jueves, 10 de diciembre de 2015

poemas de Jorge Rojas


(Colombia 1911 - 1995)

Aire de entonces


El aire de un abrazo de ríos sin deseo.
Los árboles, un aire vegetal de palomas.
La tarde era un ligero movimiento del párpado,
y la escarcha, la espuma fácil de tu sonrisa.
La veleta era el viento clavado en una espina.
Tu niñez, la distancia que había entre los lirios.
Orilla de tu sueño y pestañas de música
era entonces el ojo limpio de la mañana.
Venías de más lejos que un hombre de un olvido.
En tu lejana sangre había brumas y mástiles.
Entonces yo era triste y miraba el silencio
creyendo que el silencio era la oscuridad.
Todo mi afán de viajes ancló sobre tu piel
que iba bajo el sol sosteniendo la luz;
proa, el pecho hendía dulcemente los días
y el corazón sabía cómo es de azul el mar.
Por cada rosa un sitio en el aire tus hombros
dejaban redondeado por dónde tú pasabas,
y el viento en tus cabellos era sólo un pañuelo
estampado de aromas y soplos de colores.
Tus ojos no tenían color que yo pudiera
decir como palabras: «saúz»  o  «golondrina».
corrías como el agua y el agua de tu risa
subía a los tejados a hacer la tarde clara.
Hoy que ni los espejos saben cómo mirabas
cuando tu edad de lino te daba a las rodillas;
yo te recuerdo y digo simplemente las cosas
como si las sacara de una gota de agua.
Era entonces el tiempo dulce de nuestro encuentro.
La saeta era un rumbo sin ¡ay! en la llegada.
El jazmín, un recuerdo de olor en tu memoria.
Y el bronce era una brisa con olor de campana.



Angustia del amor


Bajo mi piel, ¡qué viento enloquecido,
por valles de la sangre y sus colinas,
estremece un rosal, de más espinas
que de fragantes rosas florecido!
¡Qué agreste furia, qué hórrido sonido
de árbol cayendo y ciegas golondrinas
convoca su ulular entre las ruinas
de un efímero beso consumido!
¡Qué amargo mar su desatado llanto
encrespa entre mi ser! ¡Qué tolvanera
de angustia envuelve el hálito del canto!
¡Amor, fugaz Amor! Sin ti no fuera,
dentro de mí, un vértice de espanto
la hora, en cada instante pasajera.



Confidencia


Somos el uno para el otro, ¡mujer!
Nuestros corazones se encuentran
en la misma palabra del libro que leemos,
va nuestra mano trémula,
en busca de una misma rosa.

A veces no me atrevo a mirarte
pues tus ojos límpidos
no soportarían el resplandor que me ciega.
Y de repente nuestros labios se juntan
y no los separa ni el rayo.

Y nuestra propia muerte tiene que esperar
hasta que nuestros cuerpos
den paso a cualquier otro designio.




Crepúsculo


Intuyo tu presencia.
Silencio de tu voz.
Vives en el paisaje.
Pura prolongación.
Nos llaman. Despertamos.
Van tus cabellos sueltos
-estandartes de sol-
comandando los vientos.
Los caballos galopan
y la tarde agoniza.
¿Brisa? Ciclón al frente
de rosas amarillas.



Cuerpo en la oscuridad


Te adivino tendida
bajo la leve túnica
de aroma que te cubre,
mientras el sueño mide
el espacio profundo
que hay del párpado al alma.
Respiración y nieve
hacen bajo el perfume
invisibles colinas;
la oscuridad me llena,
la ansiedad de tus formas:
montes de lilas pálidas,
desmayadas palomas.
Trino de amanecer,
sombra de arbusto fresco,
eres nueva en mis manos
sólo por el milagro
del mundo en las tinieblas.
¡Qué rosas de tu cuerpo
florecen al hallazgo
múltiple de mis dedos!
Te palpo y eres mía
y mis manos son cestas
para el fruto del tacto
maduro ya, en la rama
trémula del deseo.



