sábado, 24 de septiembre de 2016

POEMAS DE JUAN SANCHEZ PELAEZ

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(25 de septiembre de 1922, Guárico, Venezuela - 20 de noviembre de 2003, Caracas, Venezuela)


Al arrancarme de raíz a la nada...


Al arrancarme de raíz a la nada
Mi madre vio, ¿qué?, no me acuerdo.
Yo salía del frío, de lo incomunicable.

Una mañana descubrí mi sexo, mis costados quemantes,
          mis ráfagas de imposible primavera.

A la sombra del árbol
          de mi gran nostalgia ya comenzarían a devorarme,
          ya comenzarían.

Sabedlo tú, Ondina ondulante del mar y alga efímera
          de la tierra.
Un hombre alto fue al cementerio
Espantó a un perro que ladraba
Su camisa de fuerza lo estrangulaba
Cayó estrangulado.

Y yo he revelado su destino a todos mis amigos
A los que conozco sin saludar, a los que saludo
          sin conocer.

Yo di muerte al estrangulado
A pesar de sus signos de indeleble fatiga.

Yo frisaba cinco años de vida
¿Me engendró una cigarra en el verano?


          Era un día maldito.
          Mi madre no logró reconocerme.
 



 


Al principio al final


Si ella premedita dureza o ternura (O lucha en vacuas

      direcciones),

Si me obsequia o niega,

Apago el conmutador.

Me veo con mansedumbre en el lecho,

Me toman el pulso, me hallo lejos,

Pruebo a la mujer de ceniza,

Única de fruto, de cortar las venas e irrigar el vientre,

Oquedal de un badajo a rastras,

      Al principio al final

Insomne en la misma constelación,

Hambre en nuestra holgura y unigénito sueño.

De"Filiación oscura" 1966




Aparición


Aclimata el carruaje dichoso de tus senos, la tierra de mis
      primeras voces,
sus heridas abiertas, sus flagelados gavilanes en la
      intemperie nevada.

Una mujer llamada Blanca manipula la jaula escarlata del
      misterio
Sobrepasa el límite, una oscura potencia.
¿Grita, imagina, siente?
Teje una cáscara densa de brisa matinal, alivia piedras
      decrépitas.

La joven pálida me conduce a un jardín en ruinas.
La veo desnuda, bajo un gran suburbio de palmeras,
exportando el oro del crepúsculo hacia un milagroso país.

Ha regresado la hora silenciosa.
Me circundan las pesadas bahías de tus ojos.

Tú tienes que diseminarte, cuerpo y alma,
en la heredad meliflua de las rosas.

A mi lado pasan lavanderas con sus blancas túnicas, con sus
      cofias de inocencia
y las manos entregadas a un rito.

De "Elena y los elementos" 1951





Belleza


Interrumpida mi plática, vuelvo a hablar contigo de la partida y el regreso. 
Todo sucedió a vuelo de pájaro, belleza: a la
vez mundo compacto, cerrado y libre. Al abrir los ojos en la
llama fría, era un lorito ufano; te busqué de verdad, lamía en
la sombra tus huesos, santa perra. Aunque me ausentara de
ti, aunque me cubriera el ridículo, aunque estuvieras más
allá del resplandor que me envuelve; quizás cercana a la
bahía, en pleno mar de verano, en medio de las palmas reales.

De "Rasgos comunes" 1975






Con flores pintadas...



Con
      flores pintadas
en nuestro 
      cuerpo

y
      la bujía
en          cada
                 mano

lo único
             que pasa
es el silencio

pero
             los recuerdos
             son fieles
             y

al
   lado
             de nosotros
             murmuran

sobre
          la máscara
la piel
          o la palabra enorme:

«Oye mi amor hacia ti».
«Oye mi grito
                        por ti».

De "Por cuál causa o nostalgia" 1981


Cuando subes a las alturas...


Cuando subes a las alturas,
Te grito al oído:
Estamos mezclados al gran mal de la tierra.
Siempre me siento extraño.
Apenas
Sobrevivo
Al pánico de las noches.

