***
Estás fresca como una rosa,
más puta que las gallinas
y pesada como la prosa
de don Pedro Corominas.
***
Picho en el abuelo:
al fondo el mar azul,
allá la cabeza de Begur,
aquí la cabeza del haba.
***
Los señores de cierta edad
ya tienen su candidato:
Wenceslao Maria Dutrem, ¡
ahora sí que temblaremos!
Inventor de Erotyl,
que despega el miembro viril,
un día que hacía viento
hizo este descubrimiento.
Mezclando hilos de sotana
con cojones de lagartija,
dos onzas de placenta
y un chorrito de agua caliente,
para comprobar sus efectos
da a algunos sujetos.
Tanto lo prueba el portero
que ya toca a su esposa.
El del principal primer
preña mujer y portera.
El del principal segunda
se va de cabeza al chono.
El señor del primer piso
da por el trasero a un Luis.
A don Amadeo Hurtado
se le levanta con desenfado.
A Maluquer y Viladot
se le reaviva el muñeco.
El caudillo de los zurdos
no le agacha ni con dos manos.
A Pellicena y Camacho
le branda como la de un encuentro.
A don Pedro Corominas
le brotan doce sardinas.
Don Francisco Cambó y Batlle
se la pasa por el hombro.
Civera Sormaní
no sabía porvenir.
Incluso don Pedro Rahola
lleva en carro el título.
Y hasta don Francesc Macià
se va a casa Mamá.
El mundo de uno a otro extremo
canta el éxito de Dutrem.
Y le llevan con bandeja
una cigarra de plata.
(Los nombres que salen son reales: políticos, periodistas,
literatos... "La alusión a un Lluís hace referencia a la rama de una
congregación mariana, de la que tomó fama los Lluïsos de Gràcia".
"Casa Mamá. Prostíbulo muy frecuentado".)
***
BALADA DE FRA RUPERTO
Fray Rupert, de las damas predilecto,
menorcito de aparato extraordinario,
sube a la trona con el muñeco erecto
y como aquel que va a pasar el rosario,
sin gota ni pizca de respeto
a los votos del venerable escapulario,
mostrando, impúdico, lo que tiene entre piernas
excita la lascivia de las damas.
Y con voz entre barítono y tenor
canta Rupert, el impúdico fray menor:
Gustoso, señoras, me vengo
a explicaros cómo los tengo.
Los tengo grandes y redondos
como los Padres Felipones.
Y los tengo limpios y sin titas
como los Padres Jesuitas.
Los tengo frescos y lindos
como los Padres Dominicos.
Cada uno me pesa un kilo
como los del Padre Camilo.
Se los podría llevar con palmas
como aquellos del Maestro Balmes.
No los tengo blandos ni tampoco chavales,
como los tienen los Hermanos.
Ni llenos de innoble comía
como los del Corazón de María.
Ni tienen las bolsas tristes
como los de los Hermanos Maristas.
Y no me bailan día y noche
como los de la Escola Pia.
No son los granos de rosarios
que cuelgan en los Trinitarios.
Ni hacen ese tufo de cordero
de los frailes de Mercè.
Ninguna garrapata se me agarra
como a los monjes de la Trapa.
Ni demasiado tocatardanos
como son los de los Salesianos.
Ni peludos ni escasos
como los de otros misioneros.
Ni con el gálico y los venerios
de otros dignos presbiterios.
Ni ridículos ni malolientes
como lo son en tantos conventos.
Ni adelgazados por los malos vicios
como los tienen los novicios.
Ni tronados y llenos de grandes
como los pobres postulantes.
Ni con las señales alarmistas
de los huevos de los seminaristas.
Ni con un harto y otro ayuno
como los frailes de Sant Bru.
Se pueden contrapuntar
con todos los santos del Altar.
No se pueden volver atrás
como le pasaba a San Pedro.
Y tienen un toque tan suave
como los cojones de Santa Pau.
Son piezas que hacen lucir
como los de San Agustín.
Y pueden llenar un capazo
como los huevos de Santo Tomás.
Y aún sobrar un trozo
como ocurría con San Ambrosio.
Tienen ese tufo honrado
de los cojones de San Bernardo.
No me llegan hasta el culo
como Vicente de Paúl.
No me escaldan el título
como Ignacio de Loyola.
No me frotan la zanahoria
como Sant Lluís Gonçaga.
Hay más corte y más festín
que en los de San Felipe Neri.
No hay en el mundo tal acierto
como los huevos de Fra Rupert.
