( 1930, El Salvador)
C A N T A R
E S
-
I -
Ya la Luna está
cansada
de oír que la llamen
“pálida”
los bardos, en sus
poemas.
Por eso esta noche
cálida
se ha asomado sonrosada
por el humo de las
“quemas”.
Y, sin pena ni
dolor,
el Sol se fumó los
montes,
y alistó su
bastidor
para bordar
horizontes.
- II -
Estrellita
mañanera:
Allá, por mi
primavera,
rememoro una
canción
que decía: “Luna
lunera…”
Hoy te digo mi oración:
Por favor, trata de
ser
como ella
“cascabelera.”
Que pare ya de llover;
que no me olvide un querer…
Y, como eres verdadera,
dame una amistad sincera
que me siga por doquier.
-
III -
Todos sentimos igual
cuando la pena es pareja.
El amor no es cosa nueva…,
el dolor es cosa vieja:
Y es que le duele al jazmín
lo que al girasol le aqueja.
Y es que atesora el clavel
lo que susurra la abeja.
El tiempo guarda en un cofre
llantos, sonrisas y quejas…
Y hay quien conserva una epístola
hasta que se torna añeja.
- IV -
Se me abrieron dos
caminos:
un mañana y un
ayer,
y me quedé
pensativa
sin saber cuál
escoger.
En los dos pensé
cortar
ilusiones y
esperanzas
entretejidas con
flores;
más a la distancia
vi
guijarros y sinsabores.
Siguen mañana y
ayer
espiando por mi
ventana.
Y aún no puedo
distinguir
cuál de los dos es
mañana!
- V -
Un ternero
jugueteaba
en la campiña
azulada…,
y un gatito
ronroneaba
.
desde buena madrugada.
Había un lucero
observando
el ordeño de las
vacas,
entre el olor del
zacate
las verbenas y albahacas.
Al ensillar los caballos
con monturas y aparejos,
se oía el canto de los gallos
que el aire llevaba lejos…
Y yo te recuerdo allí
-en medio de todo eso-
y aunque quise, no mentí,
porque me sorbiste el seso!
-
VI -
Negros tenías los ojos,
y la piel color canela…,
y oscilaban tus antojos
como la luz de una vela.
Tus modales eran suaves,
tu sonrisa a flor de labio;
pasaste como las aves,
sin inferirme un agravio.
Había, en tu corazón,
una promesa de dicha,
mas, no sé por qué razón,
yo preferí la
desdicha…
Polvaredas de luz
Desde arriba,
Me queman las pupilas de las estrellas
Y levantan
Polvaredas de luz en el espacio,
Mientras viajan
Hacia
Quién sabe qué destino inexorable.
Aquí abajo,
Es la noche de sombras,
De gemidos…
De pechos enlutados
Que sirven
De insalubres y oscuros calabozos
A tantos corazones angustiados.
Aquí,
Me siento como presa en una red
Que se incrusta en mis carnes
Poco a poco;
Mientras
Desde arriba
?con chispeantes reflejos de topacio?
Me queman las pupilas las estrellas,
Y levantan
Polvaredas de luz en el espacio.
¿Qué tal, cómo has estado?
“¿Qué tal, cómo has estado?”
El tono de tu voz, un tanto indiferente
heló mi corazón.
Subió mi pensamiento
por la cuesta empinada
del olvido y la ausencia…,
y me costó trabajo echar una mirada
a la curva vereda
que ya, para nosotros, permanece cerrada.
Ya más serena, al fin,
te respondí:
“Muy bien, ¿y tú…, qué tal, cómo has estado?”
Y DESPACIO REGRESO
Se me nublan los ojos
al sentirte lejano…
Se me aturde la mente
al saberte imposible…,
y en las alas del tiempo
me remonto a los días
en que hilvanamos –juntos-
ilusiones sencillas.
Y regreso a las tardes,
iguales y tranquilas…
Y regreso a las horas
que ahora palpo vacías…
Y despacio,
muy despacio regreso
a los minutos todos de nuestras alegrías!
Busqué
Busqué, en la espesa niebla,
un rayo cristalino.
Laceraron mis pies
las piedras del camino.
Rasgué la oscuridad
en busca del destino…,
y sólo hallé la nada.
Entonces -ya cansada-
quise oír el latido
de tu pecho de hombre;
y al hurgar en el fondo
de mi mente obcecada,
sentí que me quemaba el eco de tu nombre!
Maternidad
Niebla sin luz…,
y luz entre la niebla,
emergiendo en forma subrepticia;
existencia que brota -como gema-
del milagro que engendra una caricia.
El seno fecundado pone a prueba
la caricia,
que en feto se perfila…,
y se transmuta en lámpara votiva
en el instante en que la hora llega!
y luz entre la niebla,
emergiendo en forma subrepticia;
existencia que brota -como gema-
del milagro que engendra una caricia.
El seno fecundado pone a prueba
la caricia,
que en feto se perfila…,
y se transmuta en lámpara votiva
en el instante en que la hora llega!
El calendario
Desprendo una hoja, cada día,
del calendario, que me mira atónito…,
y,
en el desgarre que mi impaciencia deja,
creo escuchar
del número que fue, una débil queja.
La culpa no es de nadie;
no del día que pasa…,
ni de la noche,
que transcurre
amparada en la luz ya mortecina
de una lámpara antigua…,
ni del mismo destino, quizá,
ni de la vida…
¿De quién será?_me digo,
mientras mis dedos
arrancan una hoja cada día…
Altibajos
Un día, risa loca…,
y otro, lágrimas;
sin que medien caricias ni querellas…
Son estados del alma
o de la mente,
que
-en forma ya consciente o subconsciente-
marcan el frágil rostro,
para siempre,
con el sello indeleble de sus huellas.
Nuevo año en el telar del tiempo
El tiempo teje…, y no cesa
un instante de tejer,
con los recuerdos de ayer
o el valor de una promesa.
Ahora ha desenrollado
su ovillo de lana verde,
para tejer –lentamente-
las emociones del año.
Y escogerá sentimientos
armoniosos o contrarios,
con que adornará muestrarios
para lanzar a los vientos.
Mas si hubiese terminado
el muestrario de mi vida,
no me sentiré aludida…,
y me quedaré abstraída
acariciando un verano.
Tu soledad
El eco de tu voz,
que me persigue en mis horas de insomnio,
es un lamento…
Y pienso:
“Quizá estás triste…,
quizá estás solo bajo el firmamento.”
Tu soledad se funde en mi presente.
Con las manos crispadas,
intento, en vano, atrapar el viento
que se lleva el eco de tu voz…
Y un suspiro me dice:
“No podrás; se disolvió…, lo siento!”
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