miércoles, 6 de noviembre de 2024

POEMAS DE JAIME DÁVALOS CANTOR Y POETA


El resentimiento

 

Son siglos de injusticia,

violentando la tierra.

Siglos de hambre y silencio,

rumeando la venganza.

El colmillo del odio

que se aguzó en la lanza,

buscando la revancha

del crimen de la guerra,

es la gula del oro,

que avaricioso entierra,

en sórdidos tesoros,

su sol ensangrentado.

El hombre por el hombre,

brutalmente explotado.

El hombre por el hambre,

salvaje envilecido,

lo que hace del hermano de patria,

un resentido,

y de nuestro grandioso país,

un rezagado.

 

 

Río de tigres

 

Mírame mi amor a los ojos,

que mi alma sedienta de tu claridad,

viene del fondo del tiempo,

siguiendo una estrella que en ellos está.

Muere anhelando la hondura,

serena y madura, de tu intimidad.

 

Toda el alma mía, te quiero entregar,

en una mirada profunda y astral,

quemarme en la hoguera de tu corazón,

y de sangre en sangre, fecundar la muerte,

fecundar la muerte, con nuestra canción.

 

Cuando te miro a los ojos,

me ofrece tu boca, la entrega total.

Siento que un ríu de tigres,

me zimbra en las venas, profundo y sensual.

Sé que tu piel indefensa, igual que la tierra,

tendida se da.

 

Toda el alma mía, te quiero entregar,

en una mirada profunda y astral,

quemarme en la hoguera de tu corazón,

y de sangre en sangre, fecundar la muerte,

fecundar la muerte, con nuestra canción.

 

Y de sangre en sangre, fecundar la muerte,

fecundar la muerte, con nuestra canción.

 

 

Sudamérica

 

Nadie la para ya.

No pueden detenerla,

ni la calumnia, ni el boicot, ni el odio.

Subyace en la conciencia de los pueblos,

que la tierra jamás fue despojada.

Este es un continente de aventura,

que a los aventureros se los traga.

Les sube despacito por la sombra,

y el ojo codicioso les socava.

Vendrán los desahuciados de la tierra,

buscando sus riquezas legendarias,

hasta que un día, en una misma greda,

se confundan las lenguas y las razas.

América, animal de leche verde,

por la gran Cordillera vertebrada,

hunde el hocico austral bajo del Polo,

y descansa en su fuerza proletaria.

Sube por la luz, lenta y segura,

con el polen del sol en sus entrañas,

y su destino torrencial,

fijado está en el tiempo por la Vía Láctea.

El hambre, la violencia, la injusticia,

la voluntad del pueblo traicionada,

no harán sino, aumentar su rebeldía,

no harán sino, apurar en sus entrañas,

el hijo de la luz, que viene a unirnos,

en una misma espiga esperanzada.

Porque, América del Sur, tierra del futuro,

igual que la mujer, ¡Vence de echada!.

Tomado de:

https://tardesamarillas.blogspot.com/2015/11/jaime-davalos-salta.html

 

 

TEMOR DEL SÁBADO

El patrón tiene miedo que se manchen

con vino los mineros.

El sabe que les entra como un chorro

de gritos en el cuerpo.

Que enroscado en las cuevas de la sangre

les hallará el silencio,

el oscuro silencio de la piedra

que come sombra socavón adentro.

Que volverá, morado,

con bagualas del fondo de los huesos

su voz, golpeando dura como un puño

en el tambor del pecho.

Con pupilas abiertas como tajos

le pedirán aumento,

mientras quiebren, girando entre las manos,

el ala del sombrero,

y los ojos, de polvo y pena tristes,

les caigan como manchas sobre el suelo.

Hay que esconder el vino entre cerrojos,

el vino pendenciero.

Hay que esconder el vino como un crimen,

el vino pedigüeño.

Que ni una gota más caiga en la boca

desierta del minero,

donde el grito se tapa con la coca,

y con alcohol la sed de amor y besos.

Hay que esconder la primavera en sangre

del vino que descubre los secretos.

El patrón ha mandado que lo guarden

y se ha vuelto vinagre en el encierro,

de noche tiene vómitos y duendes

de luna que se bañan en su cuerpo.

Los ojos del patrón lo custodiaban

por arriba del sueño,

los ojos del patrón tienen dos ángeles

desvelados de miedo.

 

 

JUAN CONTRERA

Madruga expectorando sus carajos

trasminando amargada nicotina.

Su púlpito es la cárcel o la esquina

donde ventila rabias y gargajos.

Siempre fue mal pagado su trabajo

por eso busca alivio en la cantina,

orillera tribuna de doctrina

donde purgan sus quejas los de abajo.

