viernes, 4 de diciembre de 2015

POEMAS DE ALEXANDER BLOK


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Rusia 1880 - 1921



La noche, la droguería, la calle, el farol


La noche, la droguería, la calle, el farol,
Mundo absurdo e insípido.
Vive aunque sea un cuarto de siglo más
Y todo será lo mismo. No hay salida.

Morirás --empezarás otra vez desde el comienzo.
Todo se repetirá como antaño:
La noche, el helado escarceo en el canal,
La droguería, la calle y el farol.

1912

Hoy no recuerdo lo que ayer pasó


Hoy no recuerdo lo que ayer pasó.
En la madrugada olvido lo de la tarde anterior.
En los días blancos extravío el fuego
Y en las noches ya no evoco los días.

Pero, ante la muerte, en la hora decisiva,
Todos los días y noches nos pasan por la mente
Y entonces --en el bochorno, en la estrechez--
Es sumamente doloroso soñar
En todo lo hermoso que se fue.
Deseas levantarte y no puedes:
Es de noche.


Cuanto más se quiere


Cuanto más se quiere descansar
Tanto más horrible se hace la vida;
La neblina húmeda se arrastra desde los campos,
La neblina húmeda penetra al pecho.
Arrastrándose por el terciopelo de la noche...
Olvida que hubo la vida,
Que la vida habrá, olvida...
Se arrastran desde los campos las tinieblas  nocturnas...
Solo uno, solo uno,
Quedarse dormido, quedarse dormido...
Pero de todas maneras
Alguien te despertará.

Versión de Samuel Feijoo y Nina Bulgákova



El viento irrumpe, aúlla la nieve...


El viento irrumpe, aúlla la nieve,
Y en la memoria por un instante resurge
Aquel lugar, aquella orilla lejana...
Las flores débiles bajo la escarcha se marchitaron...

Y mis antiguas afecciones
Susurran como la hierba seca...
Es de noche. Y en la noche, por un sendero tupido
Voy hacia el abismo cubierto de nieve...

La noche, el bosque y la nieve. Y yo llevo
El peso odioso de los recuerdos...
De pronto, allá, se divisa una casita en un claro
Y una muchacha canta en el bosque.
6 de enero de 1912
Versión de Jorge Bustamante García



Hoy no recuerdo lo que ayer pasó...


Hoy no recuerdo lo que ayer pasó
En la madrugada olvido lo de la tarde anterior
En los días blancos extravío el fuego
Y en las noches ya no evoco los días.

Pero, ante la muerte, en la hora decisiva,
Todos los días, y noches nos pasan por la mente
Y entonces ,-en el bochorno, en la estrechez-
Es sumamente doloroso soñar
En todo lo hermoso que se fue.
Deseas levantarte y no puedes
Es de noche.
3 de febrero de 1909
Versión de Jorge Bustamante García



La bruma nocturna


La bruma nocturna me sorprendió en el camino.
Tras la espesura la luna lanzó su mirada.
El caballo fatigado daba inquietos golpes con las pezuñas;
tranquilo de día, extrañaba la noche.
Sombrío, inmóvil, soñoliento,
el conocido bosque me aterraba
y hacia el claro plateado por la luna
dirigí el paso del caballo resoplante.
Se extiende en la lejanía la neblina del pantano,
pero de plata fulgura la iglesia de la colina.
Y detrás de la colina del bosquecillo del valle,
en la oscuridad se oculta mi casa.
El caballo fatigado acelera el paso hacia su destino.
Centellean las luces de un pueblo extraño.
A la orilla del camino prenden en rojo
las hogueras de los pastores, como faros.

De "Los doce y otros poemas".
Versión de Clara Janés




La noche, la droguería, la calle, el farol...


La noche, la droguería, la calle, el farol,
Mundo absurdo e insípido.
Vive aunque sea un cuarto de siglo más
Y todo será lo mismo. No hay salida.

