sábado, 16 de noviembre de 2024

POEMAS DE SARAH HOLLAND-BATT


Años luz

 

Durante todo el verano los pájaros carpinteros

 

martillaron nuestro conservatorio,

 

perforando el revestimiento de cedro

 

 

 

con inconsolables óvalos.

 

Dejaron entrar al viento.

 

Maltrecha, la casa se dobló.

 

 

 

Mi padre subió a una escalera,

 

embonó los aleros. No hubo diferencia.

 

Nada podía detenerlos.

 

 

 

Desde el asiento de la ventana de arriba

 

podía ver la oleada volcánica

 

de sus mejillas rojas trabajando, trabajando.

 

 

 

Sabía cómo se sentía querer

 

perforar hasta llegar al centro de la tierra,

 

túnel al Viejo Mundo.

 

 

 

Durante todo el verano envié cartas

 

a un continente tan distante

 

que me hizo pensar en las leyes de la física—

 

 

 

el Pacífico se extiende,

 

su imposible testimonio

 

como los años luz, una curvatura

 

 

 

que no podría medir.

 

Sabía que yo estaba más lejos

 

que el tiempo, que cuando reingresara

 

 

 

a mi hemisferio

 

ya estaría transformada,

 

alejada por todo ese polvo lunar.

 

 

 

Afuera, el ruido de las aves como una pistola de clavos.

 

El daño se propagó.

 

Para el otoño, mi acento cambió.

 

 

 

Vocales del Medio Oeste se deslizaron silenciosas,

 

sustantivos se rizaron en mi boca.

 

Finalmente, llamamos a un hombre

 

 

 

que instalaba trampas, montando

 

un halcón falso en el tejado.

 

El día que el halcón llegó

 

 

 

miré a los pájaros carpinteros revolotear aterrados

 

y luego alzar el vuelo, nervios destrozados.

 

Entonces era invierno: la nieve se cernió,

 

 

 

y volaron al sur para siempre.

 

Esperé a sentir el cambio.

 

En todas partes los agujeros oscuros crecieron.

 

 

Este paisaje ante mí

 

 

 

No está escrita, aunque ha vivido en la violencia.

 

 

 

Primero la fábrica de pie, silenciosa como un asilo.

 

Luego el aniquilador mallee con sus puños rojos de flores

 

y la ceniza de la montaña arrastrándose como una mancha sobre él.

 

 

 

Pruebas no tengo, pero te digo

 

hubo vitrales aquí una vez, prohibidos.

 

Emitieron un poco de luz rayada sobre las mujeres.

 

 

 

Ahora en matorral y amarilla retama hago frente a la historia

 

trenzada y destrenzada por rígidas manos irlandesas.

 

La soga, la cuerda y la lana cardada son descosidas.

 

como lo son sus rostros y sus nombres.

 

 

 

Londonderry, Cork, Galway, Kildare—

 

mientras pronuncio las palabras éstas son succionadas

 

a un hemisferio en la oscuridad.

 

 

 

 

 

No me atreveré a decir

 

lo que es el sufrimiento o cómo se infligió en este lugar.

 

A qué punto destroza a un cuerpo, decir no puedo.

 

 

 

Pero esta mañana vi a un joven conejo

 

encorvado entre la maleza y la sombra.

 

Su cara lesionada, sus piernas demasiado frágiles para pelear,

 

la sangre baya y costra rosa de su ojo.

 

 

 

Había contraído la enfermedad

 

deseaba un lugar tranquilo para morir

 

lo trajimos aquí.

 

 

 

Y tuvo suerte o tanta suerte como pudo,

 

hubo tiempo y luz, los halcones y los perros.

 

 

 

Aún no se había escrito, seguía fuera de la vista.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2016/06/sarah-holland-batt-tres-poemas/

 

 

Penélope en las tinieblas

Escucha, ya estoy cansada

de este cuento, ese

donde hacemos el papel de amantes suspirando

quienes sólo conocen imágenes

de ellos en otra vida,

nuestros corazones cerrados

como mejillones muertos,

en astuta oscuridad, que sella

ese núcleo amargo: tú y yo.

El cuento nos hace ver como sicópatas.

