Balance
Maté la nube de mis pensamientos,
cedí terreno
a los pensamientos de la nube.
Predije con Apollinaire las nuevas artes,
advertí en un claro del bosque
otras manchas verdeclaras,
ardientes zonas en que pude establecer
una pausa encastillada,
labios que sonríen
en el espejo de la primavera.
Muchas cosas conspiré
con el domingo echado a mis pies,
con el tiempo sirviéndome de suelo
y el espacio, mi leal pareja,
aferrado a mis hombros para no caer.
Muchas veces mil veces
me hundí en sueños más sueños que los sueños,
al imaginarme cómo la golondrina corta,
con la tijera azul de la cola,
ciertas cosas ciertas:
pinos, sauces, tilos
contemplados al trasluz.
Confesé a medio mundo
que ésta es mi hora y no es mi hora,
que todo depende y no depende,
que mis pies han bailado
desde antes de saber andar.
No pude permanecer
ni seguir adelante
ni volverme atrás:
la sola solución fue despertar.
Carta a un hombre inmóvil
I
Has vivido ecos de un cuerpo a cuerpo
Con escrituras fulminantes
Y quedan en tu espalda
Bordes y signos que ningún ciego sabría leer:
El uñazo de la luz sobre la piedra irrefutable
Mazorcas de lluvia endurecida
Desgranadas sobre el más ronco tambor
Ceros de agua aguaceros
En que la ropa brilla por su ausencia.
II
Plumas de sol exorcizadas o invocadas
Un vino rojo una mujer vestida con tu desnudez
Te hacen volar
Te pillan los dedos en la puerta del orgasmo
Y aúllas y eres lo que no sabías
Grillo eléctrico
Cercenado por la sombra.
III
Mas ahora no te detienes no caminas no corres no vuelas
Estás clavado en tu sitio
Por un firme cabello de mujer
Abrasada sangre abrazada
Velocidad de las ruinas
En la luz dorada
Más fría
Cuanto más cercana.
IV
El universo se ha fugado
Pero la tierra sigue en movimiento.
El viento de la tarde
No apaga las llamas de la bugambilia.
Caminan los recién nacidos
Las noches reman a brazo partido.
El ave roc te traerá
La luna que perdiste.
V
En fin
No te muevas si no quieres
Pero al menos respira
Helado dragón en ciernes;
Quiero ver el aire hendido
Por tus dos rayos de luciérnagas:
La carne es el papel
La escritura es el relámpago.
Tomado de:
https://www.poemas-del-alma.com/marco-antonio-montes-de-oca-balance.htm
De ahora para nunca
Aquí en mi morada cada rama es una aguja de música.
El huracán fatigado revolotea en la divinidad inmóvil,
todo se llama amapola aunque no se mezcla ni sea roja;
pero el diamante ya no tiene ganas de llorar y el fuego
se despluma.
Dios quiera que nadie descomponga esta relojería de cien
mil almas.
¡Yo solito he sobrevivido con el soberano latido de mis
puños!
Yo sólo he dicho lo que sabe solamente el aire.
Yo conozco la carne viva de la muerte.
¡Por eso lloro tanto granizo!
Por eso habitas tanto con un suspiro.
NADIE RECONOCE NUESTRAS NEBULOSAS DE RESINA
y llegaremos despacio, pero cantando a más no poder.
Llegaremos cantando sin saber de qué color es nuestro
país,
ni nuestro dolor, ni el tamaño de las discordias y
reconciliaciones
de la carne.
Latidos de agua
En el centro de la
plaza
la rota cabeza del
poeta es una fuente;
la fuente canta para
todos.
Octavio Paz
A solas habla la fuente
sin respuestas para el silencio.
Blancos mechones caen desde su frente,
a cada momento un siglo se derrama
sin que su parpadeo tenaz concluya,
inclinada sobre sí misma, siempre en blanco:
ávida luz ciega de altura.
Yo tampoco descanso,
si reposara el árbol que soy, cesaría.
No hay savia más ruidosa que ésta con pensamiento y
huesos.
Tintineo y fulgor rebotan en mi corteza.
Aquí estoy, no conozco mis raíces,
surtidor de ojos cerrados.
Sólo el habla me mantiene erguido
para nadie y para todos.
Frente a frente
Encuentro pesadísimas piedras huecas,
orbes sin pulpa que no son fuego
sino la piel del aroma y también del aire,
carne del éxtasis, inexistencia palpitante.
No amo tanto la paradoja,
sólo es mi necesidad de un choque entre lo opuesto
que anda sobre ruedas, sólo odio lo que navega en doble
sentido;
en sentido correcto, propio, anodino.
Verdea la esposa del cambio,
un racimo de globos, sube con fulgor diverso
por una ladera impalpable de cielo y alma
y leo entre el uñazo de mis párpados
mi vehemencia aquietada por el embeleso.
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/marco-antonio-montes-de-oca/
Visión sobreviviente
Bullían bajo tu almohada las estrellas
como bajo la piedra los insectos.
El polvo dorado que dejan las mariposas en los dedos
llenó los graneros.
Eran blancos los lirios desde el comienzo de su tallo
y tú, caminando por un largo entarimado con reflejos,
cambiabas a cada instante
como el camaleón que se muda de vestido todas las
horas del año.
Allí hubo de todo
como en un aquelarre dirigido por lémures hambrientos.
Y aunque el miraje delicioso se deshizo
igual que un puñado de arena entre la lluvia
o una medusa que se vuelve agua en un pañuelo,
tú sigues dispersando a los hombres en tu babel
de sencillez;
suprimes como siempre y de inmediato
el lugar donde reverdece la cizaña
y continúas la erección de castillos incipientes
jamás concluidos en la arena ni en el sueño.
Y es que la desaparecida visión vivió lo suficiente
para colmar tu manto y mi capa con sus frutos.
El sagrado espejismo ya no era indispensable:
sus cristales corren disueltos por nuestras venas
y es nuestro pecho su alimento y su velada eternidad.
De Poesía Reunida
El ave desertora
A mediodía visito al porvenir
Por la mañana el porvenir me encanta
A todas horas quiero
Mi dotación de mariposas
Con ojos verdes
Pintados en las alas
Estoy en mi derecho
El cielo que pido es mío
Quiero ser otra y amanecer la misma
Denme mis bodas de fuego
Con la infancia ensimismada
Me voy me voy me voy
Soy el ave de cresta roja
Y huesos y alas transparentes
Ustedes entienden todo
No quiero abandonar a nadie
Lo siento dispénsenme
Me voy porque me necesito
Cascadas esbeltas de animales
Surgen de una sola nube
Ellos vendrán con panes como nieve
Ellos vendrán a sustituir
La tajada de sol que yo me llevo.
De Poesía Reunida
En esta mano flota el pez
Pasa el peje espada,
Al voltear la cabeza se ha matado;
Pasa el pez lámpara
Con todo su fósforo fundido;
El alma pasa, gravemente confundida,
Entre el pez de vidrio
Y la pecera recubierta con escamas.
Pasa la tristeza y cuando pasa
El hombre ciñe su parda corona de congojas
Y ni un solo hueso es perdonado.
He de ceñir esa corona
Asomado a mi boca,
Dudando entre caer y detenerme.
He de ceñirla
Aunque el valle se empiedre de manzanas
Y la herida se sonría
Con el grano de sal que la visita
O se despeñe el plexo solar
Entre las acrobacias de su hambre.
Y yo que juré pasarme la existencia
Elogiando la luz y sus suburbios,
No podría decir ahora,
Aunque lo sé desde hace tiempo,
La calle y el número donde la primavera vive.
Hay que saberlo, hay que mirar de fijo
Al gusano y su acordeón de baba:
Cuando nos invade la tristeza
Ni un solo hueso es perdonado.
De Poesía Reunida
El
movimiento es perpetuo
mientras
dura
El pasado no muere con los muertos
Helo aquí atollado pero en movimiento
Rueda hipnotizada
Roja homilía dispersa
Bajo el agua que sisea
Tiovivo que me ciñe
Como un abrigo de cristal cortado:
Esta es la cita
Este es el encuentro.
De Se llama como
quieras
El pan nuestro de cada día
Bajo la comba encapotada apenas hay uno que otro
centelleo,
Un hedor de crisantemos desahuciados,
Una parte de mí mismo que nunca me acompaña
Y torres de nieve con azoteas metálicas
Y el gotear de pétalos que arrancan al salterio
Una póstuma queja de sus cuerdas.
Y entonces llega la visión
Al saco sin fondo de los recuerdos previos,
Al páramo donde la hoja es delgado labio
Que para gemir de verdad necesita una pareja;
Entonces llega el día en que la esperanza zigzaguea
En seguimiento de no sé qué pistas de colores
Y llegan las ganas de invocarte, espuma de piedra,
Esplendor sumergido, mortaja de águilas blancas
Girando en el centro de una lujuria que no tiene donde
pasar la noche
Y que se hunde en témpanos de sombra movediza,
Cuando toda forma del presente es tiempo encarnado
Y la lengua se torna roja manecilla
Que relame números hasta dejar en blanco su carátula.
Y no sé qué otras cosas llegan
Pero de pronto nace una sandalia con plantilla de alas,
Aparecen el agua tibia, los soles blancos, las estrellas
vivas,
El picotazo en la arena que crea un árbol de petróleo
Y muchedumbres sentadas en andamios de papel y
viento
Y colinas plateadas yéndose a pique en el crepúsculo,
En el mediodía de cualquier instante maduro para cantar
O inundarse de espuelas hasta la cintura,
Entre brisas navales y tierra evaporada y momentos en
que se puede
ser herido
Por una esquirla de palabra humana,
Por semáforos glaciales que prenden todos sus ojos de
consuno,
Por braseros donde brincan grandes sapos de fuego
verde,
Por relámpagos de piel que ya han resonado en anchos
lomos planetarios,
Por la tierra firme que no es tierra firme para los pies
Sino para los ojos,
Por el hacha de las inminencias yendo y viniendo
como un
péndulo,
Por miles de metros de cielo que se gastan en uniformar
un ejército de
icebergs,
Por el éter que explora la garganta de los recién
llegados
Y por otras cosas arrancadas suavemente
Al árbol del pan de cada día.
De Poesía Reunida
Tomado de:
http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/106
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