viernes, 11 de abril de 2025

POEMAS DE LEON FELIPE -RECORDAMOS SU NATALICIO-



QUÉ DÍA TAN LARGO

¡Qué día tan largo

y qué camino tan áspero,

qué largo es todo, qué largo,

qué largo es todo y qué áspero!

En el cielo está clavado

el sol iracundo y alto.

La tierra es toda llanura, llanura, toda llanura, y en la

llanura... ni un árbol.

Voy tan cansado

que pienso en una sombra cualquiera. Quiero descanso,

descanso, sólo descanso.

¡Dormir! Y lo mismo me da ya bajo un ciprés que bajo

un álamo.

 

 

¡QUÉ SOLO ESTOY, SEÑOR!

¡Qué solo estoy, Señor!

¡Qué solo y qué rendido

de andar a la ventura

buscando mi destino!

En todos los mesones

he dormido,

en mesones de amor

y en mesones malditos,

sin encontrar jamás

mi albergue decisivo,

y ahora estoy aquí, solo...

rendido

de andar a la ventura

por todos los caminos.

Ahora estoy aquí, solo,

en este pueblo de Ávila escondido

pensando

que no está aquí mi sitio,

que no está aquí tampoco

mi albergue decisivo.

 

 

DOÑA MUERTE Y DON AMOR

Doña Muerte y Don Amor,

hacer es bien lo del diablo

que trocó ya los arreos

medievales de los autos.

Un overall de Mahón

es hoy el traje adecuado

de los que, como vosotros,

llevan un duro trabajo.

Y no queráis asustarme

con el dalle y con el arco,

que éste es un viejo negocio

solidario de los cuatro:

Doña Muerte y Don Amor,

vosotros dos. Yo y el Diablo

tenemos que llevar hacia el Sol

este carro.

 

 

SABEMOS

Sabemos que no hay tierra

ni estrellas prometidas.

Lo sabemos, Señor, lo sabemos

y seguimos contigo trabajando.

Sabemos que mil veces y mil veces

pararemos de nuevo nuestro carro

y que mil y mil veces en la tierra

alzaremos de nuevo

nuestro viejo tinglado.

Sabemos que por ello no tendremos

ni ración ni salario.

Lo sabemos, Señor, lo sabemos

y seguimos contigo trabajando.

Y sabemos

que sobre este tinglado

liemos de hacer mil veces y mil veces todavía

el mismo viejo truco bufo-trágico

sin elogios

ni aplausos.

Lo sabemos, Señor, lo sabemos

y seguimos contigo trabajando...

 

 

LA MAQUINA

(The Labour-saving Machinery)

Ni es un dragón

ni es un juguete, Marta.

Es un regalo religioso,

el último regalo del Señor.

Para que no te pierdas demasiado

en el trajín de la casa;

para que no digas ya más,

primero es la obligación que la devoción.

Y para que no te distraigas en el templo

pensando en el horno, en la rueca

y en el esclavo perezoso.

 

 

¿Y LA LUNA?

En el pozo la guardaron.

Para que no la robasen

en el pozo la guardaron

-como una onza en un bolso-

aquellos fieros románticos.

Y estuvieron dos cipreses

la noche entera velando.

La noche entera de un siglo

los dos cipreses velaron.

Pero fue en vano, fue en vano,

toda la vela fue en vano.

Al llegar la madrugada

el Sol levantó los brazos

y asomó sobre la sierra

su rostro congestionado

de risa,

que gritaba:

¡la han robado, la han robado, la han robado!...

 

 

REVOLUCIÓN

Siempre habrá nieve altanera

que vista al monte de armiño

y agua humilde que trabaje

en la presa del molino.

Y siempre habrá un sol también

-un sol verdugo y amigo-

que trueque en llanto la nieve

y en nube el agua del río.

 

 

VENCIDOS

Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar.

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,

y va ocioso el caballero sin peto y sin espaldar,

va cargado de amargura,

que allá encontró sepultura

su amoroso batallar.

Va cargado de amargura,

que allá quedó su ventura

en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar.

Va cargado de amargura,

va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura

en horas de desaliento así te miro pasar!

¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura

y llévame a tu lugar;

hazme un sitio en tu montura,

caballero derrotado,

hazme un sitio en tu montura,

que yo también voy cargado

de amargura

y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,

caballero del honor,

ponme a la grupa contigo

y llévame a ser contigo pastor.

Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar...

 

 

AHORA DE PUEBLO EN PUEBLO

Ahora de pueblo en pueblo

errando por la vida,

luego de mundo en mundo errando por el cielo

lo mismo que esa estrella fugitiva.

¿Después?... Después...

ya lo dirá esa estrella misma,

esa estrella romera

que es la mía,

esa estrella que corre por el cielo sin albergue

como yo por la vida.

Tomado de:

https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Le%C3%B3n%20Felipe%20-%20Poemas.pdf

 

 

Auschwitz

 

(A todos los judíos del mundo, mis amigos, mis hermanos)

 

Esos poetas infernales,

Dante, Blake, Rimbaud...

Que hablen más bajo...

¡Que se callen!

Hoy

cualquier habitante de la tierra

sabe mucho más del infierno

que esos tres poetas juntos.

Ya sé que Dante toca muy bien el violín...

¡Oh, el gran virtuoso!...

Pero que no pretenda ahora

con sus tercetos maravillosos

y sus endecasílabos perfectos

asustar a ese niño judío

que está ahí, desgajado de sus padres...

Y solo.

¡Solo!

Aguardando su turno

en los hornos crematorios de Auschwitz.

Dante... tú bajaste a los infiernos

con Virgilio de la mano

(Virgilio, "gran cicerone")

y aquello vuestro de la Divina Comedia

fue una aventura divertida

de música y turismo.

Esto es otra cosa... otra cosa...

¿Cómo te explicaré?

¡Si no tienes imaginación!

Tú... no tienes imaginación,

acuérdate que en tu "Infierno"

no hay un niño siquiera...

Y ese que ves ahí...

Está solo

¡Solo! Sin cicerone...

Esperando que se abran las puertas del infierno

que tú ¡pobre florentino!

No pudiste siquiera imaginar.

Esto es otra cosa... ¿cómo te diré?

¡Mira! Este lugar donde no se puede tocar el violín.

Aquí se rompen las cuerdas de todos

los violines del mundo.

¿Me habéis entendido, poetas infernales?

Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud...

¡Hablad más bajo!

¡Tocad más bajo!...¡Chist!...

¡¡Callaos!!

Yo también soy un gran violinista...

Y he tocado en el infierno muchas veces...

Pero ahora aquí...

Rompo mi violín... y me callo.

 

 

Cara o cruz

 

Filósofos,

para alumbrarnos, nosotros los poetas

quemamos hace tiempo

el azúcar de las viejas canciones con un poco de ron.

Y aún andamos colgados de la sombra.

Oíd,

gritan desde la torre sin vanos de la frente:

¿Quién soy yo?

¿He escapado de un sueño

o navego hacia un sueño?

¿Hui de la casa del Rey

o busco la casa del Rey?

¿Soy príncipe esperado

o príncipe muerto?

¿Se enrolla

o desenrolla el film?

Este túnel

¿me trae o me lleva?

¿Me aguardan los gusanos

o los ángeles?

¿Oísteis?

Es la nueva canción,

y la vieja canción...

¡nuestra pobre canción!

¿Quién soy yo?...

Mi vida está en el aire dando vueltas.

 

¡Miradla, filósofos, como una moneda que decide!

¿Cara o cruz?...

 

¡Cruz!

Perdí... Filósofos, perdí.

 

Yo no soy nadie.

Un hombre con un grito de estopa en la garganta y una gota de asfalto en la retina.

Yo no soy nadie.

Y no obstante, estas manos, mis antenas de hormiga,

     han ayudado a clavar la lanza en el costado del mundo

     y detrás de la lupa de la luna hay un ojo que me ve

     como a un microbio royendo el corazón de la Tierra.

Tengo ya cien mil años y hasta ahora no he encontrado otro mástil de más fuerte

    que el silencio y la sombra donde colgar mi orgullo;

    tengo ya cien mil años y mi nombre en el cielo se escribe con lápiz.

 

El agua, por ejemplo, es más noble que yo.

Por eso las estrellas se duermen en el mar

y mi frente romántica es áspera y opaca.