La que les toque con vehemencia,
quinientos días de indulgencia.
La que capte su tamaño,
hasta indulgencia plenaria.
Y el culo que no les es rebelde
irá de la cama al cielo.
No tiene la Iglesia Romana
algo más noble y más sano,
ni tiene la Orden Capuchina
pieza más pulcra y más fina,
dispuesta a todo servicio
Ad Majorem Gloria Dei.
(Fray Rupert era un capuchino que logró gran influencia
entre la burguesía dominante en Barcelona. Lo recitó en público el jueves 19 de
diciembre de 1935 tras una conferencia de Federico García Lorca. "Sagarra
recitó la balada, entre las carcajadas homéricas y la satisfacción total de los
asistentes. El éxito fue tan unánime y tan fuerte, que Margarita Xirgu decidió
subirse a una silla y recitarlo de nuevo, esta vez imprimiéndole el dramatismo
digno de una tragedia griega. , sentenció: "¡Qué grande eras, Margarita!
Con un actriz como tú y un poeta como Sagarra, la lengua catalana no morirá
nunca".)
Tomado de: http://magpoesia.mallorcaweb.com/sagarra/sagarra.html#poemes%20sat%C3%ADrics
Canción de suburbio
Quiero la huerta escuálida
que de la fábrica se resiente,
y me complace rodear mi vida
de ese paisaje indiferente.
Y me place el rato virolada:
gente de ensalada y merienda.
Una doncella desperdiciada
y una canción que hace llorar.
Y el hombre humilde que en el aire enseña
una frente valiente y un ojo esclavo,
y va con el gorro y la alpargata
y el farcellet y el vestido azul.
Aquí yo veo que el mundo se me abre
frío y terrible como la muerte.
Y es tan mezquina y es tan pobre
la campanilla de mi corazón!
De los llagoteros huye la corrua
y en mi rostro no hay velo
y me puedo mirar el alma desnuda
sin un poco de recelo.
Amo la huerta desolada;
el melocotonero aburrido que se muere,
y el arenque plateado,
porrón de sangre, tomate de oro.
Yo voy siguiendo su manía,
hombres extraños de buenos dientes,
que volveréis a la miseria
un poquito más contentos!
Duren los males, duren las penas,
lágrima, rosa, perla y beso.
Dure ese corazón y estas venas,
dure ese ojo que no ve nada.
Vestido encendido que el gozo desgarra,
danza por mí! Hombre leal,
ven, fumamos nuestra pipa
sobre la hierba virginal.
Dime las vivas maravillas
de tu trabajo, de tu tormento.
Bajo el concierto de las estrellas,
vamos fumando tranquilamente.
Viñedos verdes
Viñedos verdes junto al mar:
ahora que el viento no rumia,
se hace más verdes, y todavía
tiene la hoja miedosa,
viñedos verdes junto al mar.
Viñedos verdes de la ladera:
sois más finas que la alfalfa.
Verde junto al azul marinero,
viñedos con la fruta verde,
viñedos verdes de la ladera.
Viñedos verdes, dulce reposo
cerca de la vela que pasa;
hacia el mar blinque el cuerpo
sin decantarle demasiado,
viñedos verdes, dulce reposo.
Viñedos verdes, soledad
del verde en la hora caliente.
Uva y cepa recortada
sobre la tierra brillante;
viñedos verdes, soledad.
Viñas que decís adiós
en el llagut y en la gaviota
y el fin flequillo de nieve
que ahora nace y que ahora …
¡Viñas que decís adiós!
Viñedos verdes de mi corazón …
Dentro de la vid se duerme la tarde,
uva tinta, pámpulo de oro,
agua, peñasco y bazar.
Viñedos verdes de mi corazón …
Viñedos verdes junto al mar,
verdes a punta de día,
verde suave de tarde…
Háganos siempre compañía,
viñedos verdes junto al mar!
A una nueva amiga
Hoy sólo de nuestro conocimiento
tengo el corazón fresco como la bodega de la masía,
y toda mi alma se adelanta
de haberte llevado espalda en el brazo.
La tarde me ha sido traicionera y breve,
más la luz estaba viva.
Dentro de la cebada oraba el pregadiós,
en la higuera se ha detenido la griva.
Y yo sentía un gran pavor
de ver los ojos que hacías y la cara…
¿Ay, fina palidez del amor,
que no sabe si debe ser amor todavía!
Canción de lluvia
¿No sientes, corazón mío, qué lluvia más fina?