Loba dentro de mí, desconocida,
Somos huéspedes en la colina del ensueño,

El sitio amado por los pobres;

Ellos
Han descendido con la aparición
Del sol,

Hasta humedecerme con muchas rosas,

Y yo he conquistado el ridículo
      Con mi ternura,
Escuchando al corazón.

De "Animal de costumbre" 1959

 

Diálogo y recuerdo


Este apasionante encuentro con la doncella subterránea
No fue ovacionado con trompetas de corales. 

Encumbrado a ti,

¿El relámpago de mi respiración?
¿El vuelo marítimo de un cisne o un zamuro?

¿Qué signo mío Te iba a despertar?

¿Los buscadores de oro?
¿La campana salobre mecida por el huracán?

Dejadme la pureza del estío y el canto del manantial
      sobre los pinos en una hora alta
      de paz y alegría.

Huérfano, y sin trompeta, y la mujer que abre su entrecejo
y es una potestad engañosa y el día que es una nube
efímera, y tú que vienes en el Fasto, Es lo natural,
Simplemente reposas o desvarías.

Desde el instante mío:
      El que tañe en la raíz del húmedo fósforo
      El de pulposo corazón, El que dilapida con
      Ojos de ironía la escritura visible,

      El de la parodia chirle, El de batir las
      palmas, El supliciado, El que huye y tropieza
      Con la máscara y el atavío,
      El que amaina en la médula,


En algún lugar del camino, con ese regusto anticipado
del pueblo en que ibas a poner pie,


En la ruta, a remolque; nulo, A
Tiro de fusil.

De "Elena y los elementos" 1951


El cuerpo suicida


Rosa invisible rasgo puro
Venas subyugantes como lámparas de nieve
y mi espejo en su lecho fratricida
Iba hacia ti
Desde la negra edad de mis orígenes
Iba hacia ti
Cuando la luna ondea en mis sienes desatadas
Caías de rodillas con un racimo de frutas.

Los perversos ojos del cielo recubren tu llama
La espiga vigilante adentro
En las zonas del silencio donde la luz no llega.

Yo veía un niño agonizando en los jardines
El que arrojaba uvas delirantes a las duras bahías 
Y los cuerpos ahogados en la noche
Cuando arden cenizas en la magia de Dios.

Yo he visto alfombras proteger sus rebaños
      de ignorancia
Altares y arcos
Los senos, bases de fuego fascinante
El perfecto hábito del semen
Joya de abismo, taciturno enigma.

De "Elena y los elementos" 1951



Elena es alga de la tierra...



Elena es alga de la tierra
Ola del mar.
Existe porque posee la nostalgia
De estos elementos,
Pero Ella lo sabe,
Sueña,
Y confía,

De pie sobre la roca y el coral de los abismos.

En realidad, Elena
Conoce las cosas simples,
Porque antes de ser doncella
Fue Sirena y Ondina,
Y antes de ser
Sirena y Ondina,
Nadó en el torbellino, en el número, en el fuego.

Yo debí caer en la calzada, y rememorar,
Oh huésped delirante;
Allí donde apacigua la tarde y el crepúsculo,
A mí me separaron.

Tuve otro amor,
Puro como el éxtasis,
Frágil como la fantasía,
Absoluto como mi otro amor.


Oí una trompeta de bruma en el desierto
Mis halcones salieron del follaje.


En todas las estaciones
En el otoño o en la primavera
Elena es alga de la tierra
Ola del mar.

De "Animal de costumbre" 1959



Persistencia


A Ella, (y en realidad sin ningún límite).Con holgura y
      placer.


A Ella, la víbora y la abeja: La desnudez preciosa.

A Ella, mi transparencia, mi incoherente arrullo, el rumor
      que sube en las raíces de mi lengua.

A Ella, cuando regreso de las inmensas naves que hay en
      el cuerpo huraño con un sol inmóvil.

A Ella, mi ritual de beber en su seno porque quiero
      comenzar algo, en alguna dirección.

A Ella, que abre el sobre de mis amuletos.

