DOBLADO EN DOS SOBRE LA MESA ESCUCHO
Doblado en dos sobre la mesa escucho, cómo
suben
Y bajan las poleas. Tantos años perdidos
sobre ese polvo
Seco que ensordece. A veces en la noche me
pregunto
A mí mismo por los muros salobres y
empiezo a sollozar.
¿Para qué tanta angustia, tanta estrella
girando
Hecha una brasa en los cielos de ayer? Me
recuesto
En la plancha, dura como un madero de
difunto.
¡No hay respuestas! Si pudiera tan solo
hacer al fin un nudo
Con palabras capaces de dar cauce al
alarido, ese recuerdo
De los seres ciegos, que no logro olvidar.
Pero ahora por fin, siento extendido el
cuerpo
En un río de marfil tibio que sonríe,
ondula y se pregunta
Por las líneas del techo, los clavos y el
porqué.
Jamás mi mesa
Ya será una mesa, ahora entiendo, bajo la
tersa piel
Fluye la sangre. ¿Escuchas? Recorrer estos
límites
Es encontrar a Dios, llegar hasta ese
borde del desierto
Que encabrita a los vientos. Ha empezado a
llover.
Imágenes en el ojo llameante, 1999.
«LA COLA ES AL COLLAGE…»
Al
poeta Juan Jorge Bautista
Ya he recortado todos los papeles. He
llegado
A ese borde de los años cuando se mira
atrás en el fracaso.
Todo está derramado por los suelos,
cuchillos y colores y papeles,
Esperando que vuelva con mi nudo de fiebre
en las orejas
Y peque para siempre una pata de pájaro a
la luna,
Un sol al ojo, un verde al amarillo.
Cae el polvo. Escarbando, escarbando
encuentro a las beatíficas
Señoras, sombreros y botines, ropa
interior de cuero.
¡Qué carajos!
Todas apolilladas en las tumbas,
Semillas de otro sol, el grabador les dio
cien años
Más y puedo verlas recorrer esas páginas
Del libro y Ser otras, casi las mismas
mariposas.
Las tijeras no juzgan, cortan trapos de
tinta y salta el escorpión
Que guardaban secreto entre sus piernas.
Ahora no recuerdan,
Sólo son mitad máquina, mitad hembras.
Muestran su corazón
Tras de las plumas de un abanico que
arrebata el tiempo.
Imágenes en el ojo llameante, 1999.
Tomado de:
Insomnio con escamas
Un pez cruza mi sueño cada noche
Y abre un túnel de incienso en las
almohadas,
Sobre el vidrio que es piel, que corta el
aire
Pega después sus párpados, escucha: las
aguas me rodean
De una a otra pared siento temblar sus
hojas cristalinas.
¿Todo está aquí? ¡Respóndeme! Ola de
vientre
Oscuro, signos que alguien dibuja allá en
el fondo
Como estrías del mismo espejo siempre.
Si venimos del pez, del hueso ardiente
Empeñado en abrirse en sus espinas, si no
hay piedad
Si en el estanque pasan la red día tras
día,
¿En dónde están los ojos que nos miran, en
dónde la raíz
De ese lamento, las ascuas del insomnio en
las agallas
Que se inflan, se prolongan, buscan un
metal frío?
De ese país que lentamente se alza en las
paredes
Secas del día y las semanas salen a
recibirme las escamas,
Me incorporo entre llagas, pregunto por
amigos
Que no existen, que son polvo molido por
la lluvia,
Me pesa cada trozo, cada porción del alma
que recuerdo.
¿Estáis allí?, pregunto. ¿Estáis allí?
Invisibles
Golpean las agujas en el telar sediento
De la imagen y los vidrios se quiebran, se
endurecen
Sobre la cicatriz de la corriente. Veo
lágrimas
En el rostro final, el pez que vuelve cada
noche en sangre
Que respira en mi almohada, que se quema en
mi oxígeno
Y despierta...
Tras el vidrio estoy solo,
Tal vez en otro sueño, dando gritos.
Muñecas del desierto de Atacama
para
Estela Lorca
Las encontré allá al fondo de una vasija
rota,
Venían arropadas con los viejos tejidos de
sus muertos.
