lunes, 18 de marzo de 2019

POEMAS DE MATILDE ESPINOSA


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(25 de mayo de 1910 Huila Cauca  Colombia - 19 de marzo de 2008Bogotá  Colombia)

Recién venidos

Las palabras se escapan

pero el alma es tan cierta

como la gota de agua

que me sigue mirando.

El habla nos traspasa

y la imagen trasciende

a lo desconocido.
Las paredes del mundo

son muros de piedra que duelen.

Nos conturban los soles violentos;

el asombro, el milagro,

el murmullo, frontera

que orienta los pasos

a la estancia de algún

paraíso perdido.
Somos los recién venidos

pulsando el recuerdo

en la hora implacable

que se vuelve de espuma;

en el aire y en el pecho

toma forma de largo camino.
Somos los recién venidos

cultivando los sueños

viendo correr el torrente de lluvias

que maltrata las rosas

desde la luz hasta el primer sollozo.


Llueve

En esta embarcación

sin madrugada

llueven las sombras.
Se derrumban

los reinos del amor

y vuelan las mariposas blancas

como flores silvestres.
Tras la nube más negra

se concentran los vientos

noticiosos, sedientos, llueve.
Desfilan los recuerdos;

historias de pasión con incendios,

temblores o viva muerte.
Mágicas visiones en el aire

ruedan a la tiniebla, llueve.
En esta embarcación sin madrugada

no hay recobro posible;

cerrado el horizonte, llueve.
(31 de agosto de 2005)

Uno de tantos días


Me sumerjo

en las claridades nocturnas

para entender mejor el medio día.

Umbrosa recojo las pavesas

de quienes fluye el asombro

debajo de las frondas crepusculares.

Alas angélicas o simplemente desvaríos

de una infancia que empezó con el tiempo.
Distraída busco la esperanza

sobre los pliegues del día lento

como el vuelo del pájaro que pasa.

Los árboles se agitan

y sorprende el mensaje tímido y sudoroso

del instante.
Por la insistencia de saber

que los días se van

con sus oros deshechos y sus danzas festivas

donde mueren las rosas.
Todo magnificando la soledad

floración de congojas altiva incertidumbre

de tener otra vez esas gotas

de sol entre las manos.
(10 de agosto de 2003)


Ciudad blanca

En Popayán de piedra pensativa

Eduardo Carranza
I
Cómo acercarme a ti si nada traigo

Solamente mi voz y el corazón del hijo

que sigue ardiendo.

Nombres, fechas, gotas de eternidad

crecidas en la hierba.
II
Ni la furia del trueno

ni la hora de la tempestad

hieren más alto que mi pena.

No es solazarse en la amargura

recorrer silenciosa piedra y muro

ni batir con el viento las ventanas,

ni espiar por cual rincón del cielo

nos revisa las cuentas el lucero.
III
Es toda la inocencia del paisaje

con las colinas verdes, dulces

como niñeras descalzas sacudiendo

el boscaje que reparte la brisa

-la única y feliz- cuando le besa

el rostro a la ciudad más blanca.

No es la historia, ni el bronce

ni la solemnidad de los espejos.

Es más hondo tu vuelo: son tus pasos

sonoros armados en el tambor del tiempo

Si te nombro, zozobra mi alma, esa alma

que a veces se hace flor, llanto o ceniza

desde el sigilo al sueño!
(Inédito)


En las más altas noches

De arenas movedizas

y recia mansedumbre

la mujer es presencia

en todas las edades.
La nublan los ocasos

y los amaneceres tristes

con la dulce tristeza de los niños

que atrapan la mariposa

y la ven escaparse de sus manos.
En su angustia

los ahogados las buscan

desesperadamente y ellas

maternales o amantes

les confortan los pasos

y borran la tiniebla

que les cubre los ojos.
Son las mismas

que espantan oleajes

y ven perderse en la bruma

los seres y las cosas

más amadas y deseadas.
Son las mismas

que en las más altas noches

dialogan con los astros

y sienten el estupor

de los “ayes” cautivos

y el obstinado vuelo

que rescata los sueños

sin el límite oscuro

de las paredes blancas.
(1 de julio de 2005)


Los hijos del delirio

Olvidaron sus nombres.

Sus rostros padecen un aire

que a todos los envuelve

y los distrae en un compás

en donde nadie escucha.
Las palabras caen al vacío

o se rompen en un cristal sin fondo.

Todo es confusión como en la fiesta olímpica.

¿Quién hablará de orígenes?

El viento, las raíces, los recuerdos,

las preguntas. Los fantasmas huyen.

Las ventanas sin alas como ojos inmensos

atalayan rumores que se alejan cantando.
Los hijos del delirio reconocen

“sus ires y venires” en sueños

y en las calles que cruzan ardorosas

como ellos.

En su delirio inventan escalas,

llamas que tocan dimensiones

como ángeles de fuego y columnas sonoras

donde amanece un dios despavorido

que los sigue buscando.
(22 de mayo de 2006)
esto


El poema

me sumergí en el fondo
donde habitan los gérmenes
que preparan el vuelo.
Antes que sea la flor,
tú ya lo sabes,
trabajan las raíces en la sombra.

