domingo, 8 de agosto de 2021

POEMAS DE MARIO PAYERAS

 

         

 (Chimaltenango,Guatemala 1940 - México D.F. 1995)

La estrategia y la flor del tamborillo*

 

Quien piense dirigir una guerra en la selva,

tiene que aprender de la flor del tamborillo.

Ningún general asedia al adversario con tanta

maestría, como esta flor amarilla. Todos los años

toma febrero por asalto, instaura la floración total

de la primavera y se retira sin ruido por las rutas

de marzo.

 

Sierra de Chamá*

 

Hemos llegado a un mundo

olvidado por los aviones y los pájaros.

Durante varios meses

nuestra pequeña tropa arrastró por la selva

su aparatosa impedimenta:

tres mástiles de navío,

trapecios de volatín y una carpa en harapos,

dos elefantes viejos,

una ballena maltratada por la ingratitud de la materia

y demás artefactos que generan júbilo.

Quienes sobrevivimos al último diluvio

hemos aprendido a orientarnos por los recuerdos,

porque del sol hace ya muchos meses que no se tiene noticia,

y para ver a Orión describiendo en el cielo sus piruetas

de aeroplano melancólico

es necesario esperar la vejez del verano.

Sin embargo,

nunca un puñado de bolcheviques con lombrices

había estado tan cerca de tumbar la ley endurecida

que gobierna la hechura de toda mercancía.

Dos cosas más aprendimos en la lluvia:

cualquier sed tiene derecho cuando menos a una naranja grande y toda tristeza a una mañana de circo,

para que la vida sea, alguna vez, como una flor

o una canción.

 

In memoriam Luis Cardoza y Aragón*

 

La noche está vestida de relámpagos

y se apaga el fulgor de la bengala.

Vivo fue la polvareda del cosmos en el poema.

Ahora es hormiga en la memoria

y en los días del mundo.

Se ha detenido el reloj hasta que el sol se pudra

naranja gravitatoria en la ventana.

No sé quien es ni a qué nombre responde

ese ingrávido costillar y esas hebras de pelo,

esa lengua de gorrión y esos pávidos ojos.

Mientras yo digo septiembre y miro la luna nueva

el viejo halcón canoro ha volado hacia la luz.

 

Kilimanjaro*

 

No es la nostalgia humana

por las viejas primaveras de un país

donde los pájaros son mansos,

ni por las lluvias de la infancia

que nos dejaron los ojos diáfanos para siempre,

sino por la región de las nieves perennes

que añoran en la vejez los elefantes

de todos los zoológicos del mundo,

hacia la que una mañana,

dicen,

emprenderemos el viaje,

con el secreto dolor de que no habrá regreso

a ninguno de los sitios en que fuimos felices

 

Zona Reina**

 

No recordamos ya cómo éramos al principio

porque con cada día parte un cadáver nuestro

a pudrirse en el tiempo.

Nuestros mejores esbozos de humanidad futura

resultaron apenas artificios de pólvora

que ardieron bajo la lluvia de la primera noche,

porque aquí la realidad todavía está en guerra con los pájaros

e ignora por lo tanto la cristalización de la decrepitud

y los tardíos laberintos

en que suele extraviarse su mudanza.

Y agreguemos:

nunca como estas mañanas

estuvimos tan exentos de los envejecimientos del espíritu

ni nuestros pensamientos se parecieron tanto

a nuestros actos.

 

Sobre las tres grandes vocaciones**

 

Hoy sabemos que el regreso a las primaveras idas

es irrealizable; que el hábito de explicarse las cosas

acalambradas de contradicciones es la fuente de toda

lucidez; y que el oficio de conspiradores para cambiar

el mundo es la única manera de no envejecer.

 

El hombre le dice barrilete a su amor**

 

No te quiero nada más por tu semblante

de barrilete volado en primavera;

ni por tu condición de muchacha con el alma

bulliciosa de pájaros;

ni porque tengas el tiempo lleno de mariposas.

Yo te quiero más bien por viejas razones de hombre:

porque era a ti a la que sin saberlo

había querido hallar siempre en las gaviotas;

porque era tu alegría la que durante la niñez

buscaba los domingos en los circos llovidos,

y porque cualquiera sabe que es triste inmensamente

existir sin amor.

