lunes, 19 de septiembre de 2016

POEMAS DE ABRAHAM VALDELOMAR

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(27 de abril de 1888, Pisco, Perú - 3 de noviembre de 1919, Ayacucho, Perú)

POEMA EL HERMANO AUSENTE EN LA CENA 

PASCUAL



La misma mesa antigua y holgada, de nogal,
Y sobre ella la misma blancura del mantel
Y los cuadros de caza de anónimo pincel
Y la oscura alacena, todo, todo está igual…

Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel
y se musita el nombre del ausente;
pero él hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.

La misma criada pone, sin dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría ni el afán de reir
que animaran antaño la cena familiar;

y mi madre que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar…


POEMA TRISTITIA 



Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía
;el cielo, la serena quietud de su belleza;
los besos de mi madre, una dulce alegría,
y la muerte del sol, una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado, del mar,
y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;

mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar


POEMA ELOGIO


Elogio...

¡Poeta! tú naciste para reír bajo las vides
para cantar victorias y triunfar en las lides
y llevar el ensueño de canción en canción
orlarte con coronas del laurel de las Hadas
y llevar tus guedejas bajo el Sol coronadas
por las formas olímpicas donde ríe el amor.

Un haz de voluntades te llevó a otros vergeles
y cantaste a otras razas y bebiste otras mieles
junto a un río de plata donde se mira el Sol;
la Historia entre tus humos un perfume ha aspirado
y un susurro de voces en el bosque sagrado
anuncia el nuevo triunfo de un nuevo Anacreón.

Heraldo de tu raza diste el primer acorde
en la augusta trompeta y en la lira tricorde
donde las notas juguetearon como en un humo sideral
y hay en tu vieja estirpe, noble como el acero
guerrero en la gloria y en la tierra un trovero
fresco, joven y ardiente como una flor primaveral.

Vayan mis versos pálidos a orlar serenamente
junto a tantos laureles los rizos de tu frente
cual susurro lejano de un modesto vergel,
bajo la débil sombra de tu imperial corona
que el arte, el talento y el amor eslabona
con un simbólico laurel.

Hubo en tu raza un hombre, precursor de la Historia
que soñó tus canciones y presintió tu gloria
entre águilas heráldicas y entre campos de azur,
que imaginó algo grande digno de tus hazañas
y en el nido más alto de las altas montañas
hizo un pueblo, poeta, ¡donde nacieras tú!
Recuerdo vagamente de un lejano momento.

Fue un floreal. Tus canciones impregnaron el viento
y yo vi ante tus versos la brisa sonreír,
cantará las doradas espigas de la lira...
En el floreal de entonces cantaste a Primavera,
y hoy es la Primavera, ¡la que te canta a ti!

Ve por el mundo, bardo, y atraviesen tus rondas
entre frescos jardines y entre aromadas frondas
hacia el amplio sendero donde mora Ilusión
poeta que naciste para reír bajo las vides
para cantar victorias y triunfar en las lides
¡y llevar el Ensueño de canción en canción!



HA VIVIDO MI ALMA...



Ha vivido mi alma en las Edades viejas
en un guerrero heroico y un galán trovador,
y en gentiles mancebos de enroscadas guedejas
enamorada siempre de una prohibición.


Mi alma fue de Tartufo, de un ídolo pagano,
de un impúber de lesbia, de un fauno y de un bufón;
vivió dentro del cuerpo de un gladiador romano,
y en el cuerpo caduco de un viejo Faraón.


Ha vivido en las aguas y ha vivido en las rosas,
ha vivido en los hombres y ha vivido en las cosas,
buscando siempre amor.


Irá hacia un país lejano de sátiros traviesos
y de labios de sangre que conviertan en besos
las cosas que no son...


Y vivirá mi alma en las cosas futuras
sintiendo las saetas de nuevas desventuras,
en una larga, triste, cruel peregrinación...




NOCTURNO



Ya la ciudad está dormida,
yo solo cruzo su silencio
y tengo miedo que despierte
al suave roce de mis pasos lentos…


La iglesia eleva sus dos torres
en la oquedad honda del cielo
y cruza el aire el pentagrama
del poste del teléfono.


Pide limosna, lamentable,
un mendicante viejo y ciego
y habla de Dios y dice: ¡Hermanos!
y tiende al aire su sombrero.


