El mal del siglo
El paciente:
Doctor, un desaliento de la vida
que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
el mal del siglo… el mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
desprecio por lo humano… un incesante
renegar de lo vil de la existencia
digno de mi maestro Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis…
El médico:
—Eso es cuestión de régimen: camine
de mañanita; duerma largo, báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho,
¡lo que usted tiene es hambre!…
PSICOPATÍA
El parque se despierta, rie y canta
en la frescura matinal... La niebla,
donde saltan aéreos surtidores,
de arcos iris se puebla
y en luminosos velos se levanta.
Su olor esparcen entrearbiertas flores,
suenan en las ramas verdes pío pío
de los alados huspedes cantores,
brilla en el césped húmedo el rocío...
¡Azul el cielo! ¡Azul!... Y la suave
brisa que pasa, dice:
¡Reid! ¡Cantad! Amad! ¡La vida es fiesta!
¡Es calor, es pasión, es movimiento!
Y forjando en las ramas una orquesta,
con voz grave lo mismo dice el viento
y, por el entre el sutil encantamiento
de la mañana sonrosada y fresca,
de la luz, de las yerbas y las flores,
pálido, descuidado , soñoliento,
sin tener en la boca una sonrisa
y de negro vestido
un filósofo joven se pasea,
olvida luz y olor primaverales,
e impertérrito sigue en su tarea
de pensar en la muerte, en la conciencia
y en las causas finales.
Lo sacuden las ramas de azalea,
dádonle el aire el aromado aliento
de las rosadas flores,
lo llaman unos pájaros, del nido
do cantan sus amores,
y los cantos risueños
van por entre el follaje
estremecido
a suscitar voluptuosos sueños
y él sigue su camino, triste, serio
pensando en Fichete, en Kant, en Vogt, en Hegel,
¡ y del yo complicado en el miserio!
La chicuela del médico que pasa,
una rubia adorable, cuyos ojos
arden como una brasa,
abre los ojos húmedos y rojos
y le pregunta al padre; enternecida...
-Aquel señor, papa, ¿de qué está enfermo,
que tristeza le anubla así la vida?
Cuando va a casa a verle a usted, me duermo;
tan silencioso y triste... ¿qué mal sufre?...
... Una sonrisa el profesor contiene,
mira luego una flor, color de azufre,
oye el canto de un pájaro que viene,
y comienza de pronto, con descaro...
-Ese señor padece un mal raro
qie ataca rara vez a las mujers
y poca a los hombres..., ¡hija mia!
Sufre ese mal: ... pensar...; es la causa
de su grave y sutil melancolía...
El profesor después hace una pausa
y sigue... -En las edades
de bárbaras naciones,
serias autoridades
curaban ese mal dando cicuta,
encerrando al enfermo en las prisiones
o quemándolo vivo... ¡Buen remedio!
Curación decisiva y absoluta
que cortaba de lleno la disputa
y sanaba al paciente... Antes... Ahora
el mal reviste tantas formas graves,
la invasiión se dilata aterradora
y no lo curan polvos ni paisajes;
en vez de prevenirlos los gobiernos
lo riegan y estimulan,
tomos gruesos, revistas y cuadernos
revuelan y circulan
y dispersan el germen homicida...
El mal, gracias Adios, no es contagioso
y lo adquieren muy pocos en la vida,
sólo he curado a dos... Les dije:
" Mozo, vayase usted a trabajar, de lleno,
en una fragua negra encendida
o en un bosque espesísimo y serenos;
machaque hierro hasta arrancarle chispas
o tumbe viejo troncos seculares
y logre que lo piquen las avispas;
si lo prefiere usted, cruce los mares
de grumete en un buque, duerma, coma,
muévase, grite, forcejee y sude,
mire la tempestad cuando se asoma,
y los cables de popa ate y anude
hasta hacerse diez callos en las manos
y limpiarse de ideas el cerebro..."
Ellos lo hicieron y volvieron sanos...
"Estoy tan bien doctor..." -Pues lo celebro!
Pero el joven aquél es caso grave,
como conozco pocos,
más que cuantos nacieron piensa y sabe;
ira a pasar diez años con los locos
y no se curará sino hasta el día
que duerma a sus anchas
en una angusta sepultura fría,
lejos dle mundo y de la vida loca,
entre un negro ataúd de cuatro planchas,
¡con un montón de tierra entre la boca!
Tomado de:
Midnight Dreams
Anoche, estando solo y ya medio dormido,
mis sueños de otras épocas se me han aparecido.
Los sueños de esperanzas, de glorias, de alegrías
y de felicidades que nunca han sido mías,
se fueron acercando en lentas procesiones
y de la alcoba oscura poblaron los rincones
hubo un silencio grave en todo el aposento
y en el reloj la péndola detúvose al momento.
La fragancia indecisa de un olor olvidado,
llegó como un fantasma y me habló del pasado.
Vi caras que la tumba desde hace tiempo esconde,
y oí voces oídas ya no recuerdo dónde.
.....................................................................................
Los sueños se acercaron y me vieron dormido,
se fueron alejando, sin hacerme ruido
y sin pisar los hilos sedosos de la alfombra
y fueron deshaciéndose y hundiéndose en la sombra.
