domingo, 3 de noviembre de 2024

POEMAS DE LUDWIG ZELLER

 


DOBLADO EN DOS SOBRE LA MESA ESCUCHO

 

Doblado en dos sobre la mesa escucho, cómo suben

Y bajan las poleas. Tantos años perdidos sobre ese polvo

Seco que ensordece. A veces en la noche me pregunto

A mí mismo por los muros salobres y empiezo a sollozar.

 

¿Para qué tanta angustia, tanta estrella girando

Hecha una brasa en los cielos de ayer? Me recuesto

En la plancha, dura como un madero de difunto.

¡No hay respuestas! Si pudiera tan solo hacer al fin un nudo

Con palabras capaces de dar cauce al alarido, ese recuerdo

De los seres ciegos, que no logro olvidar.

 

Pero ahora por fin, siento extendido el cuerpo

En un río de marfil tibio que sonríe, ondula y se pregunta

Por las líneas del techo, los clavos y el porqué.

Jamás mi mesa

Ya será una mesa, ahora entiendo, bajo la tersa piel

Fluye la sangre. ¿Escuchas? Recorrer estos límites

Es encontrar a Dios, llegar hasta ese borde del desierto

Que encabrita a los vientos. Ha empezado a llover.

 

Imágenes en el ojo llameante, 1999.

 

 

«LA COLA ES AL COLLAGE…»

 

Al poeta Juan Jorge Bautista

 

Ya he recortado todos los papeles. He llegado

A ese borde de los años cuando se mira atrás en el fracaso.

Todo está derramado por los suelos, cuchillos y colores y papeles,

Esperando que vuelva con mi nudo de fiebre en las orejas

Y peque para siempre una pata de pájaro a la luna,

Un sol al ojo, un verde al amarillo.

 

Cae el polvo. Escarbando, escarbando encuentro a las beatíficas

Señoras, sombreros y botines, ropa interior de cuero.

¡Qué carajos!

Todas apolilladas en las tumbas,

Semillas de otro sol, el grabador les dio cien años

Más y puedo verlas recorrer esas páginas

Del libro y Ser otras, casi las mismas mariposas.

Las tijeras no juzgan, cortan trapos de tinta y salta el escorpión

Que guardaban secreto entre sus piernas.

Ahora no recuerdan,

Sólo son mitad máquina, mitad hembras. Muestran su corazón

Tras de las plumas de un abanico que arrebata el tiempo.

 

Imágenes en el ojo llameante, 1999.

Tomado de:

https://poeticas.es/?p=5441

 

 

Insomnio con escamas

 

Un pez cruza mi sueño cada noche

Y abre un túnel de incienso en las almohadas,

Sobre el vidrio que es piel, que corta el aire

Pega después sus párpados, escucha: las aguas me rodean

De una a otra pared siento temblar sus hojas cristalinas.

 

¿Todo está aquí? ¡Respóndeme! Ola de vientre

Oscuro, signos que alguien dibuja allá en el fondo

Como estrías del mismo espejo siempre.

Si venimos del pez, del hueso ardiente

Empeñado en abrirse en sus espinas, si no hay piedad

Si en el estanque pasan la red día tras día,

¿En dónde están los ojos que nos miran, en dónde la raíz

De ese lamento, las ascuas del insomnio en las agallas

Que se inflan, se prolongan, buscan un metal frío?

 

De ese país que lentamente se alza en las paredes

Secas del día y las semanas salen a recibirme las escamas,

Me incorporo entre llagas, pregunto por amigos

Que no existen, que son polvo molido por la lluvia,

Me pesa cada trozo, cada porción del alma que recuerdo.

 

¿Estáis allí?, pregunto. ¿Estáis allí? Invisibles

Golpean las agujas en el telar sediento

De la imagen y los vidrios se quiebran, se endurecen

Sobre la cicatriz de la corriente. Veo lágrimas

En el rostro final, el pez que vuelve cada noche en sangre

Que respira en mi almohada, que se quema en mi oxígeno

Y despierta...

 

                                                   Tras el vidrio estoy solo,

Tal vez en otro sueño, dando gritos.

 

 

Muñecas del desierto de Atacama

 

 

para Estela Lorca

 

Las encontré allá al fondo de una vasija rota,

Venían arropadas con los viejos tejidos de sus muertos.

