lunes, 14 de diciembre de 2015

POEMAS DE JOSÉ MARÍA FONOLLOSA

fonollosa3

(España 1922- 1991)



WHITEHALL STREET



Yo le tenía miedo. No sabía 
que un delgado cuchillo entra en la carne 
sin despertar la piel. Como entra el frío. 
Como una piedra agujerea el agua.


Pensaba que su grito subiría, 
como una lagartija, por mi brazo, 
haciendo que soltara mi cuchillo. 
¿Qué debe uno decir en estos casos?


Pensaba que en sus ojos hallaría 
la sonrisa cansada de la noche. 
Aquella que yo solo causaba. Antes. 
Pero no hubo mirada ni hubo grito.


Un delgado cuchillo entra en la carne 
sin despertar la piel. Como entra el frío. 
Y sabe hallar la vida allí escondida 
con rápido sigilo. Sin esfuerzo.


No hubo mirada, no. Tampoco grito. 
Fue muy fácil. Tan fácil que aún me asombro. 
No llego a comprender por qué hay quien teme 
matar, cuando resulta algo tan fácil. 



BEAVER STREET



Para lucirla por la calle, hermosa. 
Y para convivir, la razonable 
belleza que Lucrecio aconsejaba. 
Pero para la cama más bien fea.


La hermosa y casi hermosa se te tienden 
en el lecho y esperan muy seguras 
el rápido homenaje que merecen. 
Mas son algo pasivas. Y con límites.


La chica más bien fea, sin embargo, 
agradece el haber sido elegida 
entre otras de más bellas. Participa 
con mayor entusiasmo en el amor.


La oscuridad ambiente la sitúa 
en plano de igualdad ante la estética. 
Y un ciego guía a un ciego, mas los dos 
-los cuerpos- hallan juntos sus caminos.


Y deja hacer y accede de buen grado 
a cuanto la requiera aquel momento. 
Para pasarlo bien en una cama 
escoged una chica más bien fea. 



WILLIAM STREET



Las mujeres que quiero van con otros.


Cuando pasan prendidas de otros brazos 
miro a la que se apoya en mí y compruebo 
que yo me he equivocado de mujer. 
La gracia enrojecida de una risa,


el rumor tembloroso de un silencio, 
la mirada furtiva que nos dice 
que está la dicha allí, en aquellos ojos... 
Esas cosas descubro sólo en otras.


Yo sé que lo que anhelo no anda lejos: 
veo como ellas pasan de otros brazos. 
Y trato de encontrarlo, incluso en ellas. 
Mas siempre me equivoco de mujer.


Las mujeres que quiero van con otros. 





WORTH STREET



Un hombre muerto es nada. Sólo un bulto 
pequeño, ahí tirado sobre el suelo.


Su incómoda postura en la calzada, 
molesta de aquel peso tan inmóvil, 
más bien causa aversión que no respeto.


No hay grandeza en la muerte de esos hombres 
que mueren, o los matan, en la calle. 



NO A LA TRANSMIGRACIÓN EN OTRA ESPECIE


No a la transmigración en otra especie.
No a la post vida, ni en cielo ni en infierno.
No a que me absorba cualquier divinidad.
No a un más allá, ni aun siendo el paraíso
reservado a islamitas, con beldades
que un libro garantiza siempre vírgenes.
Porque esos son los juegos para ingenuos
en que mi agnosticismo nunca apuesta.
Mi envite es al no ser. A lo seguro.
Rechaza otro existir, tras consumida
mi ración de este guiso indigerible.
Otra vez, no. Una vez ya es demasiado.

  9

Miro a mi alrededor. De la penumbra
surgen enamorados que se besan.
Otros siguen el film atentamente.

¿Será, quizá, el amor lo que han logrado?
¿O sólo una muchacha a quien besar
como las que yo llevo algunas veces?

Seguro que hay amor. Como el del cine,
como aquel que palpita entre los libros
o el que uno se imagina estando a solas.

Mas yo no tuve suerte. O persistencia.
No sé de un gran amor. Sí de pequeños.
Únicamente rozo muestras nimias.

