Al engaño del mundo
¡Oh, qué galán, qué cuerdo, qué entendido
qué docto, qué cortés y qué profundo
es y será y ha sido el señor Mundo!
No se ha de hallar ninguno más lucido.
Con qué gracia se
mueve y se ha movido:
en gala y talle no admitió segundo,
grandes aciertos en su ingenio fundo,
es de todos los mundos escogido.
¿Si será por de
dentro tan hermoso?
Le quiero descubrir pero ¿qué veo?
Un esqueleto es artificioso.
Mundo afeitado, de
tu amor no creo,
que quien en interior es alevoso,
cerca está de traidor, sobre ser feo.
- VII -
A la libertad perdida de la patria
Vivo sin libertad y no es posible
que pueda ser verdad mi sentimiento,
vivir y no sentir es argumento
que conceder se debe a lo insensible.
Que no vivo sin
duda es infalible
pues siendo mi seguro movimiento
vivir para sentir, si ya no siento,
no puede haber en mi parte sensible.
Mas bien puede el
dolor desengañarme:
cuando la libertad está perdida,
ella por nacimiento ha de acabarme.
Sentir y no vivir
fue acción lucida
pues cuando la pasión ha de sobrarme,
¿qué mayor gloria que perder la vida?
- VIII -
Al mismo asunto
Si extranjeras Regiones fatigando
estoy por no saber, justo sería
que se acabara con la pena mía
la vida pues lo estoy solicitando.
Vivir para morir
es ir llevando
el dolor con tiránica osadía;
o acabe de llegar tan largo día
o viva eterno este morir penando.
Mas en vano mi
espíritu lamenta
desprecios cuando la contraria suerte
quiere que no los diga y que los sienta.
Y si ha de ser mi
mal tan firme y fuerte,
una de dos, o quíteme la afrenta
o sepúlteme luego con la muerte.
- IX -
Al mismo asunto
Si de la libertad desposeído
estoy y formo voz, ¿cómo lamento
suspiros que se quedan en el viento,
pesares que no llegan al oído?
Quien su patria
perdió, tiene perdido
el que juzga tener entendimiento;
que el que vive sujeto al sentimiento
y no muere, carece de sentido.
Mas, ay, que como
vive la esperanza
vecina del dolor, por consolarme
dice que tenga en ella confianza.
Pero mejor le
fuera no engañarme
pues si me sale falsa su fianza,
ha de pagar la deuda con matarme.
- X -
A la ambición humana
¿Qué incendio sin espíritu se sube
a la eminencia del discurso, cuando
ser presumí Lucero, derribando
el muro denso de esta hinchada nube?
¿En qué volcán me
abraso si yo anduve
en mi primera edad siempre vagando
simples Regiones, dócil alentando
la infancia alegre que en mis años tuve?
¡Oh hidrópica
ambición! Sin duda alguna,
tú eres la llama que me abrasa el pecho,
sedienta de los bienes de fortuna.
Déjame ya con el
agravio hecho,
vuélveme a la inocencia de la cuna,
pues por hacerme grande me has desecho.
- XI -
A la vanidad del hombre
Este de cuatro simples adornado,
tierra, llanto, vapor, incendio y fuego,
menos tiene de cuerdo que de ciego,
menos de ciego que de loco errado.
Es nube opuesta al
Sol, flor en el prado
que apenas sale cuando muere luego;
no tiene hora o tiempo de sosiego
y presume de eterno su cuidado.
Vive sin vida y
dúdase si vive;
no es inmortal y duda si es humano;
las días gasta y nunca los recibe.
Sabe que es
vanidad y vive en vano;
él mismo esta verdad a sí se escribe,
y la verdad le deja de su mano.
- XII -
A su corto estudio
Pobre y desnudas vas, Filosofía,
dijo quien la entendió bastantemente:
nunca yo estuve de este verso ausente
y así conmigo habló quien lo escribía.
Hállome bien sin
ella pues no es mía,
estoy con ella alguna vez presente,
véola por un velo transparente
y enamórame menos cada día.
Muy bien está lo
hecho, no os asombre,
¡oh Musa!, el ignorar este argumento,
que muchos necios han ganado nombre.
De que yo no lo sé
basta el intento,
que dar (sin natural) letras a un hombre
ex poner grillos al entendimiento.
A un cadáver
Pasajero que miras
sin cuidado
ese cadáver que viviente ha sido,
repara que de achaque de nacido
le castigó su original pecado.
Lo que pálido ves,
ya fue rosado:
lo que sin alma ves, tuvo sentido,
y lo que está sin material oído,
órgano fue y estuvo bien templado.
Mírale bien, que
aunque su vida es ida,
la tiene en el ejemplo pues advierte
a su soberbio polvo su partida.
Juzga ahora quien
goza mejor suerte:
el que vive faltándole la vida
o el que muere sobrándole la muerte.
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