(8 de febrero de 1930, Neuruppin, Alemania - 3 de enero de 2011, Berlín, Alemania)
SOS
Puede que sólo
se trate de la tristeza
habitual de
noviembre.
El no quiero
nada y no sé nada.
La falta de
ánimo y de ganas.
Disfrazada de
enfermedad y miedo a la muerte
susurra el fin,
el fin…
Quizá, como
siempre, basta un día soleado
para que se
produzca el cambio…
Hang-over de
oscuridad.
Asqueada de la
lluvia.
El amor y las
palabras se vuelven inciertos
en el Océano
Pacífico del tiempo.
El tsunami de
lo absurdo.
Arrojada al
suelo: yo.
Insignificante.
Existo existo.
Un radiograma
de mí para mí.
Depresión
Estoy muy
cansada: cual fuego casi extinto.
El perro caza
moscas. Cae la lluvia,
que tan pronto
bendigo como maldigo.
Y el viento del
atardecer no se lleva más que
naderías. Los
sentimientos más nimios.
Ora esto, ora
lo otro.
Temblando por
el frío de la lluvia,
la amarga
hierba se encorva ante el viento.
Yo estoy a
cubierto y como en casa.
Y en los anchos
caminos de los prados
brotan los
primeros hongos.
Se podría estar
tranquilo y feliz.
El mundo es
redondo y está cubierto de un manto verde.
Todo es sólo un
etcétera.
Y aun cuando
está nublado, hay luz.
Todo eso viene
de dentro.
Fuera hay
abedules, hierba y piedra.
Pero hay que
empezar por uno mismo.
Y cuando
también eso es difícil, entonces, ¿qué?
Autorretrato superficial
Terriblemente
cansada, a causa de la debilidad.
Casi
desfallecida,
lo que mina el
deseo de ser responsable.
Síntomas de una
bajada de tensión.
Herida la
columna por críticas provincianas.
Es decir,
encorvada y no optimista.
Así de simple.
Sin motivo, en realidad.
Que respira con
pulmones y branquias:
un pez
terrestre.
Un sol inmóvil:
tú también, Bruto.
Van Gogh, los otros y yo
Sería mejor
para el mundo
que yo no
apareciera en mis Obras.
Alguien que
sentía algo parecido cogió un cuchillo
y se cortó la
oreja poseído por la tristeza.
A pesar de todo
lo que con tanto esfuerzo había pintado,
era incapaz de
encontrar la paz.
Lo torturaba
algo como un crimen
que no
conseguía callar,
porque hay algo
en nosotros que quiere fundirse
con todo lo
perceptible y lo imperceptible.
No podemos
borrar nuestras huellas
y luchamos por
un período de gracia
para demostrar
nuestra inocencia.
Más, al mismo
tiempo, nadie nos acusa.
No les
importamos ni a los dioses ni a los ancianos.
Vivimos de la
megalomanía
que mostramos
ante el juicio del mundo,
ante el cual se
justifica toda palabra.
Y se ve cada
pincelada.
Y con alguno se
demuestra: que no se ha equivocado.
Anomalía
Me gustaría
dejar de escribir poesía.
Como se desea
dejar de fumar.
Me gustaría
vivir
y no caer en la
desesperación.
La adicción a
las palabras es enfermiza,
un gusano en el
cerebro, una anomalía.
Como siempre,
estoy huyendo.
Sigo sin
alcanzar mi objetivo:
la paz y el fin
de todas las preguntas.
Nada conservo
de los días hermosos.
La escritura ya
nunca tiene armonía.
Sólo desgana,
la caída en la autonegación.
¡Y volver a
levantarse!
Qué bueno sería
vivir felices sin palabras
ante la visión
del mundo.
Nube
Cuando quiera
hablar de ti,
diré nube.
Y sobre el amor
guardo ahora silencio.
Si quiero
quejarme de mi miseria,
diré: hace
viento.
Nos callaré.
Sólo tú sabrás
qué son las nubes
y qué anuncian
los vientos.
La poesía es un
suicidio. Me estrangulo.
Con cada verso
que pongo por escrito
asfixio mi Yo
que respira.
Que quede con
vida depende sólo
de que cometa
un asesinato.
Porque no
soporto más
no entenderme a
mí misma.
Lo que quedará
de mí
Lo que quedará
de mí: cuatro hijos
(mi coartada
humana).
Y puede que una
bonita fotografía
que se me
parezca.
Que me muestre
riendo.
No enseño la
cara que pongo
cuando lloro.
Quedarán
entonces: los poemas.
Puede que dos o
tres sigan siendo conocidos
durante un poco
más de tiempo que el resto.
Y eso también
pasará.
Es curioso
saber eso
y volver a
levantarse.
Y tener que
seguir viviendo
como si fuera
para siempre.
Violencia
Dejaría que mis
hijos comieran piedras
sólo para traer
dos palabras al papel.
*
Rompe contra
mí. Va a devorarme.
*
Nace el verso
como grito.
Pero vosotros
me oís cantar.
Demonio
No me puedo
salvar.
Me voy a pique.
No hago otra
cosa que autodestruirme.
Cada hora
resulta insuperable.
Y mi poesía es
una droga.
Quién me ha
perdido.
Quién me ha
traicionado.
¿Qué ocultos
hechos pasados
debo purgar?
¿Quién sucede
dentro de mí?
¿Quién les
calla a mis palabras el contexto
y confunde su
significado?
Bien puede ser
que sea yo.
Gramo
Escribe al
lavar, escribe al cocinar.
Debo sentir que
existo.
A veces, en
siete semanas
gano un gramo
de poesía.
Mi país
No tengo ni
idea de qué debo amar:
me duele el
país en el que vivo.
Este país
desgarrado. Increíble y lleno de soñadores.
Un organismo
con dos corazones.
Como hermanos
siameses:
uno experimenta
cada movimiento del otro.
No hay pena que
sienta uno
y no el otro.
No pueden
separarse.
Y quieren ser
independientes.
Deben arder
o continuar
odiándose…
Y me exigís que
lo ame,
este país
maldito en el que vivo,
mi país
maravilloso y herido,
con el que
caigo
o me levanto.
antes de un invierno
Hago una
canción del silencio
y de la luz de
septiembre.
El silencio de
un grillo
Entra en mi
poema.
El lago y la
libélula.
La baya del
serbal rojo.
El trabajo de
una fuente.
El otoño huele
a pan.
Los árboles
mueren y se desgarran.
El cuervo negro
grita.
El vuelo del
órgano de los cisnes.
Sea lo que sea.
El espacio
sobre nosotros nos
hace enormes
y cae en
nuestros sueños en
una noche
oscura.
Hago una
canción de silencio.
Hago una
canción de luz.
Así que voy al
invierno.
Y así no voy.
Escribir...
Verdaderamente
también
podría escribir
cosas más complicadas
y podría tratar
la poesía
como una magia
secreta.
Podría inventar
un código
que solo cinco
hombres comprendieran,
y los otros
fueran los ciegos,
solo nosotros
seis podríamos ver.
Pero quiero
permanecer modesta
y cercana a las
palabras habituales
y quiero
escribir tan claramente
que, en
cualquier lugar, los hombres
lean mis poemas
y comprendan
mis pensamientos
diciendo: así
sucedió
y también así
lo vimos.
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