Sonreían al paso de mi mano, era como si
hablaran
Me contaran secretos tras de la lana de
sus ojos negros
No sé ya qué decían, las tres en un jergón
de palos aromáticos
Simulan el encanto tras el dibujo arcaico
de ese pájaro
Errante que en cada vida nos parece
eterno, ese que vuela
Desde una vida a otra arrastrando las
flores del deseo
Yo nací en el desierto, los oasis son
quizás sólo una ilusión
Espejismo que ofrece la piel de la
adorada, encantamiento
De creer que podremos detener el tiempo y
sostener delante
De los ojos el fuego de esa imagen,
aquella lava que desaparece
Aquí sobre mi mesa están aquellas locas,
las que volvieron
De la edad antigua esa nube de luz sobre
mi infancia,
Las veo sonreír, reírse a carcajadas de
las dudas que tengo
Mientras el viento mueve en mi cabeza sus
coloridas faldas.
Ellas duermen también y allí en el sueño
las encuentro
Sedientas de pasión, ellas queman los días
con la sola
Mirada, los días y los años que ha
dispersado el viento;
La lujuria que enciende el tictac del
instinto bajo el pecho.
Estoy viejo y cansado, los caminos se
cierran sobre la tierra seca,
Quizás la sangre añora el color de esos
pétalos, misterio
De repetir un rito milenario, beber desde
sus bocas
La dulzura de abuelas ya difuntas, muñecas
locas,
Vasijas del amor de donde vengo.
Ludwig Zeller (Río Loa, 1927)
Tomado de:
https://lacomparecenciainfinita.blogspot.com/2018/10/ludwig-zeller-tres-poemas.html
Laberinto
Abro mi cráneo en dos, trato de recordar y
apenas veo
Pues bajo el sol que hierve no hay salida,
Condenado por fin, entre las sábanas me
río a carcajadas
Pongo mi oreja en el reloj y escucho cómo
cae la arena en los embudos.
¿Es que ya nunca, nunca volveremos al
patio
De la infancia? ¿Hasta el ojo más dulce es
solo brasa
Que nos quema por dentro? ¿No habrá piel,
No habrá mano que se abra en la caída?
¿Por qué los gatos
Tendrán que devorar esas plumas que cantan
en la nieve?
Quizá solo yo cambio de pieles
Y llagas cada día. Quizá no pueda
despertar
Ya nunca en la caja de tierra y de
vinagre,
Quizá la tempestad bajo los párpados
Es tan solo impotencia o es fastidio.
Tomado de:
https://www.milenio.com/cultura/laberinto/abro-mi-craneo-en-dos-un-poema-de-ludwig-zeller
AGUJA DE HIELO
A.
Beatriz
Hay que haber visto haber sentido sobre la
cabeza ese aguijón
Atroz cuando las aguas se tornaron filos,
se endureció la voz
Y como un dardo colgaba amenazante en la
ventana.
Crecía cada noche, era un inmenso ser de
mil pupilas fijas,
Caía el agua despeñábase por las uñas
soplaba
El viento de la pesadilla y crujían los
dientes de la aguja.
Una tarde, en oblicuo tocó el pálido sol
su piel de hielo
y se tiñó de sangre el cuerpo
transparente, recordó muchas
Vidas cuando cayó cantando en cataratas,
cuando era mar,
Partícula de nubes o perlas de sudor sobre
una frente.
Allí estaba el lanzón de hielo
retorciéndose en luz
Como al sonido de una in audible música,
que otros filos tocaban
Con sus puntas haciéndolo sangrar en la
caja de frío.
¿Quién tocará mis garfios?, me pregunto,
¿la sed de mi carroña
Que cada día arrastro por el mundo cada
vez más oscuro, más vacío?
¿Y quién como al azar soplará allí en mis
huesos hasta hacerlos
Cantar lo que han sabido siempre, que el
amor es sólo una llamarada
Y al tocamos convierte el hielo en pétalos
que laten?
VISIONES Y LLAGAS
Más nos valiera no oír aquel estruendo
o cosernos los párpados para no ser
cegados por la visión, ya que el hombre
no es sino brasa humeante,
un espejo que sangra en su raíz.
