CIRCO
Habían transcurrido varias épocas
y hubo guerras de color castaño.
Habían transcurrido varias épocas
y soplaron ráfagas heladas de invierno.
Habían transcurrido varias épocas
y esta noche, aquí, llegaban a su punto culminante,
y esta noche, aquí, llegaban a su punto culminante.
Hay una viga en lo alto de la carpa del circo.
Hay un columpio.
Un columpio casi invisible.
Cuelga boca abajo con los brazos tendidos
bajo el techo manchado de algodón.
Yuán yuyón yuyayuyón.
Las luces blancas, cercanas,
respiran como si fueran listones baratos.
Yuán yuyón yuyayuyón.
Los espectadores son pequeñas sandías.
Sus gargantas chillan como las conchas de ostión.
Yuán yuyón yuyayuyón.
La negra y ennegrecida oscuridad cubre la carpa.
La noche avanza
y la nostalgia de los paracaídas condenados.
Yuán yuyón yuyayuyón.
LA TRISTEZA MANCHADA
Sobre la tristeza manchada
caen hoy otra vez copos de nieve.
Sobre la tristeza manchada
hoy hasta el viento pasa.
La tristeza manchada
es como la piel del zorro.
La tristeza manchada
se encoge bajo la nieve que cae como polvo.
La tristeza manchada
nada desea ni nada suplica.
La tristeza manchada
sueña en la muerte, con tedio.
Temo la tristeza manchada,
y me duele.
La tarde cae en la tristeza manchada
sin que yo pueda hacer nada...
Tomado de:
Un cuento de hadas
Una noche otoñal, allá a lo lejos,
había un río seco y lleno de guijarros,
y había también un sol
que brillaba y brillaba.
Más que un sol era una especie de sílex,
una especie de polvo de un ser extremo,
qué brillante era ver cómo brillaba
mientras emitía un sonido leve.
Hete que en ese instante se posó una mariposa sobre un
guijarro
despidiendo una sombra
tenue y, al mismo tiempo, clara.
Al poco rato, la mariposa dejó de verse y descubrí que
el lecho,
que no arrastraba nada, había empezado, no sé cuándo,
a arrastrar una corriente de agua que brillaba y
brillaba.
Sobre la tristeza ya maculada
Sobre la tristeza ya maculada
hoy también caen copos menudos de nieve,
sobre la tristeza ya maculada
hoy también pasa de largo el viento.
La tristeza ya maculada
se asemeja a un gabán de piel de zorro,
la tristeza ya maculada
acurruca mientras caen copos menudos de nieve.
La tristeza ya maculada
no aspira a nada, no ansia nada,
la tristeza ya maculada
sueña con la muerte por agotamiento.
Sobre la tristeza
ya maculada se ciernen la pena y el miedo,
sobre la tristeza ya maculada
se pone el sol sin poder hacer nada.
Una noche fría
Una noche fría
mi corazón se entristece
sin estar siquiera triste…
ajado y amoratado.
Al otro lado de la puerta fornida,
los viejos días despreocupados;
en lo alto de la colina,
los frutos del algodón abiertos.
Fumea aquí la lumbre;
su humo se eleva como consciente de sí mismo.
Sin llamada alguna,
sin deseo cualquiera,
mi corazón fumea…
Vagabundeando
He salido a la calle
con los faroles encendidos
y al paso de los tranvías;
esta noche también hay mucha gente.
Camino yo a su lado,
entrado ya el invierno,
el corazón del gentío, inquieto, y, como sin razón,
deslumbrante todo y a la vez sombrío.
Sobre los edificios,
en las profundidades del cielo,
la niebla permanece agazapada en silencio
mientras la alegría del pasado se entrega
sin reservas a una sonrisa estudiada.
No me apetece comer nada
ni tengo un destino definido,
el andén húmedo de la estación
es… todo cuanto ansío.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-chuya-nakahara/
Huesos
Mira, mira. Estos son mis huesos.
Rompieron aquella carne inmunda
que estaba viva y angustiada.
Mis huesos, agudos y blancuzcos
ahora lavados por la lluvia.
Sin brillo
blancos como el yeso
chupando la lluvia
al aire
reflejando un poco el cielo.
Cuando el cuerpo alentaba
estos huesos se sentaban
en el bullicio del restorán
a comer ensalada de espinacas.
Vaya broma.
Mira, mira. Estos son mis huesos.
¿Soy yo quien los mira?
Qué extraño.
¿El alma se ha quedado atrás
o ha regresado
a mirar los huesos?
En el borde del arroyo de mi pueblo
parado entre el zacate seco
¿seré yo ése que mira?
Justo a la altura de un letrero en el camino
están mis huesos enhiestos, agudos y blancuzcos.
Tomado de:
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