sábado, 26 de diciembre de 2015

POEMAS DE DULCE MARÍA LOYNAZ

Amor es..., el poema de Dulce María Loynaz
(Cuba 1902- 1997)

LOURDES


Esta muchacha esta pintada
en un papel de arroz que es transparente
a la luz; ella vuela en su papel
al aire... Vuela con las hojas secas
y con los suspires perdidos.
Es la muchacha de papel y fuga;
es la leve, la ingrávida
muchacha de papel iluminado,
la de colores de agua...
La que nadie se atrevería
a besar por el miedo de borrarla...


LA ORACIÓN DE LA ROSA


Padre nuestro que estás en la tierra; en la fuerce
y hermosa tierra;
en la tierra buena;

Santificado sea el nombre tuyo
que nadie sabe; que en ninguna forma
se atrevió a pronunciar este silencio
pequeño y delicado..., este
silencio que en el mundo
somos nosotras,
las rosas...

Venga también a nos, las pequeñitas
y dulces flores de la tierra,
el tu Reino prometido...,

Hágase en nos tu voluntad, aunque ella
sea que nuestra vida sólo dure
lo que dura una tarde...

El sol nuestro de cada día, dánoslo
para el único día nuestro...

Perdona nuestras deudas
-la de la espina,
la del perfume cada vez mas débil,
la de la miel que no alcanzó
para la sed de dos abejas...-,
así como nosotras perdonamos
a nuestros deudores los hombres,
que nos cortan, nos venden y nos llevan
a sus mentiras fúnebres,
a sus torpes o insulsas fiestas...

No nos dejes caer
nunca en la tentación de desear
la palabra vacía - ¡el cascabel
de las palabras!...-,
ni el moverse de pies
apresurados,
ni el corazón oscuro de
los animales que se pudre...
Mas líbranos de todo mal.
Amen.


LA SONRISA


Viendo allí todavía la sonrisa
de aquel Cristo tan pálido yo estaba:

Y era apenas sonrisa la imprecisa
medialuna que el labio dibujaba,
la albura melancólica y sumisa
de los dientes, que un poco se dejaba
ver la boca entreabierta...

La camisa
de brocado violeta le tiraba
de los frágiles hombros.

(Plata lisa
y oro rizado en el altar...)

Flotaba
en el silencio el eco de una risa,
de un murmullo que el aire no acababa
de llevar, mientras lánguida y remisa
la gente entre los bancos desfilaba.
Hacía ya algún tiempo que la misa
había terminado y aun volaba
leve el incienso; el soplo de la brisa
deshojaba las rosas y apagaba
los cirios...

La gran puerta de cornisa
barroca lentamente se cerraba
como un plegar de alas...

Indecisa,
sobre la faz del Cristo agonizaba
la luz... Despacio, luego más aprisa,
se puso todo obscuro... No quedaba
más que el Cristo sonriendo en la repisa.

Y cuando el Cristo se borró... yo estaba
viendo allí todavía la sonrisa.


LA HORMIGA


La miel guardé y se me agrió la miel:
-Mariposa con sed junto a mis rosas...-

Guardé la luz y se extinguió en lo obscuro:
-Noche la de tu amor... ¡Y sin auroras...! -

Guarde el beso... y el beso se hizo estrella,
dulzura muerta, claridad remota
y fría... -Tú en la tierra; yo en la tierra...
la tierra dura que se pega... -Ahora
guardo la estrella y me pregunto a veces
qué nueva frialdad será en la hora
de mañana, qué sal aun no probada,
¡qué sombra todavía entre mi sombra!...


TÚ, PAZ MÍA...


Tú, paz mía...
Aceite sobre mi mar en remolino,
gusto, sal de mi vida.

Tú, espejo milagroso
que no reflejas mis tinieblas
y reflejas la luz que ya no es mía...

Tú, jazmín dormido...
Estrella descolgada
para mi cielo tan vacío...