Duerme, que la lluvia ya vela tu sueño…
Hay dos perlas en la telaraña,
¡qué conversación la lluvia y la fuente!
¿No sientes, corazón mío, qué lluvia más fina?
¿No sientes, mi corazón, qué llorar y qué cantar?
Cantan las gotas sobre el tejado,
lloran las gotas sobre el rellano…
Gotas de lluvia, gardenia que se abre…
¿No sientes, mi corazón, qué llorar y qué cantar?
¿No sientes, corazón mío, qué paz más divina,
con la música de las nubes deshechas?
Lluvia de noche, delicada vecina,
dientecitos de agua en los cristales quietos…
¿No sientes, corazón mío, qué paz más divina?
¿No sientes, corazón mío, que la pena se va,
dentro de este llanto de la lluvia nocturna,
y las estrellas sonríen allá?
Allí sonríe un manto todo chispa…
¿No sientes, corazón mío, que la pena se va?
¿No sientes, corazón mío, qué lluvia más fina?
¿No sientes, mi corazón, qué llorar y qué cantar?
¿No sientes, corazón mío, qué paz más divina?
¿No sientes, corazón mío, que la pena se va?
¿No sientes, corazón mío, qué lluvia más fina?
El cementerio de los marineros
Cuando el pase del viento afina
la tarde tibia del mes de agosto,
cuelgas como una muerta gaviota
en lo alto de la piedra gris del asado.
Desde las blancas paredes estrechas
ves un poco de mar sólo;
y todavía te pones todo de puntillas,
blanco cementerio de los marineros.
Nadie que por las noches a ti se acerca
por el atajo magro de los huertos
dirá cuando vea la espalda mansa
que eres el pacífico hostal de los fallecidos.
No te dignifican la antigua grieta
de las costillas mágicos cipreses;
sólo te vuelta la viña verde,
blanco cementerio de los marineros.
Es una viña plana como todas,
ni tú le asustas ni piensa en ti;
de las cepas le cuelgan las frágiles gotas
tornasoladas del vino maduro.
Aquellas bestias que suele haber
en la pelada paz de las laderas
se te hacen, amigas sin misterio,
blanco cementerio de los marineros.
Tanto a las claras como a oscuras,
nada de miedos, nada de peligros:
todos los mediodías, zumbido de moscas,
todos los atardeceres, desmayo de gajos.
Y al amanecer, leve transparencia:
cóbitos que pian por los olivos.
Y siempre un clima de indiferencia,
blanco cementerio de los marineros.
Dentro de la bahía, las maderas hartas
de sal y pesca mojan el lomo;
los hombres pasan del juego de cartas
en la opalina gracia del ron.
Las mujeres se sientan en las sillas
con esos aires manifasseres…
Y nadie piensa que tú respiras,
blanco cementerio de los marineros.
Y viene que un día la voz chapa
de una campana lagrimeante;
y gente negruzca se acorriola
siguiendo el viñedo de tu alrededor.
La caja lisa sube la costa;
tú ni la miras: ya sabes quién es.
Sin reverencia recibes a tu huésped,
blanco cementerio de los marineros.
Y quienes te lo llevan, mientras la pala
remueve la tierra limpios de carcoma,
piensan qué hora y en qué cala
y con quien les corresponde calar el artón.
Les llama el trance y la mojada;
caraimpasibles bajan después,
a tu silencio dados la espalda,
blanco cementerio de los marineros.
Si el mar es furia, bote y delirio,
y es empuje y es cuerpo a cuerpo,
quien se acuerda del cementerio,
del gris de nácar de su reposo?
Tú sabes comprenderlo; pero no te atreves
adornarte de árboles ni de cloquers.
Tú sabes comprender todas las cosas,
blanco cementerio de los marineros!
Ellos hacen la ruta de la pobreza,
tú haces el sueño del infinito.
Si ellos se resignan a ir al encendido,
también te resignas a su olvido.
Porque te resignas, porque te das cuenta
de lo que es lo siempre y es lo nunca más,
yo te vengo a ver muchos ratos,
blanco cementerio de los marineros.
Yo te vengo a ver por el atajo,
siguiendo los viñedos, dejando el puerto;
y me vivificas con el modo
clara y tranquila de decir la muerte.
La muerte, como una gran compañía
limpia de turbios gritos adelantos
la muerte, como trabajo de cada día,
medio de tristeza, medio de alegría…
blanco cementerio de los marineros!
Tomado de:
https://aulacastellar.cat/poesia-i-prosa-de-josep-maria-de-sagarra/
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