sábado, 29 de octubre de 2016

POEMAS DE FEDERICO GARCÍA LORCA



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LA COGIDA Y LA MUERTE

A las cinco de la tarde. 
Eran las cinco en punto de la tarde. 
Un niño trajo la blanca sábana 
a las cinco de la tarde. 
Una espuerta de cal ya prevenida 
a las cinco de la tarde. 
Lo demás era muerte y sólo muerte 
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones 
a las cinco de la tarde. 
Y el óxido sembró cristal y níquel 
a las cinco de la tarde. 
Ya luchan la paloma y el leopardo 
a las cinco de la tarde. 
Y un muslo con un asta desolada 
a las cinco de la tarde. 
Comenzaron los sones de bordón 
a las cinco de la tarde. 
Las campanas de arsénico y el humo 
a las cinco de la tarde. 
En las esquinas grupos de silencio 
a las cinco de la tarde. 
¡Y el toro solo corazón arriba! 
a las cinco de la tarde. 
Cuando el sudor de nieve fue llegando 
a las cinco de la tarde 
cuando la plaza se cubrió de yodo 
a las cinco de la tarde, 
la muerte puso huevos en la herida 
a las cinco de la tarde. 
A las cinco de la tarde. 
A las cinco en Punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama 
a las cinco de la tarde. 
Huesos y flautas suenan en su oído 
a las cinco de la tarde. 
El toro ya mugía por su frente 
a las cinco de la tarde. 
El cuarto se irisaba de agonía 
a las cinco de la tarde. 
A lo lejos ya viene la gangrena 
a las cinco de la tarde. 
Trompa de lirio por las verdes ingles 
a las cinco de la tarde. 
Las heridas quemaban como soles 
a las cinco de la tarde, 
y el gentío rompía las ventanas 
a las cinco de la tarde. 
A las cinco de la tarde. 
¡Ay, qué terribles cinco de la tarde! 
¡Eran las cinco en todos los relojes! 
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!


  ALMA AUSENTE

No te conoce el toro ni la higuera, 
ni caballos ni hormigas de tu casa. 
No te conoce tu recuerdo mudo 
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra, 
ni el raso negro donde te destrozas. 
No te conoce tu recuerdo mudo 
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas, 
uva de niebla y montes agrupados, 
pero nadie querrá mirar tus ojos 
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre, 
como todos los muertos de la Tierra, 
como todos los muertos que se olvidan 
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto. 
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia. 
La madurez insigne de tu conocimiento. 
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.

La tristeza que tuvo tu valiente alegría. 
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, 
un andaluz tan claro, tan rico de aventura. 
Yo canto su elegancia con palabras que gimen 
y recuerdo una brisa triste por los olivos.


EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

Amor de mis entrañas, viva muerte, 
en vano espero tu palabra escrita 
y pienso, con la flor que se marchita, 
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte 
ni conoce la sombra ni la evita. 
Corazón interior no necesita 
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, 
tigre y paloma, sobre tu cintura 
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena pues de palabras mi locura 
o déjame vivir en mi serena 
noche del alma para siempre oscura.


ÁRBOL DE CANCIÓN


PARA ANA MARÍA DALÍ
Caña de voz y gesto, 
una vez y otra vez 
tiembla sin esperanza 
en el aire de ayer.

La niña suspirando 
lo quería coger; 
pero llegaba siempre 
un minuto después.

¡Ay sol! ¡Ay luna, luna! 
Un minuto después. 
Sesenta flores grises 
enredaban sus pies.

Mira cómo se mece 
una vez y otra vez, 
virgen de flor y rama, 
en el aire de ayer.


ANDA JALEO

Yo me alivié a un pino verde 
por ver si la divisaba, 
y sólo divisé el polvo 
del coche que la llevaba. 
Anda jaleo, jaleo: 
ya se acabó el alboroto 
y vamos al tiroteo.

No salgas, paloma, al campo, 
mira que soy cazador, 
y si te tiro y te mato 
para mí será el dolor, 
para mí será el quebranto, 
Anda, jaleo, jaleo: 
ya se acabó el alboroto 
y vamos al tiroteo.

En la calle de los Muros 
han matado una paloma. 
Yo cortaré con mis manos 
las flores de su corona. 
Anda jaleo, jaleo: 
ya se acabó el alboroto 
y vamos al tiroteo.


 ARBOLÉ, ARBOLÉ...


Arbolé, arbolé 
seco y verdé.

  La niña del bello rostro 
está cogiendo aceituna. 
El viento, galán de torres, 
la prende por la cintura. 
  Pasaron cuatro jinetes 
sobre jacas andaluzas 
con trajes de azul y verde, 
con largas capas oscuras. 
  «Vente a Córdoba, muchacha». 
La niña no los escucha. 
  Pasaron tres torerillos 
delgaditos de cintura, 
con trajes color naranja 
y espadas de plata antigua. 
  «Vente a Sevilla, muchacha». 
La niña no los escucha. 
  Cuando la tarde se puso 
morada, con luz difusa, 
pasó un joven que llevaba 
rosas y mirtos de luna. 
  «Vente a Granada, muchacha». 
Y la niña no lo escucha. 
  La niña del bello rostro 
sigue cogiendo aceituna, 
con el brazo gris del viento 
ceñido por la cintura.

  Arbolé arbolé 
seco y verdé.


ADÁN

A PABLO NERUDA, RODEADO DE FANTASMAS
Árbol de Sangre riega la mañana 
por donde gime la recién parida. 
Su voz deja cristales en la herida 
y un gráfico de hueso en la ventana.

Mientras la luz que viene fija y gana 
blancas metas de fábula que olvida 
el tumulto de venas en la huida 
hacia el turbio frescor de la manzana,

Adam sueña en la fiebre de la arcilla 
un niño que se acerca galopando 
por el doble latir de su mejilla.

Pero otro Adán oscuro está soñando 
neutra luna de piedra sin semilla 
donde el niño de luz se irá quemando.


BALADA DE LA PLACETA

Cantan los niños 
En la noche quieta: 
¡Arroyo claro, 
Fuente serena!

    LOS NIÑOS
¿Qué tiene tu divino 
Corazón en fiesta?

    YO
Un doblar de campanas, 
Perdidas en la niebla.

    LOS NIÑOS
Ya nos dejas cantando 
En la plazuela. 
¡Arroyo claro, 
Fuente serena!

¿Qué tienes en tus manos 
De primavera?

    YO 
Una rosa de sangre 
Y una azucena.

    LOS NIÑOS
Mójalas en el agua 
De la canción añeja. 
¡Arroyo claro, 
Fuente serena!

¿Qué sientes en tu boca 
Roja y sedienta?

    YO
El sabor de los huesos 
De mi gran calavera.

    LOS NIÑOS
Bebe el agua tranquila 
De la canción añeja. 
¡Arroyo claro, 
Fuente serena!

¿Por qué te vas tan lejos 
De la plazuela?

    YO
¡Voy en busca de magos 
Y de princesas!

    LOS NIÑOS
¿Quién te enseñó el camino 
De los poetas?

    YO
La fuente y el arroyo 
De la canción añeja.

    LOS NIÑOS
¿Te vas lejos, muy lejos 
Del mar y de la tierra?

    YO
Se ha llenado de luces 
Mi corazón de seda, 
De campanas perdidas, 
De lirios y de abejas, 
Y yo me iré muy lejos, 
Más allá de esas sierras, 
Más allá de los mares 
Cerca de las estrellas, 
Para pedirle a Cristo 
Señor que me devuelva 
Mi alma antigua de niño, 
Madura de leyendas, 
Con el gorro de plumas 
Y el sable de madera.

    LOS NIÑOS
Ya nos dejas cantando 
En la plazuela. 
¡Arroyo claro, 
Fuente serena!

Las pupilas enormes 
De las frondas resecas, 
Heridas por el viento, 
Lloran las hojas muertas.





GRÁFICO DE LA PETENERA

  FALSETE

¡Ay, petenera gitana! 
¡Yayay petenera! 
Tu entierro no tuvo niñas 
buenas. 
Niñas que le dan a Cristo muerto 
sus guedejas, 
y llevan blancas mantillas 
en las ferias. 
Tu entierro fue de gente 
siniestra. 
Gente con el corazón 
en la cabeza, 
que te siguió llorando 
por las callejas. 
¡Ay, petenera gitana! 
¡Yayay petenera!


DOS MUCHACHAS

A MÁXIMO QUIJANO
  LA LOLA
Bajo el naranjo, lava 
pañales de algodón. 
Tiene verdes los ojos 
y violeta la voz.

¡Ay, amor, 
bajo el naranjo en flor!

El agua de la acequia 
iba llena de sol, 
en el olivarito 
cantaba un gorrión.

¡Ay, amor, 
bajo el naranjo en flor!

Luego cuando la Lola 
gaste todo el jabón, 
vendrán los torerillos.

¡Ay, amor, 
bajo el naranjo en flor!


BALADILLA DE LOS TRES RÍOS

A Salvador Quintero
El río Guadalquivir 
va entre naranjos y olivos. 
Los dos ríos de Granada 
bajan de la nieve al trigo.

¡Ay, amor 
que se fue y no vino!

El río Guadalquivir 
tiene las barbas granates. 
Los dos ríos de Granada 
uno llanto y otro sangre.

¡Ay, amor 
que se fue por el aire!

Para los barcos de vela, 
Sevilla tiene un camino; 
por el agua de Granada 
sólo reman los suspiros.

¡Ay, amor 
que se fue y no vino!

Guadalquivir, alta torre 
y viento en los naranjales. 
Dauro y Genil, torrecillas 
muertas sobre los estanques,

¡Ay, amor 
que se fue por el aire!

¡Quién dirá que el agua lleva 
un fuego fatuo de gritos!

¡Ay, amor 
que se fue y no vino!

Lleva azahar, lleva olivas, 
Andalucía, a tus mares.

¡Ay, amor 
que se fue por el aire!


Ay voz secreta del amor oscuro 
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida! 
¡ay aguja de hiel, camelia hundida! 
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

¡Ay noche inmensa de perfil seguro, 
montaña celestial de angustia erguida! 
¡ay perro en corazón, voz perseguida! 
¡silencio sin confín, lirio maduro!

Huye de mí, caliente voz de hielo, 
no me quieras perder en la maleza 
donde sin fruto gimen carne y cielo.

Deja el duro marfil de mi cabeza, 
apiádate de mí, ¡rompe mi duelo! 
¡que soy amor, que soy naturaleza!


CANCIÓN CHINA EN EUROPA

A MI AHIJADA ISABEL CLARA
La señorita 
del abanico, 
va por el puente 
del fresco río.

  Los caballeros 
con sus levitas, 
miran el puente 
sin barandillas.

  La señorita 
del abanico 
y los volantes 
busca marido.

  Los caballeros 
están casados, 
con altas rubias 
de idioma blanco.

  Los grillos cantan 
por el Oeste.

  (La señorita, 
va por lo verde).

  Los grillos cantan 
bajo las flores.

  (Los caballeros, 
van por el Norte).


VI

CASIDA DE LA MANO IMPOSIBLE


Yo no quiero más que una mano; 
una mano herida, si es posible. 
Yo no quiero más que una mano 
aunque pase mil noches sin lecho.

Sería un pálido lirio de cal. 
Sería una paloma amarrada a mi corazón. 
Sería el guardián que en la noche de mi tránsito 
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.

Yo no quiero más que esa mano 
para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía. 
Yo no quiero más que esa mano 
para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa. 
Rubor sin nombre ya. Astro perpetuo. 
Lo demás es lo otro; viento triste, 
mientras las hojas huyen en bandadas.


  DE OTRO MODO

La hoguera pone al campo de la tarde, 
unas astas de ciervo enfurecido. 
Todo el valle se tiende. Por sus lomos, 
caracolea el vientecillo.

  El aire cristaliza bajo el humo. 
—Ojo de gato triste y amarillo—. 
Yo en mis ojos, paseo por las ramas. 
Las ramas se pasean por el río.

Llegan mis cosas esenciales. 
Son estribillos de estribillos. 
Entre los juncos y la baja tarde, 
¡qué raro que me llame Federico!


IV

CASIDA DE LA MUJER TENDIDA


Verte desnuda es recordar la Tierra. 
La Tierra lisa, limpia de caballos. 
La Tierra sin un junco, forma pura 
cerrada al porvenir: confín de plata.

Verte desnuda es comprender el ansia 
de la lluvia que busca débil talle 
o la fiebre del mar de inmenso rostro 
sin encontrar la luz de su mejilla.

La sangre sonará por las alcobas 
y vendrá con espada fulgurante, 
pero tú no sabrás dónde se ocultan 
el corazón de sapo o la violeta.

Tu vientre es una lucha de raíces, 
tus labios son un alba sin contorno, 
bajo las rosas tibias de la cama 
los muertos gimen esperando turno.


VII
CASIDA DE LA ROSA

La rosa 
no buscaba la aurora: 
Casi eterna en su ramo 
buscaba otra cosa.

La rosa 
no buscaba ni ciencia ni sombra: 
Confín de carne y sueño 
buscaba otra cosa.

La rosa 
no buscaba la rosa: 
Inmóvil por el cielo 
¡buscaba otra cosa!


  CIUDAD SIN SUEÑO (NOCTURNO DEL BROOKLYN BRIDGE)

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. 
No duerme nadie. 
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas. 
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan 
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas 
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros. 

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. 
No duerme nadie. 
Hay un muerto en el cementerio más lejano 
que se queja tres años 
porque tiene un paisaje seco en la rodilla; 
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto 
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase. 

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! 
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda 
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. 
Pero no hay olvido, ni sueño: 
carne viva. Los besos atan las bocas 
en una maraña de venas recientes 
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso 
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros. 

Un día 
los caballos vivirán en las tabernas 
y las hormigas furiosas 
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas. 

Otro día 
veremos la resurrección de las mariposas disecadas 
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos 
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua. 
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! 
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero, 
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente 
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato, 
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan, 
donde espera la dentadura del oso, 
donde espera la mano momificada del niño 
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul. 

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. 
No duerme nadie. 
Pero si alguien cierra los ojos, 
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo! 

Haya un panorama de ojos abiertos 
y amargas llagas encendidas. 

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. 
Ya lo he dicho. 
No duerme nadie. 
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes, 
abrid los escotillones para que vea bajo la luna 
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.


DANZA DA LUA EN SANTIAGO

¡Fita aquel branco galán, 
olla seu transido corpo!

É a lúa que baila 
na Quintana dos mortos.

Fita seu corpo transido, 
negro de somas e lobos.

Nai: A lúa está bailando 
na Quintana dos mortos.

¿Quén fire potro de pedra 
na mesma porta do sono?

¡É a lúa! ¡É a lúa 
na Quintana dos mortos!

¿Quén fita meus grises vidros 
cheos de nubens seus ollos?

É a lúa, é a lúa 
na Quintana dos mortos.

Déixame morrer no leito 
soñando con froles d'ouro.

Nai: A lúa está bailando 
na Quintana dos mortos.

¡Ai filla, co ár do céo 
vólvome branca de pronto!

Non é o ar, é a triste lúa 
na Quintana dos mortos.

¿Quén brúa co-este xemido 
d'imenso boi melancónico?

Nai: É a lúa, é a lúa 
na Quintana dos mortos.

íSi, a lúa, a lúa 
coronada de toxos, 
que baila, e baila, e baila 
na Quintana dos mortos!



EL CAFÉ DE CHINITAS


          1
En el café de Chinitas 
dijo Paquiro a su hermano: 
«Soy más valiente que tú, 
más torero y más gitano».

          2
En el café de Chinitas 
dijo Paquiro a Frascuelo: 
«Soy más valiente que tú, 
más gitano y más torero».

          3
Sacó Paquiro el reló 
y dijo de esta manera: 
«Este toro ha de morir 
antes de las cuatro y media».

          4
Al dar las cuatro en la calle 
se salieron del café 
y era Paquiro en la calle 
un torero de cartel.


EL LAGARTO ESTÁ LLORANDO

A MADEMOISELLE TERESITA GUILLÉN
TOCANDO SU PIANO DE SEIS NOTAS

El lagarto está llorando. 
La lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta 
con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer 
su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo, 
ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente 
monta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo, 
lleva un chaleco de raso.

¡Miradlos qué viejos son! 
¡Qué viejos son los lagartos!

¡Ay, cómo lloran y lloran, 
¡ay! ¡ay! cómo están llorando!





EL DIAMANTE

El diamante de una estrella 
Ha rayado el hondo cielo, 
Pájaro de luz que quiere 
Escapar del universo 
Y huye del enorme nido 
Donde estaba prisionero 
Sin saber que lleva atada 
Una cadena en el cuello.

    Cazadores extrahumanos 
Están cazando luceros, 
Cisnes de plata maciza 
En el agua del silencio.

    Los chopos niños recitan 
La cartilla. Es el maestro 
Un chopo antiguo que mueve 
Tranquilo sus brazos viejos.

    Ahora en el monte lejano 
jugarán todos los muertos 
a la baraja. ¡Es tan triste 
la vida en el cementerio!

    ¡Rana, empieza tu cantar! 
¡Grillo, sal de tu agujero! 
Haced un bosque sonoro 
Con vuestras flautas. Yo vuelo 
Hacia mi casa intranquilo.

    Se agitan en mi recuerdo 
Dos palomas campesinas 
Y en el horizonte, lejos, 
Se hunde el arcaduz del día. 
¡Terrible noria del tiempo!


DANZA DE LA MUERTE

Un pájaro de papel en el pecho dice que el tiempo de los besos no ha llegado.
VICENTE ALEIXANDRE
El Mascarón. ¡Mirad el mascarón! 
¡Cómo viene del África a New York!

Se fueron los árboles de la pimienta, 
los pequeños botones de fósforo. 
Se fueron los camellos de carne desgarrada 
y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico.

Era el momento de las cosas secas, 
de la espiga en el ojo y el gato laminado, 
del óxido de hierro de los grandes puentes 
y el definitivo silencio del corcho.

Era la gran reunión de los animales muertos, 
traspasados por las espadas de la luz; 
la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza 
y de la gacela con una siempreviva en la garganta.

En la marchita soledad sin honda 
el abollado mascarón danzaba. 
Medio lado del mundo era de arena, 
mercurio y sol dormido el otro medio.

El mascarón. ¡Mirad el mascarón! 
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!

        *
Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío 
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano. 
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo, 
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,

acabó con los más leves tallitos del canto 
y se fue al diluvio empaquetado de la savia, 
a través del descanso de los últimos desfiles, 
levantando con el rabo pedazos de espejo.

Cuando el chino lloraba en el tejado 
sin encontrar el desnudo de su mujer 
y el director del banco observaba el manómetro 
que mide el cruel silencio de la moneda, 
el mascarón llegaba al Wall Street.

No es extraño para la danza 
este columbario que pone los ojos amarillos. 
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso 
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. 
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, 
ignorantes en su frenesí de la luz original. 
Porque si la rueda olvida su fórmula, 
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; 
y si una llama quema los helados proyectos, 
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. 
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. 
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, 
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados 
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, 
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, 
tendida en la frontera de la nieve!

El mascarón. ¡Mirad el mascarón! 
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!

        *
Yo estaba en la terraza luchando con la luna. 
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. 
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. 
Y las brisas de largos remos 
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.

La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro 
para fingir una muerta semilla de manzana. 
El aire de la llanura, empujado por los pastores, 
temblaba con un miedo de molusco sin concha.

Pero no son los muertos los que bailan, 
estoy seguro. 
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. 
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; 
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, 
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, 
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, 
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta 
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.

¡Que no baile el Papa! 
¡No, que no baile el Papa! 
Ni el Rey, 
ni el millonario de dientes azules, 
ni las bailarinas secas de las catedrales, 
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. 
Sólo este mascarón, 
este mascarón de vieja escarlatina, 
¡sólo este mascarón!

Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, 
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, 
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, 
que ya vendrán lianas después de los fusiles 
y muy pronto, muy pronto, muy pronto. 
¡Ay, Wall Street!

El mascarón. ¡Mirad el mascarón! 
¡Cómo escupe veneno de bosque 
por la angustia imperfecta de Nueva York!




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