sábado, 19 de diciembre de 2015

Poemas de Horacio Benavides

Benavides II
(Colombia, 1949)


 Baja el niño
la escala
leve como su sombra

Mira el espejo
donde los sauces
velan su cara

Oye cantar
la ausencia
sobre el ciprés

El río lo espera
la nave azul
su vela blanca
Tarde sabrás
que eran imprescindibles
la silla la mesa tu perro
la flor que no veías

que el mundo era tu espejo
que ido
te marcharías con él
y te dejarías solo
boca arriba
mudo

 Solo va el hombre
solo en su mula

la luna pone en camino
a los dos jinetes

una mula es de silencio
la otra de casco sonoro

un jinete va por el puente
el otro por el río

los dos se encontrarán
cuando entren en lo oscuro

 Agua


Agua de la mañana
agua cercana
que nadie ve

Agua de la fuente
que siempre dice
lo que se olvida

Agua de la cisterna
sombra del agua
para tu sed

El poeta se queja de su suerte


Sé que han hecho de mi vida historia
De mi vida
que huyendo del tiempo
se refugió en la poesía

Sé que han disertado
en minuciosos ensayos
sobre lo que puse en el papel
mas yo me desconozco


Bagdad a oscuras


Cuando de la herida del niño

empezó a brotar

la dulce agua del sueño
y la anciana

hubo apagado

con sus dedos la última llama
y los perros sin dueño

se entregaron

a su suerte
en el abandono

de la ciudad en ruinas

se escuchó de nuevo

la antiquísima voz de la sangre
He llegado a saber

oh rey afortunado...
 

31

Como a veces un nombre familiar

se nos olvida

y repetimos nombres

para tratar de hallarlo,

así se te olvidará

tu propio nombre

Y no tendrás

libreta de teléfonos

cuaderno de apuntes

donde apoyarte

Y de uno en uno

los nombres serán ríos,

ninguno el tuyo,

y el tiempo del desvelo
 
Una pausa en el atormentado corazón de Hamlet
Mientras duerme el joven Tiempo

bajo el manzano de oro

Ofelia se encamina hacia la muerte
Le llama el agua

le siguen las flores
Flota en tanto dura el poema

en su boca
Un ala sobre el atormentado corazón

mas nadie podría detener la música
Silencio o noche

y el loto para siempre

Ricardo Reis ha vuelto a Lisboa


He vuelto a la orilla del río
y te he visto salir Lidia
del pasado que no regresa
Te has sentado junto a mí
plena de palabras no dichas
pagana y sosegadamente triste
con la fragancia de las rosas
en la memoria de las manos
En este crepúsculo
oro mate y azul
en que la noche va entrando
como una nave oscura
en el puerto

Donde estuvo el sueño


Has vuelto
Tu boca ha madurado
en el hilo invisible
del verano
Dunas barridas por el viento
y el deseo de posar los labios
en los pliegues de la arena
Aroma de flores
no vistas
Acaricio tus manos
e igual que entonces
me inclino al vacío

Como migas de pan en el bosque


Días de una hermosura desconocida
levantados con palabras
¿cómo puedes ahora nombrar las cosas
con palabras tan frías?

Escucho en mi sueño caer
el árbol de tu voz

Yo que al sólo pronunciar tu nombre
enfrentaba con alegría caminos atroces
entré en el bosque
confiando en tus palabras
y no las encuentro para volver


 La mariposa de tu alma cruzando el abismo

En memoria de Javier Benavides

Una tarde de regreso a casa
escuchaste una música extraña
el crujir de mínimas armas
airados metales

En el barranco de tierra cuarteada
diste con un nido de alacranes
enloquecidos de vida

Barquero
hazle un puesto en tu nave
a este muchacho
que quizás olvidó su moneda

Piensa que no es poco
escuchar una música
jamás oída


ENTRE EL SUEÑO Y EL SOL


Un pájaro canta
entre torres de piedra
Hondo en la cima
suelta su liana
de estrellas
El bosque cierne
su matinal ausência
y es bello
el cuerpo desnudo
de la joven
que ligeramente tiembla
en la orilla
del círculo de agua
En esta clara hora
que relampaguea
en la ventanilla oscura
de un tren

UNA HOJA CRUZA LA VENTANA


Abre las ventanas
y airea nuestra casa
la hermana desconocida
Bella muchacha
de la que solo oímos
sus pasos
Canta en otra parte
en tanto riega
el jardín de piedras
Pasa rozándonos
su frescura de áaua
su íntima ausência


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