A Ella, que en la balanza anónima de la memoria y en las
      horas finales prolonga mi presencia real y mi presencia
      ilusoria sobre la tierra.

A Ella, que con una frase insomne divaga en el umbral
      de mis lámparas.

A Ella, a causa de un vocablo que me falta y a la vez
      usufructo de un breve viaje que podría revelarme.

-Duerme, pero la obra humana es el instante; al dormir
      se cierra con furor la gran jaula.

-Despierta, pero esboza en las márgenes de tus cejas el
      oro próximo del sueño.


-Revuélcate en la parálisis fuera del yo de los ciegos
      viajeros.

¡Adónde mi ninguna faz con años!

A Ella, los abismos que hay de mi amor a mi muerte
      cuando caiga a plomo sobre la tierra y en un lugar
      de señales desaparezca el sitio de mi ánima sola.

De "Filiación oscura" 1966


 







En la noche dúctil con un gladiolo en tu casa...


En la noche dúctil con un gladiolo en tu casa
En la noche, escucha,
Oh frágil vanidad en los brazos,
Y tu sueño pesa viviente como ráfaga del río.

Más allá en los vergeles
Prueba, verifica mi debilidad y mi fuerza.
Mi camino que ignoro hasta encontrar tu paso, tu huella
Tibia en la tierra,
El nacimiento del nuevo día.

De "Animal de costumbre" 1959




Inocencia


Cuando pongo la mejilla en esa melodía, recupero un instante 
la ciudad perdida.


          Vivo sin leño ni lumbre, señuelo en pos de ti. 

Por encontramos en el mundo, nos cubre la llama que da pavor. Soy de pies a cabeza la gran vacilación del hombre. Mustio, trago a cántaros el olvido y la tiniebla.

De "Rasgos comunes" 1975



Me pongo a temblar en la noche llena de sonidos...


Me pongo a temblar en la noche llena de sonidos. Absorto en mi labor, no me doy cuenta que el tiempo transcurre. 
Mi oficio es como la lluvia: acariciar, penetrar, hundirme. Observo la tinaja oscura. Alumbro una lámpara 
en mi duermevela. Siento mi arruga y mi enigma, pero ¿dónde elhallazgo por venir, o una mañana clara en las calzada?

De" Lo huidizo y permanente" 1969




 


Menos vulnerable


Menos vulnerable y base de rigor.
Confinado a la palidez y el grito de tu 
      carne,
Llama ostensible.
Óleo grave y vellocino de nácar.
Fuerza que inhibe, que resiste,
Mujer que declina honores en el país solitario.
A tientas los flancos, ¡en la espesura de aquel rumor!
A la zaga nuestra sombra.
El aleteo de la espuma sube. La mujer es de agua 
reflejada. 
Vive en la memoria de la piel. 
Su salto en los oquedales
      rehúsa respirar por la herida en mi cuerpo.
Lo dicho, dímelo, 
átenos con esta lengua de tierra
la fabla matinal. 

Más firme aún el sueño en el regazo profundo.

De "Filiación oscura" 1966
  

No estás conmigo...


No estás conmigo. Ignoro tu imagen. No pueblo tu gran olvido.
Pasarán los años. Un rapto sin control como la dicha 
      habrá en el sur.
Con la riqueza mágica del encuentro, vuelve hasta mí,
      sube tu silencioso fervor,
tu súplica por los viajes,
tu noche y tu mediodía. 

Apareces. 

Tu órbita desafía toda distancia.

Entonces, para iluminar el presente, tú y yo acariciamos
      la llaga de nuestro antiguo amor.

De "Animal de costumbre" 1959




Obra de vigilancia


(Paso la mano sobre el olor de tu vestido),
Tu guedeja, tu pendón lunar;

      Más allá, más acá,

(Paso la mano sobre húmedos rastros)
Aclara la niebla del pecho
      un arco iris.

Echa tierra a la tierra de ilusión.
Aquí es inoficioso soñar .

De púrpura es la casa a cuestas en el viento
      de largos ramajes.

De "Filiación oscura" 1966



Poema II


La selva roja murmura, murmura, y de repente es toda la realidad del corazón mi selva roja. Y ella que es un péndulo que oscila en el gemido, mi selva roja, y ella que exclama con saltos leves de dicha, mi selva roja, en la ruta que conduce hacia ese hondo bosque fuera de la tierra anónima nos deja estar en ninguna parte y olvidarnos, nos deja no resbalar en la cosa que se evapora, nos deja la mediúmnica voz de nuestra vertidumbre, y en paz, sin magnos errores, mi selva roja.

De "Rasgos comunes" 1975



Por razones de odio


Ella descubre el roce el barniz de su cintura
En los estados feéricos en un acantilado sensual
A cuyos pies se derraman almacenes hechizados
Los cuellos segados por fruición de la libertad.

Cuando escamotean sus cláusulas internas
Creo una virtud especial
Por razones de odio
y es la mujer sometida al clima negro
En los portafolios los deshielos la lupa la colcha
De los muertos.
Los óleos de mi memoria revestidos de lanas ardientes
La mancha con sed del rebaño sideral
La lepra
Del aljófar caído en los bosques.

De "Elena y los elementos" 1951



Posesión


los témpanos engullen gaviotas en mis caricias.
El mundo pesa inicuo y solemne en mis raíces.
Acepto tus manos, tu dicha, mi delirio.
Si vuelves tú, si sueñas, tu imagen en la noche
      me reconocerá.
Te encamino al talud campanular de mis venas.
Mi sangre de magia fluye hacia ti, bajo la
      profecía del alba.

De "Elena y los elementos" 1951



Primera juventud


Qué fuerte esperanza, me decías. Y flotábamos en las nubes del recinto dichoso. A uno y otro lado, la cascada luminosa de mi amor. Elegí el flanco justo donde brilla el río. Por breve lapso salté hacia el destello no esquivo. Ahora es el otoño que horada mi casa solitaria, el espejismo de la visión a espaldas de nuestra reina madre el sol.

De" Lo huidizo y permanente" 1969
  

Profundidad del amor


Las cartas de amor que escribí en mi infancia eran memorias
de un futuro paraíso perdido. El rumbo incierto de mi
esperanza estaba signado en las colinas musicales de mi
país natal. Lo que yo perseguía era la Corza frágil, el lebrel
efímero, la belleza de la piedra que se convierte en ángel.

Ya no desfallezco ante el mar ahogado de los besos.
Al encuentro de las ciudades:
Por guía los tobillos de una imaginada arquitectura
Por alimento la furia del hijo pródigo
Por antepasados, los parques que sueñan en la nieve, los
árboles que incitan a la más grande melancolía, las puertas
de oxígeno que estremece la bruma cálida del sur, la mujer
fatal cuya espalda se inclina dulcemente en las riberas
sombrías.

Yo amo la perla mágica que se esconde en los ojos de los
silenciosos, el puñal amargo de los taciturnos.
Mi corazón se hizo barca de la noche y custodia de los
oprimidos.
Mi frente es la arcilla trágica, el cirio mortal de los caídos,
la campana de las tardes de otoño, el velamen dirigido hacia
el puerto menos venturoso
o al más desposeído por las ráfagas de la tormenta.
Yo me veo cara al sol, frente a las bahías mediterráneas, voz
que fluye de un césped de pájaros.

Mis cartas de amor fueron secuestradas por los halcones
ultramarinos que atraviesan los espejos de la infancia.


Mis cartas de amor son ofrendas de un paraíso
de cortesanas.


¿Qué pasará más tarde, por no decir mañana? murmura el
viejo decrépito. Quizás la muerte silbe, ante sus ojos
encantados, la más bella balada de amor.

De "Elena y los elementos" 1951

Retrato de la bella desconocida


En todos los sitios, en todas las playas, estaré esperándote.
Vendrás eternamente altiva
Vendrás, lo sé, sin nostalgia, sin el feroz desencanto de los años
Vendrá el eclipse, la noche polar
Vendrás, te inclinas sobre mis cenizas, sobre las cenizas del
      tiempo perdido.
En todos los sitios, en todas las playas, eres la reina del universo.

