miércoles, 12 de septiembre de 2018

POEMAS DE LUIS VIDALES

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(1904, Calarcá, Colombia - 14 de junio de 1990, Bogotá, Colombia)

A la libertad


Párese el río y cesen sus rumores;
no dé el rosal su rosa conversada;
no hable la bandera sus colores;
quédese la estación estacionada.
Muera el árbol; no se alcen los alcores,
y el sabio ruiseñor no diga nada;
la luz no rectifique sus fulgores;
desembárquese el agua ya embarcada.
El sol suspenda su divina serie;
endurézcase el viento y no lo diga,
y el dulce cielo deje la intemperie.
No hable la voz sus altas soledades,
que la patria dejó de ser amiga,
¡y están sin libertad sus libertades!

El hueco


Mis versos dicen.
Hueco
único sitio habitable.
Casas.
Casas.
Casas.
Huecos interrumpidos por paredes y puertas.
Huecos divididos en cuadros.

Mi vida
mi vida transeúnte
está llena de las troneras
de las horribles cavernas
que las casas les hacen a los huecos.

Y ya no puedo
borrar en mí la sensación
de los huecos de la ciudad
encerrados en los cajones de los cuartos.

El teléfono


El teléfono es un pulpo que cae sobre la ciudad. Sus tentáculos se
enredan en las casas. Con las ventosas de los tentáculos se chupa las
voces de las gentes. De noche -se alimenta de ruidos.

El paseo


El cielo espejea entre los árboles.
Los árboles se imaginan
que están a orillas de un lago color violeta.
Nosotros advertimos el engaño
y a grandes voces espantamos a los árboles
como si se tratara
de unos altos pájaros verdes
que hubieran escondido
en el plumaje
la otra pierna.

Cuando volvemos a casa
empieza a holgar en mi cabeza
el sombrero de copa de la noche.

Oración de los bostezadores


Dedicado a Leo Le Gris-Bostezador



Señor.
Estamos cansados de tus días
y tus noches.
Tu luz es demasiado barata
y se va con lamentable frecuencia.
Los mundos nocturnales
producen un pésimo alumbrado
y en nuestros pueblos
nos hemos visto precisados a sembrarle a la noche
un cosmos de globitas eléctricas.
Señor.
Nos aburren tus auroras
y nos tienen fastidiados
tus escandalosos crepúsculos.
¿Por qué un mismo espectáculo todos los días
desde que le diste cuerda al mundo?
Señor.
Deja que ahora
el mundo gire al revés
para que las tardes sean por la mañana
y las mañanas sean por la tarde.
O por lo menos
—Señor—
si no puedes complacemos
entonces
—Señor—
te suplicamos todos los bostezadores
que transfieras tus crepúsculos
para las 12 del día.
Amén.

En el café


El piano
que gruñe metido en un rincón
le muestra la dentadura
a los que le pasan junto.
La bomba eléctrica
evoluciona su luz
en el espejismo de mis uñas
y desde la mesa
donde una copita
vacía
finje
burbuja
de aire
solo -a grandes sorbos-
bebo música.
En neblinas de vapor
van pasando ante mis ojos
los sopores de Asia...
Siento que anda por mi sangre
el espíritu de las uvas
del Mediodía...
y cuando los alambiques de la orquesta
dejan de filtrar
el alma ebria
-que le da por tornasolarse
en el azul de los sueños-
se interna por la callejuela tortuosa
de un cuadrito
colgado a la pared.

Algo está ocurriendo arriba

En el inmenso mar llora la tierra
y vaya uno a saber por qué está triste
si no es por cosas de la insondable abarcadura
a donde mi escaso ser no llega
puede que yo lamente su amargura
pero tampoco es para morirme
por esa sorpresa que me entrega
de cuanto está ocurriendo en las alturas
y si ahora tú me estás leyendo y me lo dices
por saberlo de fuente bien segura
cuéntame acá de la mejor manera
de esa que debe ser fenomenal balumba
porque si no por qué este llanto del planeta
por su mejilla eternamente insiste
en vez de ser el ancho mar de la hermosura
o será porque alguien en uso de la guerra
aquí abajo por este dolor tiene la culpa...