Sonreían al paso de mi mano, era como si hablaran

Me contaran secretos tras de la lana de sus ojos negros

 

No sé ya qué decían, las tres en un jergón de palos aromáticos

Simulan el encanto tras el dibujo arcaico de ese pájaro

Errante que en cada vida nos parece eterno, ese que vuela

Desde una vida a otra arrastrando las flores del deseo

 

Yo nací en el desierto, los oasis son quizás sólo una ilusión

Espejismo que ofrece la piel de la adorada, encantamiento

De creer que podremos detener el tiempo y sostener delante

De los ojos el fuego de esa imagen, aquella lava que desaparece

 

Aquí sobre mi mesa están aquellas locas, las que volvieron

De la edad antigua esa nube de luz sobre mi infancia,

Las veo sonreír, reírse a carcajadas de las dudas que tengo

Mientras el viento mueve en mi cabeza sus coloridas faldas.

 

Ellas duermen también y allí en el sueño las encuentro

Sedientas de pasión, ellas queman los días con la sola

Mirada, los días y los años que ha dispersado el viento;

La lujuria que enciende el tictac del instinto bajo el pecho.

 

Estoy viejo y cansado, los caminos se cierran sobre la tierra seca,

Quizás la sangre añora el color de esos pétalos, misterio

De repetir un rito milenario, beber desde sus bocas

La dulzura de abuelas ya difuntas, muñecas locas,

Vasijas del amor de donde vengo.

 

Ludwig Zeller (Río Loa, 1927)

Tomado de:

https://lacomparecenciainfinita.blogspot.com/2018/10/ludwig-zeller-tres-poemas.html

 

 

Laberinto

 

Abro mi cráneo en dos, trato de recordar y apenas veo

 

Pues bajo el sol que hierve no hay salida,

 

Condenado por fin, entre las sábanas me río a carcajadas

 

Pongo mi oreja en el reloj y escucho cómo cae la arena en los embudos.

 

 

 

¿Es que ya nunca, nunca volveremos al patio

 

De la infancia? ¿Hasta el ojo más dulce es solo brasa

 

Que nos quema por dentro? ¿No habrá piel,

 

No habrá mano que se abra en la caída? ¿Por qué los gatos

 

Tendrán que devorar esas plumas que cantan en la nieve?

 

 

 

Quizá solo yo cambio de pieles

 

Y llagas cada día. Quizá no pueda despertar

 

Ya nunca en la caja de tierra y de vinagre,

 

Quizá la tempestad bajo los párpados

 

Es tan solo impotencia o es fastidio.

Tomado de:

https://www.milenio.com/cultura/laberinto/abro-mi-craneo-en-dos-un-poema-de-ludwig-zeller

 

 

AGUJA DE HIELO

A. Beatriz

Hay que haber visto haber sentido sobre la cabeza ese aguijón

Atroz cuando las aguas se tornaron filos, se endureció la voz

Y como un dardo colgaba amenazante en la ventana.

Crecía cada noche, era un inmenso ser de mil pupilas fijas,

Caía el agua despeñábase por las uñas soplaba

El viento de la pesadilla y crujían los dientes de la aguja.

Una tarde, en oblicuo tocó el pálido sol su piel de hielo

y se tiñó de sangre el cuerpo transparente, recordó muchas

Vidas cuando cayó cantando en cataratas, cuando era mar,

Partícula de nubes o perlas de sudor sobre una frente.

Allí estaba el lanzón de hielo retorciéndose en luz

Como al sonido de una in audible música, que otros filos tocaban

Con sus puntas haciéndolo sangrar en la caja de frío.

¿Quién tocará mis garfios?, me pregunto, ¿la sed de mi carroña

Que cada día arrastro por el mundo cada vez más oscuro, más vacío?

¿Y quién como al azar soplará allí en mis huesos hasta hacerlos

Cantar lo que han sabido siempre, que el amor es sólo una llamarada

Y al tocamos convierte el hielo en pétalos que laten?

 

 

VISIONES Y LLAGAS

Más nos valiera no oír aquel estruendo

o cosernos los párpados para no ser

cegados por la visión, ya que el hombre

no es sino brasa humeante,

un espejo que sangra en su raíz.

