viernes, 11 de diciembre de 2015

POEMAS DE MATILDE ALBA SWANN


MATILDE ALBA SWANN


                                                (Argentina 1912- 2000)

Apuntes para un reproche


Te esperé hasta recién;
estás de fiesta.
Mi casi otoño
no me deja ambular
tu primavera.
Esperé tu regreso;
yo quería
escucharte contar, luz de alborozo
las campanas de amor
que resonaron
en tu trémulo espacio.
Te esperé hasta recién;
tú ni recuerdas
esta lámpara
lenta
que te aguarda.
Tu padre lee, él no sabe
de estas cosas
profundas
de mujeres. Tus hermanos,
florecidas cabezas
en la almohada
que parecen jugar
a estar durmiendo...

Tardas mucho; te esperé
hasta recién,
ya no te espero.
He de mirar tu lecho,
puro nardo,
el libro
que dejaste abierto,
tus todavía muñecos, las paredes,
y devuelta
de este inmóvil vagar
por un paisaje
de presencias sin nadie,
pensaré,
con la misma tristeza inevitable
de otras noches iguales,
que tal vez
no sé,
no fuera absurdo
que me hubieras llevado.

Tu padre lee; él no sabe, ni sufre.

Las mujeres
nos sentimos tan viejas
si quedamos.




Aventura mayor

Me dieron un puñado de rosas
a la hora
del ánfora en la comba rupestre del estío,
y debo hacer un hombre con él,
y no se cómo.

Me dieron un arrullo torcaz
en el ocaso,
con rudos cazadores
debajo de sus alas,
y debo hacer un hombre con él
y no se cómo.

Me dieron un miedoso balido
en el descenso de cumbres,
cuando el lobo despierta
y agazapa,
y debo hacer un hombre con él
y no sé cómo.

Me dieron un remanso de peces
asombrados, y arenas,
y guijarros filosos en el fondo,
y debo hacer un hombre con él
y no sé cómo.

Me dieron un susurro mecido
de improviso
gritando
por la herida de corzas y de nardos,
y debo hacer un hombre con él
y no sé cómo.

Qué simple y que dramáticamente
aventurado
un hombre,
un hombre,
un hombre...

Me dieron todo esto
que traigo desde el fondo
del sueño que desborda
mis pobres brazos,
flechas,
y miedos, y tabúes, y mitos, y leyendas,
y hogueras y perfumes, y altares
y brutales
sangrientos sacrificios,
proezas, sumisiones, recuerdos,
profecías, castigos; traigo a todos
los hombres en este hombre fundamental
el hombre... !

El hombre,
el hombre
el hombre
que voy a hacer de mi hijo.




Bajo tu lástima

Quiero huir de tu lástima, y tropiezo
con mis zarzas de miedo
y con mi nido
de alegrías dormidas, y desgarro.

Has tendido
tu sonrisa en piedad a mi costado,
y te quedas
a mirarme ceder, sombra inclinada
como un tronco crujido
de castigos.

Tus dos brazos cruzados, y ya ajenos,
y una boca de beso
que se guarda.

Nunca me vi pequeña como ahora,
a los pies de tu altura
compasiva.

Nunca, como hoy, descalza
y azotada,
a un instante del nunca, irremediable.

Ya no vibra mi carne
en paraísos,
ni en infiernos, ni en manzanas, serpientes,
ni en exilios.

Una lacia
sensación de desgano que me arrastra,
un insomne desorden
de cabello, una pena tremenda de estar triste,
y un deseo
de morirme mañana,
antes que partas, y dejarte
sonreír de piedad sobre mi ausencia.