Pues en él nunca notamos

los cambios del mundo;

aguardamos en la ventana

como perros dementes

que la muerte gire la llave –

Si estuvieras muerto, yo sería feliz.

Podría anudar los años, apretarlos como puños. Podría dormir.

Pero no estás muerto;

Simplemente olvidaste tu papel en el cuento.

Estás en una isla remota,

 persiguiendo sirenas. Dime, Odiseo –

cuando ellas cantan

¿lo hacen como yo?

En el imperio despojado del mañana

 bajo hasta la costa

y observo a pescadores en la matanza.

Seguramente nunca los viste,

sus manos en lo profundo de lo plateado

como alguna muestra de piedad –

 

 

El cráneo de una Galah

Lo encuentro en un campo de plumas, cresta rosada,

nudillo limpio hasta los huesos por el viento,

 pálida mohawk montada sobre roca.

Me agacho. Vaciadas están

las dos cuencas de su cabeza, dos planetas imaginarios

llenos de sol, asilándose en uno

un milpiés enroscado, hábil y oscuro hipnotista.

Ya pulido, se enrolla en espiral

como una fósil serpiente de Santa Hilda

esas que estudiamos en el vitral de la capilla del colegio.

Tal si el ojo pudiera enterrarse

luego desenrollar una antena hacia afuera, como un helecho.

Volteo el cráneo sobre mi palma como a un guijarro—

no se queda quieto. Sin embargo, todo está inmóvil:

los pastos se agarran, el mundo ya no se inclina.

Incluso la triste postura del matorral crece;

su mente está vacía. Sólo este cráneo

sobrevivirá al verano, un pensamiento se interrumpe,

y yo lo verá cada día que pase

y me detendré, donde el aire afila sus dientes

contra el hueso, donde la mente se recuerde ella misma

como una concha, y lloraré por lo que una vez

fue mundo: un ojo rodó hacia la luna del alba,

el otro se sumergió en la tierra.

Tomado de:

https://www.scribd.com/document/701790624/Holland-Batt-Sara-Poemas

 

 

Poema de amor

Una ventana abierta

al mediterráneo.

media tarde.

 

Yates

escorados

en una luz salmón.

 

Una vela verde

se deshoja

en la distancia.

 

La brisa salada

delibera

qué hará después.

 

Y el lujo

de regresar

a la habitación

Tomado de:

https://www.elespanol.com/el-cultural/letras/poesia/20180629/peligros/318719727_0.html

 

 

Talasografía

 

He conocido estos estuarios...

los canales y cauces, los remansos

que fluyen y se arremolinan hacia el Pacífico,

 

He desnatado esa mezcla fangosa,

Sentí el pinchazo en la garganta

donde la sal del aire es la sal de la costa,

 

He apuntado donde la marea está incompleta:

Sin rodillos ni disyuntores,

sólo un reflujo que mece a los caminantes

 

Un torrente de plata, el golpe del mazo de un salmonete

En la noche, los cangrejos de lodo se codean

hacia abajo bajo losas de hormigón de rampas para embarcaciones —

 

He acechado donde las garzas se posan sobre zancos y lanzas

peces carnada en tardes verdes,

Lanzar trampas para cangrejos en anatemas sueltos

 

para ver cómo se propagaba el sonar negro,

Arrastreros de camarones con orugas en aguas anchas

Arrastrándose de regreso en el amanecer lavanda

 

Luego se sentó en el borde del embarcadero.

y se quitó esos caparazones de tigre,

arrojaron las cabezas succionadas de nuevo a la oscuridad,

 

cáscara de mejillón aplastada bajo los pies

para la quemadura de quitina afilada,

pisó donde las mantarrayas se revuelcan y holgazanean,

 

moviendo sus púas, esperando atacar.

He pasado la mitad de mi vida en marea baja.

noches donde no he sabido

 

Si me estoy contrayendo o arrastrando de nuevo,

donde el movimiento del agua

es el movimiento de mi mente

 

idas y venidas interminables

de sonidos y estrechos, esos puntos de entrada

A mis dos continentes —y a mi historia—

 

es la historia de las corrientes: un canal lo suficientemente pequeño

atrapar una infancia en su red,

agua lo suficientemente vasta para dividir una vida.

Tomado de:

https://www.poetryfoundation.org/poetrymagazine/poems/89002/thalassography

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