Para encontrar tu forma
mis manos te buscaron en la tierra
y aprendí que la voz,
la verdadera voz,
puede ser una rama,
un hilo de agua pura
o simplemente la ternura humana.

Tu carne no es tan sólo de sueño,
ni de fibra retórica.
Podrías ser el hijo del pescador,
de la mujer que cose, llora o canta,
de la que alguna vez
se asomó a las estrellas
y sintió
que en el pecho le nacía una rosa.

Tú vienes del reino elemental
con su fertilidad clara y activa.
Tú vienes de las cosas humildes
y en tu afán de llegar
tus pulsos se detienen
en el rostro del mundo.
¿Es eso lo que quieres?
¿Ser el dulce registro,
nada más que el registro,
de lo que nace y muere?

Puede ser que tu mensaje sea pequeño
como el aroma del jazmín pequeño,
como el temblor del árbol solitario
que con sus ramas apacienta nidos,
o la gota de agua
que se bebió un lucero.

Antes de tu venida
quise que fueras música,
torrente desbordado en armonía,
pero al mundo le falta
la igualdad del reparto,
la armonía de los dones.

Dime:
¿Cuándo tocaste el aire,
no fue primero el ruido de cadenas?
¿Cuándo tu piel se hizo,
no fue primero el llanto?
¿Cuándo miraste el agua,
no fue la sed primero?
No puede ser distinta tu presencia
al mundo desigual,
sordo y oscuro.

Nada más cierto

A Luis Carlos Pérez
In memoriam


Nada más cierto
que tu ausencia
y este incansable viento.
Revestido de sombras
el color de los días
se recoge en silencios
los tuyos y los míos
y toco tu pensamiento.


A veces se me quiebra
el mundo entre las manos
y oigo un clamor que se perfila en tu frente.
       "¿Dónde caen las horas
sin el terror nocturno?"


La pregunta se pierde
y los goznes dolidos
de la puerta entreabierta
son pasos misteriosos
de este implacable viento.

Febrero 24/2004



2004



Con voz de fatiga
golpea la puerta.
Como si nunca se hubiera abierto.
Los sonidos se repiten multiformes
opacos y sombríos.


La cortina cae y el número y la luz
se despiertan y el infinito se da
en una rosa blanca que
amanece temblando.


¡Es tan pequeño el mundo!
"descolgado el corazón"
siguió llamando mas
todo confundido.
Creyó que el arrebol tardío
era el sol de mediodía
y la imprecisa claridad
la pupila de un dios
¡Que se recreaba en la lubricidad
de las estrellas!


Las corrientes humanas
plegadas o en desborde soportan
un aire soterrado que estropea
que fuera pasión o ardiente vuelo.
Se humedecen los ojos, los reflejos
se hunden y el pensamiento
va más lejos.


Llueven las sombras
con la velocidad
un río el mismo río que se levanta
limpia la encrucijada que se gasta
y que a veces nos duele en juego
con la herida.

Enero 16/2004




Multitudes




No por sonoro este brazo de mar
es más profundo. Sus violentas
espumas derretidas al sol
son el paso primario
de los vientos alisios
en cuyos nudos se enreda
el oro de los sueños, el amor,
la desnudez y la esperanza
de un nuevo amanecer.

Nada detiene este andar
de animal recién venido
a la invasión que sólo se deshoja
cuando sorprende el rayo.
No hay memoria feliz
para el que ingresa al
poder uniforme
que derriba las alas y marchita
el rosal para quien ama y sueña.


II


Valga la soledad
cuando despunta el alba
o se inclina
para besar la noche.
El mensaje transita y no
es de multitudes
su esencia, su intención, su delirio
sólo por un instante
o por una eternidad.

Febrero 15/2004




Una voz



No era una queja
tampoco la voz del caracol
en su playa desierta.


Ni el paso de la bestia
por un peñasco oscuro.


Era el presagio que florecía
los ecos y la ráfaga azul
de un juego niño.


Era una voz sin fondo
aérea como el canto.
Si volviera a escucharla
entendería mejor el sesgo
de una voz sorprendida
en la noche.

(De 
La Tierra Oscura)



Hacia la tarde


Al poeta Winston Morales Chavarro

Un desteñido sol
Recorre conmigo las estancias
Que ya no tienen nombre;
Los pasadizos vueltos hacia la tarde
Solos como los nacimientos
Y ausentes como un grito.
Emergen parecidos distantes
Bajo el ardor de las cenizas.
Se conmueven las frondas
Arrebatadas por los vientos
Sin destino como los sueños.
Lastiman los escombros
De las primaveras enterradas
Y el gemir de los volcanes
En su incandescente agonía.
Y al fondo la esperanza
Medusa desgarrada en busca
De otro mar y otra orilla
Pulsando las arenas
En esta navegación de los olvidos.



Un día sin nombre


¿En qué momento, amor,
se oscureció tu calle
y tu casa fue el blanco
de la sombra?
Una ola de polvo
Lloroso y amargo
Se estableció en la hora.
Desde entonces el tiempo
Madeja silenciosa
Va corriendo sus hilos
Para la dura tela
Que defiende mis lunas
Secretas.
Lentos trascienden los días
A donde sólo llega
El temblor de la luz
En el vacío.


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