miércoles, 7 de diciembre de 2022

POEMAS DE MARCO ANTONIO MONTES DE OCA



Balance

Maté la nube de mis pensamientos,

cedí terreno

a los pensamientos de la nube.

 

Predije con Apollinaire las nuevas artes,

advertí en un claro del bosque

otras manchas verdeclaras,

ardientes zonas en que pude establecer

una pausa encastillada,

labios que sonríen

en el espejo de la primavera.

 

Muchas cosas conspiré

con el domingo echado a mis pies,

con el tiempo sirviéndome de suelo

y el espacio, mi leal pareja,

aferrado a mis hombros para no caer.

 

Muchas veces mil veces

me hundí en sueños más sueños que los sueños,

al imaginarme cómo la golondrina corta,

con la tijera azul de la cola,

ciertas cosas ciertas:

pinos, sauces, tilos

contemplados al trasluz.

 

Confesé a medio mundo

que ésta es mi hora y no es mi hora,

que todo depende y no depende,

que mis pies han bailado

desde antes de saber andar.

 

No pude permanecer

ni seguir adelante

ni volverme atrás:

la sola solución fue despertar.

 

 

Carta a un hombre inmóvil

          I

 

Has vivido ecos de un cuerpo a cuerpo

Con escrituras fulminantes

Y quedan en tu espalda

Bordes y signos que ningún ciego sabría leer:

El uñazo de la luz sobre la piedra irrefutable

Mazorcas de lluvia endurecida

Desgranadas sobre el más ronco tambor

Ceros de agua aguaceros

En que la ropa brilla por su ausencia.

 

 

          II

 

Plumas de sol exorcizadas o invocadas

Un vino rojo una mujer vestida con tu desnudez

Te hacen volar

Te pillan los dedos en la puerta del orgasmo

Y aúllas y eres lo que no sabías

Grillo eléctrico

Cercenado por la sombra.

 

 

          III

 

Mas ahora no te detienes no caminas no corres no vuelas

Estás clavado en tu sitio

Por un firme cabello de mujer

Abrasada sangre abrazada

Velocidad de las ruinas

En la luz dorada

Más fría

Cuanto más cercana.

 

 

          IV

 

El universo se ha fugado

Pero la tierra sigue en movimiento.

 

El viento de la tarde

No apaga las llamas de la bugambilia.

 

Caminan los recién nacidos

Las noches reman a brazo partido.

 

El ave roc te traerá

La luna que perdiste.

 

 

          V

 

En fin

No te muevas si no quieres

Pero al menos respira

Helado dragón en ciernes;

Quiero ver el aire hendido

Por tus dos rayos de luciérnagas:

La carne es el papel

La escritura es el relámpago.

Tomado de:

https://www.poemas-del-alma.com/marco-antonio-montes-de-oca-balance.htm

 

 

De ahora para nunca

Aquí en mi morada cada rama es una aguja de música.

El huracán fatigado revolotea en la divinidad inmóvil,

todo se llama amapola aunque no se mezcla ni sea roja;

pero el diamante ya no tiene ganas de llorar y el fuego se despluma.

Dios quiera que nadie descomponga esta relojería de cien mil almas.

¡Yo solito he sobrevivido con el soberano latido de mis puños!

Yo sólo he dicho lo que sabe solamente el aire.

Yo conozco la carne viva de la muerte.

¡Por eso lloro tanto granizo!

Por eso habitas tanto con un suspiro.

 

 

NADIE RECONOCE NUESTRAS NEBULOSAS DE RESINA

y llegaremos despacio, pero cantando a más no poder.

Llegaremos cantando sin saber de qué color es nuestro país,

ni nuestro dolor, ni el tamaño de las discordias y reconciliaciones

de la carne.

 

Latidos de agua

En el centro de la plaza

la rota cabeza del poeta es una fuente;

la fuente canta para todos.

Octavio Paz

 

A solas habla la fuente

sin respuestas para el silencio.

Blancos mechones caen desde su frente,

a cada momento un siglo se derrama

sin que su parpadeo tenaz concluya,

inclinada sobre sí misma, siempre en blanco:

ávida luz ciega de altura.

 

 

Yo tampoco descanso,

si reposara el árbol que soy, cesaría.

No hay savia más ruidosa que ésta con pensamiento y huesos.

Tintineo y fulgor rebotan en mi corteza.

Aquí estoy, no conozco mis raíces,

surtidor de ojos cerrados.

Sólo el habla me mantiene erguido

para nadie y para todos.

 

Frente a frente

Encuentro pesadísimas piedras huecas,

orbes sin pulpa que no son fuego

sino la piel del aroma y también del aire,

carne del éxtasis, inexistencia palpitante.

 

No amo tanto la paradoja,

sólo es mi necesidad de un choque entre lo opuesto

que anda sobre ruedas, sólo odio lo que navega en doble sentido;

en sentido correcto, propio, anodino.

 

Verdea la esposa del cambio,

un racimo de globos, sube con fulgor diverso

por una ladera impalpable de cielo y alma

y leo entre el uñazo de mis párpados

mi vehemencia aquietada por el embeleso.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/marco-antonio-montes-de-oca/

 

 

Visión sobreviviente

 

Bullían bajo tu almohada las estrellas

como bajo la piedra los insectos.

El polvo dorado que dejan las mariposas en los dedos

llenó los graneros.

Eran blancos los lirios desde el comienzo de su tallo

y tú, caminando por un largo entarimado con reflejos,

cambiabas a cada instante

como el camaleón que se muda de vestido todas las

    horas del año.

Allí hubo de todo

como en un aquelarre dirigido por lémures hambrientos.

Y aunque el miraje delicioso se deshizo

igual que un puñado de arena entre la lluvia

o una medusa que se vuelve agua en un pañuelo,

tú sigues dispersando a los hombres en tu babel

de sencillez;

suprimes como siempre y de inmediato

el lugar donde reverdece la cizaña

y continúas la erección de castillos incipientes

jamás concluidos en la arena ni en el sueño.

Y es que la desaparecida visión vivió lo suficiente

para colmar tu manto y mi capa con sus frutos.

El sagrado espejismo ya no era indispensable:

sus cristales corren disueltos por nuestras venas

y es nuestro pecho su alimento y su velada eternidad.

 

De Poesía Reunida

 

 

El ave desertora

 

 

 

A mediodía visito al porvenir

Por la mañana el porvenir me encanta

A todas horas quiero

Mi dotación de mariposas

Con ojos verdes

Pintados en las alas

Estoy en mi derecho

El cielo que pido es mío

Quiero ser otra y amanecer la misma

Denme mis bodas de fuego

Con la infancia ensimismada

Me voy me voy me voy

Soy el ave de cresta roja

Y huesos y alas transparentes

Ustedes entienden todo

No quiero abandonar a nadie

Lo siento dispénsenme

Me voy porque me necesito

Cascadas esbeltas de animales

Surgen de una sola nube

Ellos vendrán con panes como nieve

Ellos vendrán a sustituir

La tajada de sol que yo me llevo.

 

De Poesía Reunida

 

 

 

En esta mano flota el pez

 

 

 

Pasa el peje espada,

Al voltear la cabeza se ha matado;

Pasa el pez lámpara

Con todo su fósforo fundido;

El alma pasa, gravemente confundida,

Entre el pez de vidrio

Y la pecera recubierta con escamas.

 

Pasa la tristeza y cuando pasa

El hombre ciñe su parda corona de congojas

Y ni un solo hueso es perdonado.

He de ceñir esa corona

Asomado a mi boca,

Dudando entre caer y detenerme.

 

He de ceñirla

Aunque el valle se empiedre de manzanas

Y la herida se sonría

Con el grano de sal que la visita

O se despeñe el plexo solar

Entre las acrobacias de su hambre.

 

Y yo que juré pasarme la existencia

Elogiando la luz y sus suburbios,

No podría decir ahora,

Aunque lo sé desde hace tiempo,

La calle y el número donde la primavera vive.

 

Hay que saberlo, hay que mirar de fijo

Al gusano y su acordeón de baba:

Cuando nos invade la tristeza

Ni un solo hueso es perdonado.

 

De Poesía Reunida

 

 

El movimiento es perpetuo
mientras dura

 

 

 

El pasado no muere con los muertos

Helo aquí atollado pero en movimiento

Rueda hipnotizada

Roja homilía dispersa

Bajo el agua que sisea

Tiovivo que me ciñe

Como un abrigo de cristal cortado:

Esta es la cita

Este es el encuentro.

 

De Se llama como quieras

 

 

El pan nuestro de cada día

 

 

 

Bajo la comba encapotada apenas hay uno que otro

    centelleo,

Un hedor de crisantemos desahuciados,

Una parte de mí mismo que nunca me acompaña

Y torres de nieve con azoteas metálicas

Y el gotear de pétalos que arrancan al salterio

Una póstuma queja de sus cuerdas.

Y entonces llega la visión

Al saco sin fondo de los recuerdos previos,

Al páramo donde la hoja es delgado labio

Que para gemir de verdad necesita una pareja;

Entonces llega el día en que la esperanza zigzaguea

En seguimiento de no sé qué pistas de colores

Y llegan las ganas de invocarte, espuma de piedra,

Esplendor sumergido, mortaja de águilas blancas

Girando en el centro de una lujuria que no tiene donde

    pasar la noche

Y que se hunde en témpanos de sombra movediza,

Cuando toda forma del presente es tiempo encarnado

Y la lengua se torna roja manecilla

Que relame números hasta dejar en blanco su carátula.

Y no sé qué otras cosas llegan

Pero de pronto nace una sandalia con plantilla de alas,

Aparecen el agua tibia, los soles blancos, las estrellas

    vivas,

El picotazo en la arena que crea un árbol de petróleo

Y muchedumbres sentadas en andamios de papel y

    viento

Y colinas plateadas yéndose a pique en el crepúsculo,

En el mediodía de cualquier instante maduro para cantar

O inundarse de espuelas hasta la cintura,

Entre brisas navales y tierra evaporada y momentos en

    que se puede ser herido

Por una esquirla de palabra humana,

Por semáforos glaciales que prenden todos sus ojos de

    consuno,

Por braseros donde brincan grandes sapos de fuego

    verde,

Por relámpagos de piel que ya han resonado en anchos

lomos planetarios,

Por la tierra firme que no es tierra firme para los pies

Sino para los ojos,

Por el hacha de las inminencias yendo y viniendo

    como un péndulo,

Por miles de metros de cielo que se gastan en uniformar

    un ejército de icebergs,

Por el éter que explora la garganta de los recién llegados

Y por otras cosas arrancadas suavemente

Al árbol del pan de cada día.

 

De Poesía Reunida

 

 

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/106

 

 

 

 

 

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