Cerrojo tras cerrojo cuerpo a cuerpo

Se grabaron los días abrieron como labios la cizaña

Escarchadas las mantis saltaron de una edad

Hacia la próxima grandes devoradoras de la muerte

Trilladoras oídme aquí está el más allá

Sopla la arena del rencor deslían las murallas

Donde miríadas de manos tratan de asir tus flancos

Goznes hechos de plumas filos bajo la piel

Veo que ella pregunta por imágenes roncas tintineo de anillos

Cuando el ópalo incrusta su mensaje en la carne

Las heridas que pliegan trigales en el viento

Yo sueño con botellas llenas de sal violines

Cuyo vidrio adelgazan las llamas de esa carroza de hojas

Perdida en los mercados de la mirra extraviada te arrastran como oveja

Hacia el nido de espejos te recuerdas de pronto a grandes gritos vuelves

A vivir de tus sueños fruta vertiginosa en los dientes del tigre

Conjuro que repiten las olas revolviéndose piel sembrada

En los días enciéndeme la hoguera hecha de huesos rancios

Echada sobre el yunque esa esfinge de fiebre

Por las uñas las uvas de temblor los pezones al rojo

Relojes de placer alzan colmenas piden lo imposible

Migración del enjambre hacia el presente eterno

Alzando las dos piernas hacia la llama azul

La navaja que busco hace mil años extraviada en tus pliegues

De cebolla lunar para mirar la exacta la geométrica curva

De tus pechos pulidos por el estruendo del mar esas conchillas

Del odio-amor del amor-odio de cardúmenes ebrios

Sobre la playa donde tú pasas en el carro de escamas

Adelanto mis voces mi llamado es el de aquel que pisa

Allá en el fondo de los mares helados la costra transparente

Ese andamio tendido en lo ignorado muro cerrado alguna vez

De golpe olas petrificadas en la edad del cuchillo

Rebanamos el cuerpo infinito de la luz y escuchamos

Las abejas zumbando me recuerdan un cántico

De ojos desenterrados y cubiertos de nudos sobre la sartén

En donde año tras año va quemándose en salmuera mi vida

Criatura feroz ídolo sentado sobre sus vísceras

Soñando y devorando nuestros propios engendros

Sobre la gran espera de remotas edades siento llover

Y el agua no es ilusión sino llanto vertido allá en los años

Donde crece la estrella chagual la cineraria ardiente

El verso de mil venas cortado y en el tajo la Palabra

Sonora y ya sin límites que irrumpe en el país de sordos

Donde es orín el oro con sus dardos donde brama mi vida

Bajo los abanicos de rencor los ramos de marfil

Sonando ya sin raíz sin sangre en el hastío de la injusticia

La matanza de los puros tibios como el arroz

Repartido en ajorcas para la más bella escudillas

Del llanto en ese río ocre tormentoso del dolor

La geografía láctea golpeando sobre el párpado de la cebolla

Grande como el corazón aquel puño cerrado del tormento

Colgamos pieles en el tiempo en un deseo tórrido de vivir

Sobre la cresta de un volcán juventud galopada en el pelo

Negro de las águilas huracanes que llevan fardos verdes

Dime qué manos mueven estas cuerdas en lo alto

Revolviendo la sopa nocturna en la que llueve sangre

Y en la que soy tan sólo madero a la deriva

Golpeado arrastrado junto a los malecones del trabajo

Cretinizante que hace correr la tinta lenta mancha

Que ya no lavará marea alguna ese tajo en el vidrio

Donde el grafito empolla los espejismos sobre el cuero

Lanudo de la oveja los días de tu amor cruzan mi vida

Enhébrame en la rueda que anuncia un gran sol pálido

Extiende abre tus piernas que terminan en pezuñas

Sabiamente labradas por los nómades adoradores de la fiebre

Esos que pulen con piedras tu delirio multicolor

Cuando el rubí da vueltas en la garganta degollada

y late crepitando temblando ensordeciéndose

Hasta ser sólo el centro hueco del silencio

Dioses domésticos dioses cotidianos molidos

Hervidos en el gran río negro al interior del ojo

Empolvados también por el olvido en cualquier subterráneo

Donde crecen correas y tiras de metal aquella fiebre

Que me recuerda la extensión tibia de tus brazos

Por los que trepo pulpo morado de la locura

Arremolinando quemando los recuerdos de raíz esos pesados pétalos

Que alza un nuevo Crusoe en el verano de imposibles

Las solitarias playas de la demencia donde siempre está solo

O es visitado por el pájaro del delirio que vuelve cada cien años

Los violines que arrastra la marea ese chirriar ceremonial

Del terror en la amarra de cintas al final de un hueso

El uso de la púrpura entre pueblos idólatras ensayando

Repitiendo ese canto de vaivén sobre el sillón mecánico