Detrás de mi frente -filósofos, escuchad esto bien-,

detrás de mi frente hay un viejo dragón:

el sapo negro que saltó de la primera charca del mundo y está aquí, aquí, aquí...

agazapado en mis sesos, sin dejarme ver el Amor y la Justicia.

 

Yo no soy nadie, nadie.

Un hombre con un grito de estopa en la garganta y una gota de asfalto en la retina...

Yo no soy nadie, filósofos...

Y éste es el solo parentesco que tengo con vosotros.

 

 

Colofón

 

Luz...

Cuando mis lágrimas te alcancen

la función de mis ojos

ya no será llorar,

sino ver.

 

 

Como aquellas nubes blancas...

 

Ayer estaba mi amor

como aquella nube blanca

que va tan sola en el cielo

y tan alta,

como aquella

que ahora pasa

junto a la luna

de plata.

 

Nube

blanca,

que vas tan sola en el cielo

y tan alta,

junto a la luna

de plata,

vendrás a parar

mañana,

igual que mi amor,

en agua,

en agua del mar

amarga.

 

Mi amor tiene el ritornelo

del agua, que, sin cesar,

en nubes sube hasta el cielo

y en lluvia baja hasta el mar.

 

El agua, aquel ritornelo,

de mi amor, que, sin cesar,

en sueños sube hasta el cielo

y en llanto baja hasta el mar.

 

 

Cómo ha de ser tu voz...

 

Ten una voz, mujer,

que pueda

decir mis versos

y pueda

volverme sin enojo, cuando sueñe

desde el cielo a la tierra...

Ten una voz, mujer,

que cuando me despierte no me hiera...

Ten una voz, mujer, que no haga daño

cuando me pregunte: ¿qué piensas?

Ten una voz, mujer,

que pueda

cuando yo esté contando

las estrellas

decirme de tal modo

¿qué cuentas?

que al volver hacia ti los ojos

crea

que pasé contando

de una estrella

a

otra estrella.

Ten una voz, mujer, que sea

cordial como mi verso

y clara como una estrella.

 

 

Cómo han de ser tus ojos

 

Mujer... no tendré un beso de niño para ti

ni de viejo, ni de sátiro...

Cuando vengas no besaré tus mejillas

ni tu frente, ni tus labios.

Pondré mi boca en los pliegues

recogidos de tus párpados

y beberé el agua clara

que suba a tus ojos claros.

Trae unos ojos azules, mujer,

trae unos ojos azules, de un azul tranquilo y claro

que tengo sed...

sed de peregrino cansado

de muchas jornadas duras

por caminos solitarios

y quiero

llevar mis labios

al agua clara y tranquila

de un remanso que refleje

un cielo tranquilo y claro.

 

 

Como tú

 

Así es mi vida,

piedra,

como tú; como tú,

piedra pequeña;

como tú,

piedra ligera;

como tú,

canto que ruedas

por las calzadas

y por las veredas;

como tú,

guijarro humilde de las carreteras;

como tú,

que en días de tormenta

te hundes

en el cieno de la tierra

y luego

centellas

bajo los cascos

y bajo las ruedas;

como tú, que no has servido

para ser ni piedra

de una Lonja,

ni piedra de una Audiencia,

ni piedra de un Palacio,

ni piedra de una Iglesia;

como tú,

piedra aventurera;

como tú,

que, tal vez, estás hecha

sólo para una honda,

piedra pequeña

y

ligera ...

 

 

Con las piedras sagradas...

 

Con las piedras sagradas

de los templos caídos

grava menuda hicieron

los martillos

largos

de los picapedreros analíticos.

Después,

sobre esta grava, se ha vertido

el asfalto negro y viscoso

de los pesimismos.

Y ahora... ahora, con esta mezcla extraña,

se han abierto calzadas y caminos

por donde el cascabel de la esperanza

acelera su ritmo.

Tomado de:

http://amediavoz.com/felipe.htm

 

 

CRISTO

 

Viniste a glorificar las lágrimas...

no a enjugarlas...

Viniste a abrir las heridas...

no a cerrarlas.

Viniste a encender las hogueras...

no a apagarlas.

Viniste a decir:

¡Que corran el llanto,

la sangre

y el fuego...

como el agua!