Cerrojo tras cerrojo cuerpo a cuerpo
Se grabaron los días abrieron como labios
la cizaña
Escarchadas las mantis saltaron de una
edad
Hacia la próxima grandes devoradoras de la
muerte
Trilladoras oídme aquí está el más allá
Sopla la arena del rencor deslían las
murallas
Donde miríadas de manos tratan de asir tus
flancos
Goznes hechos de plumas filos bajo la piel
Veo que ella pregunta por imágenes roncas
tintineo de anillos
Cuando el ópalo incrusta su mensaje en la
carne
Las heridas que pliegan trigales en el
viento
Yo sueño con botellas llenas de sal
violines
Cuyo vidrio adelgazan las llamas de esa
carroza de hojas
Perdida en los mercados de la mirra
extraviada te arrastran como oveja
Hacia el nido de espejos te recuerdas de
pronto a grandes gritos vuelves
A vivir de tus sueños fruta vertiginosa en
los dientes del tigre
Conjuro que repiten las olas revolviéndose
piel sembrada
En los días enciéndeme la hoguera hecha de
huesos rancios
Echada sobre el yunque esa esfinge de
fiebre
Por las uñas las uvas de temblor los
pezones al rojo
Relojes de placer alzan colmenas piden lo
imposible
Migración del enjambre hacia el presente
eterno
Alzando las dos piernas hacia la llama
azul
La navaja que busco hace mil años
extraviada en tus pliegues
De cebolla lunar para mirar la exacta la
geométrica curva
De tus pechos pulidos por el estruendo del
mar esas conchillas
Del odio-amor del amor-odio de cardúmenes
ebrios
Sobre la playa donde tú pasas en el carro
de escamas
Adelanto mis voces mi llamado es el de
aquel que pisa
Allá en el fondo de los mares helados la
costra transparente
Ese andamio tendido en lo ignorado muro
cerrado alguna vez
De golpe olas petrificadas en la edad del
cuchillo
Rebanamos el cuerpo infinito de la luz y
escuchamos
Las abejas zumbando me recuerdan un
cántico
De ojos desenterrados y cubiertos de nudos
sobre la sartén
En donde año tras año va quemándose en
salmuera mi vida
Criatura feroz ídolo sentado sobre sus
vísceras
Soñando y devorando nuestros propios
engendros
Sobre la gran espera de remotas edades
siento llover
Y el agua no es ilusión sino llanto
vertido allá en los años
Donde crece la estrella chagual la
cineraria ardiente
El verso de mil venas cortado y en el tajo
la Palabra
Sonora y ya sin límites que irrumpe en el
país de sordos
Donde es orín el oro con sus dardos donde
brama mi vida
Bajo los abanicos de rencor los ramos de
marfil
Sonando ya sin raíz sin sangre en el
hastío de la injusticia
La matanza de los puros tibios como el
arroz
Repartido en ajorcas para la más bella
escudillas
Del llanto en ese río ocre tormentoso del
dolor
La geografía láctea golpeando sobre el
párpado de la cebolla
Grande como el corazón aquel puño cerrado
del tormento
Colgamos pieles en el tiempo en un deseo
tórrido de vivir
Sobre la cresta de un volcán juventud
galopada en el pelo
Negro de las águilas huracanes que llevan
fardos verdes
Dime qué manos mueven estas cuerdas en lo
alto
Revolviendo la sopa nocturna en la que
llueve sangre
Y en la que soy tan sólo madero a la
deriva
Golpeado arrastrado junto a los malecones
del trabajo
Cretinizante que hace correr la tinta
lenta mancha
Que ya no lavará marea alguna ese tajo en
el vidrio
Donde el grafito empolla los espejismos
sobre el cuero
Lanudo de la oveja los días de tu amor
cruzan mi vida
Enhébrame en la rueda que anuncia un gran
sol pálido
Extiende abre tus piernas que terminan en pezuñas
Sabiamente labradas por los nómades
adoradores de la fiebre
Esos que pulen con piedras tu delirio
multicolor
Cuando el rubí da vueltas en la garganta
degollada
y late crepitando temblando
ensordeciéndose
Hasta ser sólo el centro hueco del
silencio
Dioses domésticos dioses cotidianos
molidos
Hervidos en el gran río negro al interior
del ojo
Empolvados también por el olvido en
cualquier subterráneo
Donde crecen correas y tiras de metal
aquella fiebre
Que me recuerda la extensión tibia de tus
brazos
Por los que trepo pulpo morado de la
locura
Arremolinando quemando los recuerdos de
raíz esos pesados pétalos
Que alza un nuevo Crusoe en el verano de
imposibles
Las solitarias playas de la demencia donde
siempre está solo
O es visitado por el pájaro del delirio
que vuelve cada cien años
Los violines que arrastra la marea ese
chirriar ceremonial
Del terror en la amarra de cintas al final
de un hueso
El uso de la púrpura entre pueblos
idólatras ensayando
Repitiendo ese canto de vaivén sobre el
sillón mecánico
