(Panamá, 1828 - Nicaragua, 1911)
Al Cerro Ancón
Ya no guardas las huellas de mis pasos,
ya no eres mío, idolatrado Ancón.
Que ya el destino desató los lazos
que en tu falda formó mi corazón.
Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?,
¿por qué no eres el mismo para mí?
¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,
de tu hermosura agreste que admiré?
¿Del manto que con recia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?
¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente
al pisarla un extraño se secó?
Su cristalina, bienhechora fuente
en el abismo del no ser se hundió.
¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mudo atalaya del tranquilo mar?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores,
te llevarán las brisas al pasar!
Tras tu cima ocultábase el lucero
que mi frente de niña iluminó:
la lira que he pulsado, tú el primero
a mis vírgenes manos la entregó.
Tus pájaros me dieron sus canciones,
con sus notas dulcísimas canté,
y mis sueños de amor, mis ilusiones,
a tu brisa y tus árboles confié.
Más tarde, con mi lira enlutecida,
en mis pesares siempre te llamé;
buscaba en ti la fuente bendecida
que en mis años primeros encontré.
¡Cuántos años de incógnitos pesares,
mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!
Soñaba yo con mi regreso un día,
de rodillas mi tierra saludar:
contarle mi nostalgia, mi agonía,
y a su sombra tranquila descansar.
Sé que no eres el mismo; quiero verte
y de lejos tu cima contemplar;
me queda el corazón para quererte,
ya que no puedo junto a ti llorar.
Centinela avanzado, por tu duelo
lleva mi lira un lazo de crespón;
tu ángel custodio remontose al cielo...
¡ya no eres mío, idolatrado Ancón!
Carta a Mi Querida HermanaMatilde Denis |
Voy a contarte, hermana idolatrada, una historia muy corta y encontrada a mi paso en la América Central; aquí donde la tierra se estremece donde este mar enfurecido crece al empuje del fuerte vendaval. |
Si vieras, hermanita, levantarse para luego encrespadas estrellarse las olas con estruendo aterrador; algo de grande, de imponente y fiero se encierra en este mar tan altanero siempre lanzando fúnebre clamor. |
Yo acostumbrada a nuestro mar tranquilo que se mueve con místico sigilo que se tiende la playa a acariciar: no sé que fue lo que sentí al mirarlo, muda de admiración al contemplarlo mi sorpresa no puédote explicar. |
Desembarqué, la costa me aguardaba no era tan bella como yo soñaba ni era tan fértil como yo esperé, lancé un suspiro por mi patria, hermana, por aquella graciosa colombiana como una virgen del Ancón al pié. |
Dos meses de quietud, de honda tristeza en que apenas alzaba la cabeza, pasé en amarga y cruda decepción: volví a surcar el mar embravecido la sombra que busqué para mi nido helaba mi ardoroso corazón. |
Pisé de nuevo temerosa y yerta del vapor la magnífica cubierta y me detuve al colocar el pié, ¡que grato era allí el aire que sentía el sol en ese instante se escondía y trémula al mirarlo me postré. |
Dos días después, hermana, me encontraba donde la brisa alegre murmuraba donde el pájaro canta con primor: era en un puerto donde el alma vive donde de Dios la inspiración recibe que conduce a mi Edén, "El Salvador". |
Bien puede el tiempo destrozarme airado los ensueños felices que he forjado en el suelo bellísimo que hallé; mas no podré arrancar de mi memoria la página brillante de mi historia en que ese nombre de Jesús gravé. |
Ahora distante por la tarde miro cruzar las nubes en confuso giro y una lágrima siento resbalar !si pudiera llevarme lo que adoro! ¡si pudiera llevarme mi tesoro! no sintiera esa lágrima rodar. |
Porque aquí vivo para siempre triste como vive el canario sin alpiste como vive sin flores el gorrión; mientras que allá bajo ese hermoso cielo yo como el ave levantara el vuelo hasta otra nueva espléndida región. |
Pero quisiera que en mi vuelo altivo me siguieran los seres por quien vivo y con ellos mi dicha compartir; porque sin ellos todo está desierto todo está mudo, silencioso, muerto, y mil veces mejor quiero sufrir. |
Esta es la historia de tu hermana ausente a la que quieres tan intensamente y la que siempre te idolatra a ti, si Dios escucha mi plegaria pía entre mis brazos, hermanita mía, oirás lo mismo que te cuento aquí. |
Los Tejedores | |||||||||||
FÁBULA (Contestación a " El Tejedor y su Esposa") | |||||||||||
Era una exquisita obrera de imaginación ardiente cuyo tejido excelente lleno de atractivos mil, ingeniosa combinaba como matizadas flores, los alternados colores en su bella obra textil. | |||||||||||
La finura de la trama la tersura de la tez y sedosa brillantez de aquella tela especial, daba a la obra delicada de la mano primorosa, de la artista prodigiosa gloria y fama universal. | |||||||||||
Más un obrero indiscreto, de aquella fama envidioso, a su telar presuroso do sólo lana tejió, pone sedas y atrevido en ruda y abierta reja enmaraña la madeja y su tejido perdió. | |||||||||||
Incansable muda sedas, ajusta el duro tornillo, alza y baja su tobillo y jamás pudo atinar: con desaliento. . . . cansado. . . . . viendo su provecho poco dijo: en verdad soy un loco. . . . jamás la podré imitar! | |||||||||||
Tú eres Amelia la obrera y yo el mísero demente a quien el hado inclemente su talento me negó; cantar en tu dulce lira es una audacia imprevista tú eres la inspirada artista el mal tejedor soy yo. PATRIA
Oh Patria idolatrada, mi pueblo generoso,
al fin ¡ay! te obligaron a levantar la frente
y en un supremo grito te alzaste valerosa,
llevando entre tus manos la enseña independiente.
