jueves, 17 de abril de 2025

POEMAS DE JESÚS BEADES


LAMENTOS A LUSCINDA

 

No acostumbro a beber cuando estoy triste.

Sin embargo, esta copa la levanto por ti,

en esta noche sórdida, por común y aburrida.

Pasan las nubes lejos, rápidas como años.

No sé si un Neverland las espera y acoge.

Es un país de plata y de llovizna

sin tristezas, ni adioses, ni más tópicos.

Qué horror. Siempre los tópicos. El Triste,

me podrían llamar (como a Cirlot)

mis bravos compañeros. Escribiente de nada.

Dime, amiga ¿sabrías tú decirme

dónde está El Dorado? ¿Dónde algún paraíso,

una isla pacífica, unos brazos de hogar?

Tus brazos servirían, tu cariño de siempre.

Qué mierda esta tristeza, sin embargo,

que lo confunde todo. Dime, ¿fingirías por mí,

una tarde, un ratito, que el mundo es todo brisa,

brisa pura sin dientes ni cuchillos,

que me quieres, y nada se interpone?

Pero es pedirte mucho, ya lo sé.

Qué pena que me quieras, que te quiera,

y siempre falte algo, sobre algo, huya algo,

y este lodazal con sus espinas, o sea, mis pecados,

y la trinchera sórdida, quiero decir: la noche.

No debiera beber cuando estoy triste.

No estoy acostumbrado. Fíjate lo que ocurre.

 

 

LA PASIÓN SEGÚN BACH

  

su Majestad la Muerte viene hambrienta

aquel levántate y anda fue una gran bofetada

sí maldita Betania malditos sus amigos

que no hacen sino nacer de nuevo a cada paso

que no hacen sino lanzarse a Sus Ojos sin término

pero esta vez sí esta vez será diferente

tenemos una cruz un perfecto patíbulo

que ni el Hijo del Hombre escapará

INRI

esa es la palabra

Mateo toma nota y el maestro barroco pone música

a la muerte infame del Maestro

los oboes son pájaros cantores

delicados frutos de la creación que lloran al Creador

las flautas son los sauces que lloran al Redentor

los contrabajos surgen de la tierra

remueven los sepulcros por obra del Espíritu

los violines parecen construidos

con cabellos de ángeles arco iris finísimo

que vienen a consolar a la Inconsolable

la Hermosa la Reina de todos los llantos María

Kyrie Eleyson

maldita sea este Dios no se deja

crucificar sin más se obstina en redimir el universo

legiones de mártires vírgenes amas de casa funcionarios

negros rojos blancos atraviesan la cruz

el infinito se abre como la boca de la ballena de Jonás

sólo que al revés

maldita sea

la redención se acerca galopando

navegando por la arteria del tiempo

Feliz culpa

gritan las calaveras del calvario

por el Hijo de Dios que se alza minúsculo

que gigantesco atrae todas las cosas

que musical barroco eterno decidido

canta con los coros con el aria canta al Padre

dónde está

                 oh muerte

                                 tu victoria

 

 

NON NOBIS

 

Y ahora que tu esfuerzo se ve recompensado

con un hermoso premio en la Ciudad de Soria,

y por fin has oído, un momento, la Gloria

(ese rumor de aplausos), y te ves publicado,

y alguien que no conoces reseña tus poemas

en páginas leídas por la gran minoría,

te citan en lecturas, y ves, de pronto, un día

que tus amadas líneas se estudian por morfemas

en la Universidad. Ahora, piensa un poco:

recuerda que eres polvo y el polvo que levantas

cuando caes al suelo. También que no son santas

ninguna de tus obras, y que sería un loco

pensamiento el orgullo. Y medita un segundo

que el Premio que tú esperas tampoco es de este mundo.

 

De La ciudad dormida (2005)

Tomado de:

http://jesusbeades.blogspot.com/2019/05/antologia-de-poemas.html

 

 

POEMA DE ADIÓS

Tu adiós sonó como un disparo

que dispersa palomas por un cielo sin nadie.

