lunes, 18 de noviembre de 2024

POEMAS DE JORGE CAMACHO CORDÓN


Recuerdos del futuro

 

Los insectos se extinguen. ¿Quién polinizará

 

melones, alcachofas, berenjenas, almendras,

 

peras, albaricoques, cerezas, girasoles

 

cuando desaparezcan, inermes, las abejas?

 

 

 

Caminaremos solos, seguros, en ciudades

 

sin lluvia que las bese, sin viento que las meza,

 

o rozando los codos en vagones metálicos

 

ajenos a las miras de la naturaleza.

 

 

 

¿Seremos más felices? A quién preocupa eso…

 

Viviremos más años. Tendremos más certezas

 

gobernados por hombres que, con puño de hierro,

 

sabrán qué ambicionamos y qué nos interesa.

 

 

 

A fin de cuentas somos seres imperceptibles,

 

livianos en el tiempo, que apenas dejan huella…

 

Hablamos de una fina capa de asfalto o césped

 

olvidando el latido del centro de la Tierra.

 

 

In viro veritas

 

En el virus la verdad. Apenas tiene

importancia alguna esta pandemia

salvo la de catalizador, la de reflejo

de nuestra decadencia e impotencia.

¿De qué progreso hablaban? Damos pasos

atrás; reconstruimos las fronteras;

vemos en el televisor o el microscopio

(eminente espectáculo de feria)

la carrera espacial de las vacunas

entre gobiernos, firmas farmacéuticas;

hacemos caso a tal o cual político

sin visión de futuro, sin vergüenza;

peleamos por minucias o despojos

como estúpidas aves carroñeras;

damos palos de ciego, damos golpes

a quien nos curaría la ceguera.

Pésimo ejemplo damos, si procede,

a las generaciones venideras.

El mundo ya no tiene quien lo arregle:

vendrán hambrunas, crisis, entreguerras…

La pandemia habrá sido lo de menos.

En el virus la verdad, la peripecia.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-jorge-camacho-cordon/

 

 

Serrat y Sabina

 

 

Para el ocupante estado de Israel

en la ocupada Palestina

cantan dos españoles:

Serrat y Sabina.

 

Serrat, el bardo catalán rojo desvaído

cuya voz arrastrada parece un balido.

 

Sabina, rey del ripio, de voz patibularia,

fanático defensor del reino de Samaria.

 

Han venido a tocar para amigos muy majos,

inocentes, asépticos,

han venido a adular con la palabra “paz”

a oídos letárgicos.

 

Para el ocupante estado de Israel

en la ocupada Palestina

cantaron dos españoles:

Serrat y Sabina.

 

 

PD:

 

Si esta pareja quiere

resultar más odiosa

que se monten un trío

con Mario Vargas Llosa.

 

 

Sippenhaft

 

El 27 de mayo de 1942

un comando hirió de gravedad en atentado terrorista

(que recibió el nombre de Operación Anthropoid)

al jerarca nazi Reinhard Tristan Eugen Heydrich,

por lo que murió dolorosamente una semana más tarde.

 

El 9 de junio

como castigo colectivo

las policías alemanas de ocupación destruyeron la aldea checa de Lidice

en aplicación del principio jurídico de Sippenhaft,

es decir, corresponsabilidad penal de los parientes.

 

En aplicación del mismo principio

el ejército de Israel bombardea e invade una Gaza corresponsable

como pena colectiva

en julio de 2014.

 

 

túneles

 

los terroristas cavan túneles

para contrabando y atentados

contra la ley el orden el estado

israelí o nazi.

 

el ejército eficaz moderno

convierte los túneles en tumbas catacumbas

y la ciudad en escombros en sitio de martirio

en Varsovia o Gaza.

Tomado de:

https://vocesdelextremopoesia.blogspot.com/2018/12/3-poemas-de-palestina-estrangulada-de.html

 

 

MECÁNICA DE FLUIDOS

Cuanto más envían a Gaza los gobiernos israelíes

su armada santa y sangrienta

tanto más invaden y ocupan Israel

sus propios ejércitos

equipados con tanques, aviones y misiles,

con la razón de la fuerza pura y cruda,

con el racismo.

 

 

PALESTINA

Cuanto más largo y más alto

el muro de cemento que encarcela,

tanto más largo y profundo ha de ser

el túnel que libera.

 

 

PALESTINA 2

Para garantizar

la paz en la prisión

erigen como castigo

una muralla de Adriano

estos bárbaros epígonos.

Tomado de:

https://www.trasversales.net/t47palesjorge.htm

 

 

Lucidez concluyente

 

1

 

Parece que por fin la gente asume

la idea de un morir anticipado,

de la mano de fármacos y médicos

en caso de incurable enfermedad

crónica o terminal, o de dolencia

que incapacita de una vida autónoma,

o que voraz carcome las neuronas.

Eso que se ha llamado eutanasia.

Pero la dignidad y el buen morir

son algo más. Son la culminación

de todo cuanto uno ha sido en vida

sin traicionarse, sin humillaciones.

Morir como se vive: en libertad.

 

2

 

¿De quién es esta vida que uno vive?

¿Del dios que lo creó? ¿o del Estado

(esa divinidad omnipresente

que a todos nos ordena y administra)?

No sé si de uno mismo hasta el extremo

de poder elegir el tiempo justo

para ponerle fin, pero lo cierto

es que la muerte, salvo si nos llega

de manera imprevista, fatal, súbita,

no debe quedar nunca en otras manos

ni voluntades, si ha de sernos digna.

Ya puestos a escoger la muerte propia,

que sea indolora, dulce, lúcida.