 

 

LA TANGENTE

 

¿Y la tangente, señor Arcipreste?...

¿El radio de la esfera que se quiebra y se fuga?

¿La mula ciega de la noria, que un día, enloquecida, se liberta del estribillo rutinario?...

¿La correa cerrada de la honda, que se suelta de pronto para que salga la furia del guijarro?...

¿Esa línea de fuego tangencial que se escapa del círculo y luego se convierte en un disparo?

Porque el cielo... Señor Arcipreste, ¿sabe usted?,

No hay arriba ni abajo...

y la estrella del hombre

es la que ese disparo va buscando,

ese cohete místico o suicida, rebelde, escapado...

De la noria del Tiempo

como el dardo,

como el rayo,

como el salmo.

Dios hizo la bola y el reloj: la noria dando vueltas y vueltas sin cesar,

y el péndulo contándole las vueltas, monótono y exacto...

El juguete del niño, señor Arcipreste,

¡el maravilloso regalo!

Pero un día el niño se cansa del juguete y se le saca las tripas y el secreto

como a un caballito mecánico,

como a un caballito de serrín y de trapo.

Es cuando el niño inventa la tangente, Señor Arcipreste,

la puerta mística de los caballeros del milagro,

de los grandes aventureros de la luz,

de los divinos cruzados de la luz, de los poetas suicidas, de los enloquecidos y los santos

que se escapan en el viento en busca de Dios para decirle

que ya estamos cansados todos, terriblemente cansados

de la noria y del reloj,

del hipo violáceo del tirano,

de las barbas y las arrugas eternas,

de los inmóviles pecados,

de este empalagoso juguete del mundo,

de este monstruoso, sombrío y estúpido regalo,

de esta mecánica fatal, donde lo que ha sido es lo que será

y lo que ayer hicimos, lo que mañana hagamos.

 

 

LOQUEROS... RELOJEROS...

 

El sapo iscariote y ladrón

en la silla del juez,

repartiendo castigos y premios

¡en nombre de Cristo,

con la efigie de Cristo

prendida en el pecho!...

Y el hombre aquí de pie,

firme, erguido, sereno,

con el pulso normal,

con la lengua en silencio,

los ojos en sus cuencas

y en su lugar los huesos.

El sapo iscariote y ladrón

en la silla del juez,

repartiendo castigos y premios...

y yo tranquilo aquí

callad impasible, cuerdo... ¡cuerdo!

sin que me quiebre

el mecanismo del cerebro.

¿Cuándo se pierde el juicio?

Relojeros,

¿cuando enloquece el hombre?

¿Cuándo?

¿Cuándo es cuando se enuncian los conceptos

absurdos

y blasfemos,

y se hacen unos gestos sin sentido,

monstruosos y obscenos?

¿Cuándo es cuando se dice,

por ejemplo:

no es verdad

Dios no ha puesto

al hombre aquí en la Tierra

bajo la luz y la ley del Universo;

el hombre

es un insecto

que vive en las partes pestilentes y rojas

del mono y del camello?

¿Cuándo, si no es ahora

(yo pregunto loqueros),

cuándo es cuando se paran los ojos

y se quedan abiertos,

inmensamente abiertos,

sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?

¿Cuándo es cuando se cambian

las funciones del alma y los resortes del cuerpo,

y en vez de llanto

no hay más que risa y baba en nuestro gesto?

Si no es ahora,

ahora que la Justicia vale menos,

mucho menos, que el orín de los perros;

si no es ahora, ahora que la Justicia

tiene menos,

infinitamente menos

categoría que el estiércol;

si no es ahora, ¿cuándo,

cuándo se pierde el juicio?

Respondedme, loqueros,

¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos

el mecanismo del cerebro?

Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.

Se murió aquel manchego,

aquel estrafalario

fantasma del desierto,

y ..., ¡ni en España hay locos!

Todo el mundo está cuerdo,

terrible,

monstruosamente cuerdo.

¡Que bien marcha el reloj;

qué bien marcha el cerebro

este reloj, este cerebro —tic, tac... tic, tac, tic, tac...—

es un reloj perfecto..., perfecto... ¡perfecto!

Tomado de:

https://www.poesi.as/Leon_Felipe.htm

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