y bestial de la tortura alegres hasta el duelo sordos

Como hielo en la desolación mayor el desmantelamiento

De la vida la llama que es un nombre del otro lado de la piel

Donde el pájaro mítico habla en lenguas distintas

En las lunas del espejo aquel ojo sin cáscaras

Sangrando y deshaciéndose en la jaula de pomas

Imaginamos el no ser como agallas fuera del agua

Esas planicies en donde reina el gallo atroz vertiginoso delirante

Con sus matracas de cuero pegadas al esternón

De plata roída que le aprieta desde aquel otro tiempo

Adverso y agridulce como el sabor de higos secos en los caseríos

De la costa donde los ciegos van aprendiendo a cantar

Encaramadas en la punta del verbo esas cuencas vaciadas de

Hornero

Azulando en el extremo de las cañas su letanía de preguntas

Hechas para beber la imagen mítica del viento no entendiendo

Si es preferible ver o coserse los párpados sobre el globo del ojo

Quietos por el terror sólo las moscas zumban sobre nuestras llagas

El origen de todo canto está en el sueño floreciendo

En lo oculto esa miel de mujer amnesia del sonámbulo

Reloj con sexo de campana tañendo en el vendaval

Nombre secreto grabado bajo el hueso del paladar

En los embudos de cartón la tiza arrastra sus inscripciones rancias

Girando sobre un cráneo de números transparente y real

Esos vasos de tormenta moviendo dados tibios

Sobre la luz rugosa de la memoria el recuerdo del amor

Ven dime de la semilla que llevas para reír

Juguete delirante hecho en los días esperanzas para armar

Cubiertas de cenizas escuchamos las llagas incurable espejismo

Tras los velos la amargura en las pinzas de toda realidad

Tú te alzas sobre el carro engranaje de vértebras

Tan real como el paso de la sombra sobre el corazón

Alas abiertas en dos en cuatro en ocho tendido al infinito

De los muros que se abren al espanto y al grito ¿para qué?

Líbrame de tus bordes de tus filos coléricos

Cuando pregunto como res al final de todo desfiladero

Empujando mis animales en el sueño buscando una salida

Al otro lado de la luz mordiendo aquella cáscara de lo real

Nuestro alimento son bellotas en el hocico del puerco

Cuando pienso en El Pródigo y recuerdo aquel viejo grabado

Con una ventanuca hacia la infancia intacta eterna

Y luego el padre que lo acoge bajo el manto porque fue más allá

De toda renunciación que es el permanecer en esta muerte

Donde todo se mueve a la velocidad de los actos

Y cada uno tira desde un hilo en el espejo cóncavo y escucha

Tambor oscuro sobre el que golpeamos y era mi corazón

Mi viejo corazón que de improviso tenía mil años

O diez mil más que todos sus latidos

Como grulla saltando sobre el granero en llamas

Embrujo de tu piel atormentada atormentadora

Ídolo de mil caras repetidas y multiplicadas

A la luz del diamante caes y subes en perfectas esferas

De geométricos cánticos que esparcen la vida

En multitud de ramas alrededor de la fuente

Esa cabalgata de los insectos de a caballo en la muerte

O el terror bajo el pelo irisado del racoon desnudando

A la bella de todas sus espinas bajo la catedral

De hielo esa quietud esa nostalgia de lo que ha de venir

Otras luces pedimos cuando cerca de nosotros

Corre el agua hasta hacemos cerrar los ojos en lágrimas

Fluye la vida como tinta va nuestra sangre al mar

Al revés de Dios al vinagre cuando escucháis

La gran campana tañendo en esa edad de los reptiles

Servidos a la mesa como garras en el limón

Poco a poco se mueven bajo la luz hirviente de los ópalos

La postrera ilusión está en ti lluvia que enciende

Aquella levadura de mujer frágil como la realidad y como aquella

Sólo un ruido de pétalos llevados por el viento

A la otra orilla ¿quién nos espera allí?

¿Son sólo ascuas que humean las palabras?

 

 

RELOJ DE OREJA

Mi padre abrió un reloj y sus mitades derramaron

En el blanco mantel esas múltiples ruedas cortadas como orejas

De ese monstruo mecánico que en secreto aúlla cruzando

Las esferas donde ríese el rostro de minutos y horas.

No llegaron a armarse de nuevo las diabólicas partes

Y el tiempo corre libre allá en mi infancia.

¿Que los años pasaron?

No recuerdo. Tantas veces al hacer un poema, al enganchar

Palabra con palabra, imagen con imagen, he vuelto a desgarrar

Los negros numerales que aprisionan al hombre que en mí vive

Y sus pedazos los he arrastrado al mar, flotan en trozos, se hunden,

Son tan sólo pequeños rodamientos, briznas que el viento

Hace volar, papeles que retornan y son la nada hueca en sus rincones.