¡Oh Patria! yo he sufrido contigo en tus dolores,
tus luchas amargaron mis noches y mis días,
de lejos he escuchado tus hórridos clamores
enviándote mi espíritu sus hondas simpatías.
Oh virgen, yo soñaba tu porvenir de gloria,
mirándote tan bella, de orgullo sonreía,
hoy te hacen que aparezcas ingrata ante la historia,
a ti, la noble víctima de odiosa tiranía.
¿Qué has hecho? no te culpo, los otros te arrojaron,
los otros que en tres años de lucha desgraciada,
tu rico y albo manto con saña destrozaron
cuando eras de Colombia la joya más preciada.
¿Qué has hecho de tu gloria, mi pueblo tan querido,
y cuál será la suerte, pregúntome yo a solas,
de aquellas mis montañas donde formé mi nido,
de mis doradas playas besadas por las olas.
De aquellas blancas flores que el cielo nos ha dado
que forman de la istmeña justificable orgullo,
'la flor del Santo Espíritu' de aroma delicado,
que lleva una paloma guardada en su capullo.
¡Oh! guarda Dios piadoso! mis flores adoradas,
que nunca los extraños profanen su hermosura,
¡guárdalas Ser Supremo! que vivan ignoradas,
que no llegue a tocarlas ninguna mano impura.
Y tú siempre tan bella, tan noble, Patria mía,
de todos admirada, de todos pretendida,
aliento y esperanza mi corazón te envía,
mi blanca flor istmeña del tallo desprendida.
Qué triste, sí, que triste la fratricida guerra,
y allá en mi suelo ístmico, el drama sin segundo,
y el grito de exterminio lanzado en esa tierra,
en el hermoso puente por donde cruza el mundo.
Aquel mi pobre pueblo, tan noble, tan valiente,
tan grande en esa lucha y en desigual batalla,
y aquella triste historia de Calidonia el puente,
sembrado de cadáveres por la infernal metralla.
Desesperada lucha, Colombia, y tú tan fuerte
contra el pequeño pueblo, la perla de tus mares,
contra ese pueblo libre, y heroico hasta la muerte,
que hiciste de tus hijos? ¡hay luto en sus hogares!
Y sin embargo lloro, flameando está orgulloso
el lábaro que alzaron allá en mi patrio suelo;
pero ese no es el mismo que conocí glorioso,
que como santa enseña, me presentó mi abuelo.
¡Oh pueblo de Colombia, tú no eres responsable,
que fresca está la tumba del noble San Clemente,
de aquel anciano digno, patriota venerable,
que por el voto unánime, subió de Presidente.
Palacio de San Carlos, vistierónte de duelo,
con un crespón ataron tu liberal enseña,
un ángel te guardaba, tendió por fin su vuelo
y con sus blancas alas, cubrió la faja istmeña.
Escucha Ser Supremo, la súplica ferviente,
que mi alma de rodillas eleva ante tu altar,
conserva al pueblo ístmico su libertad naciente
sin que un extraño lábaro la llegue a profanar.
Dejad ¡Oh Ser Supremo! que el Istmo siempre viva,
con el trabajo honrado y la virtud por guía,
que no sea su esperanza, cual sombra fugitiva,
ni su soñada gloria como la flor de un día.
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario