Los
versos cálidos, honestos y claros de esta joven poeta nos llevan a dar un paseo
por las más bellas estancias de la vida, la casa, la niñez, la inocencia, la
familia en un bello desborde de ternura sin caer en el melodrama y conservando
un tono fuerte y con carácter, sus textos son cortos pero contundentes, abordan
temas íntimos, pero dan espacio a la reflexión del entorno, es un trabajo que
apenas nos muestra el inicio de su camino, seguro que es promisorio, y de su
mano vendrán más libros cargados con ese aliento, esa frescura y ese trabajo
que no se nota, en la medida en que los textos se entienden sin dificultad, y
eso es el verdadero trabajo; que parece tan fácil, pero que se sabe que es
realmente complejo culminar un texto que no dé la sensación de haber sido
dificultoso. Yo invito a seguir la carrera de esta poeta, y a deleitarnos con
su trabajo.
Vista al edificio
Un
pájaro observa un hombre escalar la pared.
Ve
sus pies ceñirse a los muros
Mientras
sus manos
Arrojan
silentes hojas que planean la caída.
Hay
una distancia entre ambos cuerpos,
Una
cuerda
que se agita,
un
descender.
Oír
el golpe de la tierra,
Y
un vuelo que asume tanta lejanía.
Pájaro
y hombre
construyen
a su modo
sus
propios abismos.
Desplazamiento
A las tejedoras de Mapuján
Tras
el golpe de omisión
En
el vientre de la tarde
Mapuján
anochece
Con
un terco afán de dormir.
No
hay tiempo,
Susurran
doce cuerpos en los labios,
Hay
que cargar hamacas y vasijas,
Hay
que dejar la hierba seca
Sea
el huésped que habite la casa,
Hay
que silenciar.
Lejos,
En
lo profundo de una habitación,
Una
mujer peregrina aguarda
Entre
hilos y retazos que convergen en sus manos.
Tejer
es su forma de nombrar
La
ausencia de arraigo
En
la punta de los dedos.
Instante
La
abuela solía guardar el pan
En
un canasto colgado del techo,
Decía
que los gatos andaban con su sombra
Y
en ella cargaban los trozos de pan conseguidos.
A
diario, yo preguntaba,
Si
el gato también anudaba a sus uñas
Los
gramos de humo que esculpían la cocina.
Ella,
con sus inmensas manos recogía mi rostro,
Tumbaba
sus dedos en la soga
Y
del techo se abismaba la canastilla.
Entonces
yo inclinaba la angustia en los pies,
Observaba
figuras humeantes,
La
cesta en manos de la abuela,
El
gato vigilante en la cornisa,
Y
el fogón hervir en su extensa oquedad.
La
abuela siempre supo cómo ser
Instante
en la memoria.
DAME
LA PALABRA árbol
la
sembraré con coyotes y restos de cielo
la
embarcaré en el río
que
ignora su cause
lo
anunciaré como golpe en la tierra
como
abismo que se erige
como
ruptura del tiempo
como
verbo de origen.
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