¿Qué seré en el porvenir? Serás rico dice la noche irreal.
Bajo esa órbita de fuego caen las rosas manchadas del placer.
Sé que vendrás aunque no existas.
El porvenir: Lobo helado con su corpiño de doncella marítima.
Me empeño en descifrar este enigma de la infancia.
Mis amigos salen del oscuro firmamento
Mis amigos recluidos en una antigua prisión me hablan
Quiero en vano el corcel del mar, el girasol de tu risa
El demonio me visita en esta madriguera, mis amigos son
      puros e inermes.

Puedo detenerme como un fantasma, solicitar de mis
      antepasados que vengan en mi ayuda.
Pregunto: ¿Qué será de ti?
Trabajaré bajo el látigo del oro.
Ocultaré la imagen de la noche polar.

¿Por qué no llegas, fábula insomne?

De "Elena y los elementos" 1951


Si vuelvo a la mujer...


Si vuelvo a la mujer, y comienzo por el pezón que me trae
      desde su valle profundo, y recupero así mi hogar en el
      blanco desierto y en la fuente mágica.

Si alzando los brazos, corto la luna.
Si pregunto: ¿y nuestro amor?
Si ella y yo nos encontramos muy ufanos.

Si la mujer sensible se inclina de nuevo a la tierra, Estrella
      cálida, azul y azur.

Si se detiene bajo la lluvia, inmóvil, más inmóvil que todos
      los siglos reunidos en una cáscara vacía.

            Si en la grey estamos de paso y vamos aprisa. si la
            vida teje la trama ilusoria. si es difícil en las 
            condiciones en que trabajo, ser la compasión de nadie.

Sin fingir y sin apoyo en las varillas mágicas de la loba,
      no olvidas comenzar por el pezón.

Si con el mismo ojo del precioso líquido que es la tarea
     de las nubes.

Si son desenvueltas mis maneras me pesa el habla.
Si no nos pillan.
Si salgo en lugar de los pensamientos.
Si borro el brote difuso en mi desvelo.
Si hace frío, si la mañana es clara.
Si vuelvo a ti, si muero, si renazco en ti.

Sí, en el interior; es mi promesa. Si esta irisada raya,
      relámpago súbito, oh Solo de sed.

De" Lo huidizo y permanente" 1969


 

Transfiguración del amor


Ella, la heroína de los infiernos
Desenvuelve en el hombre
Virajes de la cabeza
Como los reyes en una postal.

En un pie la esquila de los niños
En mi boca una punta de sol frenético
Como la mancha dorada
En la muerte,
Como el mensaje de los paraísos
En las túnicas dormidas con libertad
Transforma el bosque en guante de ruiseñor
En uvas de nieve,
En la conspiración
Que mencionan sus manos.

El que barniza la sombra allá está el más puro enigma
Para esconderla en el interior del Océano
Las sienes devueltas al aire feérico
Bajo una playa trazó señales en el desencanto
Esperando el vértigo que fluía de esa crisis nupcial
O cada extravío entre bahías florecientes
En las oleadas que gravitan al alba
O una copa llameante a la izquierda para alcanzar el
Misterio.

De "Elena y los elementos" 1951

 

Sólo al fondo del furor...



I
Sólo al fondo del furor. A Ella, que burla mi carne, que
      desvela mi hueso, que solloza en mi sombra.

A Ella, mi fuerza y mi forma, ante el paisaje.

Tú que no me conoces, apórtame el olvido.
Tú que resistes,
resplandor de un grito, piernas en éxtasis, yo te destruyo,
      sangre amiga, enemiga mía, cruel lascivia.

Nuestras voces de bestias infieles trepando en una
habitación suntuosa sin puertas ni llaves.
Cuando me desgarra un soplo náutico de abejas, yo pierdo
tus óleos, tus imanes, una calesa de esteras en el vergel.

Mi Primera comunión es el hambre, las batallas.
¿Rueda mi frente en un aro,
      saltan mis ojos sobre la nieve pacífica?
¿Florecen campanas melodiosas en un abismo de miedo?

Después, sin designio, el rocío extiende por el mundo su
gran nostalgia de húmedos halcones.



II
Arrastrado bajo yunques sin ruidos ni caricias
Otra vez otro instante
Sepárame las tablas de mi cuerpo, los despojos
Los despojos de mi alma
Hacia una bóveda de espanto, allí crece el caos.

Entonces se interpuso un revólver
Disparado al aire tres veces
Por los ebrios del amor.

Mi amiga íntima falleció hace tres años
Por tres balas lanzadas al aire.

Ella se vestía escandalosamente para asistir a un baile de
      máscaras.
Ella jugaba una partida de póker en el momento fatal.

Recuerdo a mi amiga íntima.
Estoy seguro de haberla conocido hace trescientos años.
Y olvidarla ahora mismo.

Otra vez, otro instante,
Me inunda el halo de los espectros.



III
Al arrancarme de raíz a la nada
Mi madre vio, ¿qué?, no me acuerdo.
Yo salía del frío, de lo incomunicable.

Una mañana descubrí mi sexo, mis costados quemantes,
      mis ráfagas de imposible primavera.
A la sombra del árbol
      de mi gran nostalgia ya comenzarían a devorarme,
      ya comenzarían.

Sabedlo tú, Ondina ondulante del mar y alga efímera
      de la tierra.
Un hombre alto fue al cementerio
Espantó a un perro que ladraba
Su camisa de fuerza la estrangulaba
Cayó estrangulado.

Y yo he revelado su destino a todos mis amigos
A los que conozco sin saludar, a los que saludo
      sin conocer.

Yo di muerte al estrangulado
A pesar de sus signos de indeleble fatiga.

Yo frisaba cinco años de vida
¿Me engendró una cigarra en el verano?

Era un día maldito.
Mi madre no logró reconocerme.



IV
Aún la perfección, las campanas trasquiladas.
Aún quien te subyuga, Oh tú, Huésped turbado, Tu máscara
      desgarra, Tu dedo es un liviano ruiseñor.
Horada una llama oculta: Sobresale tu cuerpo,
      tu pudor, tu vigilia.
Grandes herméticos antepasados míos levantan mi
      corazón carnívoro de langosta.

Súbeme a la claridad. Soy un
      simio abyecto que necesita perdón.
Un búfalo que desciende
      en el huerto leproso
      sobre la espalda encendida del arcoiris.

Súbeme a la claridad.

La noche es una isla perdida
      en el viraje vertiginoso de tus
      corpiños.

Cielo crispado del amanecer, Erizos
      desplazados, altas cimas;
Tierra mía y rocío de los papagayos y follajes
      fulminantes de las palomas siderales;
Extensos brazos
      benevolentes;
y tú, rosa abierta, caída
      contra el resplandor negro de mis deseos.



V
Yo atravesaba las negras colinas de un desconocido
      país.
He aquí el espectáculo:
Yo era lúcido en la derrota. Mis antepasados me
      entregaban las armas del combate.
Yo rehuí el universo por una gran injusticia.
Tú que me escoltas hacia una distante eternidad:
Oh ruego en el alba, cimas de luto, puertas que
      franquean tajamares de niebla.
Salva mis huestes heridas, verifica un acto de
      gracia en mis declives.
Pero, ¿qué veo yo, extenso en una maleza de tilos
      imberbes? Un glaciar cae lánguido
      en el césped.
El mármol se despide del hombre porque éste
      es una estatua irreverente.



VI
Blandiendo un puñal de vidrio entre las sienes
Pasean los soldados, los herreros, las razas de color, las
      mujeres melancólicas
Por los canales pardos del arcoiris, encallados a riberas
      de bruma
A la aventura celeste de los cinematógrafos, al pequeño
      monumento de las aves estelares.

Un sueño los hace distintos a la realidad
Un murciélago desconocido los hizo visibles a la vida.