Declaración de amor


¡Oh! mi enemiga,
a medida que me cuentas tu vida
cómo hierve dentro de mí un veneno dulce,
un humor amargo, una uva terrible.
No he debido saber ni de dónde venías.
¿Qué más daba, un remoto país
o un reciente amante?
Quiero exterminar todos los sitios
donde estuvo tu corazón o tu piel.

Mas, oh encadenado, sólo puedo volver añicos
este mapa de colores que pinté cuando niño.
¿Qué más debo destruir? ¿Nada más?

Sí, también, cada día, morderé en tus labios
todos los besos que ahí han quedado
junto a los nombres de las ciudades.



NIÑA


Si, tu niñez, ya fábula de frente
Jorge Gillén


Niña, en el tacto de la luz te siento
diluían en palabras, gesto, risa,
levemente agitada por la brisa
que hacen las alas de mi pensamiento.

Niña que pasas con el movimiento
sin curso de la flor, lleva tu prisa
un amoroso tiempo de sonrisa en cada eternidad de tu

momento.

Niña que traspasándome la frente,
como flechas de so un claro río,
haces pensar en ti tan dulcemente.

Está tu voz en el espacio mio,
salvándome el instante, como un puente
hecho sobre una gota de rocío.

Poema del libro “La forma de su huida” 




EL GESTO



Cuánta cosa pequeña
que nos hace la dicha,
en tanto el amor juega
a sol en nuestras vidas.

EL gesto de ese entonces
-sílaba de silencio-
sin horas que lo lleven
se quedó en el momento.

¿El momento de entonces?
¿O de ahora? ¿O de cuándo?
En el momento tuyo
sin dolor de pasado.


Poema del libro “La forma de su huida”







LA SOLEDAD




Siempre la soledad esta presenta
donde estuvo la voz o fue la rosa,
en todo lo de ayer su pie se posa
y le ciñe su sombra dulcemente.

El recuerdo que está bajo la frente
tuvo presencia; fuente rumorosa
fue su paso en la tierra, cada cosa
lleva su soledad tras su corriente.

En soledad la miel que dora el seno
y soledad la boca que conoce
su entregado sabor de fruto pleno.

Cada instante que pasa, casa roce
del bien apetecido, queda lleno
de soledad, al tránsito del goce.

Poema del libro “Soledades III” (1936-1945)




SUMAR



¿será como el dolor ante los ojos
de enorme el mar? ¿Me quedaré suspenso
ante el rumor de sus profundas aguas
y extenderé en sus playas mi silencio?

¿Cómo serán los puertos? ¿Habrá vela
ensayando verónicas al viento
redes al sol, y mudas agonías
de pescados sin mar en los anzuelos?


¿Tendrán los besos yodo y el abrazo
será también enredador y lento
como trampa de lianas en lo oscuro
de algún oscuro cabaret del puerto?

¿Habrá un enorme medio-sol al fondo
y gaviotas de espuma?, o el recuerdo
que tengo de las cosas nunca vistas
¿será mejor que el mar y que los puertos?

Poema del libro “Soledades III” (1936-1945)




SONETO DE DESAGRAVIO A MI ALMA



¡Alma! qué pena verte prisionera
entre el barro que amaso cada día.
Polvo de destrucción, lágrima mía,
no vuelvan a empañar tu luz primera.

Cada mañana al despertar quisiera
-a pesar de la muerte que me espía-
tornar mis huesos flautas de alegría
y la rosa marchita en primavera.

La más dulce palabra, el mejor vino,
la más hermosa amiga y su desvelo,
buscaré en lo que falta del camino.

De hoy en adelante tienda el suelo
tibio lecho de amor al peregrino
mientras te restituyo a alto cielo.

