Ya no llegan las palomas a
las plazas
Ni los ancianos
Lanzan arroz por costumbre.
No llegan las palomas a las
plazas
Los monumentos las extrañan
pues sin ellas son
Invisibles sin el traje de
plumas
Adornando sus figuras;
Ya no llegan las palomas a
las plazas,
Solo los ancianos que hablan
de tiempos pasados,
De bailes y licores lejanos;
Los ancianos yacen sentados
junto a la pileta
Esperando la bulla de las
palomas
Quienes al parecer perdieron
su rumbo
Y los ancianos mueren día a
día deshaciéndose entre
Sus palabras y no llegarán
las palomas,
Solo quedaron suspendidos en
el tiempo.
Los esqueletos de los
ancianos
Que aun con sus bolsitas de
arroz esperan a las palomas,
Finalmente yacen en sus
lugares pero ya
No hay arroz ni ancianos en el parque.
El sol derrama sangre sobre
nuestras cabezas
Fuego contra el mundo,
Al salir el sol tengo que
entrar en casa
Qué la noche no muera
Poder seguir cantando
Con la melancolía del perro
que aúlla a la luna.
La muerte no me aterra pero
me persigue
La muerte suelta sus olores
en mi nariz.
La muerte me choca el
cerebro, en ella pienso cada día
Deseo morir:
La cuerda pende al cuello,
Las cuchillas cruzan mis
venas
Como canto de ebrio,
Como beso de niño
Colgado en una vara dura
como el acero,
Allí mismo cuelgo mi cuerda
y
De ella mi cuello,
Mi voz grita palabras
lacrimógenas para espantar
A los curiosos que se burlan
de mi familia.
Tengo el poder de Abrir
puertas
Que van a ninguna parte,
Ventanas que no dejan entrar
pájaros
Compro Trompetas que no
tienen voz,
Abro latas sin contenido,
sueño sin olas el mar
El soldado mira serio por
ese miedo llamado disciplina,
Su fusil pende
De una sonrisa
Guardada por miedo
El soldado esconde el miedo
Detrás sus condecoraciones
Piensa en su madre mientras
La bala rompe su corazón.
No soy ni dios ni demonio,
muchos quisieran
Que fuera alguno de los dos,
Yo mismo quisiera saberme ángel
desnudo
O
Demonio ebrio.
No quiero esa
responsabilidad tan importante.
No soy ni ángel ni demonio,
Quizá un ateo frustrado,
Un marxista occidental.
Sería un demonio bailón,
Un demonio que no asusta.
Que no lleva la muerte bajo
su daga,
Soy solo un hombre, un
poeta,
Un aprendiz de pintor,
Que camina en la multitud,
Con una novela en su cabeza.
No soy ni sol ni luna
Quizá estrella opaca…
Los minutos pasan por mi
rostro
Los segundos arrugan mi
sonrisa,
Los días y las semanas pasan
como
Carros sobre mi cuerpo
Soy sombra sin sol,
carne sin esqueleto,
Soy de maíz, soy de barro,
endeble,
Miedoso al agua fría y al
chocolate caliente.
A la par que yacía sentado
en su mecedora,
Las aves agujerearon su
cuerpo,
Se le llevaron los ojos, las
vísceras y el corazón
Las aves barrieron con todo,
Dejaron sus huesos blanquísimos,
Al descubierto y los sueños
Como
pendientes en sus orejas.
El
gato ve en la noche la tristeza,
Los
perros ladran para consolarla
Y
los ebrios las evitan por dolor
Los sueños habitan
Lugares solitarios,
Mentes indoloras,
Enfermos y moribundos.
Los sueños acompañan
Ebrios, enfermos y leprosos
Los sueños miran
El morir
De quienes yacen
Humillados,
En una fosa común,
Gritando su nombre
A la noche.
Sin lapidas y sin quien los
llore.
Los
pasos uno tras otro
Suenan
como una escalera hacia la muerte,
Un
sueño casi diluido,
Llega
el olvido y una calavera
Es
el anuncio de una lluvia triste,
Las
lágrimas corren como ríos bravíos,
La
sangre mana por las heridas del corazón
En
un inmenso desierto rojizo sangrante.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario