Tu muerte no es mi muerte
1
… contemplar cómo cava el topo…
3
antes que la rosa la espina,
antes que la luz la sombra,
antes que la vejez la muerte…
5
Entonces comparecí ante ti y entré en tu sufrimiento
como si fueras una basura
y pudieras soportarme…
8
Mi zapato prueba la tristeza de las canciones
y pocos cantan conmigo, hoy ninguno,
ya no sé por qué todos
callan…
9
Director de mi oración, te exprimo
los ojos incapaces,
con lengua abierta hablo a los jornaleros,
en tu nombre
refreno la discordia
con el sueño… con la copa del árbol…
11
La muerte bajó por fin a la vida,
mató a muchos mientras despertaban,
y se puso al trabajo, cansada, impasible.
Octubre
En el montón de escombros nada significa
el lamento de la madre,
nada la intercesión del padre borracho
nada el parte de bajas del teniente
la rebelión de los cardenales nada,
nada el reproche del futuro,
el llanto de pueblos enteros nada,
nada el aire muerto,
el fin de los océanos…
Desenterré la mandíbula enterrada,
las humillaciones,
llevo mi debilidad
ante mi boca degenerada,
ante mi cráneo reseco
a mi miseria de la mañana…
En la noche
compensas los incendios del mundo
con mi imbecilidad fraterna…
Coral:
Qué quiere el día de mí
y me hace preguntas, cientos de miles de preguntas
y me presenta nombres
y revuelve mi estupidez con su
llanto…
Qué quiere el día de mí
y me clava en árboles gruesos,
se limpian su sangre en mi rabillo del ojo,
y la sangre no me deja ver la tierra, nada…
Qué quiere el día de mí,
me clava estaquillas en la carne y me hace
cantar
Traducción de Gabriel Ferrater
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-thomas-bernhard/
Poderoso tabernáculo del viento
Poderoso tabernáculo del viento,
escritura no para morir y no para ser leída,
escritura sobre hierba y sobre lechos mortuorios,
escritura sobre mí y escritura sobre ti,
escritura de mi frialdad inescrutable,
poderoso tabernáculo del viento.
* * * * *
Salzburgo
Ah claras torres en el alba diáfana,
tú viento tibio, tú árbol centenario.
La cúpula va en busca del espacio;
serena, sin fatiga, sombras lanza
sobre las calles y los capiteles.
Abunda el vino nuevo en quietas plazas;
la luz del sol mil veces se arrebata
en leve resonar de clara fuente.
Mana la luz sobre las azoteas,
destella fuego, en piedra se transforma.
Bebe el cáliz del sol la ciudad entera,
se regocija allá, en las verdes frondas
y, solitaria, va ascendiendo al cielo,
música en el fragor de las palomas.
De Poemas, 1999
En una alfombra de agua
En una alfombra de agua
bordo mis días
mis dioses y mis enfermedades.
En una alfombra de verde
bordo mi sufrimiento rojo,
mis mañanas azules
mis aldeas y panes de miel amarillos.
En una alfombra de tierra
bordo mi transitoriedad.
Bordo en ella mi noche
y mi hambre,
mi luto
y el barco de guerra de mis desesperaciones,
que se desliza por mil aguas,
hacia las aguas de la inquietud,
hacia las aguas de la inmortalidad.
* * * * *
Los que hoy están muertos
Los que hoy están muertos vienen a banquetes
te harían echar espuma del paladar y te parecería
despreciable
la tierra que no te deja sentir el vino
y el verano y la dulce carne,
ni los maravillosos sótanos de los podridos
que dan sombra enteros a sus tumbas,
como si no aullaran junto al bosque los perros
guardianes.
Surgidos de refugios podridos, como de los infiernos
de los padres, enterrados e inertes por la tristeza,
gritan en la noche los miembros muertos
de los hombres, aunque sus cuerpos
se pudrieron hace tiempo de la felicidad de morir y
sin brillo, porque fueron cubiertos
por sus tratantes y apenas se llenaron de mar y de infamias.
Cómo cayeron las piedras sobre sus brazos,
que vivían por el júbilo y la alegría y querían
jarras llenas en los banquetes de los difuntos… Música
de los esqueletos radiantes
y hambre de lo efímero los empujó por los oscuros
pasillos como un ejército
de veranos desmoronados y en los valles se oían ruidos
de guerreros mudos, muertos por una piedra, un pene o
una puta.
Los pasillos son tan profundos que no puedes
atravesarlos
ni destruirlos con las carcajadas
de los príncipes y parturientas de la tierra,
y sus muslos resuenan como música en los establos
miserables,
que llevan al encuentro de tu tormento la cólera sorda
de los animales.
Traición, traición, o transitoriedad amarga
de la primavera tras los cascos grises y gastados
y ningún retoño de las tinieblas te lleva sobre las
montañas.
Los he visto en invierno, y todavía hoy los veo,
llevando en sus pies impregnados de melancolía y negras
preocupaciones,
bajar a las ciudades, los lugares desgarrados sobre los
que
pasa un viento de verano con su pureza, hacia valles
enfermos, que extienden
al cielo su césped húmedo, hacia el mundo, hacia
puertos, tinieblas, campos cuyas semillas
apestan por los cielos vomitados del hombre; instantes
como musgo que, bajo la luna, vuelve al olvido, a la
jornada de algún albañil o alfarero.
De islas no hablaba nadie en la noche y nadie pagaba
cuando los posaderos imponían su tocino, las poesías
de la restauración, acumuladas sobre el río y oliendo
por la mucha miel y la mucha hambre de la tierra
soñada, en un mundo que
sólo se asemejaba al tuyo en las entrañas; no hablaban
de cientos de casas, tumbas, colinas, puentes que eran
tu tristeza, ni de la belleza… pero todos se jactaban,
y sus sienes se hundían sin cesar y sin paz
en el olvido, en excrementos, y un agua, negra, que a
nadie gustaba.
De
Así en la tierra como en el infierno, 1957
Traducción: Miguel Sáenz
Tomado de:
https://thesolipsta.wordpress.com/2014/09/30/8-poemas-thomas-bernhard/
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