miércoles, 24 de marzo de 2021

POEMAS DE ADAM ZAGAJEWSKI IN MEMORIAN

(21 de junio de 1945, Leópolis, Ucrania -  21 de marzo de 2021, Cracovia, Polonia)


AQUEL DÍA LA NADA

 

Aquel día la nada

 

como para llevar la contraria

 

se convirtió en fuego

 

y quemó los labios

 

a los niños y a los poetas.

 

 

UN POEMA CHINO

Leo un poema chino

 

escrito hace mil años.

 

El autor habla de la lluvia

 

que cae toda la noche

 

sobre el techo de bambú de la barca,

 

y de la paz que finalmente

 

anidó en su corazón.

 

¿Será casualidad que vuelva a ser

 

noviembre, haya niebla

 

y una puesta de sol plomiza?

 

¿Será por azar

 

que otra vez alguien viva?

 

Los poetas dan mucha importancia

 

a los éxitos y a los premios,

 

pero otoño tras otoño los árboles

 

orgullosos van deshojándose

 

y si algo queda es el murmullo

 

delicado de la lluvia

 

en los poemas que no son

 

ni alegres ni tristes.

 

Tan sólo la pureza es invisible

 

y el atardecer, cuando luz y sombra

 

se olvidan de nosotros un momento,

 

ocupados en barajar secretos.

 

VIOLONCHELO

 

Sus adversarios dicen: es tan sólo

 

un violín que ha pasado una muda

 

y fue apartado del coro.

 

No es verdad.

 

Un violonchelo encierra secretos,

 

pero nunca llora,

 

sólo canta con su voz grave.

 

Pero no todo se convierte

 

en canto. A veces se puede oír

 

como un murmullo, o un susurro:

 

me siento solo,

 

no consigo dormir.

Tomado de:

https://cafemontaigne.com/seis-poemas-adam-zagajewski-tierra-del-fuego/literatura/admin/

 

Canción del emigrado

 

En ciudades ajenas venimos al mundo

y las llamamos patria, mas breve es

el tiempo concedido para admirar sus muros y sus torres.

Caminamos de este a oeste, ante nosotros rueda

el gran aro del sol

ardiente, a través del cual, como en el circo,

salta ágilmente un león domado. En ciudades extrañas

contemplamos las obras de viejos maestros

y, sin asombro, en añejos cuadros vemos

nuestros propios rostros. Habíamos existido

antes, e incluso conocíamos el sufrimiento,

nos faltaban tan sólo las palabras. En la iglesia

ortodoxa de París los últimos rusos blancos,

encanecidos, rezan a Dios, varios lustros

más joven que ellos y, como ellos,

impotente. En ciudades ajenas

permaneceremos, como los árboles, como las piedras.

 

 

Habla más suave

 

Habla más suave: eres mayor que aquel

que fuiste tanto tiempo; eres mayor

que tú mismo y sigues sin saber

qué es la ausencia, el oro, la poesía.

 

El agua sucia anegó la calle; una tormenta breve

sacudió esta ciudad plana, adormecida.

Cada tormenta es un adiós, cientos de fotógrafos

parecen sobrevolarnos, inmortalizar con flash

segundos de miedo y pánico.

 

Sabes qué es el duelo, la desesperación

violenta que ahoga el ritmo cardiaco y el futuro.

Entre extraños llorabas, en un moderno almacén

donde el dinero, ágil, sin cesar, circulaba.

 

Has visto Venecia, y Siena, y en los lienzos, en la calle,

jovencísimas, tristes Madonnas que ansiaban ser

muchachas normales y bailar en carnaval.

 

Has visto incluso pequeñas urbes, nada bonitas,

gente vieja extenuada por el sufrimiento y el tiempo.

Ojos de santos morenos brillando en iconos

medievales, ojos ardientes de bestias salvajes.

 

Entre los dedos cogías guijarros de la playa La Galere,

y de pronto sentías por ellos una inmensa ternura,

por ellos y por el pino frágil, por todos los que allí

estuvieron contigo y por el mar,

que aunque potente, es tan solitario.

 

Una ternura inmensa, como si fuésemos huérfanos

de la misma casa, para siempre apartados los unos de los otros,

condenados a breves momentos de visitas

en las frías cárceles de la actualidad.

