Recuerdos del futuro
Los insectos se extinguen. ¿Quién
polinizará
melones, alcachofas, berenjenas,
almendras,
peras, albaricoques, cerezas, girasoles
cuando desaparezcan, inermes, las abejas?
Caminaremos solos, seguros, en ciudades
sin lluvia que las bese, sin viento que
las meza,
o rozando los codos en vagones metálicos
ajenos a las miras de la naturaleza.
¿Seremos más felices? A quién preocupa
eso…
Viviremos más años. Tendremos más certezas
gobernados por hombres que, con puño de
hierro,
sabrán qué ambicionamos y qué nos
interesa.
A fin de cuentas somos seres
imperceptibles,
livianos en el tiempo, que apenas dejan
huella…
Hablamos de una fina capa de asfalto o
césped
olvidando el latido del centro de la
Tierra.
In viro veritas
En el virus la verdad. Apenas tiene
importancia alguna esta pandemia
salvo la de catalizador, la de reflejo
de nuestra decadencia e impotencia.
¿De qué progreso hablaban? Damos pasos
atrás; reconstruimos las fronteras;
vemos en el televisor o el microscopio
(eminente espectáculo de feria)
la carrera espacial de las vacunas
entre gobiernos, firmas farmacéuticas;
hacemos caso a tal o cual político
sin visión de futuro, sin vergüenza;
peleamos por minucias o despojos
como estúpidas aves carroñeras;
damos palos de ciego, damos golpes
a quien nos curaría la ceguera.
Pésimo ejemplo damos, si procede,
a las generaciones venideras.
El mundo ya no tiene quien lo arregle:
vendrán hambrunas, crisis, entreguerras…
La pandemia habrá sido lo de menos.
En el virus la verdad, la peripecia.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-jorge-camacho-cordon/
Serrat y Sabina
Para el ocupante estado de Israel
en la ocupada Palestina
cantan dos españoles:
Serrat y Sabina.
Serrat, el bardo catalán rojo desvaído
cuya voz arrastrada parece un balido.
Sabina, rey del ripio, de voz patibularia,
fanático defensor del reino de Samaria.
Han venido a tocar para amigos muy majos,
inocentes, asépticos,
han venido a adular con la palabra “paz”
a oídos letárgicos.
Para el ocupante estado de Israel
en la ocupada Palestina
cantaron dos españoles:
Serrat y Sabina.
PD:
Si esta pareja quiere
resultar más odiosa
que se monten un trío
con Mario Vargas Llosa.
Sippenhaft
El 27 de mayo de 1942
un comando hirió de gravedad en atentado
terrorista
(que recibió el nombre de Operación
Anthropoid)
al jerarca nazi Reinhard Tristan Eugen
Heydrich,
por lo que murió dolorosamente una semana
más tarde.
El 9 de junio
como castigo colectivo
las policías alemanas de ocupación
destruyeron la aldea checa de Lidice
en aplicación del principio jurídico de
Sippenhaft,
es decir, corresponsabilidad penal de los
parientes.
En aplicación del mismo principio
el ejército de Israel bombardea e invade
una Gaza corresponsable
como pena colectiva
en julio de 2014.
túneles
los terroristas cavan túneles
para contrabando y atentados
contra la ley el orden el estado
israelí o nazi.
el ejército eficaz moderno
convierte los túneles en tumbas catacumbas
y la ciudad en escombros en sitio de
martirio
en Varsovia o Gaza.
Tomado de:
https://vocesdelextremopoesia.blogspot.com/2018/12/3-poemas-de-palestina-estrangulada-de.html
MECÁNICA DE FLUIDOS
Cuanto más envían a Gaza los gobiernos israelíes
su armada santa y sangrienta
tanto más invaden y ocupan Israel
sus propios ejércitos
equipados con tanques, aviones y misiles,
con la razón de la fuerza pura y cruda,
con el racismo.
PALESTINA
Cuanto más largo y más alto
el muro de cemento que encarcela,
tanto más largo y profundo ha de ser
el túnel que libera.
PALESTINA 2
Para garantizar
la paz en la prisión
erigen como castigo
una muralla de Adriano
estos bárbaros epígonos.
Tomado de:
https://www.trasversales.net/t47palesjorge.htm
Lucidez concluyente
1
Parece que por fin la gente asume
la idea de un morir anticipado,
de la mano de fármacos y médicos
en caso de incurable enfermedad
crónica o terminal, o de dolencia
que incapacita de una vida autónoma,
o que voraz carcome las neuronas.
Eso que se ha llamado eutanasia.
Pero la dignidad y el buen morir
son algo más. Son la culminación
de todo cuanto uno ha sido en vida
sin traicionarse, sin humillaciones.
Morir como se vive: en libertad.
2
¿De quién es esta vida que uno vive?
¿Del dios que lo creó? ¿o del Estado
(esa divinidad omnipresente
que a todos nos ordena y administra)?
No sé si de uno mismo hasta el extremo
de poder elegir el tiempo justo
para ponerle fin, pero lo cierto
es que la muerte, salvo si nos llega
de manera imprevista, fatal, súbita,
no debe quedar nunca en otras manos
ni voluntades, si ha de sernos digna.
Ya puestos a escoger la muerte propia,
que sea indolora, dulce, lúcida.
