domingo, 18 de enero de 2015

CONTAGIO

CONTAGIO
Texto encontrado en la unidad psiquiátrica habitación 705
A mediados de noviembre luego de la crisis solar

En la mañana empezaron a escucharse risas y gritos en medio de la calle cerca del hospital, pensamos que eran los rezagos de las fiestas del domingo, pero ante el incremento del volumen tanto de personas como de gritos y risas en la calle, pronto las autoridades del pueblo se tomaron las calles y con sus equipos anti-motines intentaron aplacar los ánimos de las personas que siguieron llenando las calles cercanas al hospital. Realmente fue poco lo que lograron, las personas seguían llegando, y el alboroto era cada vez mayor, unos reían alocadamente tomándose el estómago con ambas manos, otros gritaban como si un dolor les desgarrara las entrañas, habían chicas que daban giros y giros al ritmo de un loco baile sin música, al parecer los únicos que no presentaban estos signos tan peculiares eran los niños que se dirigían a las escuelas, ellos, por su parte, aterrados miraban el comportamiento extraño de sus padres, maestros y habitantes de la capital, ellos, miraban con mucha extrañeza, se miraban unos a otros, preguntándose que estaba ocurriendo, ¿porqué?, los adultos actuaban de esta manera, pero no se atrevían a dar ninguna respuesta, pensaban en que los médicos pronto darían respuesta al comportamiento de los ciudadanos capitalinos, y porqué hasta después de ese instante en que el sol envió esa llamarada, que en un principio sólo produjo terror, y el grito pidiendo perdón al unísono de toda la población; que extraño efecto era este que empezó con lamentos y gritos de piedad a Dios, y cómo de un momento a otro todos pasaron de un extremo triste a esta barahúnda de gentes que en una especie de carnaval no planeado ahora agitaban a la capital.