 

*Poemas publicados en Associació d’Amistat amb el Poble de Guatemala. «Poesía guatemalteca. Con el compromiso y la dignidad». Cuadernos de Guatemala, n.°12, enero 206.

 

**Poemas publicados en Yolanda Colom. «Los Poemas de la Zona Reina y mi encuentro con Mario Payeras». Viento del Sur, n.° 12-13. Pimavera-verano, 1998. México D.F.

Tomado de:

https://gazeta.gt/poemas-de-mario-payeras/

 

EXPLICACIÓN DEL GRANIZO

Ed el domingo de la realidad,

La costumbre más grata

De toda polvorienta matemática.

Es el acontecimiento visto en la niñez

que para siempre nos dejó la certeza

de que el mundo es transparente.

Tomado de:

https://twitter.com/ele__io/status/828993566580043777?lang=en

 

EL PENSAMIENTO ES UN PAJARO EXTRAÑO

 

 

El pensamiento es un pájaro extraño

 

que se alimenta de sus propios yerros.

 

Toda filosofía guarda algo de los sofismas

 

frente a los cuales se erige como verdad.

 

De residuos de teoría construimos el martillo

 

para demoler lo viejo.

 

DE LA VIDA ENVIDIABLE DE FELICIANO ARGUETA

 

 

Ya ves que aquella despedida de México,

 

provisional como todos los plazos del corazón,

 

no pudo sobrevivir a su propia promesa.

 

Y hoy que es marzo,

 

compañero,

 

y que ya no te encuentras bajo este viejo cielo

 

donde los pájaros son desmemoriados,

 

me llena la certeza de que mientras no nos vimos

 

averiguaste más sobre la semejanza que en los días de la escuela

 

llegamos a vislumbrar entre la realidad y las marquetas tempranas

 

que dejaba en las esquinas el carruaje del hielo.

 

 

 

Así supe que en los años de la guerra

 

te asediaron a menudo las papalotas de la infancia;

 

que a tí también te desvelaron las estrellas

 

en las noches de la sierra

 

(esa desordenada fiesta de bengalas

 

de difícil sentido),

 

y que entre tantos paisajes como viste

 

había dos o tres que para tí llegarían a ser insustituibles.

 

Supe que después de todo

 

te sorprendió que el amor fuera eso tan disperso,

 

que puede a veces consistir en el rito desolado

 

de recoger para alguien que ni siquiera conocemos

 

las caracolas de Guanabo,

 

en las interferencias de una marimba lejana

 

en la noche de Bruselas

 

o en la muchacha de la blusa azul

 

que un domingo de Berlín nos reveló con sus modales

 

los infinitos riesgos del olvido.

 

Hoy sé que así tratabas de explicarme

 

que el mundo es demasiado grande para nuestra nostalgia.

 

 

 

Y esa desamparada aventura terrestre íbamos a contárnosla

 

aunque fuera después de aquellos largos almanaques de ausencia,

 

como tú mismo decías.

 

Yo te esperé muchas veces en un café de Praga

 

desde el que pueden seguirse las costumbres

 

de las gaviotas de noviembre,

 

mientras tú quizás andabas,

 

en horarios distintos,

 

por el remoto cielo de Valparaíso,

 

pensando que en efecto la realidad es translúcida

 

pero que es atravesable en un solo sentido

 

porque no tiene caminos de regreso.

 

Y qué bueno hubiera sido encontrarnos algún día

 

para entregarnos cuentas de lo andado,

 

para mirarnos a los ojos

 

por lo menos

 

una vez más en la vida,

 

y arrancarnos (¿quién sabe?)

 

los flores que entretanto nos hubieran crecido para el otro

 

en el propio corazón.

 

 

 

Pero tú sabías que no vale la pena

 

tratar de ser felices a la vieja manera.

 

 

 

Por eso es explicable que en tu cartera se encontraran

 

simples objetos de hombre que no le teme al olvido

 

(y desde aquella hora

 

la muerte no es para mí esa patria feroz

 

que nos aflige tanto con su ternura solitaria),

 

y que un 14 de abril te olvidaras de las citas y de las fechas humanas

 

y te marcharas conforme hacia el largo domingo sin barriletes ni pájaros,

 

la región que en los mapas más antiguos que existen

 

solía representarse con una ballena triste.

Tomado de:

http://chiltepe54.blogspot.com/2009/03/mario-payeres-poeta-guatemalteco.html

 

 

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