Morirás -empezarás otra vez desde el comienzo
Todo se repetirá como antaño:
La noche, el helado escarceo en el canal,
La droguería, la calle y el farol.
1912
Versión de Jorge Bustamante García



Los poetas


En las afueras de la ciudad crece solitario un barrio
Sobre una tierra movediza y pantanosa.
Allí viven los poetas y se saludan
Unos a otros con una sonrisa arrogante.

El día se levanta inútil y radiante
Sobre este triste pantano:
Sus habitantes lo dedican al vino
Y al trabajo arduo y persistente.

Cuando se emborrachan se juran amistad,
Conversan cínica y despiadadamente
Hasta el amanecer. Luego, entregados a su pasión
Trabajan cual necios sin remedio.

De pronto, salen a rastras de sus buhardillas
Para mirar cómo arde el mar entre la tarde:
Con los ojos abiertos quedan cautivados
Por las trenzas doradas de las muchachas que pasan.

Enternecidos sueñan el Siglo de Oro,
Amigablemente riñen a sus editores
Y lloran con amargura sobre una florecilla
O sobre alguna nubecilla perlada

¡Así viven los poetas, amigo lector!
Quizás tú pienses que todo esto sea peor
Que tus diarios débiles y vanos esfuerzos,
Que tu charco pequeño burgués.

No, querido lector, mi crítico ciego
Por lo menos los poetas tienen
Sus musas sus nubecillas, su Siglo de Oro,
¡Todo lo que para ti es inaccesible...!

Tú estas a gusto contigo mismo, con tu esposa,
Con tu vida reducida,
Pero los poetas sufren de dipsomanía mundial
Y para ellos es poco una vida así.

No importa que mueran, como perros, tras la valla
O que la vida los haya enlodado.
Creen que algún Dios los trajo aquí
Para que besaran la ventisca y la nieve...

24 de julio de 1908
Versión de Jorge Bustamante García



Madrugada en Moscú


Es delicioso levantarse muy temprano
Y percibir las huellas frescas en la arena.
Es delicioso recordarte así
Saber que estás conmigo.

Yo te amo, primor mío,
Despreocupada juventud mía
Y la transparente ternura del Kremlin,
En esta mañana, es como tu propio encanto.
Versión de Jorge Bustamante García



Oh, primavera inabordable y sin final...


Oh, primavera inabordable y sin final,
Inabordable y sin final como los sueños.
Te reconozco, vida. Te asumo.
Y bajo el tintineo de broqueles te saludo.

Yo te acojo, mala suerte,
Y doy mi bienvenida a los aciertos
Pues no hay nada oprobioso en los encantados
Paisajes del llanto, ni en el misterio de la ventana,

Asumo las discusiones que desvelan
La madrugada en las oscuras cortinas de la ventana,
Para que la encantadora primavera
Excite mis miradas dilatadas.

Asumo las aldeas desérticas
Y los pozos de las ciudades terrenales,
La diáfana extensión de los cielos
y la candidez de los trabajos serviles.
Yo salgo, vida, a tu encuentro en el umbral
Con los cabellos rizados por el viento impetuoso
Y el enigmático nombre de Dios
En los labios fríos y apretados...

Ante la hostilidad de este encuentro
Siempre me defiendo,
Tú nunca eres accesible
¡Y el sueño embriagador se nos escapa!

Y miro y sospecho esta hostilidad,
Odiando, maldiciendo y amando:
Por el suplicio, por la muerte,
Pero de todas formas yo te asumo, vida!
24 de octubre de 1907
Versión de Jorge Bustamante García


A la musa. 


Hay en tus melodías escondidas
de nuestro fin la noticia fatal.
Llevas la maldición de Dios, y llevas
la profanación de la felicidad.

Hay en ti una fuerza tan fascinante
que me apresto a acusarte yo también
de perder a los seres candorosos
seduciéndolos con tu esplendidez.

Cuando te burlas de la fe sagrada
de golpe veo encenderse en ti
una corona que ya he visto antes,
sin forma clara, purpurina y gris.

