El descenso
El descenso nos llama
como nos llamó el ascenso
La memoria es como
un logro,
una especie de renovación
casi
una iniciación, nuevos espacios abiertos
habitados por hordas
y por tanto, no implica
nuevas especies—
pues su movimiento
se dirige hacia destinos nuevos
(aunque hayan sido abandonados)
Ninguna derrota se compone sólo de derrota— pues
el mundo que abre siempre es un lugar
hasta entonces
insospechado. Un
mundo perdido,
un mundo insospechado,
nos llama a nuevos lugares
y ninguna blancura (perdida) es tan blanca como
el recuerdo de la blancura
Con la tarde, el amor despierta
aunque sus sombras
vivas por el brillo
del sol—
somnolientas ahora se abandonen
al deseo
El amor sin sombras surge ahora
comienza a despertar
conforme la noche
avanza.
El descenso
hecho de desesperanza
sin logros
cae en la cuenta
del nuevo despertar:
que es el revés
de la desesperanza.
Así, lo que no logramos,
lo negado al amor,
lo que hemos perdido antes—
se hace descenso
sin fin, indestructible.
Ventisca
Cae la nieve:
años de furia detrás de
horas que flotan perezosas
—la ventisca
arrastra su peso
más y más hondo ¿tres días
o sesenta años, eh? ¡Después,
el sol! una maraña de
copos azules y amarillos
—árboles que parecen hirsutos
sobresalen en los callejones largos
por encima de una soledad salvaje.
El hombre se da vuelta y ahí
—su huella solitaria extendida
sobre el mundo.
Dolencia
Me llaman, y yo voy.
El camino está helado
pasada la medianoche, un polvo
de nieve preso
en las huellas rígidas de los autos.
La puerta se abre.
Sonrío, entro y
me sacudo el frío.
He aquí una mujer enorme
de su lado de la cama.
Está enferma,
quizás vomita,
quizás está pariendo
a su décimo hijo. ¡Alegría! ¡Alegría!
La noche es un cuarto
oscuro para los amantes,
¡a través de las persianas el sol
pasa una aguja de oro!
Le corro el pelo de la cara
y miro su miseria
con compasión.
Llegada
Y sin embargo uno llega de algún modo,
termina desabrochando los botones
de un vestido
en una habitación desconocida—
siente el otoño
gotear sus hojas de seda y lino
entre los tobillos de ella.
El cuerpo sórdidamente venoso emerge
retorcido sobre sí
¡como un viento invernal…!
A una pobre vieja
masticando una ciruela en
la calle una bolsa de papel
está en su mano
le saben bien
saben bien
a ella saben
bien a ella
puedes notarlo
en su modo de darse
a la mitad del todo
chupada en su mano
le queda el consuelo
de ciruelas maduras
que parecen llenar el aire
y saben bien.
Joven sicomoro
¿Sabes?
este árbol joven
cuyo tronco redondo y firme
entre el mojado
pavimento y la coladera
(donde el agua
gotea) se alza
corpóreo
en el aire
con un impulso
ondulante a la mitad—
y luego
se divide y mengua
disparando
nuevas ramas hacia
todas partes—
se cuelga capullos
se adelgaza
hasta reducirse
a dos
ramas
excéntricamente anudadas
que se doblan
como cuernos superiores
El resurgimiento
Tarde o temprano
llegaremos al final
de la lucha
para restablecer
la imagen la imagen de
la rosa
pero aún no
dices extendiendo
el tiempo indefinidamente
por
tu amor hasta que una
primavera entera
reencienda
el violeta en las propias
orquídeas
y así por
tu amor el mismo sol
es reavivado
el poema.
Traducciones: Edgardo Dobry, Juan Antonio Montiel y Michael
Tregebov
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/los-mejores-poemas-de-william-carlos-williams/
Tres posiciones
I: Elaine
suspendida pues todavía
no está lista para el salto
—salvo en los ojos
sus pies desnudos
comienzan en la punta
del pasto donde tal vez
no pueda dar énfasis
al verano y el rizo
de su cabello rubio
la sonrisa a medias
hacia planes adultos
atrapa
pantorrillas que se doblan
apenas muñecas
a punto de escapar
II. Erica
la línea melódica es
todo,
en esta obra
cuando por primera vez
fui testigo
de tu cabeza
la sostuve admirado
entre los dedos
reverencia
fue mi aceptación
del nombre
escandinavo
Erica
por los ancestros
de tu padre
el resto todavía
es un misterio
tu nariz que desprecia
girando en el puente
señala el camino
al interior
III: Emily
tus largas piernas
hechas
para enaltecer
la pequeña cabeza
tu
abuelo
lo sabe
si algo
sabe
ofrece
la danza
en talento
la línea
en el doblez
de tu barba
deja
que te lleve
lejos.
