¡Victoriosa!
¡La Bandera en el Morro! ¿No es un sueño?
¡La Bandera en Palacio! ¿No es delirio?
¿Cesó del corazón el cruel martirio?
¿Realizose por fin el arduo empeño?
¡Muestra tu rostro juvenil, risueño,
enciende, ¡oh Cuba!, de tu Pascua el cirio,
que surge tu bandera como un lirio,
único en los colores y el diseño!
Sus anchos pliegues al espacio libran
los mástiles que altivos se levantan;
los niños la conocen y la adoran.
¡Y sólo al verla nuestros cuerpos vibran!
¡Y sólo al verla nuestros labios cantan!
¡Y sólo al verla nuestros ojos lloran!
Los Alpes
De un resalto tremendo a otro resalto,
escalan el espacio las montañas,
como en ardiente emulación de hazañas,
van los pétreos gigantes en asalto.
Llegan en confusión; y allá en lo alto,
entre las nubes son nubes extrañas,
mas el agua se filtra en sus entrañas,
burlando la pizarra y el basalto.
Incubadora sin igual, la nieve
como alas tiende sus armiños puros;
ya no se suelta murmurante y leve.
Ya no la bordan los alegres muros;
y, cerrando terrible el horizonte,
de blanco mármol aparece el monte.
Expulsada
«Te fuiste para siempre. Quedé en el mundo sola.
Mis lágrimas corrieron un año y otro año…
Gritáronme de arriba: «!Anda!», y anduve errante,
Y al fin me vi de nuevo en nuestro hogar de antaño.
Tu espíritu amoroso flotaba en todas partes.
Cantaba con las aves, perfumaba en las flores.
Con el véspero triste me enviaba tu sudario
Y envuelta en él soñaba nuestros dulces amores.
(…)
Y cuando reposaba tranquila en aquel sueño
En nuestro hogar sagrado oí la voz infanda.
Tocaron en mi cuerpo las manos criminales
Y el rencoroso arcángel gritó de nuevo: «!Anda!»»
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/aurelia-castillo-de-gonzalez/
José Martí
Del mundo de Colón dos islas bellas
Quedaban en el círculo de acero
Que en él trazara el pelotón guerrero
De férreas almas e indelebles huellas.
Más, bajado de fúlgidas estrellas
Y de la estirpe del insigne Homero
Un poeta se lanza y justiciero
¡Nos escribe una Ilaada con centellas!
Dos nombres le esperaban en la Historia
Para el grupo de grandes redentores
Que han de ser enlazados por la Gloria:
El que sembró en el Norte maravillas,
El que en el sur dejó sus resplandores
Y el que hizo libre á las dos Antillas.
Agua de tinajón
Agua santa de este suelo
en el que se meció mi cuna,
agua grata cual ninguna,
que bajas pura del cielo.
Yo te beso con anhelo,
casi con mística unción,
pues creo que tus gotas son
de mi madre el tierno llanto
al ver que te quiero tanto,
Camagüey, tu corazón.
Pasado y presente
A mi esposo
Tuve alborada de sin par ventura
En que el sol de los ojos maternales
Me alumbró de la vida los umbrales,
Que hollé con infantil desenvoltura.
Vino la tarde ¡oh Dios! mi planta pura
Abrasaron ardientes arenales;
Cual único remedio de mis males
Esperaba la horrenda sepultura.
Ennegrecióse aún más mi cielo triste.
Ya en mi noche de helada indiferencia
Éranme igual la gloria o el infierno
Del olvido entre sombras tal me viste,
Y me has dado feliz, nueva existencia,
Que ilumina tu amor con rayo eterno!
Ignacio Agramonte
Broncíneo el pecho, el alma diamantina,
se levanta en los campos de la guerra
como arcángel mortífero que aterra
y ángel de luz que espléndido ilumina.
A su aspecto tan solo se adivina
cuánto de grande en el campeón se encierra
Él es de la falange que a la tierra
viene del centro de la luz divina.
Las huestes turbulentas de los campos,
dóciles a su voz, se tornan puras;
y cuando muere por la patria ese hombre
la gloria le circunda con sus lampos,
tú, amada tierra, con su luz fulguras
y el mundo aclama delirante un nombre.
Carlos Manuel de Céspedes
Sintió que el alma cual jamás extensa.
En sus profundos senos recogía
Todo cuanto en la patria se sentía
De humillaciones, de dolor, de ofensa.
Sintió la nube amenazante y densa
Que con fuego el cerebro le envolvía.
Y de España á la antigua tiranía
Arrojó el guante su arrogancia inmensa.
De San Lorenzo en el final estrecho
El juramento que lanzó vibrante
Sostuvieron sus miembros lacerados.
Y, de patria, república y derecho
Él puso los cimientos de diamante
Con su sangre purísima bañados.
Tomado de:
https://www.poeticous.com/aurelia-del-castillo?locale=es
El Maine
Cual explosión de horripilante mina
En los profundos senos de la tierra,
O que mil rayos se librasen guerra,
Horrísono fragor se alza y fulmina.
La ciudad se obscurece, se ilumina,
En las almas el pánico se encierra:
Y ver en los espacios les aterra
Roja hoguera que al cielo se avecina.
¿Fue el azar? ¿Fue la Unión? ¿Fue Cuba? España?;
¡Allí el Esfinge está con su misterio!
¡Ese fué el Maine! Esa armazón extraña
Hoy representa una imperial corona,
Y allí á los orbes que se hundió pregona
¡Colosal y hermosísimo otro imperio!
Tomado de:
http://www.ellugareno.com/2021/07/el-maine-un-poema-de-aurelia-castillo.html
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