Autocine
Se lee en la pantalla: sólo para ti
La función empezaría siempre que te duermes
Si no fuera porque, a veces, felizmente la pierdes
Vienes al cine solo
como lo estás en la pantalla
tus encuentros en ella con la primera actriz
aunque fatales no agregan
su nombre a la falacia del reparto:
tú mismo haces todos los papeles.
Igual, será la última vez que trabajemos juntos
La angustia que te despierta tiene un aire de falsedad
Desistes de anotar en tu cuaderno de sueños
esa cosa de nada que llenaría cien páginas
el análisis para qué
una interpretación de rutina
Buenas noches, Aquiles
Ahora sí que te dimos en el talón
La muerte de la que huyas
Correrá acompasadamente a tu lado
Buenas noches, Aquiles
Casi cruzo la barrera
Casi cruzo la barrera
del espejo para ver
lo que no se puede ver:
el mundo cómo sería
si la realidad copiara,
y no al revés, el espejo
llena, por fin, de su nada.
Como desde hace años me detestabas...
Como desde hace años me detestabas
porque a tu real saber y entender yo había sido
el
mal marido de una amiga tuya
me elegiste para hacerme decir de tu marido
cosa que repetiste al inventarla
que yo había dicho de él, entre amigos comunes
en una casa precisa
"es un perfecto mediocre"
se te ocurrió darle esa aguja en el costado
celebro aquí esta gran precisión
de la perversidad femenina
Así compenso mis excesos en gloria y alabanza
de las mujeres
Me gustaría escuchar tu versión de los hechos algún día
pero naturalmente más allá de la muerte.
Como si el sueño fuera escrito en estrofas regulares...
Como si el sueño fuera escrito en estrofas regulares
cada nocturno despertar significa
el reacomodarse del cuerpo a su idea fija: que el
enemigo
monta guardia en él
sin pegar una sola pestañada
dueño y señor de la ciudadela tomada.
Contra los pensamientos negros
Pensamientos
no pensamientos negros
La relación paradigmática de éstos con la muerte es un
recurso fácil
una mala metáfora
Los pensamientos no lloran
no se conduelen de sus objetos
tampoco deben ser pensados como auxiliares de la razón
contra la locura
(Fourier no anunció sin razón las ciencias de la
locura)
El desahuciado observa que, en la perspectiva de la
muerte, las cosas
forzadas a ocupar un espacio limitado antes que a fluir
en un
tiempo amorfo supuestamente ilimitado
se ordenan como en un cuadro de Mantegna
Nunca antes se había visto así, al centro del escenario
Como un santo con un león a sus pies
Nunca fui un santo ni domestiqué un león
lo importante es el centro del cuadro
como lo veo como lo ven
en el andén de la equidistancia
el de ser sin que esto sea un motivo de orgullo
(¿qué orgullo puede tener el que va a morir?)
el centro de un pequeño sistema planetario
al que, en honor a la claridad, le falta la cuarta
dimensión
el tiempo que ciega en punto a la perspectiva.
De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor...
De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que
ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
Hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y la
desesperación
de
la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne
Recuerdo a un amigo de otros años él huía de noche de
su casa y del hospital
sin más salvoconducto que el que se daría a un
condenado en el infierno
se dejaba caer en casa de amigas que no compartían su
amor por ellas,
condenadamente bellas
exigía con argumentos propios de la ciencia de la
locura
que lo recibieran en esas casas como huésped estable
me parece ver cómo al final de esas conversaciones
imposibles
era reconducido a su madriguera por las señoras y los
esposos
en medio del gran silencio, él, el gnomo de la selva
negra del amanecer
de vuelta a su anticasa
o al aeródromo de los hospitales para que no perdiera
su vuelo.
Destiempo
Nuestro entusiasmo alentaba a estos días que corren
entre la multitud de la igualdad de los días.
Nuestra debilidad cifraba en ellos
nuestra última esperanza.
Pensábamos y el tiempo que no tendría precio
se nos iba pasando pobremente
y estos son, pues, los años venideros.
Todo lo íbamos a resolver ahora.
Teníamos la vida por delante.
Lo mejor era no precipitarse.
Estación terminal
Esta será ya lo veo tu última imagen:
nuestra despedida en el poema en la estación terminal.