Al fondo del collage escucho a veces cómo mi padre ríe

A carcajadas, no existe ya el opaco tiempo milimetrado y podemos

Volver a aquella mesa en la cocina, escuchar cómo canta mi madre

Aquella melodía del silencio y ver al fondo de aquellas pupilas

Ese mismo milagro, esa gracia fugaz con que los niños miran

Las tijeras que al brillo van cortando relojes en la arena.

¿Quién podrá liberamos de esa campana ciega? ¿Del atroz mecanismo

En que me escucho sollozar a mí mismo? La yegua desatada

Del misterio galopa allá en lo oscuro. Escondido en las ramas

Del pimiento oigo gorjear los pájaros. Pasó la eternidad. Sin despertar.

Con los huesos blanqueados por el frío, allí estoy esperándote.

 

 

QUEBRAR LAS MÁSCARAS

A. Arturo Schwarz

Todos los objetos visibles, hombre, no son sino máscaras de cartón.

Pero en cada evento -en la acción carente de dudas- allá, una cosa

desconocida y sin embargo razonante presenta las molduras de sus

rasgos tras la máscara que no razona.

Memoria de los rostros

Braman los cardos zumban sobre la cabeza que permanece oculta.

Lobo masticador de las amarras, ¿qué bordados te impiden huir

Bajo la noche? Piel melancólica, la solitaria sobre la vertiente,

Tan dura en su pesar mientras el tiempo mueve las imágenes:

Me ves te veo, ¿sobre tu rostro cambia de harapos el relámpago?

La cabeza bifronte estalla en la llamas y desde el borde saltan

Sus aristas coléricas. Veo la máscara pero no los ojos,

Escucho el cuesco pero no la almendra, los colores, los rictus

Ovillan en un saco sus hilos, su pesadilla lenta

Su lobo violín, sus tatuajes que en círculos descubren

Un hueso empapelado: bajo las letras ciegas brota sangre.

Sobre el rostro quebrado corre el agua que es verde.

¿Florecerán los ojos que enterraste? Al fondo, más al fondo

Alguien está llorando. Las corontas del viaje me recuerdan

El país arbitrario de tus pechos, cataratas secretas al abismo

Los juguetes te incendian el cabello de los últimos días.

Explícame los pájaros por el dibujo de su sombra,

Tus actos por los vidrios de plumas delirantes. ¡Deja que bajen!

Deja que picoteen en tus ojos que saltarán por fin

Hacia otro espacio dando vueltas; quizás logres juntar

Todos los hilos en un racimo negro vas ahogando en tinta las almendras.

La máscara sin máscara que enmascara a los otros,

Los que esconden la cara del que en los sueños mira

Allá a lo lejos una luna trizada sobre el charco de sangre.

El destino se quema, irremediable, de una vez por dos puntas.

 

Ejercicio con máscaras

Mi viejo amigo, a veces mi enemigo con un clavo de hierro

Incrustado en la frente, “sin decir agua va” se atusa

Los mostachos de gato devorando a invisibles, a lúbricas

Danzantes que él tiene aún inyectadas en sus fijas pupilas.

El cigarro de palo que mastica no entiende la razón de quien lo muerde.

El otro tiene un nombre que es secreto, una sentencia escrita

Debajo de su lengua, larga como una llama cuando anima los cuerpos,

Quiere danzar pero sus crines mueven un tropel de caballos

Que no pueden volver, que conjuran las olas allá lejos

Como una tentación; lo paraliza el miedo, su copra y su betel.

Todo de negro ríe el monje escondiendo su rostro, el transitorio

Que ha de mirar el último espejismo en el ecrán cambiante

De la vida. ¿Si todo era ilusión, qué estamos viendo?

Una sonrisa eterna se ha cuajado en cedro: ¡ahí está su verdad!

Todos son sólo máscaras, sólo son huecos que perfora el aire

Esa certeza de una piel, un labio, una centella derramada

En lo oscuro donde acecha el insecto que atenaza a la muerte,

Esa otra máscara que en sus huesos desnudos se lamenta.

Adorable presencia

Rompa tu rostro el nudo y que mis yemas puedan tocar

Por dentro esa mirada, adorada presencia, pelaje de las lunas

Donde mujer, queman los días sólo una apariencia, un reflejo en el agua

Vertical de tus huesos pulidos por el polen de miríadas de estambres.

Baterista incansable, sobre nosotros bate cuajarones el polvo.

Levántate la máscara, quiero sentir la lluvia de la vida, ¡caed lágrimas!

Tomado de:

https://www.imced.edu.mx/Ethos/Archivo/43-225.pdf

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