 

Habla más suave: ya no eres joven,

el éxtasis ha de pactar con semanas de ayuno,

has de elegir y abandonar, dar largas

 

y hablar extensamente con embajadores de secos países

y labios cuarteados, has de esperar,

escribir cartas, leer libros de quinientas páginas.

Habla más suave. No abandones la poesía.

 

 

Oda a la suavidad

 

Los amaneceres son ciegos como gatitos.

Las uñas crecen confiadamente, aún

saben qué tocarán. Suaves

son los sueños y la ternura como niebla

suspendida sobre nosotros, igual que la campana de Sigismundo

antes que el frío la abrazase.

 

Vaporetto

 

En el bolsillo de la cazadora encuentras

un pasaje azul para el vaporetto

(il biglietto, non cedibile).

 

El billete azul, poco mayor

que un sello de la República de Togo,

te promete un cambio, un viaje.

 

Se derrite la laca en el recuerdo,

se deshiela la almendra de la nieve alpina.

Ahora puede empezar la expedición.

 

Estás en Texas, en la tierra llana,

entre los robles eternamente verdes,

que no recuerdan nada.

 

Por canales estrechos navegarás

con !»alemas, a contracorriente;

y hallarás glaciares y grisura.

 

El billete reza: corsa semplice,

pero no menciona el desierto,

la monotonía del gravoso mar,

 

el deseo, el aduanero malicioso,

que no te espera sólo a ti,

islas de indiferencia y de cenizas.

 

Navegarás largamente. Quizás llegues

allí donde descansa el erizo de Venecia,

agua, encajes y oro.

 

Quizás llegues allí donde se alzan

las rojas torres de Venecia, torres fieles,

agujas de un compás perdido en el océano.

 

Traducción de Elzbieta Bortkiewicz

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-adam-zagajewski/

 

 

Intenta alabar al mundo herido

 

Intenta alabar al mundo herido.

Recuerda los largos días de junio,

fresas silvestres, gotas rosadas de vino.

Los hierbajos que metódicamente invadían

las casas abandonadas de los desterrados.

Debes alabar al mundo herido.

Mirabas yates y barcos,

uno de ellos tenía que emprender un largo viaje,

al otro le aguardaba sólo la salobre nada.

Veías refugiados caminar hacia ninguna parte,

oías a los verdugos cantar

alegremente.

Deberías alabar al mundo herido.

Recuerda aquellos momentos, en la habitación blanca,

cuando estabais juntos y el visillo se movía.

Vuelve con la mente al concierto, cuando estalló

la música,

Recogías bellotas en el parque en otoño

y las hojas sobrevolaban girando las cicatrices de la tierra.

Alaba al mundo herido

y la pluma gris perdida por un mirlo,

y la luz delicada que vaga y desaparece

y regresa.

 

Versión de Elzbieta Bortkiewicz

 

 

Lienzo

 

De pie, callado ante el cuadro sombrío,

ante el lienzo que hubiera podido tornarse

abrigo, camisa, bandera,

pero en cosmos se había convertido.

 

Permanecí en silencio,

colmado de encanto y rebelión, pensando

en el arte de pintar y el arte de vivir,

en tantos días fríos y vacíos,

 

en los momentos de impotencia

de mi imaginación,

que como el corazón de la campana

vive tan sólo en el balanceo,

 

golpeando lo que ama

y amando lo que golpea,

y pensé que este lienzo

también hubiera podido ser mortaja.

 

Versión de Elzbieta Bortkiewicz

 

 

Senza Flash

 

Senza flash!  «Sin flash!»

(exclamación que se oye a menudo en las galerías italianas)

 

Sin llama, sin noches de insomnio, sin ardor,

sin lágrimas, sin grandes pasiones, sin convencimiento.

Viviremos así: senza flash.

 

Queda y pausadamente, dócilmente, entre sueños,

las manos manchadas con la tinta negra de los diarios,

las caras grasientas de crema: senza flash.

 

Turistas sonrientes, camisas impecables,

Herr Lange y Miss Fee, Monsieur et Madame Rien

entrarán en el museo: senza flash.

 

Se detendrán ante el cuadro de Piero della Francesca, donde

Cristo, casi enajenado, surge de la tumba,

resucitado, libre: senza flash.

 

Quizás ocurra entonces algún hecho imprevisto:

se agite el corazón bajo el tejido suave,

se haga el silencio, destelle el flash.

 

Versión de Elzbieta Bortkiewicz

 

 

Una mañana en Vicenza

 

                                        (En memoria de Josif Brodski y Krzysztof Kieslowski)

 

El sol era tan tierno, tan delicado,

que hasta temíamos por él; un ademán incauto

podía rayarlo, incluso un grito -si alguien hubiera

querido gritar- lo habría puesto en peligro; tan sólo a las veloces golondrinas

de alas duras, como de hierro fundido,

se les permitía silbar en alta voz, porque vivieron

     su infancia

breve, en la inquietud de sus nidos de barro,

junto a sus hermanos, pequeños planetas locos,

negros como bayas silvestres.

 

En un pequeño café un mozo soñoliento -bajo sus ojos

las últimas sombras de la noche acumuladas- buscaba calderilla

en su bolsillo sin fondo, y el café olía a solemnidad

de tinta de impresión, a dulzura y a Arabia. El azul del cielo prometía

una larga tarde, un infinito día.

Te estaba mirando como si te viera por primera vez.

Y hasta las columnas de Palladio tenían aspecto

de recién nacidas, de recién surgidas de las olas del alba

como Venus, tu compañera mayor.

 

Empezar de nuevo, contar las pérdidas, contar a los caídos,

empezar el nuevo día, aunque ya no estéis, tú,

a quien dos veces enterramos y lloramos dos veces,

-viviste una vida dos veces más intensa que otros, en dos continentes,

dos idiomas, en la realidad y en la imaginación- y tú, de cara afilada

y una mirada que hacía crecer los objetos y los corazones

     (siempre demasiado pequeños).

No estáis, y por eso llevaremos a partir de ahora una doble vida,

en la luz y en la sombra a la vez, en el sol estridente del día,

en la frescura de los pasillos de piedra, en el duelo, en la alegría.

 

Versión de Elzbieta Bortkiewicz

Tomado de:

http://amediavoz.com/zagajewski.htm

 

En las enciclopedias no hay sitio para Osip Mandelstam

En las enciclopedias una vez más no hay sitio para

Osip Mandelstam otra vez está

sin hogar aun así es tan difícil encontrar un piso

Como registrarse en Moscú es casi imposible

El Cáucaso todavía le llama el bosque de las tierras bajas de

Asia

ruge estos días no han llegado todavía

Otra persona recoge guijarros en las playas del mar Negro

Esta investigación cambiante sigue aunque el uniforme

es de un nuevo corte y su sastre de cabeza de madera

casi se cayó haciendo una reverencia

Cierras un libro suena como un disparo

Polvo blanco del papel te hace cosquillas en la nariz una

tarde latina está aquí nieva nadie vendrá esta noche

es la hora de acostarse pero si llama a tu delgada puerta

déjale entrar

 

(De Temblor, 1985)

 

 

En la belleza creada por otros

Sólo en la belleza creada

por otros hay consuelo,

en la música de otros y en los poemas de otros.

Sólo otros nos salvan,

aunque la soledad sepa a

opio. Los otros no son el infierno,

si se les ve temprano, con sus

frentes puras, lavadas por sueños.

Por eso me pregunto qué

palabra debería utilizarse, "él" o "tú". Cada "él"

es una traición a un cierto "tú" pero

a cambio el poema de alguien

ofrece la fidelidad de un grave diálogo.

 

(De Temblor, 1985)

 

De las vidas de las cosas

La piel perfecta de las cosas se extiende sobre ellas

tan cómodamente como una carpa de circo.

La noche se acerca.

Bienvenida, oscuridad.

Adiós, luz.

Somos como párpados, afirmamos cosas,

tocamos ojos, pelo, oscuridad,

luz, India, Europa.

De repente me encuentro preguntando: "Cosas,

¿conocéis el sufrimiento?

¿Habéis estado alguna vez hambrientas, en la miseria?

¿Habéis llorado? ¿Conocéis el miedo,

la vergüenza? ¿Habéis conocido los celos, la envidia,

pequeños pecados, no de comisión,

pero tampoco curados por la absolución?

¿Habéis amado, y muerto,

de noche, con el viento abriendo las ventanas, absorbiendo

el frío corazón? ¿Habéis probado

la edad, el tiempo, el duelo?".

Silencio.

En la pared, baila la aguja de un barómetro.

 

(De Lienzo, 1991)

 

 

Autorretrato

Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir

se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo.

Vivo en ciudades ajenas y a veces converso

con gente ajena sobre cosas que me son ajenas.

Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich.

En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor, los

tres elementos.

El cuarto no tiene nombre.

Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos

tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender

a los grandes filósofos -la mayoría de las veces consigo

captar tan sólo jirones de sus valiosos pensamientos.

Me gusta dar largos paseos por las calles de París

y mirar a mis prójimos, animados por la envidia,

la ira o el deseo; observar la moneda de plata

que pasa de mano en mano y lentamente pierde

su forma redonda (se borra el perfil del emperador).

A mi lado crecen árboles que no expresan nada,

salvo su verde perfección indiferente.

Aves negras caminan por los campos

siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas.

Ya no soy joven, mas sigue habiendo gente mayor que yo.

Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy,

y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas

se difuminan como nubes con el buen tiempo.

A veces me dicen algo los cuadros en los museos

y la ironía se esfuma de repente.

Me encanta contemplar el rostro de mi mujer.

Cada semana, el domingo, llamo a mi padre.

Cada dos semanas me reúno con mis amigos,

de esta forma seguimos siendo fieles.

Mi país se liberó de un mal. Quisiera

que le siguiera aún otra liberación.

¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé.

No soy hijo de la mar,

como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,

sino del aire, la menta y el violonchelo,

y no todos los caminos del alto mundo

se cruzan con los senderos de la vida que, de momento,

a mí me pertenece.

 

(De Mística para principiantes, 1997)

 

 

Escribía en la oscuridad

A Ryszard Krynicki

Cuando vivía en Estocolmo, Nelly Sachs

trabajaba por las noches con una luz apagada

para no despertar a su madre enferma.

Escribía en la oscuridad.

La desesperación le dictaba palabras

tan pesadas como colas de cometa.

Escribía en la oscuridad,

en silencio, que sólo interrumpía

el reloj de pared con sus suspiros.

Hasta las letras eran soñolientas,

sus cabezas caían en las hojas.

La oscuridad escribía

tras coger esta mujer ya no joven

como si fuese su pluma.

La noche se compadecía de ella,

sobre la ciudad se erigía

una gris prisión del alba,

la aurora de dedos rosa.

Cuando se dormía ella

los mirlos ya despertaban

y no hubo ninguna pausa

en la tristeza y el canto.

 

(De Mística para principiantes, 1997)

 

 

La poesía es búsqueda del resplandor

La poesía es búsqueda de resplandor.

La poesía es un camino real

que nos lleva hasta lo más lejos.

Buscamos resplandor en la hora gris,

al mediodía o en las chimeneas del alba,

incluso en el autobús, en noviembre,

cuando al lado dormita un viejo cura.

El camarero en el restaurante chino

estalla en llanto y nadie imagina por qué.

Quién sabe, quizás esto también es una búsqueda

que se parece a un instante a la orilla del mar,

cuando en el horizonte aparece un barco rapaz

y se detiene, paralizado largo tiempo.

Pero también, momentos de profunda alegría

e incontables momentos de angustia.

Déjame ver, por favor.

Déjame persistir, por favor.

Al atardecer cae una fría lluvia.

En las calles y avenidas de mi ciudad

en silencio y con fervor trabaja la oscuridad.

La poesía es búsqueda de resplandor.

(De De Regreso, 2003)

 

 

Zurbarán

Zurbarán pintó

santos españoles

y naturalezas muertas,

los alternaba,

y por eso los objetos

que yacen en las pesadas mesas

de sus naturalezas muertas

son, también, santos.

 

(De Antenas, 2005)

Tomado de:

https://elcultural.com/poemas-escogidos-de-adam-zagajewski

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