(De Pictures from Brueghel)
: un orgullo local; primavera, verano, otoño
y el mar; una confesión; una canasta; una
columna; una respuesta al Griego y al Latín
con las manos abiertas; una reunión; una
celebración;
en términos diferenciados; a través
de lo múltiple, una reducción a la unidad; audacia,
una cascada; nubes disueltas en una salida arenosa
una pausa reforzada;
obligada; una identificación y un plan
de acción para suplantar un plan de acción; un
menguar; una dispersión y una metamorfosis.
Tomado de:
EL HOMBRE
Es un extraño coraje
el que me das, astro remoto
brillando solitario en la mañana
¡con la que no tienes nada que ver!
PARA DESPERTAR A UNA ANCIANA
La vejez es
un vuelo de pequeños
pájaros chillones
rozando
árboles pelados
sobre el cristal de la nieve.
Ganando y perdiendo
son abofeteados
por un viento oscuro
¿Y qué?
Sobre ásperos tallos de arbustos
se posó la bandada,
la nieve
se cubre de rotas
cáscaras de semillas
y el viento templado
de un agudo
clamor de plenitud.
SOLO PARA DECIR
Que me comí
las ciruelas
que estaban
en la nevera
y que
tal vez
guardabas
para el desayuno
Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frías
EL COMPAÑERO DEL PÁJARO
Así como el amor
que día
tras días puede morir
en la rama
Así surge tu amor
fresco
lujurioso de sol
compañero del pájaro.
William Carlos Williams.
Selección y transcripción de los poemas: Silvia C. Navarro.
Tomado de:
https://vomiteunconejito.wordpress.com/2021/05/17/poemas-de-william-carlos-williams/
El pasado arriba, el futuro abajo
y el presente derramándose: el rugido,
el rugido del presente, un discurso —
es, de necesidad, mi única preocupación
Se sumergieron, cayeron en un éxtasis.
o con intención, para dar por terminado— el
rugido, constante, dando testimonio
Ni del pasado ni del futuro
Ni para clavar la vista, amnésicos — olvidando.
El lenguaje en cascada hacia lo
invisible, más allá de: las cataratas
de las que es la parte visible—
............................................................
Sacados
de las calles arrancamos
el
encierro de nuestras mentes y somos absorbidos por
los
vientos de los libros, buscando, buscando
en el
viento
hasta
que no sabemos cuál es el poder del viento sobre nosotros
que lleva la mente lejos
y en la
mente crece
un
olor, quizás, de flores de acacia
cuyo
perfume es en sí un viento que se mueve
para llevar
la mente lejos
a
través del que, debajo de la catarata
que
pronto estará seca
el río
se arremolina y se amontona
primero recordado.
Agotados de vagar por las calles
inútiles en estos meses, con los rostros inclinados contra
él,
como trébol al anochecer, algo
lo ha
regresado a su propia
mente
en la que una catarata invisible
tropieza y se levanta
y
vuelve a tropezar —y no cesa, cayendo
y vuelve a tropezar con un estruendo, una
reverberación
no de
las cataratas sino de su rumor
incesante
Paterson descansa en el valle bajo las cataratas Passaic
sus aguas servidas dibujan su espalda. Situado
a su derecha, ¡la cabeza cerca del tronar
de las aguas que llenan sus sueños! Eternamente dormido,
sus sueños caminan por la ciudad donde permanece
anónimo. Las mariposas se posan en su oreja de piedra.
Inmortal, ni se mueve ni despierta y rara vez
es visto, aunque respira y las sutilezas de sus
maquinaciones
obtienen su sustancia del ruido del río que
fluye
animando a mil autómatas. Quienes, como
ignoran sus orígenes y las bases de sus
decepciones, salen de sus cuerpos en su mayoría
sin rumbo,
encerrados y olvidados en sus deseos— sin emoción.
—Dilo, no
hay ideas sino en las cosas—
nada más que las fachadas blancas de las casas
y los árboles cilíndricos
doblados, divididos por prejuicio y accidente—
partidos, combados, arrugados, moteados, manchados—
secretos—¡hacia el cuerpo de la luz!
Tomado de:
https://www.eternacadencia.com.ar/blog/libreria/poesia/item/tres-fragmentos-de-paterson.html
UNA CANCIÓN DE AMOR
¿Qué tengo yo para decirte
cuando nos encontremos?
Y, sin embargo,
estoy acá acostado y pienso en vos.
La mancha del amor
se cierne sobre el mundo.
Amarilla, amarilla y amarilla,
va comiendo las hojas
y mancha de azafrán
las ramas puntiagudas que se inclinan
pesadamente
contra un terso cielo púrpura.
No hay luz,
sólo una mancha espesa como miel
que va goteando de una hoja a otra
y de una rama a otra
y arruina los colores
del mundo entero.
Estoy solo,
y el peso del amor
me ha alentado hasta hacer
que mi cabeza pegue contra el cielo.
¡Mirame!
Chorrea néctar de mi pelo;
los estorninos lo transportan
en sus alas negras.
Mirame, finalmente
mis brazos y mis manos
están ociosos.
¿Cómo puedo saber
si alguna vez voy a volver a amarte
como te amo ahora?
Tomado de:
https://www.zaidenwerg.com/una-cancion-de-amor-william-carlos-williams/
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