Cheché


                                            (Muchacha que hace flores artificiales)

                                                           Dedico estos veros a la señorita
                                              Mercedes Sardañas, heroina anónima
                                                                                    A ella devotamente


Cheché es delgada y ágil. Va entrada en el otoño.
Tiene los ojos mansos y la boca sin besos...
Yo la he reconocido en la paz de una tarde
como el Hada -ya mustia- de mi libro de cuentos.

Cheché es maravillosa y cordial;
vuela sin alas por calles y talleres.
En invierno hace brotar claveles y rosas y azucenas
con un poco de goma y unas varas de lienzo ...

Esta Cheché hace flores artificiales.
Ella es la abastecedora de escuelas y conventos...
¡La primavera la hace florecer como a tierra virgen!...
Y la deshoja y la sacude en pétalos ...

Ella tiene la altura de los lirios pascuales en sus manos;
y tiene que pasar por sus dedos la mística corona
para la niña de Primera Comunión, enviada desde el cielo ...

Cheché no llora nunca.
Ni necesita cantos en su trabajo largo, silencioso, ligero...
Es seria sin ser agria;
es útil sin ser tosca;
es tierna sin blanduras
y es buena sin saberlo ...

Yo no sé de árbol fuerte más fuerte que su alma...
Ni de violeta humilde comparable a su gesto.
Ni se de ojos de niño más puros que sus ojos,
ni de música grata aún más que su silencio ...

Ella es la Primavera Menor,
la Segadora de prados irreales, de jardines inciertos...
¡Ella es como un rosal vivo!...Como un rosal:
¡Cuando ya hasta las flores su aroma van perdiendo,
yo he encontrado en las flores de Cheché la fragancia de los antiguos mayos,
de los cerrados huertos!...
Más que un clavel me huele a clavel su inocente clavel de trapo...
¡Y más que otras tierras
yo creo que serviría para sembrar una esperanza
la poca tierra humilde y noble de su pecho!...

 



Creación

Y primero era el agua: un agua ronca, sin respirar de peces, sin orillas que la apretaran... Era el agua primero, sobre un mundo naciendo de la mano de Dios... Era el agua... Todavía la tierra no asomaba entre las olas, todavía la tierra sólo era un fango blando y tembloroso... No había flor de lunas ni racimos de islas... En el vientre del agua joven se gestaban continentes...
¡Amanecer del mundo, despertar
del mundo!
¡Qué apagar de fuegos últimos¡
¡Qué mar en llamas bajo el cielo negro¡
Era primero el agua.

 

Criatura de isla

Rodeada de mar por todas partes, soy isla asida al tallo de los vientos... Nadie escucha mi voz, si rezo o grito: Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces, morder mi cola en signo de Infinito. Soy tierra desgajándome... Hay momentos en que él me ciega y me acobarda, en que el agua es la muerte donde floto... Pero abierta a mareas y a ciclones, hinco en el mar raíz roto. Crezco del mar y muero de él... Me alzo ¡para volverme en nudos desatados...! ¡Me come un mar batido por las alas de arcángeles sin cielo, naufragados!



Deseo


Que la vida no vaya más allá de tus brazos.
Que yo pueda caber con mi verso en tus brazos,
que tus brazos me ciñan entera y temblorosa
sin que afuera se queden ni mi sol ni mi sombra.
Que me sean tus brazos horizonte y camino,
camino breve, y único horizonte de carne;
que la vida no vaya más allá... ¡Que la muerte
se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!...




Desprendimiento


Dulzura de sentirse cada vez más lejano.
Más lejano y más vago...
Sin saber si es porque las cosas se van yendo
o es uno el que se va.
Dulzura del olvido como un rocío leve cayendo en la tiniebla...
Dulzura de sentirse limpio de toda cosa.
Dulzura de elevarse y ser como la estrella inaccesible y alta,
alumbrando en silencio...
En silencio,
¡Dios mío!...




Divagación


Si yo no hubiera sido....
¿qué sería en mi lugar?

¿Más lirios o más rosas?
0 chorros de agua
o gris de serranía
o pedazos de niebla
o mudas rocas...