No sé por dónde empezarla para que no se me escape
nada,
y las gentes las cosas apelotonadas aquí tienen algo de
agobiadoramente comparable a los restos que se enfrían
frases enteras o adjetivos de una pequeña obra maestra
sobre la cual pesara, hasta perderla, esta impaciencia,
nuestro cansancio mi inarticulación la ferocidad del
egoísmo
por el cual cuando me empiezan a doler los pies
prefiero la cama a cualquier otra cosa incluyendo
a la poesía que voy a decirlo todo esta noche eres tú,
y, entretanto, no insistas en que un gordinflón de
cuarenta años
duerma apoyado en tu hombro, para retenerlo otro poco.
A la estación le sobran escenas como éstas,
la cara triste de la revolución
que me sonría por la tuya
con algo de una máscara de hojas de tabaco
pequeña obra maestra de la noche te improvisas
una moral una paciencia y hasta lo que llamas tu amor,
nada podría de todo eso
brotar en esta tierra caliente removida por los
huracanes
sobre la que pasa y repasa este mundo con sus pies,
y se acumulan los restos a la espera de mis adjetivos,
obscenos bultos un mar de papeles, etc.,
algo, en fin, como para renunciar a este tipo de
viajes.
Me parece llegar a la edad más ingrata,
me parece recordar el momento presente:
no eres tú la muchacha que conocí hace un año
ni te marchaste en circunstancias que prefiero olvidar.
Por el contrario, ¿no hicimos el amor?
Una y mil veces, se diría, y para el caso es lo mismo:
te reemplazaron hasta en eso como una sombra borrara a
otra,
y tu virginidad: el colmo del absurdo
no te defiende ahora de parecer agotada.
En realidad recuerdo que nos despedimos aquí,
pero no puedo precisar, con este sueño, cómo ocurrió la
despedida,
en qué sentido tus manos me revuelven el pelo
y yo arrastro tu equipaje una caja de latón
o me insinúas que te regale un pullover.
A los ojos de la gente que no distingo de mis ojos
sino para mirarles desde una especie de ultratumba
somos una pareja un poco desafiante
y acostumbrada a esto en su Estación Terminal
un blanco y una negra
contra la que, en cualquier momento, alguien arroja una
sonrisa estúpida
el comienzo de una pedrada
La cara triste de la revolución
y yo la tomo entre mis manos de egoísta consumado
Tanto como los párpados me pesan quienes se sientan en
el suelo
a esperar una guagua hasta la hora del juicio
en que el viejo carcamal logra ponerse en movimiento
y los riegue lentamente por el interior de la
República.
Tu última imagen quizá con tus yollitos en el pelo,
esta falta de sentimientos profundos en que me
encuentro
parecida a la pobreza por la que en cambio tú
no sientes nada o bien una despreocupada afinidad,
la risa de juntar unos medios con tus alumnos,
el espejo que se guarda debajo de la almohada para
soñar con quién se quiera
y tus visitas a la abandonada
que por penas de amor se llena de hijos.
Ya no estoy en edad de soportarme en este trance
ni los bolsillos vacíos ni la efusión sentimental son
cosas de mi agrado,
hasta leyendo mis propios versos más o menos románticos
bostezo
y se me dormiría la mano si tuviera que escribirlos.
Cuántos años aquí, pero, en fin, tú eres joven:
«de otro, serás de otro como antes de mis besos».
Yo prefiero al lirismo la observación exacta
el problema de lengua que me planteas y que no logro
resolver te escribiré.
La Estación Terminal un libro abierto perezosamente en
que las frases ondulan
como si mis ojos fueran un paraje de turistas
desacostumbrados a estos inconvenientes,
nada que se parezca a una mancha gloriosa,
ya lo dije, de vez en cuando, una observación estúpida:
piedrecillas que se desprenden de este yacimiento
humano,
incongruentes, con el saludo de Ho Chi Min
transmitido por los altoparlantes institutrices
de esas que no dejan en paz a los niños a ninguna hora
de la noche,
y sin embargo, tú duermes con tranquilidad
capaz de todas las consignas, pero con una reserva al
buen humor
quizá la clave de todo esto
un primer verso que pone al poema en movimiento como
por obra de magia.
Hay sólo dos países: el de los sanos y el de los enfermos...
Hay sólo dos países: el de los sanos y el de los
enfermos
por un tiempo se puede gozar de doble nacionalidad
pero, a la larga, eso no tiene sentido
Duele separarse, poco a poco, de los sanos a quienes
seguiremos unidos, hasta la muerte
separadamente unidos
Con los enfermos cabe una creciente complicidad
que en nada se parece a la amistad o el amor
(esas mitologías que dan sus últimos frutos a unos
pasos del hacha)
Empezamos a enviar y recibir mensajes de nuestros
verdaderos
conciudadanos
una palabra de aliento
un folleto sobre el cáncer
Hotel Lucero
Finito todo y también estos brazos
que se me tienden en la semipenumbra
y un hilo -el de la voz- soplo que apenas brota
pero incisivamente de una fuente: la duda
El bello aparecer de este lucero
¿El del amanecer? ¿El de la tarde?