 

Canto a tu distancia


Yo he de sentir en mi escollera
el miedo,
golpear por mis costados,
cuando partas.
Levantarás el ancla
enganchada en mi limo caliente,
y arrancarás un tiempo de latido
y soltarás amarras.
Escucharé que partes,
tu sirena, una espiral opaca,
silenciará la lumbre de mi cuerpo.
Escalofrío de nieve,
me quedaré distante con el rostro en nostalgia
de los muelles.
Será un desmayo largo, y estremecido al fin,
como un abrazo.
Eco en blanco,
yo no sabré hasta donde
te llevarán las aguas y los vientos.
Solo sabré que desgarraste
del minuto inicial de mi comienzo,
desde el impulso que generó mi germen,
desde la huella de mi pie viniendo.
Tierra firme,
me dormiré en las rocas de la orilla,
y alguna vez retornarán las olas
ondulando un mensaje de regreso.
Romperán sobre mí en voces tuyas
y tu espuma
ha de nevar mi noche,
y una caricia ausente, sigilosa
transitará mi sombra.
Yo he de saber entonces,
que en alguna parte
te has quitado tu ropa de viajero
y aquietaste tu mar
para evocarme.
Yo sentiré tu mano abierta al tiempo,
y el resignado olvido de tu carne,
y tu misterio.
Te sentiré fluyendo entre las horas ásperas,
y ha de traerme el aire
la canción acostada que me cantes,
ávido pasto,
por un suelo de cal que resquebraja.
Inhallado rumor,
ausente imagen,
fibra mordida en la oxidada punta de la lanza,
he de crecer al cielo
por captarte,
dispersaré en girones por el viento,
y anclaré en tus pupilas,
y has de saber entonces,
que yo parto.




Crónica de mí misma



Y querer merecerme; de veras merecerme.
Revisar mis dispersas escrituras,
mi palabra, revisarme el sollozo,
la garganta,
auscultarme el latido, desollarme,
revisarme las venas, las arterias.
todo el complejo existencial
que asumo.
Revisar mi conducta, mis proyectos,
lo soñado, ensoñado,
lo vivido,
conformarme de nuevo, aun no inscripta,
sin visión, sin recuerdo, sin mentiras,
sin verdades ocultas, temerosas,
sin impulsos,
sin deserción, sin este yo
impreciso.

Revisarme hasta el fondo, descifrarme,
prenderme, saberme, perdonarme,
tanto pude y no hice,
tanto hice febril
a manotazos,
en apremio suicida, lograr algo, dejar
algo, quedarme allí incrustada,
en la trama inicial, impenetrable,
indestructible, quedar, estar,
ser siempre,
y vencer de la muerte,
y de la vida.

Permanecer y ser, por solo acto
de ingerencia en un sino
de criatura.

Despedacé mi carne, carne mía, fatigada
de esfuerzo y sinsabores, me derramé, me di,
me hice guiñapo; al costado de holgura,
fui miseria.
Quise tanto y a tantos, y la tierra,
ese soplo de polvo que me aguarda,
y mi aventura batalladora hecha
de timidez, de inermidad
y miedo.
Estos árboles rudos que me vencen
la mirada, cada vez menos útil, y esta noche
que circunda mis noches y me azuza y me manda
no dormir, y pensar, y sentir frío,
y volver al dolor que hice a un costado.
Yo debo revisarme desde el antes,
descubrir el motivo, causa, impulso, la razón,
el por qué, y el hacia adónde, y el por qué
del por qué de la pregunta.
Ascender la montaña hacia la cima,
y mirarme, un abismo,
en el abismo, y elevarme al azul
por propio esfuerzo apoyándome en mí,
envolviéndome en mí,
desde mí misma,
tirar de mí hacia arriba; tocar siquiera
una sola estrella, una sola, o su fulgor
siquiera, o siquiera seguirla
desnudando
mi vergüenza a su luz. Esta corteza,
que resquebraja





LA CANCION DE BERISSO



Ya te canto Berisso, caserío de latas,
portentoso latido de petrolera y fábricas.
Le canto a tu canal de sangre verdinegra
corriendo por tu cuerpo su endurecida arteria,
y canto a tu horizonte frustrado en chimeneas.