De alguna de esas cosas, la más fría
me viene al corazón que las añora.
Si yo no hubiera sido,
el alma mía repartida
pondría en cada cosa una chispa de amor...

Nubes habría
más que otras nubes lentas...
(¡la nube que podría haber sido!...)
¿En el sitio, en la hora de qué árbol estoy,
de qué armonía más asequible y útil?

Esta sombra tan lejana parece que no es mía.
Me siento extraída en mi ropaje
y rota en las aguas,
en la monotonía del viento sobre el mar,
en la paz honda del campo,
en el sopor del mediodía!...

¡Quién me volviera a la raíz remota
sin luz, sin fin, sin término y sin vía!






El cántaro azul


Al atardecer iré  
con mi cántaro azul al río,  
para recoger la última  
sombra del paisaje mío.  

Al atardecer el agua  
lo reflejará muy vago;  
con claridades de cielo  
y claridades de lago...  

Por última vez el agua  
reflejará mi paisaje.  
La cogeré suavemente  
como quien coge un encaje... 

Serán al atardecer  
más lejanas estas cosas...  
Más lejanas y más dulces,  
más dulces y más borrosas.  

Después... ¡Que venga la noche!  
Que ya lo tenue del sueño  
-de sueño olvidado-  
lo delicado, gris, sedeño  
de tela antigua... y lo fino,  
lo transparente de tul...  
¡Serán un solo temblor  
dentro del cántaro azul!

 




Espejismo

Tú eres un espejismo en mi vía. Tú eres una mentira de agua y sombra en el desierto. Te miran mis ojos y no creen en ti. No estás en mi horizonte, no brillas aunque brilles con una luz de agua... ¡No amarras aunque amarres la vida!... No llegas aunque llegues, no besas aunque beses... Reflejo, mentira de agua tus ojos. Ciudad de plata que me miente el prisma, tus ojos... El verde que no existe, la frescura de ninguna brisa, la palabra de fuego que nadie escribió sobre el muro... ¡Yo misma proyectada en la noche por mi ensueño, eso tú eres!... No brillas aunque brilles... No besa tu beso... ¡Quien te amó sólo amaba cenizas!...


 

Está bien lo que está...


Está bien lo que está:
Sé que todo está bien.
Sé el Nexo.
Y la Razón.
Y hasta el Designio.
Yo lo sé todo,
lo aprendí en un libro sin páginas,
sin letras y sin nombre ...
Y no soy como el loco
que se quema los dedos trémulos
por separar la llama rosa de la mecha negra ...
Pasó volando y me rozó la frente...
Era buena la Vida:
Había rosas.
Unos minutos antes me había sonreído un niño...
Pasó volando y me rozó la frente.
No sé por dónde vino
ni por dónde se perdió luego pálida y ligera...
No recuerdo la fecha.
No sabría decir de qué color era ni de qué forma;
no sabría, de veras, decir nada.
Pasó volando... -había muchas rosas...-
y era buena la Vida todavía...





Eternidad


En mi jardín hay rosas  
yo no te quiero dar  
las rosas que mañana...  
mañana no tendrás. 

En mi jardín hay pájaros  
con cantos de cristal:  
No te los doy, que tienen  
alas para volar...  

En mi jardín abejas  
labran fino panal  
¡Dulzura de un minuto...  
no te la quiero dar!   


Para ti lo infinito  
o nada; lo inmortal  
o ésta muda tristeza  
que no comprenderás...  


La tristeza sin nombre  
de no tener que dar  
o quien lleva en la frente  
algo de eternidad...  

Deja, deja el jardín...  
no toques el rosal:  
Las cosas que se mueren  
no se deben tocar.  





La balada del amor tardío


Amor que llegas tarde,
tráeme al menos la paz:
Amor de atardecer, ¿por qué extraviado
camino llegas a mi soledad?

Amor que me has buscado sin buscarte,
no sé qué vale más:
la palabra que vas a decirme
o la que yo no digo ya...
Amor... ¿No sientes frío? Soy la luna:
Tengo la muerte blanca y la verdad
lejana... -No me des tus rosas frescas;
soy grave para rosas. Dame el mar...
Amor que llegas tarde, no me viste
ayer cuando cantaba en el trigal...
Amor de mi silencio y mi cansancio,
hoy no me hagas llorar.