¿Abre el día o lo cierra?
Bajo la ducha una estrella se apaga
que, absurdamente, la comparte contigo
Las estrellas que viste nacer, a mediodía
estaban muertas desde hace cien años
sólo hiciste el amor con una luz
olfateaste «la ausente de todos los ramos».
Resuena un timbre en el Hotel Lucero
traga y escupe esta boca de sombra
para el caso es lo mismo: apariciones
y desapariciones instantáneas.
No sé en qué sentido hemos hablado de todo
¿Era la duda el tema que nos hizo vestirnos
justo en la hora convenida
salir de allí en distintas direcciones
y la que me detuvo
para ver, y fue inútil, si volvías la cara?
Market Place
Cirios inmensos para siempre encendidos,
surtidores de piedra, torres de esta ciudad
en la que, para siempre, estoy de paso
como la muerte misma: poeta y extranjero;
maravilloso barco de piedra en que atalayan
los reyes y las gárgolas mi oscura existencia.
Los viejos tejedores de Europa todos juntos
beben, cantan y bailan sólo para sí mismos.
La noche únicamente, no cambia de lugar,
en el barco lo saben los vigías nocturnos
de rostros mutilados. Ni aun la piedra escapa
-igual en todas partes- al paso de la noche.
Tomado de:
Vieja en el Subway
La piel es ya de trapo y empaqueta la carne
desmigajada como si fuera estopa o aserrín.
La cabeza ha dejado de alzarse sobre el cuello rígido
y curvo como un asa; pero viaja en el subway
a velocidades incomprensibles para ella
se deja llevar por esta necesidad, entredormida
aferrada a sus bienes muebles
bultos de un peso que la ancla en sí misma,
semivacíos, más llenos de papeles que de cosas.
Se ha maquillado como todos los días para llegar
amanecida a otra estaci6n de la noche
pintada de rosa y blanco matizados de un lila
natural, esta flor de la muerte
Destino que se desplaza
cumplido pero persistente
hacia una calle en el fin del mundo
Hotel Welfare en Broadway:
una cama como una fosa
para morir en vida.
Nunca salí del horroroso Chile
Nunca salí del horroroso Chile
mis viajes que no son imaginarios
tardíos sí – momentos de un momento –
no me desarraigaron del eriazo
remoto y presuntuoso
Nunca salí del habla que el Liceo Alemán
me inflingió en sus dos patios como en un regimiento
mordiendo en ella el polvo de un exilio imposible
Otras lenguas me inspiran un sagrado rencor:
el miedo de perder con la lengua materna
toda la realidad. Nunca salí de nada.
Corte de pelo
Te pedí que te cortaras el pelo
para que volviera a su suavidad natural
Como todo lo demás lo hiciste a medias
A medias me rompieron la cara en tu nombre, a la vuelta
de
la esquina
y a medias me esperabas, entre tanto, en la casa pues partiste
enseguida
a refugiarte en otra. Y a medias le habías dicho al
agresor
que me amabas. Pero, eso sí, le diste mi nombre y mi
dirección
pues no todo ha de hacerse a medias
tuviste la honradez de pensar
en un cincuenta por ciento
Kandinsky 1904
La relación de unas cosas con otras
iba borrando poco a poco las cosas
Versos sin palabras
Formas sin figuras.
No bien partía un barco de la orilla
cuando ya no era ni orilla ni barco ni partía
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/7-poemas-de-enrique-lihn/
HOY MURIO CARLOS FAZ
Porque un joven ha muerto
pido que me demuestren, una vez más, el valor de la
vida,
antes de que este cielo de octubre me haga bajar los
ojos
hacia una tierra en ruinas
y el canto de los pájaros y el canto de los niños se
confundan
en un mismo lamento en lo alto del coro
y las flores de octubre sean los incensarios que me
envuelven
con su perfume húmedo y oscuro.
Tú y yo lo conocíamos,
no tenía el deseo de morir ni la necesidad, ni el deber
de morir,
era como nosotros o mejor que nosotros:
un hombre entre los hombres, alguien que día a día hizo
lo suyo:
reflejar el mundo,
amar a la mujer, intimar con el hombre,
dar cuerda a su reloj,
transfigurar el mundo.