Pasa un borracho hinchado el rostro,
echa hacia mí su aliento fétido,
alza los brazos y gritando:
-¡Viva el Perú!- se cae al suelo.


La luz de un arco parpadea,
chocan sobre ella los insectos,
cambia a mis pasos la quebrada
rara silueta de los techos.


Duerme un cansado caminante
en el dintel amplio del templo
y allí en la esquina, junto a un poste,
con gravedad se mea un perro.


Ya la ciudad está dormida,
yo solo cruzo su silencio
y me parece que alguien sigue
mis pasos a lo lejos…


Un auto lleno de farautes
pasa, alborota, insulta; entre ellos
van las criollas cortesanas
zambas, pintadas y de pies pequeños.


Ya la ciudad está dormida,
yo solo cruzo su silencio;
repite el eco en el vacío
el duro golpe de mis pasos lentos.


De estas cien mil almas que duermen
¿cuál soñará lo que yo pienso?...
¿Acaso aquella que esta tarde
sonrió a mi paso y me miró en silencio?


En los siniestros hospitales
se moverán insomnes los enfermos…
¿Quién llorará desconsoladamente?...
¿Quién se estará muriendo?...


¿En cuántos labios juveniles
se contraerán frases y besos?
¡Cuántas mentiras adorables!
¡Qué desgraciados estarán naciendo!


Y ella en la muda alcoba blanca,
rosado y tibio su jugoso cuerpo,
extenderá su cabellera rubia
sobre las rojas flores de sus senos.


Y una sonrisa insinuarán sus labios
y su nariz aspirará deseos
¡y yo estoy vivo, yo lo sé y la adoro
y ahora no puedo darla un beso!


Y pasarán inexorables
horas y días, juventud y sueños.
Hoy tengo miedo de morirme.
¡Qué solo debe estar el cementerio!


Ya la ciudad está dormida
y sólo cruza su silencio
el ruido que hace la pesada
negra carroza de los muertos…


YO, PECADOR



Mi boca fue a manera de un ático panal
do acudieron los besos en lírico tropel,
abejas amorosas que llenaron de miel
mi espíritu sediento y mi carne mortal.


Ha gravitado en mi alma, sincera y vertical,
la voz inexorable y cóncava, de aquel
de testa fascinante que al bíblico vergel
arrancó la manzana con giros de espiral.


Soy, Señor, de tus siervos, quien más ha delinquido:
el no poder amar fue mi pena más honda,
el no poder besar fue mi mayor tormento.


Dame, de tus castigos, la acre copa redonda;
y pues soy de tus siervos el que más te ha ofendido,
yo te pido perdón.. ¡pero no me arrepiento!


Ritornello



Para vivir en el amor 
basta que un alma nos sonría. 
¿Qué nos importa que el dolor 
con un rictus de vencedor 
exhiba su máscara fría? 
Para vivir en el amor 
basta que un alma nos sonría. 

Para luchar contra el destino 
basta que un alma nos escude. 
Torvo y siniestro, en el camino, 
que el búho envidioso y cetrino 
nos grite al paso y se demude. 
Para luchar contra el destino 
basta que un alma nos escude. 

Para librarnos del olvido 
basta que un alma nos comprenda, 
¿qué importa el ser o no haber sido 
o que el destino adverso, herido, 
sus iras trágicas encienda? 
Para librarnos del olvido 
basta que un alma nos comprenda.


Ofertorio


Cuando el rojo crepúsculo en la aldea ponía 
la silenciosa nota de su melancolía, 
desde la blanca orilla iba a mirar el mar. 
Todo lo que él me dijo aún en mi alma persiste: 
–«mi padre era callado y mi madre era triste 
y la alegría nadie me la supo enseñar»– 

A veces, en la sombra, la vaguedad marina 
cruzaba el blanco triángulo de una vela latina 
y se esfumaba en el confín; 
desgranaba las lágrimas de su espuma una ola 
y una ave en el espacio se deslizaba sola 
hacia la costa curva y gris. 

El faro como un cíclope con el ojo encendido, 
buscaba entre las sombras algún buque perdido, 
–desnudo y fuerte como un pescador–, 
ofreciendo su estela como un pródigo brazo 
y sus férreas escalas como un duro regazo: 
tal a los reyes magos la estrella del Señor. 

Hoy, con mi barca débil navegando en la ignota 
inmensidad brumosa, la blanca vela rota, 
tu espíritu bueno me sepa guiar. 
Tú, blanca, dulce, triste, pensativa, adorada, 
recuerda y pon en estas palabras tu mirada 
amorosa y profunda como el cielo y el mar.


La ofrenda de odhar


Para Raimundo Morales de la Torre. 

Caminaba el anda 
sobre doce nubios de pieles brillantes 
hacia Samarcanda. 

Regado de flores –amapolas rojas- 
se abría el camino que iba a la mezquita. 
Los esclavos negros pisaban las hojas 
y sus albornoces manchaban de blanco la ruta bendita. 

En el anda iba la reina de Oriente 
que se adormitaba pálida y silente 
bajo las ojivas de sus alfeizares 
mimada por suaves abanicos indios 
y por enervantes antimacazares. 

¡Oh, la reina mora, la reina brillante! 
A Odhar, que era un niño, su primer amante, 
a cambio de un beso le pidió un collar 
y todos sus blancos dientes blancos marfilinos 
que eran amuleto contra los destinos 
galante el infante los hizo engarzar. 

Fue al camino triste como sus amores 
por donde pasaba con sus servidores 
la reina, y, entonces, el muriente Odhar 
pálido y tranquilo la esperó en las flores 
y al pasar la reina, la ofreció el collar. 

Sobre el blando cuerpo del joven amante 
pasaron los nubios el anda triunfante. 

Entre nubes rosas -mirra y eucalipto- 
sobre las cabezas de nubios sansones 
entró la graciosa princesa de Egipto 
en el viejo templo de los Faraones. 

Al salir del templo la reina galante 
se olvidó del niño -su primer amante- 
cuya boca en sangre no quiso besar, 
y al primer esclavo que llegó a los pálidos mármoles del templo 
como una limosna le ofreció el collar. 

Con los doce nubios 
tristemente, el anda 
se perdió en la ruta que iba a Samarcanda.


Los pensadores vencidos


Por la Roma vencedora 
pasa la Grecia vencida, pero siempre soñadora. 
Al coro 
de monocordios de oro 
van las cabezas hermosas 
de los griegos, coronadas de pámpanos y de rosas. 

Por entre la multitud 
va la esteta juventud 
de pensadores vencidos 
y de eternos soñadores de los frutos prohibidos. 

La suave diosa Harmonía 
cuando pasan por el yugo les habla de poesía. 

Por la Roma vencedora 
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora. 

Las cabezas cabellosas 
dejan, como frescas rosas 
que pisaran los atletas, 
las divinas harmonías de sus rítmicos poetas. 

Pasan sátiros, vestales 
y entonan himnos triunfales 
los labios que beben mieles, 
y con guirnaldas de mirtos van guiando sus corceles 
los donceles. 

En la Puerta Nomentana y en el viejo Capitolio 
el eco de un himno eolio, 
deja una nota sonora. 

.Por la Roma vencedora 
pasa la Grecia vencida pero siempre soñadora.




El árbol del cementerio


No la tranquilidad de la arboleda 
que ofrece sombra fresca y regalada 
al remanso, al pastor y la manada 
y que paisaje bíblico remeda. 

No el suspiro de la ola cuando rueda 
a morir en la playa desolada, 
ni el morir de la tarde en la callada 
fronda que al ave taciturna hospeda, 

dieron a mi niñez ésta en que vivo 
sed de misterio torturante y honda, 
donde todos los pasos son inciertos: 

fue del panteón el árbol pensativo 
en cuya fosca, impenetrable fronda 
anidaban las aves de los muertos.


Hambre



En la tarde dorada de abril, la algarabía 
de os pájaros locos empavesa el momento, 
y los niños, jugando, flamean su gritería 
de colores, lo mismo que banderas al viento. 
Entre mis manos tengo un trozo de pan blando 
que me ha dado mi madre. 

Tomás está conmigo, 
y el pobre me contempla con unos ojos cuando 
ve que me como el pan. 

Es un niño mendigo 
amigo de los niños ricos; pálida aurora 
de un risueño dolor que así mismo se ignora. 
El nunca pide nada: toma lo que le dan. 
La tarde es áurea fiesta de pájaros y flores, 
y en el ocaso, trémulo de gritos de colores, 
Tomás, el niño pobre, se ha comido mi pan. 

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