Los gritos y las risas aumentaban de una manera exagerada y todos, todos parecían ebrios, pero no había ningún tipo de licor, era solo una felicidad sin motivo, como si la llamarada solar les hubiese quemado las tristezas, y una suerte de alucinación feliz invadiera todo su ser, los médicos se preguntaban que sería este comportamiento tan raro en los ciudadanos, y porqué  aumentaba cada instante, también se preguntaban porque afectaba únicamente a los adultos, pues los niños miraban aterrados el comportamiento de los adultos, estos parecían drogados, gritaban, bailaban, y parecía que eran víctimas de una suerte de posesión, también se preguntaban si esto tendría que ver con el hecho de que la capital justamente recibiera la mayor parte de la energía expulsada por la llamarada solar, y como muestra de esto, estaba que casi la totalidad de los focos se estallaron al mismo tiempo, lo que por un momento hizo parecer a esta ciudad una gran olla de palomitas de maíz se oían estallidos en todas las casas, y casi todos los artefactos electrónicos se averiaron, desde los móviles, pasando por las computadoras y hasta los más primitivos como licuadoras y planchas, los televisores explotaron, los vehículos quedaron en mitad de las vías quemados, los relojes se paralizaron a las 9:15 a.m. de esta fatídica mañana de noviembre, se preguntaban los médicos, porque estas personas no pedían ayuda, escasamente un par de oficinistas se acercaron, con sus trajes impecables, pero con los ojos muy abiertos, quejándose de dolencias en el cuerpo, y su imposibilidad para dejar de reír y gritar, a lo que los doctores con cierto humor negro respondieron que estar así de felices no era una enfermedad sino más bien una dicha, y en medio de risas se devolvieron a sus consultorios, no sin antes hacer dos o tres chistes más sobre la situación. Todo siguió así por el resto del día, los que estaban en el hospital no tenían los síntomas, la construcción era un viejo monasterio adecuado como hospital hace muy pocos años, apenas adecuaron la parte eléctrica y la parte higiénica, pero se conservaban los gruesos muros de ladrillos cocidos, realmente era muy fría y con poca luz, más aun luego del estallido de todos los focos. Sin embargo, algunos pacientes del área neurológica y del pabellón psiquiátrico mostraron extraños síntomas de ansiedad, y de una extraña manera de cantar himnos religiosos… algunos recitaron párrafos de la biblia de memoria, otros cantaron canciones infantiles tapándose los ojos con la mano, los pacientes presentaron dolor en las articulaciones, y algo muy curioso empezó a suceder en las calles, algunos de los niños que observaban el comportamiento absurdo de sus padres quisieron llevarlos al hospital, pero al tomarlos de la mano, los niños empezaron a presentar los mismos síntomas de sus padres, y en la medida en que se iban dando la mano o abrazándose, este comportamiento se iba pasando de unos a otros, fue así, como al ingresar algunos de estos pacientes al hospital, y luego de la valoración hecha por los médicos, estos profesionales empezaron a presentar los mismos síntomas, algunos doctores empezaron a saltar jugando rayuela, otros con lazos brincaban por los pasillos, las doctoras bailaban al ritmo del silencio, como muñecas de porcelana, otros corrían a esconderse y a contar esperando ser buscados. Al cabo de unas horas el hospital presentaba el mismo comportamiento de toda la ciudad, y no parecía que fuera a ser la excepción, pues unos con otros al menor contacto recibían una suerte de energía extraña que los regresaba a su infancia, y más allá de su infancia era como si despertaran a su ser lúdico infantil, y este a su vez tomara el control de su vida…
Yo, como he estado aquí encerrado en esta unidad, apenas en compañía de esta vieja máquina de escribir, he sido testigo privilegiado de todo lo que sucede a mi alrededor, pues, cuando mi familia decidió dejarme interno nunca pensaron que apenas una semana después este supuesto castigo fuera la salvación de mi vida, y mucho menos, el hecho de que me quitaran el ordenador y me dejaran esta vieja máquina de escribir… agradezco mucho el egoísmo, pues ahora puedo ser testigo de la debacle de esta ciudad, y puedo escribir todo esto que veo, y a la vez me divierto mucho con los extraños comportamientos de mis médicos, los que ahora mismo están riendo, gritando y jugando por todo el hospital… ellos, que me someten a medicinas fuertes, que siempre ponen en duda mi juicio, ahora soy yo quien está muy divertido y tomando atenta nota, para no dejar que olviden estos momentos en que su cabeza parece perdida, y que sus criterios médicos están deshechos.
He visto, por la ventana de la puerta, a los empleados de servicios varios, jugar con las escobas y los baldes de agua, corren por todos los pasillos gritando y bailando, y yo, aquí como un espectador más, pero no quiero salir, le temo a tanto juego, aunque la curiosidad me excita, no quiero entrar en ese desborde, siempre, en medio de mi locura he sabido tener control de mi propia irrealidad, y perder ese control al nivel en que lo perdió la mayor parte de la capital realmente me asusta, y más al darme cuenta que al menor contacto, una suerte de energía me afectaría, y salir para no tocar a nadie es imposible, pues en este hospital es necesario algún contacto, y eso me contagiaría, y de esa manera no podría seguir siendo este espectador que disfruta con el paisaje que estoy ahora mismo observando, me duelen los dedos, por estar aquí tecleando esta vieja máquina de escribir, los gritos continúan, los otros pacientes, gritan de dolor, y los médicos juegan por todos los pasillos, pero el sol ha retomado su medida, lo veo por las ventanas oscurecidas por el polvo y el humo de la calle, ya no se ve esa gruesa columna incandescente que vi esta mañana…

Pero aquí sigo, y no voy a salir,  es maravilloso ver como todos corren, gritan, bailan y celebran algo que cada uno lleva en su mente, ahora me siento mucho mejor, y los niños en las calles empiezan a sonreír y a tomar con calma este festival no programado, algunos también empiezan a reír y a jugar, todo parece un largo recreo, los niños corren tras sus padres, estos huyen jugueteando, y las niñas danzan con sus padres y madres… una danza infinita y desconocida, todos ríen y juegan, aquí los gritos son cada vez mayores, no sé si se alimenten, no han pasado los enfermeros a repartir las comidas, yo me he tomado el medicamento, que desde ayer me formularon, yo sé que no es la cuera, pero me deja tener control de mi vida… en cambio ellos están perdidos, y cada vez sus juegos se tornan más raros, su imaginación los supera… ahora si son víctimas de su propio cerebro, me aventuro a pensar que han sufrido una suerte de sobrecarga energética que puso a sus neuronas a velocidades mayores, y por eso su imaginación marcha a toda máquina… espero que no les ocurra lo mismo que a los artefactos electrónicos… espero que sus cerebros no exploten por el excesivo trabajo… pero bueno, todo hace parte de este día extraño y maravilloso…, ha llegado algo de comer, no sé quien lo trajo, lo han metido por debajo de la puerta, voy a comer, tengo hambre… el emparedado se ve bien, y un gran vaso de agua, los tomaré…


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