Y después, ¿te acuerdas?
Yo me acuerdo
Tu madre subyugada por tu padre.
Y después, ¿te acuerdas?
Yo me acuerdo
Todas las madres del mundo subyugadas por todos los
      padres del mundo.
Y después, ¿te acuerdas?
Yo me acuerdo
Todas las madres del mundo divorciadas de todos los
      padres del mundo.

Y el primer día le daban palmaditas a tu hombro
Y el segundo día le daban palmaditas a tu vientre
Y el tercer día le daban palmaditas a tu frente
Y el cuarto día no tenías hombro
Y el quinto día no tenías vientre
Y el sexto día no tenías frente
Sino enigmas inválidos,
enigmas a flor de piel.

Tú seguías mi ruta: El diluvio de mis besos
      a la deriva de la vía láctea
El ala colérica de mi sangre
Una bandada de rojos insectos roedores de tiniebla.

Tú me decías: «Encima del cielo hay una
      encrucijada de bosques feéricos
Encima de la nieve está el cadáver taciturno de mi lengua
Y la magia del mundo en los brazos abiertos del amor».

Barcas bélicas de mis pies vegetales
Con una campana sumergida estrella del vino
Nombres extraños, ríos
      glaciares, vertientes impalpables
      caballos de franela con dos dedos de frente
Que una mujer desnude su alma
Su cuerpo y su alma
Al borde de los astros parpadeantes

Que construya a golpes martirizantes de olvido
Un fantástico jardín con salamandras ebrias.

Nada es tuyo, nada puede socavar tu sed terrestre
Nada es mío, sino perforación de muerte, sino escombros
      indispensables para que negligentes, olvidadas fuerzas
      orgánicas canten su iluminada redención.

Pan de leche de la luna, oscuro temblor de los cereales
Precipicios de nubes que ahogaron mi rostro dormido
      entre las aguas

Declárame vacío en mi tregua, en mi locura
Declárame culpable.
El dedo perfumado del aire
Señala las orejas dementes del amor.

Tú frunces el ceño, tú eres honorable
      tú escuchas música en los cañones de pólvora del
      firmamento.

Cuando un navío silencioso corte en dos
      el paisaje cruel de mis labios
Cuando se extingan mis vísceras
      hallarán un grito perdido.
Las plumas perfumadas de un taciturno gavilán.
Un mundo hostil.
Un mundo desaparecido.
Encajes azules que flotaron a merced del lodo y la
      lluvia
Un insecto en la mesa de los burgueses
Animales palurdos que arrastran sombríos catafalcos
Enigmas inválidos
Enigmas a flor de piel
Recuerdos de estrellas estériles
Negros túneles de dicha distraída
Perros domesticados
Perros de lujo, melancólicos y melifluos
Sobrevivientes sordas y difuntas melodías suspirando
      un aire de tibia lavanda
Mientras mis sienes terrestres desconocen
Tu vestido de nácar
Donde no aparecen las llaves
Del Exterminio.




VII
¿Cuántas veces ahogado por tus brazaletes mágicos,
Las palmeras seniles de la lluvia me desatan?
Me extiendo sobre la fuente gris de un sollozo.
Las aguas en el sueño tienen otro ámbito más pleno.

¿Cuántas veces mi fidelidad es prisionera de tus ojos?

¿Hacia dónde su grito de mujer, Oh Noche, para
      levantar en mí esta bóveda chorreante de sed, Mi
      primitivo deseo?
Si su cuerpo es joven y tranquilo,
Ella se adelanta a mis párpados, con el salto de
      un jaguar.
Pero Ella me conoce.
Y golpea con su sangre mis brazos;
La trompeta invisible de su luz: Lanzada en mi cenit.

Tú que huyes hacia un día de sol,
Escúchame.
Escúchame.
Este árbol no es un árbol.
Este muro no es un muro.

Entonces deslicé en mi boca, Los
      pétalos dúctiles de tus senos.
Eso fue todo.
Como una antorcha que ardía y ardía bajo la
      Hierba.

De "Elena y los elementos" 1951

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