(Santa Marta, Colombia, 8 de abril 1945)
Un día Madre dijo:
Ven hijo te regalo este muerto.
Era un muerto culto que en medio de la noche
gritaba:
“…Qué dolor me inspira el magnánimo Eneas el cual
vencido por Aquiles va a descender a los infiernos
por
haber dado crédito a las palabras del Flechador
Apolo”.
–Llévatelo al colegio –prosiguió Madre– siéntalo a
tu lado
entónale tus canciones
regálale la piel de gato que guardas como tesoro
préstale tus abedules llenos de vientos
báilale tu trompo de cedro
muéstrale el agua que bebemos
el horno donde se asa el pan al caer los sueños.
Todo iba bien. El muerto izaba bandera
escribía con tinta china las vocales que saltaban
de las
palabras para bajar del tren que las
llevaba sobre las líneas dobles del cuaderno.
Un día llegó el aguafiestas del Maestro y dijo:
“Joven: ¿Qué hace usted con ese muerto en el
colegio?”
Madre tomó cartas en el asunto. Recogió el muerto
lo llevó al cementerio y lo enterró en la tumba al
lado
de los crisantemos.
Una palabra repetida que está a punto de sangrar sus vocales
no debe salir de tu lengua ni entrar a tus oídos.
Las palabras
son agujas que los hombres lanzan al aire para ver
a quien
pinchan con su filo en los viajes sin destino.
Ante ello –Señor Juez– me dije: ¿Por qué no he de
disparar a un
muerto que todas las noches llega a nuestra
conciencia nocturna
para repetir a nuestros oídos la bruma de sus
sueños?
Muerto rompió en llanto ante las palabras de Madre.
Algo de ganso algo de trompeta. Lejos de sus
compañeros
se sentó a orillas del mar.
“Estoy muerto” dijo Muerto. Lo sé porque en mi
boca florece
una rosa de los vientos con pétalos y con espinas.
Mi país es un país de papel con sellos de juzgados
con notarios que cargan caspa y olvido sobre
hombros
y una hipoteca para embargar el cielo.
Mi país es un país con dos mares donde vivos como
muertos
carecen de agua potable o espuma de luz que brote
de los
grifos.
Mi país lleno de aguas y cascadas gusta oír el
estruendo que
produce el orinar de las yeguas al final de los
combates.
Tomado de:
El altar de los alcatraces
Cuando los lugares se empenachaban de árboles
bembones
rezo ante ti, mi minina infernal de ocho vidas,
para
que los caballitos del diablo duermen conmigo el
más
patriarcal de los silencios.
Cuando los días se hollinan por las tardes,
cuando las casonas crujen sus clavos oxidados;
sueño ante ti, mi calabacita jactanciosa.
En el instante de ese instante, cuando las
lagartijas de
ojos metálicos se hacen participe del rapto de la
distancia;
aúllo ante ti, mi almidón intocable, para que
sobre nuestras
tortugas gorgojeadas emprendamos la caminata hacia
la luz
que en Selene habita más allá de los recuerdos,
más allá de
la chusma de estrellas celestiales.
Cuando los silencios germinan de par en par,
invoco ante ti,
ante los alambres de púas, para que las cucarachas
imperiales nos preparen la noche sobre el ente
insomne del
espacio.
En los medios amaneceres, cuando los cuadros
torcidos nos
sonríen con su mejor sonrisa, sueño ante ti amor
mío, para
que la orquestación de la brisa sea siempre mi
primer
instante, mi primer idioma, en el primer otoño de
mi vida.
Ahora, amor mío, cuando tu recuerdo me penetra por
los ojos como una lagrima encendida; lloro ante
El Altar de los Alcatraces,
porque nuestros búhos mensajeros, porque nuestras
oraciones paganas, están vegetando con el viejo
Jehová,
sobre las aéreas cumbres de los cóndores
enloquecidos.
Lloro hondo mi oropéndola.
¡Oh mi minina infernal de ocho vidas!
¡Oh mi amor, mi blanda hamaca,
mi mosca de alas remendadas!
Fiebre malaria
Cuantas veces te has reído de mí
con tus postizos dientes:
Oh parasita.
Y cuantas veces has pasado tu carrasposa
lengua por mis muslos.
Mil y una vez te he espantado
con la toalla en el corral:
gallina clueca
y tu tibiringa regresas disfrazada
de cualquier cosa para seguir lengüeteando
mis labios o seguir mamando mis tetillas
en el sopor de la fiebre
hasta inocular mi carne con tus vacíos
y lagunas de sueños gelatinosos.
A veces vuelves al maizal y acuclillada
como una orangutana me quedas mirando
con tus ojos de cebolla,
hasta que escurres tu babaza:
¡Oh plasmodium inmaculatum!
Te balanceas rítmicamente y tus testículos
de chirlomirlo se vuelven apetito de brujas.
Tu voz se va hundiendo en mi paciencia
para cazarme en furrusca
y yo, pálido y jipato
me tiendo en el horcón consumido en calenturas:
¡Oh malaria!
Te tiras al sol con tu panza purulenta
para que copulen los más extraños deseos del
delirio.