y bestial de la tortura alegres hasta el
duelo sordos
Como hielo en la desolación mayor el
desmantelamiento
De la vida la llama que es un nombre del
otro lado de la piel
Donde el pájaro mítico habla en lenguas
distintas
En las lunas del espejo aquel ojo sin
cáscaras
Sangrando y deshaciéndose en la jaula de
pomas
Imaginamos el no ser como agallas fuera
del agua
Esas planicies en donde reina el gallo
atroz vertiginoso delirante
Con sus matracas de cuero pegadas al
esternón
De plata roída que le aprieta desde aquel
otro tiempo
Adverso y agridulce como el sabor de higos
secos en los caseríos
De la costa donde los ciegos van
aprendiendo a cantar
Encaramadas en la punta del verbo esas
cuencas vaciadas de
Hornero
Azulando en el extremo de las cañas su
letanía de preguntas
Hechas para beber la imagen mítica del
viento no entendiendo
Si es preferible ver o coserse los
párpados sobre el globo del ojo
Quietos por el terror sólo las moscas
zumban sobre nuestras llagas
El origen de todo canto está en el sueño
floreciendo
En lo oculto esa miel de mujer amnesia del
sonámbulo
Reloj con sexo de campana tañendo en el
vendaval
Nombre secreto grabado bajo el hueso del
paladar
En los embudos de cartón la tiza arrastra
sus inscripciones rancias
Girando sobre un cráneo de números transparente
y real
Esos vasos de tormenta moviendo dados
tibios
Sobre la luz rugosa de la memoria el
recuerdo del amor
Ven dime de la semilla que llevas para
reír
Juguete delirante hecho en los días
esperanzas para armar
Cubiertas de cenizas escuchamos las llagas
incurable espejismo
Tras los velos la amargura en las pinzas
de toda realidad
Tú te alzas sobre el carro engranaje de
vértebras
Tan real como el paso de la sombra sobre
el corazón
Alas abiertas en dos en cuatro en ocho
tendido al infinito
De los muros que se abren al espanto y al
grito ¿para qué?
Líbrame de tus bordes de tus filos
coléricos
Cuando pregunto como res al final de todo
desfiladero
Empujando mis animales en el sueño
buscando una salida
Al otro lado de la luz mordiendo aquella
cáscara de lo real
Nuestro alimento son bellotas en el hocico
del puerco
Cuando pienso en El Pródigo y recuerdo
aquel viejo grabado
Con una ventanuca hacia la infancia
intacta eterna
Y luego el padre que lo acoge bajo el
manto porque fue más allá
De toda renunciación que es el permanecer
en esta muerte
Donde todo se mueve a la velocidad de los
actos
Y cada uno tira desde un hilo en el espejo
cóncavo y escucha
Tambor oscuro sobre el que golpeamos y era
mi corazón
Mi viejo corazón que de improviso tenía
mil años
O diez mil más que todos sus latidos
Como grulla saltando sobre el granero en
llamas
Embrujo de tu piel atormentada
atormentadora
Ídolo de mil caras repetidas y
multiplicadas
A la luz del diamante caes y subes en
perfectas esferas
De geométricos cánticos que esparcen la
vida
En multitud de ramas alrededor de la
fuente
Esa cabalgata de los insectos de a caballo
en la muerte
O el terror bajo el pelo irisado del
racoon desnudando
A la bella de todas sus espinas bajo la
catedral
De hielo esa quietud esa nostalgia de lo
que ha de venir
Otras luces pedimos cuando cerca de
nosotros
Corre el agua hasta hacemos cerrar los
ojos en lágrimas
Fluye la vida como tinta va nuestra sangre
al mar
Al revés de Dios al vinagre cuando
escucháis
La gran campana tañendo en esa edad de los
reptiles
Servidos a la mesa como garras en el limón
Poco a poco se mueven bajo la luz
hirviente de los ópalos
La postrera ilusión está en ti lluvia que
enciende
Aquella levadura de mujer frágil como la
realidad y como aquella
Sólo un ruido de pétalos llevados por el
viento
A la otra orilla ¿quién nos espera allí?
¿Son sólo ascuas que humean las palabras?
RELOJ DE OREJA
Mi padre abrió un reloj y sus mitades
derramaron
En el blanco mantel esas múltiples ruedas
cortadas como orejas
De ese monstruo mecánico que en secreto
aúlla cruzando
Las esferas donde ríese el rostro de
minutos y horas.
No llegaron a armarse de nuevo las
diabólicas partes
Y el tiempo corre libre allá en mi
infancia.
¿Que los años pasaron?
No recuerdo. Tantas veces al hacer un
poema, al enganchar
Palabra con palabra, imagen con imagen, he
vuelto a desgarrar
Los negros numerales que aprisionan al
hombre que en mí vive
Y sus pedazos los he arrastrado al mar,
flotan en trozos, se hunden,
Son tan sólo pequeños rodamientos, briznas
que el viento
Hace volar, papeles que retornan y son la
nada hueca en sus rincones.