3
Zoólogos marinos descubrieron
que la respiración en los delfines
es voluntaria y puede interrumpirse
por propia decisión, ocasionando
la muerte de uno mismo por asfixia.
¡Ay, quién pudiera ser como un delfín!
Nadar cientos de leguas cada día
surcando un mar en calma, oleaginoso,
o sorteando el oleaje bravo
bajo nubes o sol, sin ataduras,
sabiendo en cada salto, en cada instante,
lo fácil que sería recurrir
a la inmersión final, definitiva.
4
Resulta fácil evocar a Sócrates
que, en vez de optar por pena de
destierro,
llevó a su boca el cáliz de cicuta,
pero a mí mismo, ¿me condena alguien?
No, que yo sepa. Soy yo quien decide
si la vida merece ser vivida
más tiempo aún. Pero morir no es fácil,
el cuerpo nos lo estorba de mil formas,
y nada justifica darse muerte
de modo atroz, macabro, truculento.
Provistos del producto imprescindible
y en compañía de los allegados,
la muerte debe ser más llevadera.
5
¿Por qué arrojarse al metro, o al asfalto
desde la altura recia de un viaducto?
¿Por qué tener que usar un vil cuchillo
para que mane sangre de las venas?
¿Por qué buscar un roble del que penda
la soga que me quiebra la garganta?
¿Por qué estrellar el coche contra un
muro?
¿Por qué ingerir oscuros matarratas
para descomponerse en la agonía?
¿Por qué agenciarse, clandestina, el arma
que desparrame de una vez los sesos?
Haced legal comprar el elixir
que me transporte fuera de este mundo.
6
Es hora de acabar con los tabúes.
Morir es sólo el último episodio
de cada trayectoria, cada vida.
No es fracaso, fiasco ni derrota.
Tampoco cumbre. Puede llegar tarde
o pronto, pero no hay que resistirse.
Gracias a la moral judeocristiana
hemos desaprendido el viejo arte
helénico y romano del suicidio.
No el de matarse a la desesperada,
en sufrimiento y soledad, sin calma,
sino asumir que todo tiene límites,
saber en qué momento despedirse.
7
No cabe confundir el sufrimiento
con el dolor tangible, dolor médico.
Que el cuerpo no me duela no me impide
penar en mis adentros o en silencio,
sentir en las entrañas el vacío
abismal, el hastío absoluto.
Y, sin sufrir, también resulta válido
o lúcido el pensar en retirarse
por no encontrar sentido a todo esto
ni querer empujar la vieja roca
otra vez cuesta arriba como Sísifo.
Es, con el despedirse compartido,
el otro buen suicidio: el metafísico.
8
Tampoco cabe achacar a impulsos
dementes todo tipo de suicidio.
Ni negar porque sí a quien padece
enfermedad mental la lucidez
de querer acabar con sufrimientos
mayores que cualquiera de los físicos.
Querer morir en paz no es un fracaso.
Vivir sin gana, ¿qué sentido tiene?
¿O prorrogar sin fin la vida ajena
por medio de brebajes y adminículos?
Que nadie nos obligue a respirar
ni a ingerir por sonda el alimento
privados de conciencia o de disfrute.
9
Quiero pasar el resto de mis días
en una estancia cómoda, aireada,
acompañado por quien no me juzgue
y por mis libros, que también ofrecen
su propia, inestimable compañía.
Y digo estancia figuradamente.
Son sus paredes años, o paisajes,
quizás vivencias, o descubrimientos
sobre mí mismo o sobre el mundo humano.
A ella se circunscribe mi periplo.
Pero quiero tener siempre a mi alcance
la dulce píldora, el salvoconducto,
la llave de la puerta de salida.
10
Salvo algún integrista, nadie acepta
para sí el morir entre estertores
ni para sus parientes más queridos.
Vivir no es resistir, y así la muerte
no es una rendición sino la última
etapa del viaje de la vida.
Pero ese morir bien, ¿dónde se aprende?
Echar la vista atrás a lo vivido,
examinar, pesar, reconciliarse
con los conflictos, expresar afectos,
decir adiós con la mirada limpia.
Dejadme ir, tranquilos yo y vosotros,
con generosidad y amor, con alegría.
11
¿Es mucho imaginar que, en el futuro,
acepte lo evidente nuestra estúpida
sociedad de consumo y autoengaño,
cobarde al par que hipócrita o que cínica?
Antes han de mudar mentalidades
atrapadas aún por las inercias
de vetustas creencias, tradiciones.
Hemos de liberarnos, de librarnos
de heroísmos y placeres falsos
que ocultan nuestros miedos, dudas, goces
más humanos, humildes y sencillos.
Sentirnos dueños o, antes bien, coautores
del manso desenlace de los días.
12
Se vivirá sin yugos, sin grilletes,
sin pánico a la muerte o muerte en vida.
Con un sereno asombro evocaremos
el desconcierto de ahora, con alivio.
Cuando por fin y sin ambages sea
en nuestra sociedad la despedida
final un rito habitual de tránsito
como el del nacimiento o el bautismo,
será entonces este último acto
(la muerte deseada y compartida)
el corolario, broche, dulce guinda,
la tersa consecuencia o circunstancia
de nuestra concluyente lucidez.
[Quemadura, p. 216-221]
Tomado de:
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