Nació terco, rebelde y pendenciero

y el rigor policial le curtió el cuero

guasqueándolo sin asco y con alambre.

¡Y cómo quieren que no sea malo,

si ya se ha vuelto cascarudo el palo

viviendo a la intemperie y muerto de hambre!

 

 

TONADA DEL VIEJO AMOR

“Grabé tu nombre y el mío en las arenas del mar,

y un juramento, que nunca me atrevería a jurar;

el viento, como el olvido, la arenita se llevó,

y ahora se ha vuelto arena, lo que juramos tú y yo.

No le prometas a nadie que nunca lo olvidarás,

porque el amor es eterno, y nuestra vida fugaz…”

Y nunca te he de olvidar,

en la arena me escribías.

El viento lo fue borrando

y estoy más solo mirando el mar.

¡Qué lindo cuando una vez,

bajo el sol del mediodía,

se abrió tu boca en el beso,

como un damasco lleno de miel!

Herida la de tu boca,

que lastima sin dolor.

No tengo miedo al invierno

con tu recuerdo lleno de sol.

Quisiera volverte a ver,

sonreir frente a la espuma:

tu pelo suelto en el viento,

como un torrente de trigo y luz.

Yo sé que no vuelve más

el verano en que me amabas;

que es ancho y negro el olvido

y entra el otoño en el corazón

 

 

EL PARANÁ EN UNA ZAMBA

Brazo de la luna que, bajo el sol,

el cielo y el agua rejuntará.

Hijo de las cumbres y de las selvas,

que extenso y dulce recibe el mar.

Sangra en tus riberas el ceibo en flor

y la pampa verde llega a beber

en tu cuerpo lacio, donde el verano

despeña toros de barro y miel.

Mojan las guitarras tu corazón,

que por los trigales ondulará.

Traen desde el Norte frutal la zamba

y a tus orillas la llevarán,

para que su voz, enamorada de la luz carnal,

arome tus mujeres, Paraná.

En campos de lino recobrarás

el cielo que buscas en la extensión.

Padre de las frutas y las maderas:

florece en deltas tu corazón.

Verde en el origen recorrerás,

turbio de trabajo la noche azul

y desde la luna, como un camino,

vendrá tu brillo quebrando luz.

 

 

Vidala del nombrador

De mínimas heridas lastimado

Me voy muriendo a ratos tan ligero

Que me siento lejano

Y extranjero

Del que ayer fuera alegre y confiado.

Tengo un niño en el alma rezagado

No quiero endurecerme

Ay! No lo quiero

Ni ser un padre

Ni tener sombrero

Sino ser un cantor enamorado

Quiero permanecer en la tristeza

Y en la angustia de andar como los bichos

Perdido por el mundo de la leña

Llevar como una novia mi pobreza

Y morirme del gusto y del capricho

De ser un animal que canta y sueña.

https://www.isliada.org/poetas/jaime-davalos/

 

MI FORD

Con el escape libre para escuchar mejor el canto del motor,

me voy a los campos montado en mi Ford.

Mi Ford es sencillo como el Clavileño de Alonso Quijano. Dócil a mi empeño,

va donde yo quiera, por valles y cuestas por cerros y lomas y verdes florestas.

 

Yo no tengo apuros, negocios ni estancias,

mas el que me vea, veloz como el viento,

tragar las distancias

rigiendo mi Ford,

cree que me protestan algún documento

o me ocurre un caso de fuerza mayor.

 

Nadie se figura,

nadie se imagina, ninguno sospecha,

el goce salvaje, rayano en locura,

de andar como flecha.

 

El hombre es un bípedo pesado, sotreta,

y por andar algo más que la tortuga,

domó los caballos y la bicicleta

inventó las máquinas de ponerse en fuga.

 

Por una cuesta abajo me largo en segunda,

mi alma en un vértigo tremendo se abisma,

y a medida que corro me inunda

un afán de romperme la crisma!

 

El Ford cruje entero,

ya parece saltar en pedazos!

y por el volante me sube a los brazos

una fragorosa vibración de acero!

 

Un pollo suicida se pasa en mi ruta y bajo las ruedas lo dejo extrachato.

Que no me perturbe la recta absoluta

ni perro ni gato,

pues voy sin disputa

sembrando el julepe y el asesinato.

 

¡Oh, Ford, auto cabra!

¡Auto mula, sencillo y liviano! Última palabra

del machinatismo norteamericano.

Tomado de:

https://saltanuestracultura.blogspot.com/2009/12/mi-ford-poema-de-jaime-davalos.html

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