De Cárcel de amor (1967-1976)



SEQUÍA



¿Ha caído una gota de agua sobre el tejado
o será sólo el picotazo de un pájaro?
Todos alzamos los ojos al cielo,
a pesar de creer en Dios,
únicamente para buscar las nubes.
Estos árboles que creíamos buenos
para atraer la lluvia,
crecen en el verano más más hermosos,
aman el sol,
nuestro problema no llega
¡Oyes rechinar la tierra?

¿Crujir los carros de yunta?
¿Partiste en dos las piñas de los pinos?
Ya no hay hierba para tu nuca
y tus muslos y mis rodillas
sienten los terrones del suelo,
como un placer más,
cuando el beso te aprisiona
con todo mi cuerpo.

¿Ha caído una gota de agua sobre el tejado?
Te amo. Ha sido sólo el picotazo
de un ave.

De Cárcel de amor (1967-1976)




SONETO INTEMPORAL


(A Rosa Emilia en si Casa Solar)
“Belleza que yo he visto
¡No te borres ya nunca!
J.R.J.

Yo que te vi crecer en ti miro ahora,
como estos ojos de melancolía
que han visto cada instante en su agonía
y la vida ondular hora tras hora.

Tanta hermosura que la edad decora,
despeñarse de un día en otro día
ya no podrá, porque su cauce fía
solamente al amor que te enamora.

Ni verán tu transcurso: noble alero,
amadas frondas, hóspites peldaños,
sagrado roble, familiar romero,

dorada mies y lúcidos rebaños,
mientras Amor, al tiempo volandero
detenga en la escultura de tus sueños.

De Rosa de agua (1937-1947)



A UN PÁJARO EN SU ÚLTIMO VUELO



Yo vi cómo trenzaba su osadía
en el telar del aire, en tanto herido
con plumas de temblor, desfallecido,
trazaba el ala un alta geometría.

Lanzas de sol velaban su agonía
en la prosa del pico dolorido
cuando en ramas de cielo detenido
como un pájaro de agua estaba el día.

Luego enrumbando el gozo para el viaje
azul, desde su propio desaliento
señaló lo más hondo del paisaje.

Y arco la sombra curva en que agoniza
a clavarse en el sol, fue, con el viento,
desgarrado en la punta de su prisa.


MOMENTOS DE LA DONCELLA


A Yolanda Oreamuno

I


EL SUEÑO


Dormida así, desnuda, no estuviera
más pura bajo el lino. La guarece
ese mismo abandono que la ofrece
en la red de su sangre prisionera.

Y ese espasmo fugaz de la cadera
y esa curva del seno que se mece
con el vaivén del sueño y que parece
que una miel tibia y tácita lo hinchiera.

Y esa pulpa del labio que podría
nombrar un fruto con la voz callada
pues su propia dulzura lo diría.

Y esa sombra de ala aprisionada
que de sus muslos claros volaría
si fuese la doncella despertada.

II
 EL ESPEJO

Retrata el agua dura su indolencia
en la quietud sin peces ni sonidos;
y copian los arroyos detenidos
sus rodillas sin mancha de violencia.

Sumida en esa fácil transparencia,
ve sus frutos apenas florecidos,
y encima de su alma, endurecidos
por curva miel y cálida presencia.

Con un afán de olas, blandamente,
cada rayo de luz quiere primero
reflejarla en la estática corriente.

Y el pulso entre sus venas prisionero
desata su rumor y ella se siente
a la orilla de un río verdadero.

 III
 LA  MUERTE


Igual que por un ámbito cerrado
donde faltara el aire de repente
volaba una paloma por su frente
y por su sexo apenas sombreado.

Y por su vientre de cristal –curvado
como un vaso de lámpara-  caliente
el óleo de su sangre, dulcemente,
quedó de su blancura congelado.

Sus claras redondeces, abolidas,
bajo la tierra al paladar del suelo,
entregaron sus mieles escondidas.

Y alas y velas sin el amplio cielo
de su mirada azul, destituidas
fueron del aire y fueron de su vuelo.



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