El pulpo
Una noche soñé que un pulpo me quería.
¡Oh la indecible angustia de aquella aberración!
Nunca he sufrido tanto; cuando amaneció el día
dijérase que había perdido la razón.
¿Alguien ha visto un pulpo acercársele quedo,
asqueroso y lascivo, monstruoso y feroz?
Por vez primera supe qué es ser presa del miedo,
qué es hundirse en la sima de una demencia atroz.
Él caminaba siempre, y yo huía, yo huía;
sus tentáculos eran como una maldición
caída del infierno sobre la carne mía
que crispaba el espanto de la alucinación.
¡Qué terror! Se me helaban los gritos en la boca.
¡Qué terror! No acertaba ni auxilio a demandar.
Y él avanzaba siempre, y yo, como una loca,
ni siquiera sabía hacia dónde escapar.
Un tentáculo horrible sobre mí iba a caer
como una helada mano blancuzca y amarilla,
cuando al fin dando un grito que sacudió mi ser
desperté sollozando de aquella pesadilla
que me hizo conocer el infierno del pánico,
el dolor de lo innoble, el terror de lo infecto
encarnado en lo inmundo de aquel pulpo satánico,
tenebroso y maldito, misterioso y abyecto.
Tomado de:
https://www.archiletras.com/poemassentidos/el-pulpo-de-elisabeth-mulder/
Sinfonía en rojo
Roja, toda roja…
Roja, toda roja vi siempre la vida;
como una inmensa hoguera
donde quemaba bien
mi pobre corazón, rojo también.
Todo rojo el camino,
todo rojo el sendero
a seguir
y el día a vivir.
Y rojo el mundo entero.
Rojo de amor.
Y de dolor y de horror…
En este vasto incendio
(brasa, flama, carbunclo),
que todo centelleante apareció
en esa luminaria,
¿qué había de ser yo,
alma furtiva
y temeraria?
¿Qué habría de ser yo
sino una llama viva?
La zarpa
Noce de estío, que en inquietud me sume…
Una flor lentamente se deshoja
entre intensas oleadas de perfuma;
y hay una luna grande, hiriente y roja.
La brisa espesa muerde perversamente
con el hábito tibio de un suspiro,
y acaricia la boca febrilmente
con el ávido beso de un vampiro.
No hay estrellas. El cielo es esta noche
la misteriosa comba inmaculada
prendida únicamente con el broche
de una luna de faz congestionada.
Quizás mañana habrá tormenta;
acaso en esa obscuridad se está preñando
el rayo y la tormenta paso a paso,
y el torrente pluvial que ha de ir saciando
esta ansia intensa de humedad que encierra
una agria emanación calenturienta
que sube de la entraña de la tierra
seca y resquebrajada, ardorosa y sedienta.
Nocturno de estío. Hora febril y palpitante
en que el silencio y la fragancia arrullan
y toda la existencia se hace un interrogante
y en la calma tan sólo los sentidos aúllan.
Mañana habrá tormenta. Esta noche expectante
me deja dolorida de emoción
como una zarpa alucinante
que me fuera exprimiendo el corazón.
Yo misma
¡Si pudiera salir de mí
Acaso me salvaría!
Tal vez se marchitaría
Como una flor
el dolor
en que mi vida se abisma
si no diera a lo exterior
tan gran parte del horror
de mí misma
Un misterioso capuz
me oculta a la vida extraña
que fuera de mí florece.
Al acercarme a la luz
Me transformo en niebla huraña
que la tamiza y empaña
hasta que la luz fenece.
¡No poder nunca ver nada
como los otros lo ven!
Tener luz propia: alborada;
Y sombra propia: la nada,
Y en este luchar eterno
Por apartarme de mí
ser esclava del infierno
fatal donde me sumí
por ignorar lo que hacía.
¡Si pudiera salir de mí
acaso me salvaría!
¡Pero no puedo!
En vano mi alma buscó
algo distinto a su «yo»
en la misteriosa prisma
de la vida donde ahondó,
porque tan sólo encontró
un reflejo de si misma.
¡Y fue una imagen tan triste
La que acertara a mirar
que ahora el alma se resiste
a volverla a contemplar!
¡Y ahora es tarde!
Es ella sola, yo sola,
lo que en la vida he de ver.
¡Estandarte que tremola
sobre la hoguera y la ola,
sobre el dolor y el placer;
mi sombra, que huye de mí
cuando avanzo hacia una cosa,
mi sombra, ¡Oh
fatalidad!,
compás, pauta, ritmo, norma,
mi sombra, que a todo da
los contornos de mi forma!
