recuerdo blanco: todavía
la nombro en el silencio de mi pena;
descanse en el Señor... Si era tan buena,
duerma en mi corazón... Si era tan mía.



Ojos y boca y manos ilusorias,
todo bajo las sábanas mortuorias
quedó como una lámpara extinguida.

Y yo, de mi locura bajo el peso,
le dejé el alma en el dolor de un beso
y a duras penas me quedó la vida.

II

Ojos como dos claros madrigales
que abrieron en mi ser profundas huellas;
suaves a veces como dos estrellas;
y a veces fieros como dos puñales.

Labios en flor, inolvidable acento
que fue para mi ensueño peregrino
como el agua de Dios que da al sediento
de beber en las vueltas del camino.

Todo bajo la sombra y el misterio
de un árbol, en la paz del cementerio,
fúnebre playa del eterno río...


Elegía íntima


Aquí estás ya sobre el terrible puente
que todos hemos de cruzar un día.
Cuatro tablas apenas –se diría,
¡que es poco espacio para tanta gente!-.

En tren expreso vas, en tren expreso,
en ese obscuro tren cuya campana,
no canta la alegría del regreso,
ni ahora, ni a la noche, ni mañana.

Árbol triste es el hombre que se cubre
de sombra infausta en el postrer desmayo:
lo fecunda la ráfaga de mayo,
lo deshoja la ráfaga de octubre.

Y aquí estás tú, cuyo mayor empeño
fue vagar con el ánima encendida,
de la vida a las cosas del ensueño,
del ensueño a las cosas de la vida.

Lejos ya vas de la baraja incierta,
cerca ya estás de buena gente amiga.
Quiera Dios que San Pedro abra la puerta
y te admita tertulia y te bendiga.

Oveja que te apartas del aprisco
adonde el eco de mi voz no llega:
mil recuerdos a Julio de Francisco
y un abrazo cordial a Eduardo Ortega.

Ya traspasan tus plantas fugitivas
este valle de lágrimas y deudas;
que tengas muy buen viento, brisas buenas,
y que no nos olvides, y que escribas.

Yo, que del mundo en el vaivén incierto,
a la vida fugaz sólo me arraigo,
te digo en las orillas del mar muerto:
adiós poeta, por allá te caigo.


El Vacío

Unos se van y vuelven y, al regreso 
encuentran en el punto de partida, 
un amor que les da la bienvenida 
con un abrazo o con la miel de un beso.

Otros vienen y van y, bajo el peso 
infausto de su cruz ensangrecida,
no encuentran sombra ni descanso 
en eso que llaman la corriente de la vida.

Y yo, pobre viandante, en el camino, 
cuando a mi propia soledad me entrego, 
pienso que en el vaivén de cuanto existe,
no encuentra mi ilusión de peregrino, 
ni quien, cuando me voy, se ponga triste, 
ni quien me abra los brazos cuando llego.


Nombres al viento

Cruzaremos la vida por ruta diferente;
cuerpos y corazones invocarán en vano
los instantes divinos: este ammor sobrehumano
sólo tendrá el sosiego que le de nuestra mente.

Y el día que en la sombra reclinemos la frente
se abrirá tu sepulcro de mi tumba lejano;
y así como anduvimos bajo el cielo inhumano,
separados seremos por la tierra inclemente.

Como nido que el viento desprendió de la rama
sin haber otros seres arrullado en su trama,
fenecerá este amor, para el dolor, tan fuerte.


Y en lápidas diversas nuestros nombres escritos
errarán por el mundo como dos mudos gritos
lanzados a la noche del olvido y la muerte

miércoles, 26 de septiembre de 2018

POEMAS DE ARTO MELLERI

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(7 de septiembre de 1956, Lappajärvi, Finlandia - 13 de mayo de 2005, Helsinki, Finlandia)

La Sura de la sombra

El que no posee
una sombra en su interior
una Sombra a la que uno pueda retirarse
de la multitud humana
una Sombra, una penumbra, un manantial secreto
que murmure pacíficamente
un Manantial cuyas aguas curen
la fiebre del alma
se encuentra desamparado en el desierto,
cegado por el sol,
condenado a creer
en todo espejismo
y la arena del desierto cambia
constantemente de forma,
la ciudad, desaparecida del mapa,
seguirá igual de alejada
El que no posee
una Sombra, una penumbra, un manantial secreto
un Manantial cuyas aguas curen
la fiebre del alma
Desgraciado aquel que no tiene una Sombra en su interior.

Nonato


No, no quiero
nacer, no quiero cambiar el dulce rumor del
líquido amniótico
por la luz, el grito que desgarra los pulmones
No quiero que me midan,
me pesen, me subordinen al Tiempo
ni jugar al escondite con la Muerte
en eso que llaman
            vida
Así se está bien:
viajar a cualquier parte
llevado por el cordón umbilical
No es que yo no sepa:
berreando
uno consigue el pezón en la boca, yo no quiero abrir
los ojos
frente a la torturante luz, ver todo
como si yo no
hubiese existido antes, volver a oír
algún nombre nuevo
de la boca de algún sacerdote
Cuando las esclusas de la carne
se cierran
comienza todo de nuevo
desde el berrido y las secundinas
El hijo del hombre nunca es tan viejo
como de recién nacido

XANGAI BLUES

Estoy muy lejos de casa, vagabundo
                sólo en la noche de Shangai
cuando los cristales rotos del invierno cubren las calles
Estoy muy lejos de casa: los dragones,
                la niebla y el abrótano suben como plantas trepadoras
la escritura indecible de las
luces de la ciudad, y la palpitante imagen especular del mundo
                fusibles!
El aguardiente, deslumbrantemente claro,
que es una de las más antiguas del mundo.
La luna envuelve la ciudad en seda húmeda.
En todos los salones de baile la música estridente
se calló, y un millón de chinos dormidos por el aguardiente
y en la nieve de papel con la boca abierta.
Estoy muy lejos de casa, un marinero
                que retrasó el barco naufragado,
se quedó demasiado tiempo en el abrazo de la mujer,
húmedo y nutritivo
                como el limo del río Amarillo. Estoy muy lejos de casa,
y el azulado nevado de esperma
, que se ha convertido en el país de la Media Luna Roja ...
                en el abismo que se abre bajo la cama de hierro
se susurran mutuamente a la mujer y la serpiente.
El aguardiente, deslumbrantemente claro,
Tira la vista de los ojos y la inteligencia de la cabeza ...
El remojo sucia violentamente entre las piernas de la mujer.
Sus aleaciones tangen una aria
de la ópera revolucionaria, abre las piernas ...
¡apaga las luces!
Y la palpitante imagen reflejada del mundo
                derrite.
¡Dejad que se funda!

El poema

No, no quiero
nacer, no quiero cambiar el dulce rumor del
líquido amniótico
por la luz, el grito que desgarra los pulmones.
No quiero que me midan,
me pesen, me subordinen al Tiempo,
ni jugar al escondite con la Muerte
en eso que llaman
Vida.
Así está bien:
viajar a cualquier parte
llevado por el cordón umibical.
No es que yo no sepa:
berreando
uno consigue el pezón en la boca, yo no quiero abrir
los ojos
frente a la torturante luz, ver todo
como si yo no
hubiese existido antes, volver a oír
algún nombre nuevo
de la boca de algún sacerdote.
Cuando las esclusas de la carne
se cierran
comienza todo de nuevo
desde el berrido y las secundinas.
El hijo del hombre nuca es tan viejo
como de recién nacido.