La criatura de isla paréceme, no sé por qué...

La criatura de isla paréceme, no sé por qué, una criatura distinta. Más leve, más sutil, más sensitiva. Si es flor, no la sujeta la raíz; si es pájaro, su cuerpo deja un hueco en el viento; si es niño, juega a veces con un petrel, con una nube... La criatura de isla trasciende siempre al mar que la rodea y al que no la rodea. Va al mar, viene del mar y mares pequeñitos se amansan en su pecho, duermen a su calor como palomas. Los ríos de la isla son más ligeros que los otros ríos. Las piedras de la isla parece que van a salir volando... Ella es toda de aire y de agua fina. Un recuerdo de sal, de horizontes perdidos, la traspasa en cada ola, y una espuma de barco naufragado le ciñe la cintura, le estremece la yema de las alas... Tierra firme llamaban los antiguos a todo lo que no fuera isla. La isla es, pues, lo menos firme, lo menos tierra de la Tierra.


 

La duda


Era buena la Vida:
Había rosas.
Unos minutos antes me había sonreído un niño...
Pasó volando y me rozó la frente.


No sé por dónde vino
ni por dónde se perdió luego pálida y ligera...
No recuerdo la fecha.
No sabría decir de qué color era ni de qué forma;
no sabría, de veras, decir nada.

Pasó volando... Había muchas rosas...
Y era buena la Vida todavía...




Poema sin nombre


He de amoldarme a ti como el río a su cauce,
como el mar a su playa, como la espada a su vaina.
He de correr en ti,
he de cantar en ti,
he de guardarme en ti ya para siempre.
Fuera de ti ha de sobrarme el mundo

como le sobra al río el aire, al mar la tierra,
a la espada la mesa del convite.
Dentro de ti no ha de faltarme
blandura de limo para mi corriente,
perfil de viento para mis olas,
ceñidura y reposo para mi acero.
Dentro de ti está todo; fuera de ti no hay nada.
Todo lo que eres tú está en su puesto;
todo lo que no seas tú me ha de ser vano.
En ti quepo, estoy hecha a tu medida;
pero si fuera en mí donde algo falta, me crezco...
Si fuera en mí donde algo sobra, lo corto.





Poema XVII


Hay algo muy sutil y muy hondo
en volverse a mirar el camino andado...
El camino en donde, sin dejar huella,
se dejó la vida entera.





Poema XXVII


Miro siempre al sol que se va
porque no sé qué algo mío se lleva.





Poema XXIX


En cada grano de arena hay un derrumbamiento de montaña.




Poema XXXVI


He de amoldarme a ti como el río a su cauce, como el mar a su playa, como la espada a su vaina.
He de correr en ti, he de cantar en ti, he de guardarme en ti ya para siempre.
Fuera de ti ha de sobrarme el mundo como le sobra al río el aire, al mar la tierra, a la espada la mesa del convite.
Dentro de ti no ha de faltarme blandura de limo para mi corriente, perfil de viento para mis olas, ceñidura y reposo para mi acero.
Dentro de ti está todo; fuera de ti no hay nada.
Todo lo que eres tú está en su puesto; todo lo que no seas tú me ha de ser vano.
En ti quepo, estoy hecha a tu medida; pero si fuera en mí donde algo falta, me crezco...
Si fuera en mí donde algo sobra, lo corto.

 



Poema XXXVII


Ayer me bañé en el río.
El agua estaba fría y me llenaba el pelo
de hilachas de limo y hojas secas.
El agua estaba fría; chocaba contra mi cuerpo
y se rompía en dos corrientes trémulas y oscuras.
Y mientras todo el río iba pasando,
yo pensaba qué agua podría lavarme
en la carne y en el alma
la quemadura de un beso que no me toca,
de esta sed tuya que no me alcanza.
Si dices una palabra más, me moriré de tu voz,
que ya me está hincando el pecho,
que puede traspasarme el pecho
como una aguda, larga y exquisita espada.