Y es triste, cuando uno ama
Lo externo, vivir así:
sin más noche que su noche,
sin más llama que su llama,
en febril
agitación,
arrimándose al candil
de su propio corazón
que se alimenta de su pena.
¡Es triste vivir así
cuando uno adora la ajena
palpitación!
¡Prisionera!
Prisionera en la demente
Personal limitación
del plano en que me coloco.
Y es tal la concentración
en que me llego a abismar,
que aunque me adelante un poco
sólo consigo avanzar
las rejas de mi prisión.
Como figuras lastimosas
vuelven a mí todas mis penas.
Soy de esas almas misteriosas
esposadas con sus esposas
y atadas con sus cadenas.
Yo soy mi propio carcelero.
Soy mi tirano y mi señor.
Yo soy el propio constructor
del patíbulo donde muero.
Abrasada en mi misma llama
y asfixiada en mi mismo humo,
en vano la paz mendigo
porque ha de morir conmigo
el fuego en que me consumo.
Mi cuerpo es tan sólo un cirio.
¡Oh fuego, blasón y emblema
de esta existencia que quema
con convulsión de delirio!
Mientras viva no veré extinto
el fuego de mis hogueras,
como no escaparé del recinto
de mis fronteras.
Sin otro que mi sol,
sin otra losa que mi losa
para ocultar mi existencia;
sin otro estol que mi estol
para seguir mi demencia
terrible y maravillosa,
soy igual que una alquimista
portentosa
filtrando de su crisol
el extracto de su esencia
misteriosa.
Soy la eterna sombra, que avanza
ante mí quiero ir lejos.
Soy la noche de mi esperanza.
¡Soy un reflejo de reflejos!
Y es triste vivir así
cuando hecho polvo de rubí
todo mi ser disgregaría…
¡Si pudiera salir de mí
acaso me salvaría
Tomado de:
http://latribu.info/uncuartopropio/feminismo/sisterhood/poemas-de-elisabeth-mulder/
Canción de marinero en la noche
La noche trae mi esperanza
rodando sobre la arena.
¡Mejilla de estrella virgen,
garganta de luna llena!
La noche trae mi esperanza
con la ropa medio puesta,
¡espalda de nardo fresco,
vientre en flor de primavera!
Ola, un puñado de sal
para ungir a mi morena,
la de los senos tan suaves
como capullos de seda,
la de los nuslos de plata
como agujones de estela.
Gaviota que bate el viento
comiéndose los planetas,
cuando piques en el mar
para besar las sirenas,
tráeme ranas de coral
que ciñan a mi morena
por la hebra de su cintura
al lecho de playa en fiesta.
Ya cae otra estrella herida,
Ya huye cantando otra vela,
ya va entornando la luna
sus grandes ojos de enferma…
¡La noche trae mi esperanza
rodando sobre la arena!
En el cristal inquieto de una fuente
En el cristal inquieto de una fuente
me he mirado
con un gesto miedoso.
El cristal me ha devuelto mi silueta cansada,
un cielo gris de otoño, vacilante y brumoso,
y el verde ensombrecido de mi vaga mirada.
Y así, los ojos en los ojos posados tristemente
hemos permanecido.
Mi imagen temblorosa en el cristal…
Luego me he ido.
¡Una pobre hoja más, desconsolada
en el parque otoñal!
¿Y no más?
¿Es posible?
¿Esto sólo
y no más?
¿Este lodo
amasado
con oro,
este lloro
apagado,
esto, todo,
y no más?
¿Esta angustia,
este miedo,
esta vida
ya mustia,
ya herida
de penas
apenas
nacida
al acaso;
este ritmo,
este modo,
este paso,
esto, todo,
y no más?
¿Esto sólo
que ahora es
por siempre
jamás?
¡Imposible,
imposible!
¡Después
ha de haber más!
Tomado de:
https://poesiaenlared.wordpress.com/category/elisabeth-mulder/
La dulce música
Fuente,desgrana tu pena
en esta tarde azulada.
Rima tu copla encantada
en esta tarde serena.
Bella amiga, mi hada buena,
di tu mágica balada.
¡Canta tu dulce tonada
que es toda gracia llena!
Y la fuente me escuchó:
y su romance cantó en el suave atardecer.
Y cada gota caía
como divina harmonía
en el fondo de mi ser.
Tomado de:
https://www.lapajareramagazine.com/elisabeth-mulder
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