A tu nueva visión

A tu nueva visión el ser asiste
con más tiernos amores y pisada,
para encontrarte en mí recuperada
de todo cuanto soy y cuanto fuiste.
Yo canto con la lengua que me diste
y miro en derredor con tu mirada,
y junto de mi estrella entrecortada
todo tu verde trópico me viste.
Estás en mí como en la espada el hierro,
como el diamante en su profundo encierro,
como en la noche el mineral celeste.
Y sé que tras la línea del oeste,
un nuevo resplandor baña tu veste
y los ríos regresan del destierro.

LAS NUBES

Las nubes son almas de mujeres
que perecieron ahogadas.
Mentira
Las nubes son las ropas blancas
que el viento se lleva
de los alambres de los patios.
también mentira.
Porqué
-¿ Las nubes?-
Naciones que hacen el mapa del cielo.
Continentes
paises
islas
las manchas blancas de las nubes.
¡oh! mi patria
mi única patria.

LOS  PARAGUAS


El palo de los paraguas
sopla sus globos de seda
para que el cielo los insulte.
Pero los paraguas son cínicos
y se alejan bajo la lluvia
en una panorámica desbandada
de cupulitas negras.
Y cuando los días claros
vengan dándole vuelcos
a los cielos infantiles
los paraguas se quedarán en
y mirarán por la ventana
pasar las nubes
y acaso se pregunten
quién los ha desterrado
de su patria azul.

A   UNA   FLOR


Tú tienes un alma
que sube por el tallo
y te alumbra.
Pero tu alma no sabe hablar
ni sabe quejarse
ni discurrir sobre las cosas.
Yo quisiera  -oh pequeña flor
absorta en la materia-
darte del alma intelectiva
porque a mí me pesa mucho toda la que llevo
y a tu alma le falta
un poco de dolor.

La música

En el rincón
oscuro del café
la orquesta
es un extraño surtidor.
La música se riega
sobre las cabelleras.
Pasa largamente
por la nuca
de los borrachos dormidos.
Recorre las aristas de los cuadros
ambula por las patas
de los asientos
y de las mesas
y gesticulante
y quebrada
va pasando a rachas
por el aire turbio.
En mi plato
sube por el pastel desamparado
y lo recorre
como lo recorrería
una mosca.
Intonsamente
da vueltas en un botón
de mi d’orsey.
Luego —desbordada—
se expande en el ambiente.
Entonces todo es más amplio
y como sin orillas…
Por fin
desciende la marea
y quedan
cada vez más lejanas
más lejanas
unas islas de temblor
en el aire.


Los fantasmas del aire

Veníamos a construir nuestro olvido
al más secreto rincón de la casa
sin saber que en nuestros brazos
teníamos aprisionado el fantasma
alguien dijo no hay aparecidos
aparecidos tú y tu amiga
y supimos que un desconocido nos abriga
y guarda la reserva
¿quién pues dejó caer el corazón del universo
en la ola que pasa?
el trueno abre los granos en la era
y el girasol orienta
su campo electromagnético
¿y quién pues lo ha visto?
¿quién pues lo palpa?
así tú y yo bajo este inmenso halo
veníamos a construir nuestro olvido
sin saber que en nuestros brazos
teníamos aprisionado el fantasma.

Los ruidos

Ruidos de los cafés
que se escapan por las bocinas de los teléfonos
ruidos maravillosos de las casas.
Yo sé que cada casa
tiene sus ruidos especiales.
Así conozco la casa de mi amigo
y reconozco la mía
–de lejos–
entre la aglomeración de construcciones.
Ruidos en la ciudad que sólo es calles
y calles
en la ciudad que está de espaldas
volteada hacia adentro
hacia los interiores de las casas.

Ruidos de la época de las cavernas
que andan todavía en el mundo.
Ruidos.
Vosotros vagáis locos
buscando una salida
pero al igual que yo
no habéis podido encontrarla.
Ruidos.
Y ya lo mejor será
que os tornéis estáticos
fijos
–pegados a las paredes–
conservando vuestras formas
de dibujos decorativos

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