¿Es del Bien o del Mal? Eres misteriosa,
y de mil modos se habla de ti:
Musa y Milagro eres para unos;
Infierno y Dolor eres para mí.

¿Por qué no he perecido en la mañana,
cuando el insomnio se llevó el vigor,
y en cambio al entrever tu rostro frío,
consuelos suplicaba a tu favor?

Desearía que fueses mi enemiga.
Pero, ¿por qué me brindaste el presente
de las flores, el cielo, las estrellas
y la maldición de tus bellas fuentes?

Más pérfidas que las noches del Norte,
más embriagantes que el vino de Aí,
más breves que el amor de las gitanas,
fueron tus viles besos para mí.

En el violar las cosas más sagradas
tuve una maligna satisfacción,
y en tus amores, como la hiel amargos,
locas delicias tuvo el corazón.




EL CAMPO KULIKOVO 


(La batalla con los tártaros, en 1380) 

Se desarrolla el río. Lento fluye y triste, 
va bañando sus riberas. 
Sobre la arcilla estéril del barranco se entristecen 
los almiares de la estepa. 

¡Oh, amada Rusia mía! Es tan claro el camino 
que hasta causa dolor. 
El mismo camino donde antigua flecha tártara 
nos atravesó el corazón. 

Nuestro camino: la estepa, el dolor infinito, 
¡oh, Rusia, tu dolor! 
Pero hoy ni las tinieblas nocturnas y extrañas 
pueden causarme temor. 

¡Que se haga la noche! Llegaremos. Las hogueras, a lo lejos, 
por la estepa alumbrarán. 
En el humo lejano brillará sacra bandera 
junto al acero del jan... 

¡Y el combate eterno! Sólo soñamos con la quietud 
entre la sangre y la tierra... 
Vuela, vuela, indomable, la yegua de la estepa 
y va aplastando las hierbas. 

¡Y no hay fin! Escarpas y llanos van pasando... 
¡Detenedla! ¡Que no escape!... 
Corren, corren las nubes asustadas. 
¡El poniente está en sangre! 

¡El poniente está en sangre! ¡Del corazón sangre fluye! 
Llora, llora, corazón... 
¡No hay paz! La yegua indomable de la estepa 
huye, loca de furor. 

De Patria 
1908
 


 

RUSIA 


Rusia, Rusia desdichada... 
Para mí tus cabañas pardas, 
tus canciones llenas de viento, 
son como las primeras lágrimas de amor. 

No sé compadecerme de ti 
y llevo cuidadosamente mi cruz... 
Entrega tu belleza audaz 
a cualquier hechicero. 

Deja que te atraiga y que te engañe. 
No te perderás, no te acabarás. 
Tan sólo nublarán tu rostro bello 
los pesares y cuidados. 

¿Qué importa? Un cuidado más: 
otra lágrima que se vierte al río; 
pero tú no cambiarás: selvas y llanuras, 
y un pañuelo floreado que cae hasta las cejas. 

Y lo imposible es posible; 
el camino largo es fácil, 
cuando brilla a lo lejos 
la mirada fugaz bajo el pañuelo, 
cuando resuena con honda tristeza 
el canto sordo del cochero. 

De Patria 
1908
 


 

LOS QUE NACIERON... 


Los que nacieron en época oscura 
ya no se acuerdan de sus caminos. 
Nosotros, criaturas de los años terribles de Rusia, 
nada podemos olvidar. 

¡Años devastadores! 
¿Lleváis noticias de locura o de esperanza? 
Hay un reflejo sangriento en las caras: 
de días de guerra, de días de libertad. 

Hay silencio: es el rumor de la alarma 
que encadenó los labios. 
En corazones una vez arrobados 
hay vacío fatal. 

Que vuelen sobre nuestro lecho de muerte 
las ruidosas bandadas de cuervos. 
Los más dignos, oh, Señor, 
verán tu reino todavía. 

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