domingo, 2 de septiembre de 2018

POEMAS DE ANACREONTE


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(Teos de Lidia, actual Grecia, s. VI a.C. - id., s. V a.C.)


¿A qué me instruyes en las reglas de la retórica?


Al fin y al cabo, ¿a qué tantos discursos

que en nada me aprovechan?

Será mejor que enseñes a saborear

el néctar de Dionisios

y a hacer que la más bella de las diosas

aun me haga digno de sus encantos.

La nieve ha hecho en mi cabeza su corona;

muchacho, dame agua y vino que el alma me adormezcan

pues el tiempo que me queda por vivir

es breve, demasiado breve.

Pronto me habrás de enterrar

y los muertos no beben, no aman, no desean.

 

 

II

 

De la dulce vida, me queda poca cosa;



esto me hace llorar a menudo porque temo al Tártaro;

bajar hasta los abismos del Hades,

es sobrecogedor y doloroso,

aparte de que indefectiblemente

ya no vuelve a subir quien allí desciende.

 

III

 

 ¿Por qué, potrilla tracia, con sesgados ojos mirándome,

 sin piedad me huyes y piensas que nada sabio sé?

 

Sabe que a ti, que a ti pondría el freno diestramente

y con las riendas te haría girar en torno de las metas.

 

Mas ahora paces y, brincando, ligera juegas:

 pues por jinete no tienes un diestro picador.

 

IV

 

Antes andaba en andrajos, con estrecha capucha

 y tabas de madera en las orejas, y en torno de los flancos

 un calvo pellejo de buey

—no lavado forro de mal escudo—, a panaderas

 y ganosos putos frecuentando, el desgraciado de Artemón,

 hallando fraudulenta vida;

 mucho en la pica poniendo el cuello, mucho en la rueda,

 mucho flagelado en el lomo con fusta de cuero, de cabellera

 y barba despojado.

 Pero ahora va en carrozas, con dorados pendientes

—hijo de Cice—, y sombrillita de marfil,

 justo como las mujeres.

 

V.

 

A mí mismo



 

Están grises ya mi sienes,

 mi cabeza es cana y viejos

 son mis dientes; ya no tengo

 mi agradable juventud.

 

De la vida más sabrosa

 me quedó no mucho tiempo;

 por lo cual sollozo, a veces,

 mucho al Tártaro temiendo.

 

Porque horrible es la caverna

 de Plutón, y trabajoso

 el descenso; y quien desciende

 no podrá nunca subir.

Canosas ya tengo las sienes

Y blanquecina la cabeza,
Pasó ya la juventud graciosa,
Y tengo los dientes viejos;
Del dulce vivir el tiempo
Que me queda ya no es mucho.
Por eso sollozo a menudo,
Estoy temeroso del Tártaro.
Pues es espantoso el abismo
Del Hades, y amargo el camino
De bajada… Seguro además
Que el que ha descendido no vuelve.


"La lira"

Quiero ensalzar cantando a los Átridas
quiero cantar a Cadmo,
mas de mi lira los sonoros nervios
tan sólo amores dicen.

Otra lira pulsar en otro tono
quise, con nuevas cuerdas
y al pretender cantar al fuerte Heracles,
tan sólo amores respondió mi lira.

Héroes, dejad de enardecer mi mente,
porque mi lira, sólo amores canta.

Los devotos de Baco


¡Que buena está la priva que nos priva!
Cantamos la cuadrilla tabernaria
Mientras la tabernera mercenaria
Nos “ayuda” en nuestro andar a la deriva
Con destreza se mueve con la jarra
Renovando tintorro en el campano
¡ no decaiga la juerga, venga farra!
A ver quien anda mas calomecano ¡
Ya van dos que se pelean a empellones
Y otros hacen equilibrios en un pié
La disputa deriva al balompié,
Toca Asturias en el turno de canciones
El baile de la conga, motilones
La tabernera mira con placer
Ahora les pone anís en los porrones
Cumpliendo como buena su deber
El anís da mal vino a los faltones
Y uno escacha un porrón al santo suelo
Cristales y vinachas y un revuelo
De blasfemias y de gritos fanfarrones
La tabernera empuña el escobón
Y declara la guerra decidida :
A pagar lo que se debe y colofón.
O llamo a la madera ¡esto no es vida ¡
Al oir esa palabra la cuadrilla
Se pone toda firme ante el sargento
Bebe la espuela, paga y carrerilla
Y se pierde en la noche en un momento
Y ya cantamos en la calle a la deriva
¡ Que buena está la priva que nos priva!

INDÓMITA


¿Por qué, potrilla tracia,
me observas de reojo
y me huyes, implacable,
creyendo que no soy
experto en nada útil?

Pues sabe que hábilmente
el freno te pondría
y tomando tus riendas
doblarías conmigo
las lindes del estadio.

Ahora paces en prados,
brincas con ligereza
retozona: no tienes
ningún jinete diestro
que a tus lomos se suba.


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