Al fondo del collage escucho a veces cómo
mi padre ríe
A carcajadas, no existe ya el opaco tiempo
milimetrado y podemos
Volver a aquella mesa en la cocina,
escuchar cómo canta mi madre
Aquella melodía del silencio y ver al
fondo de aquellas pupilas
Ese mismo milagro, esa gracia fugaz con
que los niños miran
Las tijeras que al brillo van cortando
relojes en la arena.
¿Quién podrá liberamos de esa campana
ciega? ¿Del atroz mecanismo
En que me escucho sollozar a mí mismo? La
yegua desatada
Del misterio galopa allá en lo oscuro.
Escondido en las ramas
Del pimiento oigo gorjear los pájaros.
Pasó la eternidad. Sin despertar.
Con los huesos blanqueados por el frío,
allí estoy esperándote.
QUEBRAR LAS MÁSCARAS
A.
Arturo Schwarz
Todos los objetos visibles, hombre, no son
sino máscaras de cartón.
Pero en cada evento -en la acción carente
de dudas- allá, una cosa
desconocida y sin embargo razonante
presenta las molduras de sus
rasgos tras la máscara que no razona.
Memoria de los rostros
Braman los cardos zumban sobre la cabeza
que permanece oculta.
Lobo masticador de las amarras, ¿qué
bordados te impiden huir
Bajo la noche? Piel melancólica, la
solitaria sobre la vertiente,
Tan dura en su pesar mientras el tiempo
mueve las imágenes:
Me ves te veo, ¿sobre tu rostro cambia de
harapos el relámpago?
La cabeza bifronte estalla en la llamas y
desde el borde saltan
Sus aristas coléricas. Veo la máscara pero
no los ojos,
Escucho el cuesco pero no la almendra, los
colores, los rictus
Ovillan en un saco sus hilos, su pesadilla
lenta
Su lobo violín, sus tatuajes que en
círculos descubren
Un hueso empapelado: bajo las letras
ciegas brota sangre.
Sobre el rostro quebrado corre el agua que
es verde.
¿Florecerán los ojos que enterraste? Al
fondo, más al fondo
Alguien está llorando. Las corontas del
viaje me recuerdan
El país arbitrario de tus pechos,
cataratas secretas al abismo
Los juguetes te incendian el cabello de
los últimos días.
Explícame los pájaros por el dibujo de su
sombra,
Tus actos por los vidrios de plumas
delirantes. ¡Deja que bajen!
Deja que picoteen en tus ojos que saltarán
por fin
Hacia otro espacio dando vueltas; quizás
logres juntar
Todos los hilos en un racimo negro vas
ahogando en tinta las almendras.
La máscara sin máscara que enmascara a los
otros,
Los que esconden la cara del que en los
sueños mira
Allá a lo lejos una luna trizada sobre el
charco de sangre.
El destino se quema, irremediable, de una
vez por dos puntas.
Ejercicio con máscaras
Mi viejo amigo, a veces mi enemigo con un
clavo de hierro
Incrustado en la frente, “sin decir agua
va” se atusa
Los mostachos de gato devorando a
invisibles, a lúbricas
Danzantes que él tiene aún inyectadas en
sus fijas pupilas.
El cigarro de palo que mastica no entiende
la razón de quien lo muerde.
El otro tiene un nombre que es secreto,
una sentencia escrita
Debajo de su lengua, larga como una llama
cuando anima los cuerpos,
Quiere danzar pero sus crines mueven un
tropel de caballos
Que no pueden volver, que conjuran las
olas allá lejos
Como una tentación; lo paraliza el miedo,
su copra y su betel.
Todo de negro ríe el monje escondiendo su
rostro, el transitorio
Que ha de mirar el último espejismo en el
ecrán cambiante
De la vida. ¿Si todo era ilusión, qué
estamos viendo?
Una sonrisa eterna se ha cuajado en cedro:
¡ahí está su verdad!
Todos son sólo máscaras, sólo son huecos
que perfora el aire
Esa certeza de una piel, un labio, una
centella derramada
En lo oscuro donde acecha el insecto que
atenaza a la muerte,
Esa otra máscara que en sus huesos
desnudos se lamenta.
Adorable presencia
Rompa tu rostro el nudo y que mis yemas
puedan tocar
Por dentro esa mirada, adorada presencia,
pelaje de las lunas
Donde mujer, queman los días sólo una
apariencia, un reflejo en el agua
Vertical de tus huesos pulidos por el
polen de miríadas de estambres.
Baterista incansable, sobre nosotros bate
cuajarones el polvo.
Levántate la máscara, quiero sentir la
lluvia de la vida, ¡caed lágrimas!
Tomado de:
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