Breves, menudos cielos para el tacto,
los sentidos. Tristeza que da al alma
diminuto dolor. Amor pequeño.

Sólo un amor minúsculo y no obstante
me creo tan capaz de un amor grande,
de ese amor que aparece en libros, cine...


            11

Y ha de ser cada día más difícil.
Ya no se acercará a mí desde el alba.
Su tierna adolescencia detendrían
letreros de «Prohibido», «No», «Ya es tarde».

¿De dónde llegará? Si en su figura
deslumbra el mediodía, otros amores
habrán puesto en su oído usados sueños.
Y con cierta aprensión ambos tendríamos
que perdonar minucias trascendentes.

Cubrir con alegría la tristeza
de no habernos hallado el uno al otro
en la estación de amar, cuando se es joven.
¿Y si nunca llegara yo a encontrarla?




            14

Los nudillos golpean los cristales
de un bar en una esquina. Hasta mí arriba
mi nombre que me busca entre la lluvia.

Es grato oír el nombre que uno lleva.

Es grato descubrir que uno aún importa.
Que importa a sus amigos que le llaman
cuando pasa uno andando por la calle.


            

            18

Ya no me inquieren: -«¿Cómo van tus libros?
 A ver si los envías a algún premio
de esos tan millonarios que hay a espuertas
y te haces rico y célebre en un día».

Yo siempre contestaba con despego:
-«No confío en los premios. Lo que escribo
es muy original, muy diferente
a lo que están haciendo los demás».

Tal vez ahora ya saben que mandaba
en verdad mis trabajos a concursos,
sin que mi nombre nunca apareciese
ni siquiera en la precia selección.


19

Y pateé con tesón la senda ingrata,
sembrada de esperanzas y amarguras,
de las editoriales. Fortalezas
altivas. Dura piedra. Inexpugnables.

Nunca el Departamento Literario
requirió mi presencia a su oficina.
Y siempre el manuscrito repelido
regresaba apenado hacia mi casa.

Me faltaba el marchamo seductor
de un nombre consagrado. Me daba ánimos:
-«Les conturba mi modo de expresarme».
Me exculpaba: -«Me avanzo a los de mi época».

De súbito comprendo que el constante
gotear del trato unánime avisaba
que mis textos quedaban por debajo
del listón que marcaba cotas mínimas.

Me sobrevaloré demencialmente.
Confundí vocación por mi deseo.
Pugnaba para ser un elegido
y ni estaba en el grupo de llamados.

            40


Subo las escaleras de mi casa
despacio, descontento, taciturno.
Tan sólo un pensamiento me conforta:

Las casas están llenas de frustrados.
De seres, como yo, sin aptitudes
para ser singulares en enjambres
pese a aspirar brillara su luz propia.

Y poco a poco fueron acogiéndose
a un amor, profesión, final destino
que no era el que anhelaran. Y están solos.


Water street


El mundo nos resulta ajeno, inhóspito. 
              Debiera ser destruido por completo. 
              Construir un mundo nuevo sin sus ruinas. 
              
              Y estrenar una vida diferente. 
              
              Pero al pasar el tiempo el nuevo mundo 
              tampoco hallarán propio nuevos hombres.. 
              También ellos querrán un mundo nuevo. 
              
              Mejor fuera destruirlo y no hacer otro.          


Broadway



El amor es un juego apasionante 
y el mejor sustituto del amor.               
De aquel amor inmenso, el amor único, 
que uno halla varias veces por el tiempo.               

El recíproco amor es lo más bello. 
Lo sabemos los dos. Pero es muy grande               
el vacío que se abre entre el amor 
que se ha ido y el amor que aún no ha llegado.               

¿Por qué llenarlo, pues, con la tristeza 
si es posible colmarlo de sonrisas?               

Si se ha ocultado el sol pueden los faros 
del coche iluminar la carretera.               
Mientras llega otro amor buscando el nuestro 
juguemos, sólo juego, a enamorarnos.               

Juguemos a querernos, sin querernos, 
hasta el día en que alguno de los dos               
vuelva a sentir amor por cualquier otro. 
El amor es hermoso aun como juego.               



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