Poema XXXVIII



Si dices una palabra más, me moriré de tu voz, que ya me está hincando el pecho,
que puede traspasarme el pecho como una aguda, larga, exquisita espada.
Si dices una palabra más con esa voz tuya, de acero, de filo y de muerte;
con esa voz que es como una cosa tangible que yo podría acariciar, estrujar, morder;
si dices una palabra más con esa voz que me pones de punta en el pecho,
yo caería atravesada, muerta por una espada invisible, dueña del camino más recto a mi corazón.
 





Poema LVII

No te nombro; pero estás en mí como la música en la garganta del ruiseñor aunque no esté cantando.




Poema LVIII

Estoy doblada sobre tu recuerdo como la mujer que vi esta tarde lavando en el río. Horas y horas de rodillas, doblada por la cintura sobre este río negro de tu ausencia.



Poema LXI

En el valle profundo de mis tristezas, tú te alzas inconmovible y silencioso como una columna de oro. Eres de la raza del sol: moreno, ardiente y oloroso a resinas silvestres. Eres de la raza del sol, y a sol me huele tu carne quemada, tu cabello tibio, tu boca oscura y caliente aún como brasa recién apagada por el viento. Hombre del sol, sujétame con tus brazos fuertes, muérdeme con tus dientes de fiera joven, arranca mis tristezas y mis orgullos, arrástralos entre el polvo de tus pies despóticos. ¡Y enséñame de una vez -ya que no lo sé todavía- a vivir o a morir entre tus garras!

 

Poema CI

La criatura de isla paréceme, no sé por qué, una criatura distinta. Más leve, más sutil, más sensitiva. Si es flor, no la sujeta la raíz; si es pájaro, su cuerpo deja un hueco en el viento; si es niño, juega a veces con un petrel, con una nube... La criatura de isla trasciende siempre al mar que la rodea y al que no la rodea. Va al mar, viene del mar y mares pequeñitos se amansan en su pecho, duermen a su calor como palomas. Los ríos de la isla son más ligeros que los otros ríos. Las piedras de la isla parece que van a salir volando... Ella es toda de aire y de agua fina. Un recuerdo de sal, de horizontes perdidos, la traspasa en cada ola, y una espuma de barco naufragado le ciñe la cintura, le estremece la yema de las alas... Tierra firme llamaban los antiguos a todo lo que no fuera isla. La isla es, pues, lo menos firme, lo menos tierra de la Tierra.
 

 

Poema CXXII

¿ Qué loco sembrador anda en la noche, aventando luceros que no han de germinar nunca en la tierra? ¿ Qué loco labrador rotura día a día la tierra para surco de luceros?



Precio

Toda la vida estaba en tus pálidos labios... Toda la noche estaba en mi trémulo vaso... Y yo cerca de ti, con el vino en la mano, ni bebí ni bese... Eso pude: Eso valgo.

POEMA II


Yo dejo mi palabra en el aire, sin llaves y sin velos.
Porque ella no es un arca de codicia, ni una mujer coqueta que trata de parecer más hermosa de lo que es.
Yo dejo mi palabra en el aire, para que todos la vean, la palpen, la estrujen o la expriman.
Nada hay en ella que no sea yo misma; pero en ceñirla como cilicio y no como manto pudiera estar toda mi ciencia.

POEMA XCVII


Señor mío: Tú me distes estos ojos; dime
dónde he de verlos en esta noche larga, que
ha de durar más que mis ojos.
Rey jurado de mi primera fe: Tú me diste
estas manos; dime qué han de tomar o dejar en un peregrinaje sin sentido para mis sentidos,
donde todo me falta y todo me sobra.
Dulzura de mi ardua dulzura: Tú me diste
esta voz en el desierto; dime cuál es la palabra
digna de remontar el gran silencio.
Soplo de mi barro: Tú me diste estos pies…
dime por qué hiciste tantos caminos si Tú
solo eras el Camino, y la Verdad y la Vida.

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