Obsérvense sus cuadros;
he aquí los espejos que retienen el aire del ausente,
su imagen en imágenes,
lo que de él permanece despierto en su vigilia absoluta
de objeto,
en su fácil vigilia;
allí todo está en orden, en un orden secreto que no
irrita,
en un orden que asombra: caprichoso y exacto, hostil y
vivo,
vivo,
delicado,
luminoso como una sola estrella.
LA MANO ARTIFICIAL
Es una mano artificial la que trajo
papel y lápiz en el bolso del desahuciado
No va a escribir Contra la muerte, ni El arte de morir
¡felices escrituras! No va a firmar un decreto
de excepción que lo devuelva a la vida.
Mueve su mano ortopédica como un imbécil que jugara
con una piedra o un pedazo de palo
y el papel se llena de signos como un hueso de hormigas
NADIE ESCRIBE DESDE EL MÁS ALLÁ
Nadie escribe desde el más allá
Las memorias de ultratumba son apócrifas
En la casa de la muerte sólo se encuentran
agonizantes lectores
algunos vivos que curiosean allí, pero no muertos
Aunque el libro tibetano de los muertos diga
que se dirige a ellos
no hay lectores en el más allá, muertos que
no guarden las formas y la gravedad de la noche
Sólo se recuerdan apariciones
fantasmas, más bien fantasías
enfermedades de la memoria
Esos señores, en lugar de hablar
responden a la desesperación de preguntas
mediúmnicas sin interés
Peor aún, suspenden mesas de tres patas
para probar que existen
Como invisibles pionetas
bajan un piano del quinto al cuarto piso
Quiero saber qué son los muertos, si son
No lo que hacen ni lo que dicen de otros
no las pruebas de su existencia, si existen
PORQUE ESCRIBÍ
Ahora que quizás, en un año de calma,
piense: la poesía me sirvió para esto:
no pude ser feliz, ello me fue negado,
pero escribí.
Escribí: fui la víctima
de la mendicidad y el orgullo mezclados
y ajusticié también a unos pocos lectores;
tendí la mano en puertas que nunca, nunca he visto;
una muchacha cayó, en otro mundo, a mis pies.
Pero escribí: tuve esta rara certeza,
la ilusión de tener el mundo entre las manos
—¡qué ilusión más perfecta! como un cristo barroco
con toda su crueldad innecesaria—
Escribí, mi escritura fue como la maleza
de flores ácimas pero flores en fin,
el pan de cada día de las tierras eriazas:
una caparazón de espinas y raíces
De la vida tomé todas estas palabras
como un niño oropel, guijarros junto al río:
las cosas de una magia, perfectamente inútiles
pero que siempre vuelven a renovar su encanto.
La especie de locura con que vuela un anciano
detrás de las palomas imitándolas
me fue dada en lugar de servir para algo.
Me condené escribiendo a que todos dudarán
de mi existencia real,
(días de mi escritura, solar del extranjero).
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos
digo que pasarán porque escribí
y hacerlo significa trabajar con la muerte
codo a codo, robarle unos cuantos secretos.
En su origen el río es una veta de agua
—allí, por un momento, siquiera, en esa altura—
luego, al final, un mar que nadie ve
de los que están braceándose la vida.
Porque escribí fui un odio vergonzante,
pero el mar forma parte de mi escritura misma:
línea de la rompiente en que un verso se espuma,
yo puedo reiterar la poesía.
Estuve enfermo, sin lugar a dudas
y no sólo de insomnio,
también de ideas fijas que me hicieron leer
con obscena atención a unos cuantos psicólogos,
pero escribí y el crimen fue menor,
lo pagué verso a verso hasta escribirlo,
porque de la palabra que se ajusta al abismo
surge un poco de oscura inteligencia
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.
Porque escribí no estuve en casa del verdugo
ni me dejé llevar por el amor a Dios
ni acepté que los hombres fueran dioses
ni me hice desear como escribiente
ni la pobreza me pareció atroz
ni el poder una cosa deseable
ni me lavé ni me ensucié las manos
ni fueron vírgenes mis mejores amigas
ni tuve como amigo a un fariseo
ni a pesar de la cólera
quise desbaratar a mi enemigo.
Pero escribí y me muero por mi cuenta,
porque escribí porque escribí estoy vivo.
Tomado de:
https://www.omni-bus.com/n30/lihn.html
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