Tomado de:
Zoospermos
El conocido sabio Cornelius Von Ken-Rinegen,
que disfrutó en Hamburgo de una clientela enorme
y que dejó un in-folio de mil quinientas páginas
sobre hígado y riñones,
abandonado luego por todos sus amigos,
murió en Leipzig, maniático, desprestigiado y pobre,
debido a sus estudios de los últimos años
sobre espermatozoides.
Frente de un microscopio que le costó un sentido,
obra maestra y única de un óptico de Londres,
la vista recogida, temblándole las manos,
ansioso, fijo, inmóvil,
reconcentrado y torvo, como un fantasma pálido,
a media voz decía: "Oh, mira cómo corren
y bullen y se mueven y luchan y se agitan
los espermatozoides!
"¡Mira! si no estuviera perdido para siempre;
si huyendo por caminos que todos no conocen
hubiera al fin logrado tras múltiples esfuerzos
el convertirse en hombre,
corriéndole los años hubiera sido un Werther
y tras de mil angustias y gestas y pasiones
se hubiera suicidado con un Smith & Wesson
ese espermatozoide.
"Aquel de más arriba que vibra a dos milímetros
del Werther suprimido, del vidrio junto al borde,
hubiera sido un héroe de nuestras grandes guerras.
¡Alguna estatua en bronce
hubiera recordado, cual vencedor intrépido
y conductor insigne de tropas y cañones,
y general en jefe de todos los ejércitos,
a ese espermatozoide!
"Aquel hubiera sido la Gretchen de algún Fausto;
ese de más arriba un heredero noble,
dueño a los veintiún de algún millón de thallers
y un título de conde;
aquel, un usurero; el otro, el pequeñísimo,
algún poeta lírico; y el otro, aquel enorme,
un profesor científico que hubiera escrito un libro
sobre espermatozoides!
Afortunadamente, perdidos para siempre
os agitáis ahora, ¡oh, puntos que sois hombres!
entre los vidrios gruesos traslúcidos y diáfanos
del microscopio enorme;
afortunadamente, zoopermos, en la tierra
no creceréis poblándola de dichas y de horrores:
dentro de diez minutos todos estaréis muertos,
¡hola, espermatozoides!
Así el ilustre sabio Cornelius Von Ken-Rinegen,
que disfritó en Hamburgo de una clientela enorme
y que dejó un in-folio de mil quinientas páginas
sobre hígado y riñones,
murió en Leipzig, maniático, desprestigiado y pobre,
debido a sus estudios de los últimos años
sobre espermatozoides.
Tomado de:
Juntos los dos
Juntos los dos reímos cierto día...
¡Ay, y reímos tanto
Que toda aquella risa bulliciosa
Se tornó pronto en llanto!
Después, juntos los dos, alguna noche,
Reímos mucho, tanto,
Que quedó como huella de las lágrimas
Un misterioso encanto!
Nacen hondos suspiros, de la orgía
Entre las copas cálidas
Y en el agua salobre de los mares,
Se forjan perlas pálidas!
Mariposas
En tu aposento tienes,
En urna frágil,
Clavadas mariposas,
Que, si brillante
Rayo de sol las toca,
Parecen nácares
O pedazos de cielo,
Cielos de tarde,
O brillos opalinos
De alas suaves;
Y allí están las azules
Hijas del aire,
Fijas ya para siempre
Las alas ágiles,
Las alas, peregrinas
De ignotos valles,
Que como los deseos
De tu alma amante
A la aurora parecen
Resucitarse,
Cuando de tus ventanas
Las hojas abres
Y da el sol en tus ojos
Y en los cristales!
Idilio
-Ella lo idolatró y Él la adoraba...
-Se casaron al fin?
-No, señor, Ella se casó con otro
-¿Y murió de sufrir?
-No, señor, de un aborto.
-¿Y Él, el pobre, puso a su vida fin?
-No, señor, se casó seis meses antes
del matrimonio de Ella, y es feliz.
Estrellas fijas
Cuando ya de la vida
el alma tenga, con el cuerpo, rota,
y duerma en el sepulcro
esa noche, más larga que las otras,
mis ojos, que en recuerdo
del infinito eterno de las cosas,
guardaron sólo, como de un ensueño,
la tibia luz de tus miradas hondas,
al ir descomponiéndose
entre la oscura fosa,
verán, en lo ignorado de la muerte,
tus ojos, ... destacándose en las sombras.
A un pesimista
Hay demasiada sombra en tus visiones,
algo tiene de plácido la vida,
no todo en la existencia es una herida
donde brote la sangre a borbotones.
La lucha tiene sombra, y las pasiones
agonizantes, la ternura huída,
todo lo amado que al pasar se olvida
es fuente de angustiosas decepciones.
Pero, ¿por qué dudar, si aún ofrecen
en el remoto porvenir oscuro
calmas hondas y vívidos cariños
la ternura profunda, el beso puro
y manos de mujer, que amantes mecen
las cunas sonrosadas de los niños?
Las noches del hogar
Amo las dichas del hogar sencillo
Apetezco su plácido cariño
Yo quiero que descanse en mis rodillas
La rubia cabecita de algún niño.
Tomado de:
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