 

3

 

Zoólogos marinos descubrieron

que la respiración en los delfines

es voluntaria y puede interrumpirse

por propia decisión, ocasionando

la muerte de uno mismo por asfixia.

¡Ay, quién pudiera ser como un delfín!

Nadar cientos de leguas cada día

surcando un mar en calma, oleaginoso,

o sorteando el oleaje bravo

bajo nubes o sol, sin ataduras,

sabiendo en cada salto, en cada instante,

lo fácil que sería recurrir

a la inmersión final, definitiva.

 

4

 

Resulta fácil evocar a Sócrates

que, en vez de optar por pena de destierro,

llevó a su boca el cáliz de cicuta,

pero a mí mismo, ¿me condena alguien?

No, que yo sepa. Soy yo quien decide

si la vida merece ser vivida

más tiempo aún. Pero morir no es fácil,

el cuerpo nos lo estorba de mil formas,

y nada justifica darse muerte

de modo atroz, macabro, truculento.

Provistos del producto imprescindible

y en compañía de los allegados,

la muerte debe ser más llevadera.

 

5

 

¿Por qué arrojarse al metro, o al asfalto

desde la altura recia de un viaducto?

¿Por qué tener que usar un vil cuchillo

para que mane sangre de las venas?

¿Por qué buscar un roble del que penda

la soga que me quiebra la garganta?

¿Por qué estrellar el coche contra un muro?

¿Por qué ingerir oscuros matarratas

para descomponerse en la agonía?

¿Por qué agenciarse, clandestina, el arma

que desparrame de una vez los sesos?

Haced legal comprar el elixir

que me transporte fuera de este mundo.

 

6

 

Es hora de acabar con los tabúes.

Morir es sólo el último episodio

de cada trayectoria, cada vida.

No es fracaso, fiasco ni derrota.

Tampoco cumbre. Puede llegar tarde

o pronto, pero no hay que resistirse.

Gracias a la moral judeocristiana

hemos desaprendido el viejo arte

helénico y romano del suicidio.

No el de matarse a la desesperada,

en sufrimiento y soledad, sin calma,

sino asumir que todo tiene límites,

saber en qué momento despedirse.

 

7

 

No cabe confundir el sufrimiento

con el dolor tangible, dolor médico.

Que el cuerpo no me duela no me impide

penar en mis adentros o en silencio,

sentir en las entrañas el vacío

abismal, el hastío absoluto.

Y, sin sufrir, también resulta válido

o lúcido el pensar en retirarse

por no encontrar sentido a todo esto

ni querer empujar la vieja roca

otra vez cuesta arriba como Sísifo.

Es, con el despedirse compartido,

el otro buen suicidio: el metafísico.

 

8

 

Tampoco cabe achacar a impulsos

dementes todo tipo de suicidio.

Ni negar porque sí a quien padece

enfermedad mental la lucidez

de querer acabar con sufrimientos

mayores que cualquiera de los físicos.

Querer morir en paz no es un fracaso.

Vivir sin gana, ¿qué sentido tiene?

¿O prorrogar sin fin la vida ajena

por medio de brebajes y adminículos?

Que nadie nos obligue a respirar

ni a ingerir por sonda el alimento

privados de conciencia o de disfrute.

 

9

 

Quiero pasar el resto de mis días

en una estancia cómoda, aireada,

acompañado por quien no me juzgue

y por mis libros, que también ofrecen

su propia, inestimable compañía.

Y digo estancia figuradamente.

Son sus paredes años, o paisajes,

quizás vivencias, o descubrimientos

sobre mí mismo o sobre el mundo humano.

A ella se circunscribe mi periplo.

Pero quiero tener siempre a mi alcance

la dulce píldora, el salvoconducto,

la llave de la puerta de salida.

 

10

 

Salvo algún integrista, nadie acepta

para sí el morir entre estertores

ni para sus parientes más queridos.

Vivir no es resistir, y así la muerte

no es una rendición sino la última

etapa del viaje de la vida.

Pero ese morir bien, ¿dónde se aprende?

Echar la vista atrás a lo vivido,

examinar, pesar, reconciliarse

con los conflictos, expresar afectos,

decir adiós con la mirada limpia.

Dejadme ir, tranquilos yo y vosotros,

con generosidad y amor, con alegría.

 

11

 

¿Es mucho imaginar que, en el futuro,

acepte lo evidente nuestra estúpida

sociedad de consumo y autoengaño,

cobarde al par que hipócrita o que cínica?

Antes han de mudar mentalidades

atrapadas aún por las inercias

de vetustas creencias, tradiciones.

Hemos de liberarnos, de librarnos

de heroísmos y placeres falsos

que ocultan nuestros miedos, dudas, goces

más humanos, humildes y sencillos.

Sentirnos dueños o, antes bien, coautores

del manso desenlace de los días.

 

12

 

Se vivirá sin yugos, sin grilletes,

sin pánico a la muerte o muerte en vida.

Con un sereno asombro evocaremos

el desconcierto de ahora, con alivio.

Cuando por fin y sin ambages sea

en nuestra sociedad la despedida

final un rito habitual de tránsito

como el del nacimiento o el bautismo,

será entonces este último acto

(la muerte deseada y compartida)

el corolario, broche, dulce guinda,

la tersa consecuencia o circunstancia

de nuestra concluyente lucidez.

 

[Quemadura, p. 216-221]

Tomado de:

https://cafemontaigne.com/lucidez-concluyente-de-quemadura-poemas-de-jorge-camacho-cordon/quemaduras/admin/

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