Yo le canto a tus hombres cauce de fibra y carne
para un proceloso océano de riquezas.
Y canto a tus mujeres afluentes sensitivas
con su aporte de sangre, desvelo y fatiga,
corriendo en jornadas por senderos de piedra.
Les canto por recias, valientes y tiernas
cumpliendo su excelso destino de hembra
florecidas en hijos, marchitas de espera.
Le canto a tus muchachos dejando la tarea
veneno en sus pulmones y plomo en las arterias,
en un alucinado girar de poleas .
Y canto a tus muchachas amapolas enhiestas
deshojando sus pétalos en la sección "conservas".
Le canto a tus niños al borde del camino
lanzando en barrilete sus mensajes al sol.
Le canto a sus harapos, y a su lecho de piso,
a su soledad de padres en horas de labor.
Yo le canto a tus niñas saliendo de la escuela:
alemanas, rusitas, italianas, armenias,
distintas lenguas todas e idéntico candor;
y canto a las pequeñas hijas de mi tierra
"made in argentina" levadura extrajera,
raíces que se prenden a un destino mejor.

Le canto al influjo de tus academias
alimentando el sueño de tu adolescencia
por salir del hollín;
y canto a tus escuelas nocturnas para adultos
donde padres y abuelos aprenden a escribir.
Le canto a tu optimismo, cuando a la calle estrecha
de casa de madera y techumbre de cinc,
aquella que conduce derecho al matadero
salpicada de barro, le llamas PORVENIR...

Le canto a tu puerto de aguas hondas y quietas
con calor de regazo para vidas que llegan
en parición fecunda de una clase tercera.
Le canto a tus noches y le canto a tu almohada
con olor a petróleo y a res sacrificada.
La canto a tus bares de congojas que saltan
al aire en estridencias, guitarras, balalaikas ,
violines, bandoneón...
Marineros borrachos que cambian por monedas
honesto contrabando cigarrillos y alcohol.
La canto a tu cantina frente al embarcadero
Con lumbre de luciérnaga, paz de sauce llorón;
pescadores que vuelcan de sus redes repletas
hondas reminiscencias de una isla de amor.

Yo se que hay en mi tierra ciudades portentosas
de altivos rascacielos y riente población,
pero yo no podría transponer tus fronteras
sin pasar mi caricia sobre tu miseria,
sin hundirme en tu barro, sin morder tu pobreza,
sin sentir la tragedia de tu resignación,
a no ser otra cosa que lo que eres, colmena
desangrándote en mieles para gulas ajenas,

Y AQUÍ ESTA MI CANCION


Yo te canto colmena, por eso, por colmena,
y mi canto que quiso ser un grito de guerra,
un clarín de protesta, una arenga viril,
Después de conocerte Berisso bien de cerca
se repliega y comprende, que te haría feliz
alguna canción dulce de amor que te conmueva,
una canción de cuna sutil que te adormezca
bajo un cielo que el humo camufló de gris.



POBREZA A LOS DIEZ AÑOS


Toda mi angustia tuvo la forma de un zapato.
de un zapatito roto, opaco, desclavado.
El patio de la escuela... Apenas tercer grado...
Qué largo fue el recreo, el más largo el año.
Yo sentía vergüenza de mostrar mi pobreza.
Hubiera preferido tener rotas las piernas
y entero mi calzado. Y allí contra una puerta
recostada, mirando, me invadía el cansancio
de ver cómo corrían los otros por el patio.

Zapatos con cordones, zapatos con tirillas,
todos zapatos sanos. Me sentía en pecado
vencida y diminuta, mi corazón sangrando...
Si supieran los hombres cuánto a los diez años
puede sufrir un niño por no tener zapatos...
Que anticipo de angustia. Todavía perdura
doliéndome el pasado. El patio de la escuela
y aquel recreo largo...

Mi piecesito trémulo, miedoso, acurrucado.
Mi infancia entristecida, mi mundo derrumbado.
Un pájaro sin alas, tendido al pie de un árbol.
La pobreza no tiene perdón a los diez años.


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