Tus palabras tenían un sabor de llovizna

que mis labios conocen, y es amargo y remoto.

Sé que hacerse mayor es irse despidiendo

de todos los paisajes como quien va en un tren.

Decir adiós, adiós... me pregunto esta noche

qué rara bienvenida nos espera

cuando se abra la puerta que el poema entreabre,

cuando no quede nadie a quien decir adiós.

Tomado de:

https://ruadaspretas.blogspot.com/2022/08/jesus-beades-poema-de-adeus.html

 

 

Meditación sobre la orquesta

 

Oigo la orquesta que se eleva y canta,

cómo atacan las notas los primeros violines,

y cómo les responden los segundos, las violas,

y el timbal que subraya la frase, reclamando atención.

La violinista rubia de la primera fila

está tan concentrada que ya no piensa en Mozart.

La madrugada incierta, las tostadas veloces,

los niños a medio vestir y el café con leche desnatada

se deslizan ligeros por sus manos

confiriendo un extraño temblor al ataque del re,

una sutil caricia que sin embargo es triste,

que esconde su divorcio y sus pastillas

en la masa orquestal, que la transmuta en aire y armonía.

El hombre del bigote que abraza un contrabajo

por el contrario siente veneración por Mozart,

desde que vio Amadeus en el cine Alameda, con sólo nueve años,

y lo apuntaron al Conservatorio. Mientras avanza el Kyrie,

la ciudad se confunde con un sueño,

multicolor y rápido y gozoso, y no recuerda

la hipoteca, el coche en el taller, ni su alopecia

y ni siquiera ve, en la cuarta fila,

a sus hijos que escuchan orgullosos.

La chelista, el tenor, y las sopranos,

todos vienen de un sueño que es su vida,

hasta este despertar en medio de la música,

más real que el metal y la madera, que el sudor y los focos.

Una desilusión amorosa se torna

un acorde de sol disminuido. Un aprobado

en la cadencia ágil que resuelve una frase.

La muerte de una madre,

en esa disonancia que reclama un sentido. Poco a poco,

se desteje la vida en hilos sueltos

y se tejen de nuevo

y forman el amén que cierra el coro.

El director, con gesto concentrado

se inclina ante nosotros.

También calla su yo y sus circunstancias

que mueven la varita cada noche.

Y señala a los músicos, dirigiendo el aplauso para ellos.

Y aplaudimos. Y aquellas vidas

son bendecidas por una partitura

que me bendice a mí, y a todo el público,

y al resto de la vida que, al salir del concierto,

reanuda su Obertura, como siempre.

 

 

Elegía y plegaria por hilario camacho

 

La muerte es una música al revés,

un desdecir el mundo hasta quedarse sordo,

un reloj que no dice la verdad, un mástil roto

de guitarra que espera

con herrumbrosas cuerdas en una casa sola.

Esta mañana calla la oficina.

Están callados todos los autobuses agrios.

En la Plaza Mayor se calla hasta el oxígeno

mientras los hospitales se despintan de azul.

Y los acordeones invisibles

que habitan las esquinas, están callando a gritos.

Y, sin embargo, tienen que ir a clase,

con sus cuerpos de ola, las muchachas,

tiene que abrirse un bar, abrirse un libro,

tienen que irse abriendo los claveles

poco a poco, sin prisa, ir afinando,

pues Madrid amanece.

Atónito y disperso, pido al Cielo

que tengas veinte años para siempre.

Que escuches la canción secreta que Dios hizo

y que lleva tu nombre.

 

 

Petición de mano

 

Y como si la vida

no fuera más que un juego de palabras,

anduvimos un tiempo sobre la superficie leve de las cosas,

sin tomarnos en serio,

a lomos de una risa y de unos libros,

como una fresca espuma de champán.

Dame la mano, niña,

y entremos en el Bosque de las Hadas

donde todo tendrá su consecuencia.

Aleluya al buen Dios de las cosas reales,

más duras y cortantes que el acero,

más frías que la aurora, y aún más bellas.

Tomado de:

https://www.poetaspoemas.com/jesus-beades

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