Luego,
más luego, llenas tu barriga de pútridas aguas
y decides parir tu herencia en los pliegues
de la chinchulla humana:
¡Oh mareo, oh náuseas, oh depredadora
de mi locura.
Ahora llenas de escamas mi conducta
y yo me sumerjo en la desesperación,
en la espera de un ataúd que sepa amortajar
mis sueños, en la espera de nada, en el
recuerdo de mis más olvidados pensamientos.
¿Qué sabañón ocultas en tu palúdica fiebre
que hace reconfortar mi vida
en este letargo de pesados pies?
¡Oh flor del mal!
¡Póstuma amante de la muerte!
¿Acaso conoces tú las grietas de mi melancolía?
¿Sabes acaso dónde guardo los tesoros de Morgan?
Acaso el tulipán y el alma de mi alma
florecen en tu condado?
¿Quién te ha enseñado a descifrar el
jeroglífico de mis sueños?
Me eres odiosa y sin embargo, llevas
mi conciencia hasta el silencio.
¿Qué buscas? ¿Qué rastreas? Perra hija de perra.
Has pesado mi encéfalo y ahora decides
comértelo como una rata hambrienta.
Vete. Tu asquerosa presencia chicharrona
corroe mi espíritu, lapida mi risa, bloquea mi
silbo de aleatorio vuelo.
Ay me rascan tus garras, me llenas de
insomnios y estallan albúminas en mi torrente
sanguíneo.
Oh anofeles, bicharraco vilipendioso: tejes
en este tepe de barro a mi altiplanicie andina,
a mi Zipa, a mi Zaque.
Eres dueña de este camino apócrifo: agarra
mi alegría porque aquí estamos los que no
tenemos temor.
Añingótate ahí en tu letrina: yo me voy al mar.
El monstruo me enseñara sus secretos
y yo radiante de estar lejos de ti
me uniré a las multitudes, riéndome,
burlándome de mí mismo:
¡Oh Malaria! ¡Oh Malaria! ¡Oh Malaria!
Tomado de:
Poema Caída Libre.
¿cuántas galerías, corredores, salas de espera
aguardando que los Poderosos me hablaran
con muecas de tristeza y señas falsas
torciendo mi vida?. Yo quería decirles:
señor, no es mi vida una vara flexible
o un caño de aluminio. No puede torcerse a placer.
piense usted que es la vida de un ser humano
pero disponía de algunos segundos para hablar con
los
Poderosos
y las palabras se atropellaban para salir.
Según pude conocer por los resultados nunca dije
nada
particularmente eficaz. Sólo me derivaban hacia
otras
galerías, corredores, salas de espera
donde las secretarias, los adulones, los
mayordomos
me atendían con muecas de desprecio
el tiempo se consumía en mi descenso
en mi caída libre y lenta
Mi Ángel.
el ángel vino a mí de pronto, me protegió
tenía el rostro de mi madre? hijo, has vuelto
a vivir? Tenía algún tiempo más, supuse,
he de enmendar mis criterios, los actos deben
ser cambiados. Pero permanecí irreductible
hoy podría haber sido ayer o quizás mañana
nada cambiaría, en todo caso
hubiera sido un accidente más, una pequeña nota
en los periódicos, algún obituario,
vendría el carpintero a reparar la madera
el vidriero cambiaría el vidrio por uno nuevo,
brillante,
la trampa estaría servida otra vez
dando trabajo a otro ángel. ?Vés, no quieres
reconocer
cuando te equivocas?. ?Lo sé, madre, es que
siempre
he vivido equivocado. No sé vivir de otra manera?.
AQUÍ SE DICE CÓMO ESTABA DOLIENTE DON SANCHO JIMENO PORQUE NADIE VENÍA DE CARTAGENA A AYUDARLO
Canta la rana, cojea la lluvia,
la mar es zozobra que salva el rocío,
preludio de nada que prende en el tiempo,
crueldad del asombro que queda en el grito,
cadáver, cadáver del día que muere perdido.
La noche se orilla,
borda el lucero la voz del arrullo,
estatua de un sueño que crece en el mármol,
piratas sin figado que viandan la historia,
malvados sin facha,
se suenan las ñatas,
se dan puntapiés,
se comen los mangos, chorrean las patillas,
el zumo es esmalte que prueba la sangre,
perfume que sube chirriando a los montes,
canción que se pierde en la boca más agria,
saliva que espesa con velos la tarde.
AQUÍ PARECIÓLE AL REY SOL QUE DEBÍA GANAR OTRA BATALLA,LA DEL VERBO Y POR ESO SE EMPEÑÓ EN REPETIR DE OTRA FORMALO MISMO QUE ANTES DIJO
Segunda versión para la carisma Corte
Qué umbría tiene la España
que ni cabestros ni espuelas,
sólo pellejos os cuelgan
en los bocios y en las crestas:
quintales por posaderas
y tetas por las hombrías.
Qué malandrín hizo hechizo,
qué diablos tajó las glorias:
que sólo derrotas os quedan desde Flandes a Pavía.
Vengan pues mis señores
que la cena está servida:
manatí os doy por carne
y Useñorías:
por vuestras madres
¡Qué vaina!
Tomado de:
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